Título: Status quo
Fandom: Heroes
Pareja: Candice/Simone (y Simone/Isaac)
Spoilers: pre-serie, así que teóricamente, sólo los personajes
Rating: R
Esa semana rompe con Isaac por tercera vez en lo que va de año. Es una crónica de una muerte anunciada, piensa. Su relación. También sabe que no es permanente, nada lo es con Isaac, pero puede pretenderlo, aunque sea durante unos días. Puede pretender que no se lo creerá la próxima vez, cuando Isaac aparezca en su apartamento con ojos de cordero degollados, y diciendo que volverá a entrar en el programa. Puede pretender que no es una adicta a las causas perdidas, y una masoquista innata.
Se prepara al entrar al edificio, porque sabe que su padre preguntará por él. Su padre siempre pregunta por él. Charles Deveaux, incondicional de Isaac Méndez. Es la razón por la que se conocieron en primer lugar, y a veces Simone se pregunta si es la razón por la que la relación continuó, después de todo. Si tú supieras, papá, quiere decir. No tienes ni idea de la mierda que tengo que aguantar, y ojalá se atreviese a decírselo, algún día. Un día en el que su padre abriese la boca para relatarle por quincuagésima vez las maravillas de Isaac. Tú ídolo se chuta heroína, y tu hija es demasiado masoquista como para dejarlo.
No ocurrirá, por supuesto.
El amor. Nos idiotiza, solía decir Bethany, y ojalá tuviera su número para decirle cuánta razón tenía.
Su padre no está solo cuando llega. Nancy - bajita, rizos que le rozan los hombros, agradable. Su padre quiere un cambio de personal, enchufar al hijo de una antigua amiga, y Simone será la que tenga que cargar con los trapos sucios, y quedar como la zorra egoísta a la hora de despedirla -, papá, y dos figuras más, a los lados de la cama.
Reconoce a la primera sin necesidad de que su padre diga nada.
- Simone - tiene la voz entrecortada, le cuesta hablar -. Conoces al señor Thompson.
Y ella fuerza una sonrisa. "Claro," y le estrecha la mano casi sin mirarle. Sus ojos se posan en la otra figura, la que nadie presenta. Traje de pantalón, ojos felinos y melena lisa a la altura de los hombros. "Creo que no nos han presentado."
Extiende una mano, casi trémula, sin saber por qué. Cuando la mujer le sonríe, Simone recorre el contorno de sus labios con la mirada, y baja la mano cuando ésta no se inmuta.
Thompson le pone una mano en el hombro en un movimiento repentino, y un escalofrío le recorre la columna. "Candice Wilmer," aclara. Simone se pregunta si Candice Wilmer es muda, o simplemente le importan las presentaciones oficiales tanto como a ella. "La señorita Wilmer se incorporó recientemente a la compañía," continúa. "Pensé que sería provechoso que conociese las fundaciones."
- Y qué fundaciones - dice ella, tiene una mano sobre el hombro de su padre.
Sonríe como si la estuvieran apuntando los focos, e inclina la cadera contra el colchón.
Simone aprieta los labios, y finge una risa seca. Finge que no nota la manera en la que Thompson entorna los ojos, y Candice se ríe, y se aparta sutilmente. Finge que no sigue la línea de su cuello cuando se retira el pelo detrás de la oreja.
Simone es buena para esos asuntos. Fingir. Pretender. Mentir. Le viene de familia.
Si su madre aún estuviese viva, no habría dejado entrar a esas personas en el edificio. Si dependiese de ella, no vivirían en la misma ciudad.
Su padre siempre mantuvo el secretismo. La Compañía. Ni siquiera tenía acrónimos. Ni siquiera su madre sabía de qué se trataba. Lo único que sabía (lo único que le transmitió a Simone, aunque podría haberlo averiguado por sí misma), era que no auguraba nada bueno. Y ni siquiera le dejan en paz, ahora que se está muriendo.
Las uñas de Candice rozan las sábanas, rojas y afiladas. Simone cruza los brazos sobre el pecho, cerrándose la gabardina por defecto. El silencio es sólido, tanto que le oprime los oídos, y su padre la mira de esa manera. Es la misma que usaba cuando tenía diez años e irrumpía en su escritorio en medio de una reunión. La mirada que dice Ahora no, y Simone aguanta la carcajada amarga y da un paso hacia atrás.
- Debería ir a dejar mi abrigo.
Su padre sonríe, y Candice se balancea, en los tacones. Rostro agachado y como si la vigilase. Le pone nerviosa, esa mirada. En medio del escenario y sin guión. Es suficiente como para dejarla sin respiración.
Pero entonces Candice sonríe, mordiéndose el labio inferior. Thompson murmura algo en su oído, y la sonrisa se ensancha. "Voy contigo," cuando habla levanta el rostro, pero no le mira a los ojos. Al cuello, y a los labios luego. Simone traga saliva, y es ella la que baja la mirada. "Necesito ir al lavabo, y no me gustaría perderme."
Simone se asegura de cerrar la puerta tras ellas, se asegura de dar privacidad a su padre y asuntos que no le conciernen. Y Candice camina a su lado, con la misma sonrisa que no augura nada bueno, pero sin decir una palabra.
Lo prefiere.
No sabe. No quiere.
Hay ciertas personas, ciertos tipos de persona, que prefiere no analizar. Sobre todo si están implicados en esa compañía. Candice Wilmer tiene todas las papeletas para ser una de ellas.
Nancy sale de la habitación cuando ellas entran, y Simone comienza a maldecir en voz baja, mientras se quita la gabardina. Ni siquiera quiere, por amor de dios. La casa es puto témpano gigante, y su padre no debería ahorrar en calefacción, puede permitírselo.
"¿Frío?" murmura Candice. Simone se frota los brazos por encima de las mangas del vestido. Precioso, pero llega hasta los muslos, y las botas sólo le cubren hasta las rodillas.
Asiente despacio, y Candice se quita la chaqueta y la coloca con cuidado sobre su gabardina. Simone no se fija en los dos primeros botones de la camisa, desabrochados, y en la manera en la que Candice se mueve como si la acorralase.
Es estúpido, piensa. Y de alguna manera, el gesto es irreverente. La manera en la que deja la ropa sobre la suya, y se coloca a pocos centímetros en un solo paso. Simone no está acostumbrada a ser el cervatillo en la zona de caza, no está acostumbrada a ser intimidada.
Y aún así, cuando Candice le retira un mechón del hombro, y sus nudillos le rozan el cuello, se le corta la respiración.
- Dime - no retira la mano cuando habla. Tiene el mechón entre los dedos, ébano entre piel helada -, ¿siempre son así?
Se inclina hacia delante, y su mano recorre el cabello. Despacio, como si fuera seda. Lo recorre hasta que el dorso de su mano casi le roza la sien, y entonces continúa, "¿echándote mientras los mayores hablan?"
Simone baja la mirada. Tiene la garganta seca, las manos heladas. Se humedece los labios como si fuera a hablar, sólo para darse cuenta de que no tiene nada que decir.
Hace a Candice reír.
Cuando retira la mano, es como una ráfaga de viento, completamente nueva. Es un golpe seco, algo que la hace reaccionar. Se aclara la garganta y levanta la mirada. Si no supiera que es imposible, juraría que Candice cambia. Fluctuaciones sutiles. El color de los ojos, lo marcado de los pómulos. Cuando piensa que tiene las pestañas más largas que hace unos segundos, se da cuenta de que el problema es suyo. Después de todo, siempre lo es.
Da un paso hacia atrás y sus gemelos se dan contra las patas de la silla, contra su gabardina. Candice la imita, no hacia atrás, hacia delante. Apoya una mano en el apoyabrazos y la observa con el rostro ladeado. Despacio, trazando rutas imaginarias que van desde sus ojos hasta su cuello, deteniéndose en su clavícula, y en las curvas de su escote.
- Apártate - murmulla, y suena débil, casi inexistente.
Candice sisea, "shhhh", y no levanta la mirada, pero la mano se mueve desde la silla hasta su cadera, rozando por encima del vestido.
- Escucha - esta vez Simone levanta el tono de voz, más firme. Como si realmente se creyese lo que va a decir -, esto no está... - presiona suavemente, sobre su cadera. No lo suficiente para clavarle las uñas, pero Simone siente el pulgar sobre el hueso, moviéndose despacio - Bien - termina. Ni siquiera está segura de lo que estaba diciendo.
Candice se inclina hacia delante. Por un momento Simone piensa que va a hacerlo, piensa que la va a besar. Casi se inclina en el contacto, casi deja caer los párpados. Y Candice cambia de rumbo, acerca los labios hasta su oreja y le retira rizos negros para hablar. "Van a estar allí un buen rato, ¿sabes?" - Simone tiembla - "Tenemos todo el tiempo del mundo."
Le muerde el lóbulo, y Simone cierra los ojos casi por inercia, dejándose caer en el contacto. Piensa que tiene que haber algún truco. Que no puede -no debería- dejarse manipular así. Que es demasiado fácil.
Y entonces se da cuenta. El color de los ojos. La ligera modificación en la modulación de su voz. Piensa en lo mucho que le recuerda a Isaac. Lo mucho que... Pero es imposible. Por supuesto. Sólo es Candice, y pensamientos al azar, y energía acumulada por casi un año de una relación altamente destructiva.
Eso debería explicarlo.
La mano de Candice se desliza hasta su muslo, mientras le muerde el cuello. No demasiado fuerte, pero lo suficiente como para que se note la marca, ligeramente más oscura sobre su piel. Respira pesadamente, y se estremece cuando los dedos levantan el vestido, serpenteando por encima de las medias. "Tienes las manos frías," masculla, y le agarra la muñeca para que vaya más rápido.
Candice se ríe, cuando Simone se rinde, cuando busca sus labios a tientas y guía su mano hasta encontrar el elástico de las medias.
Quiere centrarse en el beso, cuando nota las yemas sobre su abdomen. (Acaricia su ombligo, como si le hiciera cosquillas, uñas arañando la superficie.) Labios templados, más gruesos de lo que acostumbra. Si abre los ojos pierden el tono rosado, llegan a ser casi escarlata, debajo de los mordiscos. (Aún tiene la mano en su muñeca, mientras Candice le baja las medias, la ropa interior con dos dedos, casi arrastrando sobre su piel.) Le lame la comisura de los labios antes de murmurar. "Eres casi demasiado fácil, cielo", y Simone intenta reírse, pero sólo consigue un sonido ahogado. (Frío, cuando tantea con la punta de los dedos. Simone está húmeda bajo la cintura, y Candice casi ronronea cuando sus dedos pasan sobre su clítoris.) La besa con los ojos cerrados, como si necesitase no tener constancia de lo que está haciendo. Como si fuese sólo un -buen- mal sueño (y gime cuando nota los dos dedos, deslizándose dentro. Demasiado rápido, demasiado seco, casi sin preámbulos.) Clava las uñas en la cintura de Candice, y es ella la que le muerde el cuello, mientras Candice se ríe.
- Despacio, cariño - susurra, y estabiliza su cadera con la otra mano, mientas intenta encontrar su ritmo, dentro de ella.
Simone está harta. De todo. De ese año. De ese día. De Candice. De no saber. Le muerde de nuevo el cuello, y sus dedos se mueven erráticos, tratando de encontrar la cremallera de los pantalones de Candice. "Cállate," le espeta, y termina siendo tan ahogado como cualquier otra cosa que pueda salir de sus labios, porque el pulgar de Candice comienza a trazar círculos, a buscar zonas sensibles, y a Simone le fallan las rodillas. Lo repite, de todas maneras -"cállate"-, como si no supiera a quién se lo dice. Le tiembla la mano cuando le desabrocha los pantalones, y Candice se retira. Tiene una sonrisa satisfecha en el rostro, el pintalabios corrido. Chista, como si supiera más que ella, y le saca los dedos tan rápido que Simone gruñe.
"¿Qué haces?" y Candice no contesta. Se lame los labios, y luego los dedos. Despacio, frente a su rostro. Simone se siente expuesta, desnuda. Se siente ardiendo y helándose, y por alguna razón, no consigue coordinar lo suficiente como para alcanzar a cubrirse.
Candice la besa durante un momento, y Simone se saborea en su lengua, durante una fracción de segundo. Ella, y el pintalabios barato, y ese otro sabor específico, el de Candice. "Déjate hacer, ¿de acuerdo?" y la empuja hacia atrás, antes de que Simone tenga tiempo para comprender lo que ha dicho, lo que ha susurrado contra sus labios.
Pero se deja, de todas formas. Sentada sobre los abrigos, y Candice le abre las piernas con un golpe de rodilla, antes de agacharse frente a ella. Le lanza un beso, desde el suelo, casi como si se burlase, y Simone apenas tiene tiempo a aferrarse al apoyabrazos antes de que el rostro de Candice desaparezca entre sus piernas.
"Dios," murmura, cuando siente la mejilla de Candice contra el interior de sus muslos. Luego el beso, arrancándole cosquillas, terminando en dientes, y un mordisco que no dejará marca.
- No creo que llegue a tanto - responde, y sus dedos terminan de bajarle las medias. Despacio, hasta el borde de las botas, mientras Simone cierra los ojos y se concentra en contar las respiraciones de Candice contra su piel.
Comienza tan brusco como sus dedos, húmedo y quemando. Simone se siente derretir bajo su lengua, se siente vibrar cuando Candice gime. Por ella, hay una pequeña voz en el fondo de su mente, la parte que aún conserva algo de racionalidad. La que le dice que está cometiendo una estupidez. La que siempre escucha, y ahora acalla.
Entierra los dedos en su pelo, mientras Candice se mueve deprisa, lamiéndole entre las piernas, y Simone se muerde los labios para que sus gemidos no se oigan.
Nota la lengua de Candice -dentro y fuera y dentro y-, en ese ritmo irregular. La siente maniobrar, en el suelo, y cuando para, cuando mueve la mano -dos dedos dentro, lengua rozando su clítoris- aprieta las manos en puños hasta que está segura que le quedarán marcas. Empuja la cabeza de Candice, sólo un poco, tratando de controlar sus movimientos. Candice sólo aumenta el ritmo, dedos y saliva, y Simone puede sentirla dentro. Puede sentirla deslizándose, y vibrando, tanto como ella. Puede sentirla con los ojos cerrados, concentrada, casi como si la estuviera viendo. Y no le lleva demasiado, correrse sobre su lengua, sobre su mano. Temblando de dentro a fuera, deshaciéndose por segundos. Estremeciéndose cuando la lengua de Candice no para, cuando aún se quiebra, y su piel está demasiado sensible.
Candice no se mueve durante unos segundos. Simone trata de recobrar el aliento, con la nuca apoyada contra el respaldo de la silla, y los dedos aún aferrando el cabello de Candice.
Se niega a mirar. Se niega a pensar en cualquier cosa.
Cuando Candice se levanta, Simone abre los ojos, tentativamente. Y no se siente expuesta, por alguna razón. No como antes. Quizá está demasiado cansada como para sentir cualquier cosa.
Candice respira hondo, y luego coloca una sonrisa en sus labios. Se aclara la garganta y se abrocha los pantalones. "Encontraré yo sola el baño," murmura divertida.
Simone cierra los ojos de nuevo, cuando oye la puerta cerrándose. Hay una sensación ligera en su estómago, algo que parece alivio.
Y esa noche, cuando vuelva al loft de Isaac, hablarán de lo jodida que está su relación. De lo mucho que se quieren. Isaac le dirá que no lo volverá a hacer, y Simone le dirá que eso no basta. Le convencerá para entrar en el programa, otra vez. Fingirán que todo es como siempre, que siguen en ese continuo bucle. Isaac la besará despacio, con restos de pintura en la mejilla, y ella se rendirá, como hace siempre. Le rodeará el cuello con los brazos, y suspirará -"no sabes qué día más raro he tenido"-, y todo volverá a ser como suele ser. Como debe ser.
Mientras tanto, Simone sólo descansa, y se aprovecha del silencio.