¡Feliz Amigo invisible Sra_Danvers!

Dec 24, 2013 11:23


Título: Lo único que quiero para Navidad

Nombre de tu persona asignada: sra_danvers

Personaje/pareja: Sherlock/John, Mycroft/Lestrade

Clasificación y/o Género: Romance, Slash

Resumen: A pesar de la latente atracción entre ambos, Sherlock sigue negándose a admitirlo, así que es hora de que John tome cartas en el asunto.

Disclaimer: Por desgracia, los personajes pertenecen a Conan Doyle y su ambientación moderna a Gatiss y Moffat, yo sólo juego con ellos un poco.

Advertencias: NR-17

Notas: Sin spoilers, no quería que fuera angst así que no está situado en ninguna temporada en concreto (aunque está escrito con la idea de que sea antes de la caída de Sherlock)

Menciones a la serie ER (Urgencias) y en especial al pediatra interpretado por George Clooney. Yo era más fan de John Carter pero como comparten el nombre de pila, he hecho que John prefiera al Doctor Doug Ross.

Se me ha ido un poco de las manos, no es exactamente lo que tenía en mente al leer tus preferencias, pero ha sido divertido escribirlo y espero que te guste, ¡Felices Fiestas!



Lo único que quiero para Navidad...

Suben las escaleras hasta el 221B casi corriendo, sonriéndose, y por un momento, cuando se miran, se puede palpar la tensión entre ambos. John se lame los labios, dando un paso hacia Sherlock, pero éste da otro hacia atrás, fijando la mirada en la boca de John. Ambos jadean, aún sin aliento por haber perseguido a un ladrón a lo largo de casi tres calles, y por unos minutos, cuando John vuelve a acercarse a él, Sherlock se mantiene inmóvil.

Frente a frente, John se pone de puntillas, agarrándole por el cuello de la camisa, instándole a que se ponga a su altura para alcanzar su boca, pero en el último segundo, cuando ambos comparten el mismo aliento y John sólo tendría que sacar la lengua para lamerle los labios a Sherlock, éste se aparta.

- No. - Sherlock casi grita la palabra, dándole un manotazo para que John le deje ir.

John gruñe, pasándose la mano por el pelo.

- ¡Eres imposible! ¿Se puede saber qué tendría de malo? - John alza las

manos, exasperado, mientras Sherlock le da la espalda, tenso. No es la primera vez que tienen la misma discusión tras volver al piso después de resolver uno de sus casos. Tantos momentos de miradas y caricias que pudieron ser pero se quedan a medio camino, y John sabe que Sherlock tiene una fuerza de voluntad de acero, pero esto es ridículo.

- Casado. Con. Mi. Trabajo. - Lo gruñe, dejándose caer en el sofá, negándose a mirarle a la cara. John frunce el ceño, pero justo cuando abre la boca para seguir rebatiéndole qué tendría de terrible si aceptaran de una vez que existe una atracción latente entre ambos e hicieran algo para solucionarlo, la señora Hudson aparece con una bandeja de pastas en las manos y John da por cerrada la discusión.

De momento.

No le llamaban John Tres Continentes Watson en el ejército por nada.

De hecho, uno de los motivos por los que Sherlock sigue insistiendo en seguir siendo sólo compañeros de piso es porque cree que John es heterosexual pero está pasando por una fase de confusión. Quizás John está malinterpretando sus sentimientos de gratitud hacia Sherlock por haberle curado de su cojera psicosomática, o por haberle dado un sentido a su vida, o puede que esté frustrado porque sus relaciones con mujeres parecen no ir a ninguna parte.

Así que Sherlock no piensa admitir que tiene fantasías con John, o que no puede dejar de pensar cómo sería tener una relación por primera vez en su vida (segunda, pero Víctor apenas cuenta, por aquella época Sherlock estaba más tiempo colocado que sobrio) porque tarde o temprano John saldrá de su estupor y el que volverá a quedarse solo será Sherlock.

Prefiere seguir teniendo una relación platónica con su único amigo antes que saber qué se sentiría al besarle, abrazarle, hacerle el amor, para luego quedarse sin nada.

Claro que si se dignara a darle esas explicaciones a John, éste podría reírse y decirle que ha vuelto a equivocarse en una de sus deducciones.

En la más importante, al fin y al cabo.

Porque el rango de la sexualidad humana es muy amplio, y hay un factor que Sherlock no ha tenido en cuenta.

John Tres Continentes Watson es bisexual.

Y Sherlock Holmes no ha sabido nunca cómo compartir lo que considera que es suyo, esté usándolo o no.

Así que, sonriendo, John se da cuenta que tiene un plan que poner en marcha.

Las Navidades tienen algo maravilloso que John hasta ahora había temido

pero que ahora le viene perfecto. Las reuniones de ex alumnos.

No es que todas sean en esta época, por supuesto, pero la de la facultad de medicina sí. Mike siempre le insistía en que fuera, para ponerse al día sobre los cotilleos, y porque algunas de las doctoras siguen solteras y deseando volver a verle, pero hasta ahora John siempre se negaba.

Primero Afganistán, luego sus heridas, luego Sherlock Holmes. Siempre había una excusa. Ahora, John no deja de mirar el calendario, esperando ansioso el mail con su invitación. Que, puntual, llega, y esta vez John responde que asistirá. Y que llevará a una cita.

Al Doctor Ross. (Sí, John es fan de Urgencias, y no, no es en absoluto patético que se invente una cita, para nada. Tiempos desesperados, medidas desesperadas)

- Sherlock, ¿tanto te cuesta usar tu ordenador? ¡Lo tienes a dos metros de distancia! - Como cada mañana, John se sirve una taza de té y Sherlock se pone al día con sus mails en el ordenador de John. También lee los de John, aunque se piensa que éste no se ha dado cuenta.

Cuando John le ve fruncir el ceño, sabe que el juego ha empezado.

- ¿Qué es este absurdo de que irás a una reunión de la universidad? ¿Y quién demonios es el Doctor Ross?

- Para empezar, no es ningún absurdo. Me apetece ponerme al día, ver a mis antiguos compañeros, será divertido. Y no es asunto tuyo, era un correo privado, Sherlock. - Le cierra el ordenador, casi pillándole los dedos, hablándole por encima del hombro.

- Y para que lo sepas, Doug fue mi primer amor platónico. - Sonríe, pensando en esas noches pasadas viendo la serie y suspirando por el pediatra caradura, menos mal que Sherlock no tiene ni idea de cultura popular. - Quizás esa noche pueda llegar a algo más, después de todo, tengo mucha más experiencia.

Le guiña el ojo antes de volver a la cocina, y se muerde el labio para no reír cuando oye atragantarse a Sherlock con un sorbo de té.

Es inconcebible. No sólo John piensa dejarle solo en Nochebuena, sino que piensa pasarla rodeado de médicos a los que no ha visto en veinte años, y para colmo, en vez de ir con él como acompañante, va a llevar a su primer amor. El mero pensamiento le retuerce las tripas.

Necesito un caso. SH.

Lestrade sabe lo que se le vendría encima si no respondiera enseguida, pero Sherlock frunce el ceño ante su respuesta.

Feliz Navidad a ti también. Y no hay casos. Estoy de vacaciones, ve a molestar a otro.

Casi puede ver la sonrisa autosuficiente de Lestrade.

Es cuestión de vida o muerte. SH.

Sabes que no me detendré hasta que respondas. SH.

En serio. SH.

Necesito un caso antes de Nochebuena. SH.

Da igual la dificultad. SH.

Lestrade. SH.

Sherlock, por amor de dios, no seas infantil, o se lo diré a Mamá. Deja descansar a Greg, y dile de una vez a John lo que sientes. MH.

Sherlock aprieta con tanta fuerza cada tecla que le sorprende que el móvil resista.

Que te den, Mycroft. SH.

Esa es la idea, hermanito. Ahora, ve a molestar a John. No estamos para nadie hasta Año Nuevo. MH.

- Urgh. - Lanza el móvil hacia la pared, estremeciéndose por las imágenes que están pasando por su mente.

John, que acaba de entrar a la sala de estar, alza las cejas, pasando la mirada de Sherlock a los trozos de móvil en el suelo.

- ¿Quiero saberlo?

- Por lo visto nuestro querido Lestrade y mi hermano están de vacaciones teniendo se...

John levanta la mano, frunciendo la nariz como si oliera a podrido.

- ¡Dios, no! No quiero oír a lo que se dedican esos dos. Urgh.

- Lo que yo decía.

Se estremecen juntos.

Nochebuena, y Sherlock no ha dejado de mirarle mal en toda la semana, así que John lo consideraría un éxito si no fuera porque además está siendo más seco que de costumbre. Suerte que Lestrade tiene la semana libre, o seguro que habría hablado con John para que se dejara de juegos y fuera al grano por el bien de la salud mental de todos.

Se ha comprado un traje para la ocasión, pensó en llevar su uniforme, pero no quiere teñir la noche de recuerdos de arena y sangre. Quiere que sea la primera Navidad de muchas, con un poco de suerte entre los brazos del hombre al que quiere.

Suspira, ajustándose la corbata. Desde que empezó este sin sentido de celos e intentos de seducción, John ha tenido tiempo de admitir que no sólo quiere sexo con Sherlock, sino que su mejor amigo podría convertirse también en su pareja. Ya puede imaginarles juntos, dentro de treinta o cuarenta años, retirados y criando abejas.

Cuando Sherlock le oye entrar en el comedor ni levanta la mirada del microscopio, sino que parece concentrarse aún más en las muestras que está analizando.

- ¿No viene a buscarte tu amigo?

- Hemos quedado allí. Oye, Sherlock, ¿por qué no te vienes? Será divertido...

Esta vez sí que se gira a mirarle, abriendo la boca en lo que será sin duda una respuesta cortante, pero se queda sin palabras al observar a John. Nunca le ha visto así de bien vestido, con un traje que no marca tanto como los de Sherlock, pero que define sus músculos y sus hombros, y por un momento Sherlock pierde el hilo de sus pensamientos.

Increíble.

John se acerca, sacándole de su estupor con una mano en su hombro. Sherlock da un salto, fijándose en el nudo de la corbata. Está torcido.

Se lo ajusta con manos que tiemblan y que ambos ignoran, como si fuera de lo más normal del mundo que Sherlock se incline hacia su mejor amigo y le coloque bien las solapas y el cuello de la camisa, acariciándole con el pulgar, mandándole estremecimientos por todo el cuerpo.

- Sherlock...

Las pupilas dilatadas de Sherlock se fijan en las suyas, y John le acaricia la mejilla, con tanta suavidad como si tratara con un animal herido.

- Que te diviertas con tu novio. - Lo escupe, tragando lo que en realidad quiere gritarle por qué no yo si vas a salir con un hombre por qué no te quedas conmigo por qué por qué

Cuando reúne el valor suficiente, John ya se ha marchado.

No lleva ni dos horas entre personas a las que ya sabe por qué no ha echado de menos en dos décadas, y quiere marcharse a casa a admitirle a Sherlock que ha sido un idiota. Se está aburriendo, se le han insinuado al menos tres solteras y cinco casadas, y ha acabado escondido entre una columna y el bol de ponche barato.

Feliz Navidad, Watson. Una resaca horrible y otro año más sin sexo navideño. Ho Ho Ho.

- ¡John! ¡Por fin te dignas a aparecer! - Mira a su derecha, sonriendo de verdad por primera vez en toda la velada.

- ¡Bill! - Fueron compañeros de prácticas en Barts, y mantuvieron contacto durante los primeros meses de Afganistan. John siempre ha lamentado no haber seguido con su amistad.

- Preguntaría cómo te va la vida, pero Mike ya me ha estado contando. ¿Tú y Holmes, eh? No imaginaba que acabarías siendo detective.

- Detective consultor. Y eso es él, yo sólo le ayudo un poco en los casos. - Pero se sonroja al mencionar a Sherlock, y Bill ladea la cabeza, riendo.

- ¡No me digas que por fin te han hechado el lazo! ¡Un hombre, nada menos! - Ahora recuerda por qué le gustaba Bill, al igual que John, también uno de sus hermanos es gay, y a pesar de que Bill es hetero, John sabe que siempre sospechó de la bisexualidad de John pero no le importaba lo más mínimo. - ¿Y dónde has dejado a tu otra mitad?

Intenta encontrar a Sherlock por la sala, y justo cuando John va a decirle que no ha acabado de entender la situación y que el susodicho debe seguir en casa con sus experimentos, Bill da un silbido de apreciación.

- Si me fueran los tíos, estaría muy celoso. Bravo, John. Aunque yo de ti iría a rescatarle antes que alguna de las chicas se lo intente comer.

Le señala una de las entradas laterales, aunque los murmullos y susurros de apreciación hubieran llamado la atención de John igualmente. Da un jadeo él mismo, Sherlock se ha puesto su camisa morada, la preferida de John, lleva los primeros botones desabrochados, dejando a la vista su clavícula, y los pantalones deben ser una talla menos porque no dejan nada a la imaginación.

A pesar de que todos intentan llamar su atención, Sherlock ni se digna a mirarles, sino que tras ojear la sala, su vista se clava en John, que traga saliva.

Bill alarga una mano para presentarse, pero Sherlock le mira de reojo, sin dignarse a devolverle el gesto.

- Soltero, aunque esperas que después de esta noche la mujer con la que llevas medio año tonteando te invite a su casa para algo más que cenar, aunque a juzgar por el bulto en el bolsillo de tu chaqueta, los condones no son necesarios, ella sólo quiere poner celosa a su novia, que también ha venido como ultimátum para salir del armario o romper de una vez. Son las únicas dos que no me han ni mirado al entrar, están demasiado ocupadas discutiendo junto a Mike. Y tú... - Mira a John, agarrándole de la corbata. - el doctor Ross. ¿Te crees que soy idiota? Nada más poner su nombre en el buscador me salieron millones de entradas sobre una serie llamada...

- Si sabes que te he mentido, ¿qué haces aquí? - Bill, ansioso por comprobar la teoría de Sherlock y por dejarles a solas, se marcha, aunque supone que ni John ni Sherlock se dan cuenta, absortos el uno en el otro.

- No consigo entenderte, John. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Amistad, sexo, amor? ¡Dijiste que no eras gay!

- ¡Tú dijiste que estás casado con tu trabajo!

Se miran, aún con Sherlock con su corbata entre los dedos, y la usa para acercar a John, inclinándose hacia él. Por primera vez se deja guiar por sus instintos en vez de por su mente.

Se besan, abriendo los labios, rozando lengua con lengua, como dos personas sedientas que por fin han llegado a una fuente. Sherlock usa su otra mano para sostenerle la cara, acariciándole, y John hunde una entre sus rizos, la otra la clava en sus caderas, y cuando sus erecciones se rozan, el beso se vuelve descoordinado y húmedo, lleno de jadeos y gemidos.

- Lo quiero todo, Sherlock. Todo. - Lo murmura entre beso y beso, y Sherlock sonríe, uno de sus pocos gestos sinceros que guarda para John, y en ocasiones la señora Hudson.

- Pues vámonos.

John sabe que no será capaz de llegar a casa, y a juzgar de la desesperación en las caricias de Sherlock, sabe que él tampoco. Así que le guía hasta los lavabos, asegurándose de que no hay nadie antes de encerrarles a ambos en uno de los cubículos.

Se sienta en la taza del váter, y Sherlock se lame los labios mientras le ve desabrocharse los pantalones y ponerse un condón.

- Vaya, Doctor Watson, y yo que creía que querrías seducirme con flores y esas chorradas.

- Sherlock, no seas idiota. - Sonríen, recordando su primer caso. - Quiero durar toda la noche, pero con lo que llevo esperando esto, es mejor que hagamos esto rápido para que podamos pasar toda la Navidad en la cama.

Sherlock se desabrocha el cinturón, bajándose los pantalones, tampoco lleva calzoncillos. Ríe, sentándose sobre John, cerrando los ojos cuando éste guía su erección hasta su

entrada.

- Te has preparado para mí. - John no puede dejar de mirar cómo su pene entra en Sherlock, que ha venido ya lubricado, que le quiere a él y sólo a él, que por fin va a cumplir sus fantasías.

Jadean a la vez cuando John roza su próstata, y Sherlock intenta llevar el ritmo sobre el regazo de John, pero éste le clava los dedos en las caderas, controlando cada embestida, y pronto Sherlock cede el control, echando la cabeza hacia atrás, sin pensar siquiera en masturbarse.

El placer se enrosca entre ambos, y en unos minutos John empieza a susurrar su nombre, gritando con una última embestida, llenando el condón con su semen. Sherlock está muy cerca, pero no es hasta que John rodea su erección con su mano, que se permite dejarse ir, y se estremece, manchando la camisa y la corbata de John con su semen.

- Santo dios.

John hunde la cabeza en su pecho, sudado y satisfecho. Sherlock sonríe entre su pelo, echándole la cabeza hacia atrás para darle un suave beso en la boca.

- Yo también lo quiero todo. Siempre.

Se abrazan antes de separarse, dirigiéndose sonrisas lánguidas, poniéndose todo lo presentable que pueden, tapando los rastros de su actividad con los abrigos y las bufandas, y cogen un taxi hacia Baker Street.

Es la mejor Navidad de sus vidas, y la primera de muchas.

...eres tú.

!amigo invisible 2013, pareja: john/sherlock, work: fanfiction

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