A media luz - Rivers/Ríos (CGIS)

Aug 14, 2010 12:19

Fandom: CGIS (NCIS)
Título: A media luz
Personajes: Louis Rivers/Diana Ríos
Notas mías: esto es un regalo para esciam, que está cumpliendo años hoy. Se trata de un fic de su fic CGIS, basado en la agencia mencionada en NCIS en la sétima temporada. No tiene spoilers de nada porque solo he usado a dos de sus personajes originales.

Para Esciam en su cumpleaños...
Una historia en 14 partes, como su fecha.

I

Rivers era un hombre de acción, de manera que el trabajo de oficina no era su favorito. Sin embargo, en la CGIS tenían tan poco tiempo libre que una tarde de papeleo y tranquilidad era bien recibida por el agente, en especial desde que tenía a Diana Ríos de compañera. No es que antes no las disfrutara, pero la chica tenía la particularidad de hacer el tiempo muerto particularmente agradable.

Esa calurosa tarde de julio, tras una semana de trabajar tiempo completo en un complicado caso de tráfico que había terminado en el asesinato de la amante del traficante a manos de su esposo, se habían quedado en la oficina completando los informes al respecto.

Rivers, con las mangas de la camisa arrolladas y la corbata colgando del espaldar de la silla, firmaba documentos para enviar a archivo. Ríos por su parte terminaba de redactar los últimos reportes mientras comía despacio el contenido de un pequeño paquete de galletas caseras que había llevado ese día. El calor y el cansancio acumulado los hacía trabajar más despacio de lo acostumbrado.

Sin embargo, eso no parecía aplacar el buen humor de su compañera de oficina, quien le contaba divertida sobre la primera vez que su hermana y ella habían tratado de hacer esas galletas sin su madre.

En resumen, había sido un absoluto desastre.

-¿Te imaginas a mi hermana cubierta en harina? ¡Eso, y el piso lleno de mantequilla! - Ríos reía al mismo tiempo que le contaba la historia, al igual que él.

Estaban todavía riéndose de la historia cuando el teléfono de su compañera sonó. La vio buscar en las bolsas del abrigo que tenía detrás de la silla y al mirar el número, pudo notar que su sonrisa temblaba.

Luego puso cara de fastidio y lo miró a los ojos.

-Es del banco, ¿cuánto cuesta que acepten que no quiero otra tarjeta de crédito? Contestaré afuera.

Rodó los ojos y salió de la oficina, llevándose el aparato al oído. Le sonrió desde la puerta y la vio dirigirse hacia el pasillo.

Volvió unos diez minutos después, le sonrió y dejó el teléfono junto al escritorio.

-Lo mismo de siempre. ¿Quieres otra galleta?

II

Algo sucedía con Ríos. No podía decir qué lo hacía estar tan seguro al respecto, porque en apariencia estaba igual. Se le veía acalorada, con el pelo recogido en alto y abanicándose con cualquier hoja de papel que quedaba a su mano, pero eso era lo común esos calientes días de verano.

Le había contado un par de fracasos culinarios más de su hermana y se había reído cuando él le había narrado su fallido intento de cocinar para conquistar a una chica. Sin embargo, no se había terminado las galletas.

Era un detalle sin importancia, lo sabía, pero había prendido una señal de alerta en su mente que no había logrado apagar. Le había prestado atención extra el resto del día, pero no había logrado identificar nada extraño.

Solo presentía que algo no estaba bien.

Pero el instinto y los presentimientos eran una cosa propia de Borin, él no debía ponerle atención a esas cosas. Trató de convencerse de ello en horas de la tarde, sentado en su escritorio, esperando a que Ríos regresara de archivar los reportes.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no la escuchó volver. Cuando se dio cuenta estaba junto a él, ladeando la cabeza, observándolo con atención.

-¿Estás bien? - le pregunto con simpatía - Has estado distraído.

“Y tú has estado rara” quiso responderle, pero no le pareció apropiado decirlo de esa forma.

-No estoy acostumbrado a los días calmados - contestó con un ademán despreocupado - ¿y tú estás bien?

Ríos frunció el ceño, evidentemente extrañada por la pregunta.

-¿Por qué no lo estaría? - lo miró con suspicacia, como si él le estuviera escondiendo algo, y sonrió de nuevo - Terminamos los reportes. Creo que por primera vez en semanas me iré temprano a casa.

-Oh, lo mereces… Nos hará bien. -Rivers miró su reloj. Era prácticamente hora de salida, y él también estaba cansado - Después de un día tan tranquilo, algo gordo debe venir en camino.

Se levantó de su asiento, tomó la corbata y la guindó sobre su hombro, al tiempo que buscaba su saco en un gancho maltrecho donde solía ponerlo en el archivo.

Ríos por su parte estaba terminando de echar sus cosas en su bolso. Por un momento tuvo la impresión de que guardaba todo un poco más rápido de lo normal, pero no dijo nada al respecto.

-¿Tienes planes? - preguntó Ríos en tono casual mientras se ponía su jacket negra.

-Cenar a una hora decente y dormir más de 4 horas suena bastante bien - replicó Rivers - ¿Tú? ¿Quieres cenar?

La pregunta fue casual, no sería la primera vez que comieran algo juntos. Sin embargo, ese día en particular Rivers tenía otro objetivo: tenía que averiguar qué era lo que no calzaba con ella ese día, o no dejaría de pensar en ello.

Sin embargo, Ríos negó con la cabeza mientras se rehacía la cola del cabello.

-No gracias, mi madre y mi hermana me esperan, les avisé antes que salía temprano. ¡Nos vemos mañana!

Salió de la oficina con paso firme, y Rivers se quedó mirando la puerta por unos segundos más después de su salida.

Algo no estaba bien, y no tenía idea de qué.

III

Salir temprano siempre era un placer. Había ido a nadar un rato, y tras una ducha rápida, se había dirigido a cenar a uno de sus restaurantes favoritos. Nada lujoso, pero lleno de buena comida. Otras personas habrían echado en falta algo de compañía, pero la paz de poder mantener su mente relajada y divagando le gustaba mucho en sus pocos momentos de descanso.

Sin embargo, ese día no había logrado desconectar del todo.

Comió su cena sin prisas, pero no podía decir que la hubiera disfrutado. Pidió el postre para llevar y salió del restaurante rumbo a su auto. Se sentó, apoyó las manos en la rueda del conductor y suspiró. Una llamada, y se tranquilizaría. Probablemente estaba tan acostumbrado a que sucediera algo que ya no era capaz de tener un día tranquilo sin ver fantasmas en todo lado.

Sacó el teléfono celular y presionó el número dos de marcado rápido.

La voz de Ríos le contestó casi de inmediato.

-¿Jefe? ¿Qué sucede?

Eso no era imaginación suya: el tono de su voz era de alarma.

-¿Por qué el sobresalto? - contraatacó tratando de sonar tranquilo y divertido.

-Es… de noche - contestó ella tras una breve pausa, donde seguramente había mirado el reloj.

-Lo siento. - replicó él conciente por primera vez de que no se había fijado en la hora - Sólo quería preguntarte si habíamos enviado una copia del reporte a la policía local, no lograba recordarlo y…

Escuchó un sonido extraño al otro lado del teléfono.

-Jefe, ¿qué ocurre? - la voz de Ríos se había tornado fría y seria. De acuerdo, debió haber pensado una mejor excusa para llamarla.

No contestó de inmediato. Finalmente optó por ser sincero. Siempre le había funcionado bastante bien.

-Quería asegurarme de que estuvieras bien.

Dicho en voz alta sonaba peor de lo que había creído. Casi podía imaginar la cara de estupefacción de su compañera al otro lado de la línea. Tras unos segundos de perplejidad, obtuvo una pregunta por respuesta.

-¿Por qué?

Rivers restregó distraídamente su dedo índice y pulgar sobre el volante, mientras pensaba una respuesta más coherente.

-No puedo precisarlo, te he sentido extraña, pensé que tal vez algo… - resopló, aquello no se le daba bien - Tenía un presentimiento.

-Vaya, ¿te vas a unir al club de Borin? - podía visualizar la sonrisa de Ríos al otro de la línea al hacer la pregunta pues en más de una ocasión habían comentado sobre el mentado instinto de su compañera pelirroja, pero la tensión seguía presente.

-En verdad, Diana… ¿estás bien?

Casi nunca usaba su nombre de pila, pero en el momento le pareció adecuado. Otra vez la respuesta tardó en llegar.

-Estoy bien. -hizo una pequeña pausa y añadió en un tono aparentemente calmado- Creo que nos hemos desacostumbrado a los días tranquilos.

-Tal vez…

Se quedaron en silencio unos segundos. Había sido una estupidez llamar, estaba claro. Se reacomodó en el asiento, como si mejorar su postura le devolviera un poco de dignidad.

-En ese caso, mejor descansamos. Que pases buena noche.

-Buenas noches, jefe - se despidió la chica con un deje divertido como siempre que lo llamaba de ese forma.

Sin embargo, al cortar la llamada, Rivers se percató de algo.

No había escuchado al otro lado de la línea nada más que la voz de Ríos y un absoluto silencio.

Aquello no podía estar bien.

IV

Cuando había mirado el reloj se había dado cuenta de que no era tan tarde. En realidad, apenas eran las nueve. Había llamado a Ríos en otras ocasiones más tarde y nunca había hecho referencia a la hora. Además, siempre había escuchado música al fondo, aunque nunca podía precisar quién cantaba. Alguno de los tantos cantantes juveniles de moda, pues la voz de la hermana menor de Ríos solía corearlos a la vez.

No era imaginación suya, ni confusión: algo ocurría.

Se estacionó frente a la casa, en la cual sólo estaba encendida la luz del portal delantero, aunque por unos tenues reflejos podía adivinar que el televisor estaba encendido con la luz de la sala apagada.

Se acercó con paso firme hacia la puerta, pero antes de llamar, Ríos la había abierto y lo miraba con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Se había cambiado de ropa por algo más cómodo y fresco y llevaba el pelo atado en una cola alta.

-¿Qué haces aquí? - no era enfado lo que se escuchaba en su voz. Bueno, tal vez un poco, pero Rivers la conocía ya lo suficiente para distinguir la emoción en su mirada: estaba preocupada.

-¿Qué sucede? - preguntó él ignorando la pregunta - Sé que está pasando algo.

Ríos resopló.

-Te dije que estaba bien.

Rivers enarcó las cejas. Su expresión se mantenía calmada, inmune a su aparente enfado.

-Dijiste también que tu madre y tu hermana te estaban esperando.

La agente cerró los ojos un momento, y luego se hizo a un lado.

-Pasa. Vamos, rápido. - mientras entraba le puso una mano en el hombro apresurándolo - No podemos hablar aquí afuera.

Definitivamente sucedía algo malo.

V

La casa estaba a oscuras. Después de que Ríos cerrara la puerta el haz de luz con el que se había guiado desapareció y tuvo que detenerse, pues no veía nada. La chica lo tomó de la mano y caminó frente a él, guiándolo hasta la sala de televisión, donde la monótona voz de un narrador explicaba el ciclo de vida de las mariposas nocturnas.

A la luz del televisor pudo distinguir un sofá grande y un sillón pequeño al otro lado.

-Siéntate - le dijo Ríos con un tono más rudo del que estaba acostumbrado en ella.

La vio acercarse a una mesita pequeña a un lado y tomar un teléfono celular.

-Está bien, sí, es mi jefe. - dijo en tono serio. Rivers no alcanzaba a escuchar la voz al otro lado de la línea - No, no le dije nada. Lo sé.

Rivers la miraba inquieto, aquello no le gustaba nada, pero empezaba a sospechar de qué podía tratarse. Ríos lo miró y rodó los ojos, con la expresión típica que utilizaba cuando la persona al otro lado del teléfono hablaba mucho sin llegar a nada.

-De acuerdo - dijo finalmente, y colgó. Lo miró entonces, pero en la oscuridad no era capaz de distinguir bien su expresión.

Sin embargo, algo era claro.

-No debí venir - declaró Rivers con pesadez.

-Bueno, ya estás aquí… - Ríos suspiró, y para alivio de su compañero, no habló con tono de enfado. Se sentó en el brazo del sillón y lo miró inquisitivamente - Debo haber perdido práctica, ¿cómo me descubriste?

Rivers se encogió de hombros.

-No te acabaste tus galletas.

No necesitaba luz para distinguir la expresión sorprendida de Ríos.

VI

Sabía que la explicación de las galletas no sería suficiente, pero no tenía una mejor. Le explicó a Ríos los razonamientos que lo habían llevado hasta la casa, pero tampoco sonaban convincentes. Finalmente, se encogió de hombros.

-Tenía la sensación de que algo iba mal - concluyó.

Sus ojos se habían acostumbrado ya a la media luz del televisor, y podía distinguir con claridad la expresión de Ríos, quien en ese momento parecía profundamente pensativa.

-Diana… - era la segunda vez en esa noche que usaba su nombre de pila - ¿qué sucede?

Ríos lo miró y sonrió levemente, aunque su mirada parecía confundida.

-Creo que nunca me había acercado tanto a alguien como para que pudiera notar que algo estaba mal.

No pudo decidir por su tono si aquello era bueno o malo, pero no pudo evitar inclinarse hacia ella. Estaba sentado en el sofá todavía, había apoyado los codos en las piernas abiertas y la miraba con profunda preocupación.

-¿Me lo vas a contar? No tienes que hacerlo si no puedes, o no quieres claro, pero… creo que es evidente que estoy preocupado.

Ríos sonrió levemente.

-Deberías estar descansando.

Su propio rostro esbozó una sonrisa pequeña.

-Somos compañeros… y tú no estás descansando.

La chica se dejó resbalar hacia atrás, recostándose en el sillón y dejando las piernas colgando sobre el brazo de este. Rivers pudo notar como tensaba la barbilla y su mirada perdida en el cielorraso de la casa.

-¿Recuerdas la llamada? No era del banco. Era de… mi antiguo trabajo.

Rivers había podido deducirlo tras la llamada telefónica que había escuchado al llegar. La CIA… se preguntaba si algún día su compañera se libraría de ellos para siempre, y se temía que la respuesta era negativa.

-Eres buena disimulando.

Ríos le sonrió distraídamente.

-Era mi trabajo serlo…

Pudo notar cómo miraba la ventana de reojo. De hecho, sus ojos viajaban constantemente inquietos entre la ventana, el teléfono y el reloj.

Rivers se recostó, tratando de adoptar una posición relajada a pesar de la tensión que sentía en los hombros.

-Entonces… ¿por qué te llamaban?

La chica pareció recordar su presencia, como si por un momento su mente hubiera vagado lejos de allí.

-Uno de los compañeros con los que trabajé fue asesinado esta mañana. Creen que está relacionado con un caso que trabajamos juntos.

Un escalofrío recorrió al agente de los pies a la cabeza, aunque no podía asegurar si por el hecho de que hubieran matado a un excompañero de Ríos o si por la indiferencia con la que ella lo había dicho.

La chica lo notó, porque volvió a dirigir la mirada hacia él. En el televisor ahora estaban hablando sobre la habilidad de caza de los lobos.

-Entonces, estás en peligro - declaró Rivers tratando de mantener el mismo tono que su compañera.

Ríos asintió.

-Eso esperamos… - probablemente su cara reflejó la perplejidad que esta declaración causó en él, por lo que la agente añadió - Hay todo un operativo que no puedes ver rodeando la casa. Esperamos que el asesino venga por mí, aun no se ha revelado que se encontró el cadáver del agente, así que tiene que moverse rápido, antes de que me pongan sobre aviso. Por eso no están ni mi hermana ni mi madre aquí.

La preocupación en ojos de la chica se acentuó y añadió.

-Tú no deberías estar aquí tampoco.

VII

La idea de que Ríos estuviera tan tranquila con el hecho de ser la carnada de una trampa para atrapar al asesino de quien fuera su compañero en una misión no le sentaba nada bien.

-Yo pude llegar hasta la puerta de la casa.

La agente se encogió de hombros. Estaba haciendo nudos en una hebra de lana que había encontrado en el sillón, probablemente restos de algún tejido que hubiera hecho su madre temprano.

-La CIA te conoce. Investigó a todos mis compañeros. Solo tuve que asegurarle a mi jefa que todo estaba bien cuando llegaste.

La explicación no tranquilizó al agente, quien se levantó del sofá y empezó a caminar por la pequeña sala. El televisor seguía encendido, pero ninguno le prestaba atención a la elaborada explicación del ritual de celo de los lobos.

-¿Y mientras tanto esperas sentada a que te mate?

- Te dije, hay un operativo alrededor de la casa. - le repitió Ríos sentándose en el sillón, bajando las piernas del brazo de este para apoyar los pies en el suelo.

Rivers la miró entrecerrando los ojos.

-Pues algo no es tan seguro, o no habrías mandado a tu familia a otra parte.

La agente asintió, levantándose a su vez.

-Por eso debes irte. Mi jefa me dio autorización de explicarte la situación, tu llegada ayuda a justificar que mi familia no esté, por si el asesino ha vigilado desde antes, pero debes irte ahora. -ante la falta de respuesta de Rivers, la chica continuó, mientras enredaba entre los dedos de su mano izquierda la tira de lana anudada - Unos efectivos se asegurarán de que llegues bien a tu apartamento.

Rivers levantó una mano haciéndole una señal de silencio. Ríos miró a su alrededor alarmada, pero no sucedía nada. Su compañero y superior se acercó unos pasos hacia ella, la tomó de los hombros y la miró a los ojos.

-No voy a ningún lugar.

VIII

Ella lo conocía lo suficiente para saber que disuadirlo era imposible, pero él la conocía lo suficiente como para entender que lo intentaría de cualquier modo.

-Jefe, esto no tiene nada que ver…

Rivers no pudo evitar reír, ante lo que Ríos se detuvo confusa. Soltó sus hombros, metiéndose las manos en los bolsillos de pantalón y mirándola con un brillo de diversión en los ojos.

-“Jefe” puede ser la palabra menos indicada para decirme que haga algo.

La agente no pudo evitar sonreír levemente ante la ironía de su compañero, pero estaba muy preocupada para detenerse por ello. Se obligó a borrar la sonrisa y mirarlo con dureza.

-Hablo en serio. Mañana todo estará bien, pero el plan no implica que haya nadie más en la casa. No vamos a arriesgar a nadie.

Rivers arqueó las cejas, mirándola con incredulidad.

-Te recuerdo que soy un agente especial… No soy un civil en riesgo.

-¡Te recuerdo que estás tratando con la CIA!

Ríos había elevado la voz, pero Rivers la ignoró, sentándose de nuevo en el sofá. Se arrolló las mangas de la camisa, poniéndose cómodo. Luego tomó el control remoto que estaba a su lado.

-¿Programas de animales, en serio? ¿No hay nada mejor?

Frunció el ceño mientras empezaba a pasar canales, concentrado, ignorando la mirada asesina de la que estaba siendo objeto en ese momento.

Tras unos momentos vio de reojo como la chica respiraba profundo y se removía inquieta.

-Rivers. - Ríos se colocó frente a él y se agachó para quedar a la altura de sus ojos, al tiempo que apoyaba las manos en sus rodillas. No solía llamarlo por su apellido, lo que tal vez hizo que le pusiera más atención - Por favor. Vete. No te necesito aquí.

El agente la miró a los ojos fijamente, aunque a contraluz del televisor no podía distinguir con claridad sus facciones. Sin embargo, un halo de luz de colores variantes la envolvía. Era una visión extraña.

Lentamente dejó el control de lado, y apoyó con firmeza sus manos sobre las de la chica.

-Lo sé, pero no voy a irme a ningún lado.

IX

La encargada del operativo no se había tomado muy bien la presencia de Rivers cuando la chica se la comunicó por el teléfono, pero tampoco le dio demasiada importancia. El hombre al que esperaban no le importaba matar, así que dudaba que la presencia de otra persona en la casa lo detuviera.

Después de que colgó, Ríos lo miró incómoda.

-¿Quieres algo de comer?

El hombre negó con tranquilidad. Había vuelto a tomar el control remoto y pasaba canales sin dejar ninguno más de un minuto.

-Cené antes de venir.

-Oh, claro… -en la oficina el silencio nunca era incómodo, pero en esa sala a media luz, sabiéndose al acecho de un asesino, parecía pesar como plomo. Ríos se sentó en el brazo del sofá y lo miró unos segundos antes de añadir con un fingido tono despreocupado - Creo que he arruinado tus planes de dormir temprano.

Rivers se encogió de hombros y giró la cabeza a la derecha para mirarla.

-Hay cosas más interesantes que dormir. - sin pensarlo, ambos sonrieron a la vez. Rivers lo notó entonces y volvió la mirada hacia el televisor, cambiando una vez más el canal - Tampoco es como que esté acostumbrado a descansar mucho. No sabemos qué efectos negativos podría tener luego.

Ríos miró una vez más el reloj que llevaba en la muñeca izquierda.

-¿Tenemos un plan? - preguntó finalmente Rivers. Había detenido su pase de canales en un anuncio de tele ventas de un producto para picar frutas que evidentemente no era de interés de ninguno.

-Subir al segundo piso en cuanto nos den la señal y dejar apagado el televisor. - replicó Ríos con un suspiro de fastidio - Nunca me ha gustado estar tan quieta. Pero la idea es que haya movimiento en la casa a pesar de las luces apagadas. No sabemos qué método querrá usar, y no queremos arriesgarnos a disparos desde fuera. Escapó recién ayer, no creemos que haya tenido acceso a lentes para la oscuridad todavía, aunque tampoco podemos fiarnos.

Rivers se recostó en el espaldar de sofá de medio lado, de manera que podía verla de frente. La chica en el televisor haciendo jugo de manzana con el procesador que regalaban junto al aparato picador fue olímpicamente ignorada.

-¿A quién estamos esperando exactamente? ¿Asesino en serie?

Ríos negó. También ella se acomodó mejor para verlo de frente, apoyando un codo en el espaldar del sofá y apoyando la cabeza en la mano, de manera que su cabello suelto caía como una cascada sobre su brazo.

-Asesino profesional. Trabajaba para gobiernos del este de Europa. Mi compañero y yo recolectamos las pruebas, estuvo encerrado un tiempo.

-¿Entonces esto es venganza?

La chica alzó el brazo que tenía libre en una señal de impotencia.

-Supongo… No cuadra totalmente, pero eso parece. La jefa teme que hayamos averiguado algo más sin darnos cuenta de lo que significaba y quiera eliminarnos antes de que lo descubramos. -se mordió el labio inferior y lo miró con un deje de disculpa - No puedo contarte más. Lo siento.

-Lo sé… la todopoderosa CIA.

-La todopoderosa CIA - repitió Ríos. No había amargura o resentimiento en su voz, pero sí cansancio.

Mucho cansancio para alguien tan joven. No le extrañaba que hubiera decidido salirse de eso, aunque parecía que no terminaría de salir nunca.

Rivers quiso decir algo más e hizo ademán de acercarse a ella, pero entonces el teléfono de la chica vibró. Ríos lo contestó de inmediato. Escuchó atenta y colgó.

-Parece que hay movimiento. Apaga el televisor, es hora de ir al cuarto.

X

Moverse por una casa desconocida a oscuras no es tarea fácil. Había estado en casa de Ríos tal vez una o dos veces antes, pero nunca había pasado de la sala. La precaución tenía sentido, pero hacía difícil avanzar.

Ríos notó su avanzar vacilante y lo tomó de la mano cuando terminaron de subir las escaleras. Su piel estaba fría, y el agarre de su puño era firme. A pesar de no poder verla, Rivers podía imaginar la expresión de concentración de su rostro. Se detuvo tras avanzar medio pasillo y se giró hacia la derecha.

-Espera. - para su sorpresa, en lugar de soltar su mano totalmente, la colocó en su cadera, como si no quisiera arriesgarse a dejar de percibirlo. La sintió forcejear con lo que suponía era una puerta. Luego, un tenue rayo de luz entró en su campo de visión.

Había abierto una puerta y por las cortinas entreabiertas se colaba un poco de la luz amarilla de las lámparas de la calle.

-Espérame aquí - dijo Ríos en un tono firme de orden que nunca usaba con él - No dejes que se vea tu silueta en la puerta.

Se agachó y avanzó rápidamente dentro de la habitación. La vio correr las cortinas y encender la luz, para volver a salir a toda velocidad y cerrar la puerta tras ella, sumiéndolos de nuevo en la oscuridad.

Sintió su mano buscarlo en la oscuridad y guiarlo hacia el final de pasillo, girando en esa ocasión al lado izquierdo. Pudo escuchar el “clic” de la puerta al abrirse. Esta habitación tenía menos luz que la anterior, pero podía distinguir algunos rayos de luna colarse entre las persianas.

-¡Pasa! - insistió Ríos con urgencia. Cerró la puerta tras él y suspiró.

-¿Ahora? - preguntó Rivers en voz baja.

-Ahora esperamos - respondió la chica en un susurro. Luego sintió su mano guiarlo hasta chocar con algo a la altura de las rodillas. - Ponte cómodo. Pase lo que pase, no saldrás de aquí hasta que acabe todo.

XI

Sospechaba que su nueva ubicación era en realidad la habitación de Ríos, pues el aroma en el ambiente le era muy familiar. Se había sentado en la cama, y ella se había colocado junto a él. Con la poca luz que se colaba en el cuarto podía distinguir su perfil. No podía decir si estaba nerviosa, pero era un hecho que estaba muy concentrada, con todos los sentidos alerta.

Exactamente igual que él, aunque al menos ella tenía una mejor idea de lo que sucedía, aunque en resumen era claro. Un asesino venía a por ella, y había matado a un ex compañero la mañana anterior.

-Lamento lo de tu compañero - le susurró volteando la cara para verla.

Ríos se giró también, momentáneamente extrañada. El pésame había cortado su línea de pensamiento.

-Oh… No lo conocía mucho. - admitió en otro susurro al tiempo que se encogía de hombros.

Rivers no pudo evitar una sensación desagradable ante la indiferencia en la voz de su compañera.

-Vaya... Espero que si alguna vez me matan me recuerdes un poco mejor.

La chica sonrió, y si hubiera habido más luz, Rivers hubiera podido ver como rodaba los ojos.

-Tú eres diferente.

-¿En serio? - había un deje entre reto e interés en su pregunta al tiempo que se inclinaba ligeramente hacia ella. En una situación normal la hubiera molestado un poco más, insistiendo en que elaborara su respuesta, pero en aquella ocasión no se atrevía a hablar demasiado.

Sin embargo, no fue necesario. Ríos le dio una simple pero concisa respuesta.

-Muy en serio. - no supo si pensaba decir algo más, porque el teléfono que estaba descansado sobre sus rodillas brilló. La agente se puso tensa de nuevo y precipitadamente puso el dedo índice sobre sus labios. Rivers pudo sentir que seguía fría. - Quédate aquí.

XII

Sin darle tiempo de replicar se levantó. Se desplazaba rápidamente y sin hacer ruido. Se había quitado los zapatos. Quiso replicar o preguntar qué sucedía, pero la sensación fría del dedo de Ríos se había quedado en sus labios.

El teléfono brilló otra vez y Ríos abrió la puerta. Como si de repente se liberara de la fuerza que lo mantenía sentado, se levantó de un salto y se acercó igual de sigiloso, pero Ríos se giró y lo miró a los ojos negando. Podía ver la seriedad completa en su rostro por la luz que entraba entre los pliegues de las persianas y caía sobre su cara.

-Confía en mí - susurró, aunque Rivers no llegó a escuchar su voz, podía leerlo perfectamente en sus labios.

El agente de CGIS no tuvo más opción que asentir.

Ríos se deslizó fuera de la habitación.

Entonces Rivers entendió por qué su madre y su hermana no estaban ahí, y por qué él no debería estar ahí tampoco.

Una expresión de enojo, un golpe, algo parecido a un disparo sordo. La vibración de un cuerpo al caer al suelo.

-¡Hecho!

El grito de Ríos sonó cuando él ya estaba en la puerta con el arma afuera de su funda. La luz del pasillo se encendió y tras parpadear fuertemente encandilado, pudo distinguir a Ríos junto al interruptor. Tenía en la mano una pistola eléctrica, y seguía apuntando al interior de la habitación de la derecha donde había encendido la luz.

-Creí haberte dicho que te quedaras en el cuarto - le acusó Ríos, aunque su tono no era molesto. Sonaba divertida y claramente aliviada.

Podía escuchar pasos dentro de la casa, probablemente más agentes de la CIA estaban subiendo. Avanzó hasta ella y le pasó un brazo por la cintura con un ademán protector inconsciente mientras miraba dentro de la habitación. Un hombre rubio, alto y fortachón estaba en el suelo, todavía convulsionando levemente. La placa eléctrica que Ríos había disparado sobre él estaba pegada en su pecho.

-Creí que habías dicho que había un operativo alrededor de la casa - replicó él guardando el arma al asegurarse que la situación estaba bajo control. No había separado su mano de la cintura de la agente, y ella tampoco había retrocedido. Al contrario, la mano en que no sostenía el arma se había apoyado en su hombro con naturalidad.

-Sí, bueno… Ya sabes, no hay mejor carnada que una que esté envenenada - contestó Ríos encogiéndose de hombros una vez más y sonriéndole por primera vez en la noche totalmente relajada.

XIII

La CIA era altamente eficiente. Sin ruido y con rapidez habían sacado el cuerpo inconsciente del peligroso asesino a sueldo del cual a Rivers no le era permitido conocer el nombre.

La jefe de la operación, una mujer alta y de rasgos orientales a quien Ríos le había presentado solamente como “su antigua jefe” se había cerciorado de que ambos estaban bien y luego había dado una serie de órdenes que el agente no había entendido. Esa costumbre de hablar todo en claves numéricas no era algo que él manejara, como no se tratara de artículos de leyes.

-Su madre y su hermana se encuentran bien. Parece que su hermana está encantada con la televisión digital del hotel. - dijo la mujer finalmente acercándose a ellos. Le tendió la mano a la joven con firmeza - Ha sido un placer trabajar de nuevo con usted, agente Ríos.

Estaban en el desayunador de la cocina. Ahora con las luces encendidas la casa parecía más grande y resultaba menos inquietante, a pesar de los hombres vestidos de negro que se movían por el lugar quitando censores y otra serie de aparatos que Rivers no estaba dispuesto a preguntar qué eran.

-Preferiría no repetir en este tipo de situaciones - contestó la ex agente de la CIA sonriendo.

La mujer tenía que darle la razón en ese punto.

-Perdimos una buena agente con su marcha, si alguna vez quiere volver, no dude en tocar a mi puerta. - para sorpresa de Rivers, la mujer se giró hacia él - Aunque, por lo que he visto esta noche, sospecho que su nuevo jefe no estará dispuesto a dejarla ir.

El hombre sonrió con suficiencia y sin embargo, su respuesta sonó más seria de lo que hubiera sido apropiado.

-No si puedo evitarlo.

Un brillo particular bailó en los ojos de Ríos ante su afirmación.

-Un placer conocerlo, agente Rivers. - la mujer le dio la mano, revisó la pantalla de su Blackberry y se giró nuevamente hacia la joven que había trabajado para ella - La contactaremos si necesitamos algo más respecto al caso, agente Ríos. Buenas noches.

La agente de la CIA se alejó, y los últimos hombres del equipo de ocho que habían entrado a la casa se dirigieron a la salida. Ríos se levantó y los siguió para cerrar la puerta al salir el último.

Rivers miró el reloj. Eran cerca de las once, tampoco había pasado tanto tiempo desde que había llegado, aunque se sentía emocionalmente agotado. Estar encerrado, sin saber lo que sucedía, y con una sombra de peligro encima, no era algo a lo que estuviera acostumbrado, aunque no fuera el peligro lo que lo afectaba, sino la incertidumbre.

Si él estaba así de cansado, Ríos debía estarlo todavía más, tras la tensión vivida todo el día. Quizá era mejor marcharse y dejarla finalmente descansar. Se levantó, consciente por primera vez de que había dejado su saco en el auto, al igual que la corbata, y mostraba un aspecto ligeramente desaliñado, pues las mangas de su camisa estaban arrugadas de tenerlas arrolladas casi todo el día en la oficina.

Se dirigió hacia la sala, encontrándose a Ríos que venía de vuelta en el pasillo. La chica le sonrió y se detuvo, metiendo las manos en las bolsas de atrás del pantalón de mezclilla que andaba. Ella sí se había cambiado después del trabajo. El sencillo pantalón azul y la camisa verde sin mangas, apropiada para el calor de verano, no le daban el aspecto de una exagente de la CIA que acababa de tumbar a un asesino en su casa.

-Vaya noche de descanso, ¿no? - comentó con tono jocoso. Se había soltado el cabello, acomodándose los mechones que se le venían a la cara detrás de las orejas.

-Inolvidable. - remarcó él deteniéndose también - Pero definitivamente interesante.

Ríos negó, arrugando ligeramente la nariz.

-Ya he tenido suficiente de eso. Pero una vez dentro, no terminas de salirte nunca.

Había cierto tono de resignación en sus palabras. Rivers inclinó la cabeza ligeramente, examinándola con la mirada.

-¿Estás bien?

La chica desvió la mirada hacia un lado, pensativa, como si necesitara hacer una revisión mental de su estado actual antes de contestar. Finalmente asintió.

-Sí. - reafirmó con palabras, aunque no volvió la mirada a él.

Rivers se acercó despacio, todavía con la cabeza ladeada, tratando de verla mejor.

-¿Segura? - vio como su pecho subía al inspirar profundo, y finalmente lo miraba a los ojos. - Oh, Diana… Ven aquí.

Alargó una mano hacia ella, quien la tomó y sin pensarlo dos veces se acercó. Antes de que se diera cuenta la estaba abrazando, y ella apoyaba la cara contra su hombro. Le acarició el cabello con suavidad, estrechándola con fuerza.

La chica no estaba llorando, pero su piel seguía estando fría. La tensión del día había sido mucha, en especial durante la operación en la noche. Sin decir nada, Rivers continuó abrazándola, sintiendo como el calor empezaba envolverla. También podía sentir contra su pecho cómo su respiración bajaba de intensidad.

No supo cuánto estuvieron así antes de escuchar su voz suave y tranquila.

-Gracias.

Ella no se movió y él no hizo ademán de soltarla, pero sonrió, apoyando su barbilla contra la cabeza de ella.

-¿Por qué? ¿Por poner en riesgo un operativo de la CIA en tu casa para atrapar a un asesino que quería matarte?

Ríos negó, al tiempo que levantaba el rostro para verlo a la cara.

-Por importarte.

XIV

Rivers no se fue esa noche a su casa. Ella no dijo que no quería estar sola, ni él se ofreció a quedarse, pero las horas pasaron sin darse cuenta. Eran las dos de la mañana cuando Rivers se encontró en el sofá de la sala de televisión, con Ríos dormida sobre su pecho, hecha un ovillo a su lado. En la mesita al frente los restos de una cena improvisada de galletas y chucherías que había en la alacena, y en el televisor un documental al que no prestaba la menor atención.

Todos sus sentidos estaban enfocados en la mujer a su lado, quien respiraba plácidamente y cuyas manos, ahora cálidas, se apoyan en su pecho. Diana Ríos. En teoría sólo una compañera más, una agente de CGIS a su cargo, una novata a la cual orientar dentro de la agencia.

Él sabía que era más que eso. Ella también era diferente a todas las compañeras que había tenido, aunque no se lo hubiera dicho.

No sabía si se lo diría. No sabía tampoco si ella no lo había percibido todavía. Pero en ese momento, no iba a pensar en ello. Se quedó dormido poco a poco, indiferente al dolor de espalda que esa posición le garantizaba. Ella estaba bien, y estaba a su lado. Eso era lo que importaba.

personaje: louis rivers, fandom: cgis, shipper: rivers/ríos, personaje: diana ríos

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