TÍTULO: Kansas City
FANDOM: Heroes
PAREJA: Peter/Mohinder
RATING: PG-13. Puede que PG *shame*
NOTAS: Um... Hacía mucho tiempo que no escribía fluff, y echaba de menos a estos dos *blushes* Y me han hecho un empaste y necesito que me animen, así que leed y comentad *cough* ¿No cuela? Mierda. Pero lo del empaste es cierto, tened compasión.
Son las tres de la mañana, y, cuando se deja caer encima de la cama y piensa que quizá no es el colchón, sino sus huesos, lo que cruje, Mohinder Suresh decide que el mundo es, básicamente, una mierda.
- ¿Qué tal?
Ni siquiera levanta la cabeza, y duda de que tenga fuerzas para gruñir o emitir un sonido que resulte mínimamente amenazador. Se imagina que Peter está apoyado en el marco de la puerta, con una camiseta desgastada y los pantalones de pijama que Mohinder siempre le recuerda que debería tirar. Una media sonrisa que cuelga de un lado y el pelo húmedo, porque cuando Mohinder entró en el piso aún salía vapor por debajo de la puerta del baño y se oía el ruido de la ducha. Se lo imagina descalzo y andando despacio, trepando poco a poco en la cama hasta sentarse a su lado con las piernas cruzadas. Y eso sí lo ve, cuando el colchón gime y se hunde y Mohinder vislumbra una rodilla cerca de su rostro.
Murmura “mal” con pereza y como si la sílaba se desmoronara bajo su propio peso. Se gira y ahoga un gemido, porque tiene los músculos destrozados y lo único que quiere es cerrar los ojos y que el mundo se vaya de vacaciones un rato.
Peter se mueve. Se tumba en la cama y respira cerca de su cuello, haciendo que le recorra un escalofrío por dentro. Lento y amplificado, y lo único que Mohinder hace es quitarse los zapatos a patadas y hacer que la cama tiemble.
A Peter parece hacerle gracia, porque oye su risa amortiguada por toda la habitación, y luego la voz arrastrándose en un susurro contra su cuello. Aliento caliente y una mano que se apoya en su cintura con cuidado.
- ¿Te ayudaría sabes que he salvado el mundo?
- El mundo es un asco, Peter. Te odio.
Se ríe más, en su nuca y luego la respiración desaparece y el colchón gruñe un poco más, así que supone que se apoya en su codo. Le mira desde arriba, escrutando, y Mohinder está en ese espacio de trance entre consciencia e inconsciencia cuando el beso de Peter se queda en su mandíbula, desprendiendo ese aroma a pasta de dientes mentolada.
Abre los ojos casi por obligación, gira sobre sí mismo. Peter tiene el pelo sobre los ojos y pegado a la frente, piel templada y gotas de agua que hacen que sus mejillas aún estén húmedas y brillen bajo la difusa luz de la habitación.
- He conducido desde Nueva York a Kansas City, para que me cerrasen la puerta en la cara.
Suena patético dicho en alto. Como con voz rota y deshaciéndose, y tiene ganas de bostezar y cerrar los ojos y que Peter deje de mirarle así, como si hubiera algo terriblemente lógico que él hubiese pasado por alto.
- ¿Por qué no llamaste por teléfono?
Oh, eso.
Por favor, no es tan estúpido.
- Pensé que si estaba allí sería más difícil ignorarme - pausa -. Pero al parecer no.
Tiene su lógica. Excepto que no. La gente es profundamente estúpida, ni siquiera sabe por qué se molesta en socializarse con ellos. Al parecer la excusa de “un psicópata quiere quitarles el cerebro” no es suficiente para la burguesía norteamericana.
Peter chista.
- ¿Qué?
- Nada.
No ha sonado a nada. Con Peter nada suena a nada.
Mohinder mira el techo, manos entrelazadas sobre su abdomen y piernas dobladas sobre el edredón. Le da una patada con una rodilla, porque no quiere moverse y que le crujan más huesos, escuchar eso es bastante desagradable.
- ¿Qué?
Peter resopla, se apoya completamente en el colchón. Bosteza, el muy imbécil, y a Mohinder le reconcome por dentro, porque es él el que ha hecho un viaje de ida y vuelta a Kansas City, y lo único que ha hecho Peter en todo el día ha sido cuidar de viejos moribundos y... Bueno, salvar el mundo, lo cual realmente tampoco tiene tanto mérito si una persona sola puede hacerlo. Realmente, de los dos, Mohinder es el único que tiene derecho a bostezar. Pero Peter tiene que bostezar primero, porque es lo que hace. Ese tipo de cosas.
- No te lo tomes a mal, Mohinder, pero... - se para, con la lengua entre los dientes y sin mirarle directamente. Pasan varios segundos antes de que se decida a continuar, y Mohinder está decidido a tomárselo mal, porque si una frase empieza así, es que no es buena - No es que tengas mucho don de gentes.
- No sé por qué dices eso.
Suena seco, y con ese ligero tinte a enfado en las esquinas de la frase. Oh, por supuesto, el empático no cree que tenga “don de gentes”. Era de esperar.
Peter se humedece los labios y, cuando habla, lo hace despacio y como midiendo la frase. “Bueno, no es que seas exactamente sutil”.
- Peter, intentaste demostrar que volabas saltando de un edificio de quince pisos, no me hables de sutilezas.
Vuelve a girarse y hunde la cabeza lo más cerca de la almohada que puede. Está seguro de que no puede estar muy lejos, nunca la mueve de sitio, debería poder encontrarla. Estira el brazo, y, para cuando la ha colocado bajo su rostro y la aprieta con fuerza, puede escuchar la risa de Peter de nuevo cerca de él, al lado de su oído y los dedos en el borde de su camisa.
- ¿Alguien se ha picado?
- Eres idiota, Petrelli.
Intenta apartarle con la mano, y Peter continúa riéndose y no se mueve. Con la mano en su estómago y las yemas de los dedos por debajo de la camisa, rozando la piel y arrancándole cosquillas y algo que no termina de ser un escalofrío, pero que le hace temblar de todas formas.
- Yo conduciré la próxima vez que tengas que ir a algún sitio - susurra, y a Mohinder se le eriza el vello de los brazos, pero se deja apoyar un poco hacia atrás, hasta que siente la respiración de Peter sobre su mejilla.
- ¿No puedes teletransportarme y ya? A lo mejor así me hacen caso.
- A lo mejor.
De acuerdo, tiene que admitirlo. Se deja caer, un poco. Dentro de ese vórtice que es Peter Petrelli, Que respira sobre su rostro y le besa ese hueco que hay entre la mandíbula y el lóbulo de su oreja, justo ahí, superficial y con la misma paciencia que se tiene con un niño pequeño.
Le susurra “¿vas a acaparar la almohada toda la noche?” y Mohinder tiene los ojos cerrados, pero aun así nota como los labios se le curvan en una sonrisa diminuta.
Incluso después, por la mañana, cuando Peter prepara cereales para uno y tararea Kansas City lo suficientemente alto para que él lo oiga y Mohinder tiene ganas de tirarle las tostadas a medio quemar a la cabeza. Incluso entonces, puede que lo de conducir varios estados para que le den un portazo en la cara tenga algún sentido.