Aug 02, 2009 21:37
- ¿Alemania-san? -preguntó muy formalmente su aliado de blanco y cabello oscuro, asomándose. E instantáneamente el rubio puso toda su atención en Kiku-. ¿Puedo interrumpirlo un momento?
- Por supuesto, Japón -hizo a un lado los papeles, éstos podían esperar. Era muy inusual que el oriental lo interrumpiese y apareciera en escena, así que debía ser algo muy importante-. ¿Sucede algo?
El de ojos oscuros se acercó a su escritorio y posó sus manos sobre el respaldo de las sillas para las visitas. Entonces el alemán notó que algo no andaba bien, no, definitivamente algo tenía muy preocupado al japonés, porque éste parecía estar dudando. Y la poderosa nación oriental no vacilaba nunca, ni para tomar las decisiones más difíciles.
- ¿Japón…? -le invitó a confesar lo que estuviese conteniendo, aunque Ludwig no parecía muy seguro de querer saberlo. Luego Honda desvió la mirada y respirando hondo con valor anunció:
- Voy a casarme con Italia-kun.
La boca del ojiazul fue lo suficientemente rápida como para contener un “¿Qué demonios?” y su mirada se llenó de incomprensión. La llevó de aquí para allá, dando lo mejor de sí para descifrar lo que Kiku acababa de decirle, pero le fue inevitable tener que preguntar.
- ¿Qué hizo ahora? -y se llevó la palma de la mano al rostro, esperando lo peor.
- Se hará responsable de lo que ha hecho -contestó con toda formalidad y tratando de mantener la cordura, al mismo tiempo que sus manos sujetaban con más fuerza la silla-. No puede ser de otra manera.
- Te comprendo, Japón -mintió. ¿Cómo iba a hacerlo si nada tenía sentido? -, pero ¿de qué específicamente debe responsabilizarse Italia? -la pregunta pareció ser difícil de responder al pelinegro.
- Italia-kun… me ha privado de mi pureza -alzó su mentón, indignado y dolido-. Debe hacerse cargo -el europeo no estaba seguro qué clase de estupidez había cometido el amante de la pasta y no quería seguir incomodando a su otro aliado, pero tuvo que pedirle una explicación más gráfica.
- ¿Qué… -se mordió el labio, sacudiendo toda vacilación de su mente-. …fue específicamente lo que hizo?
- Él… -tuvo que tomar asiento para no desmoronarse-. Me capturó entre sus brazos con demasiada pasión esta mañana.
Una vez más, Alemania tuvo que contenerse y privarse de decir “te abrazó”; sólo que ahora lo hacía para no dejar en ridículo al dolido japonés. Lo respetaba y quería conservarlo como aliado, después de todo. Suspirando, trató de sonar lo más compasivo posible:
- No te preocupes, Japón -éste lo miró de lleno a los ojos-. Italia no tiene malas intenciones -hizo una pausa, actuando dolor-. También me lo ha hecho a mí.
Ludwig invirtió el resto de la tarde para explicarle a Kiku el por qué Feliciano era un idiota. De buen corazón, pero un idiota al fin.
[aph],
p: alemania / sirg,
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"el abc de nuestros días"