Fandom: Life
Título: Código roto
Personajes: Dani Reese/Charlie Crews
Notas mías: regalo para
aomwrr . Ubicado en el cap 1x01 de Life, sin spoilers. Un placer escribir de este par, como siempre :D
Dani Reese había sabido toda su vida que sería policía. No era simplemente porque su padre lo había sido, ni porque había vivido rodeada por el departamento desde pequeña. Era algo que iba más allá. Una código de vida que había aprendido. Nunca había sido religiosa, pero tenía una creencia: la fe ciega en tu compañero. Ese que le ponía la vida en las manos cada día, y en quien ella hacía lo mismo.
Nunca había dudado de ello. Vio a su padre y a su compañera vivir bajo ese código por años, se lo enseñaron en la academia y lo vivió en la calle, hasta que todo empezó a resquebrajarse.
Luego se encontró sola en un callejón, apestando a alcohol y cocaína.
Estaba sola.
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El regreso no fue fácil. Podía ver la desconfianza en la mirada de sus compañeros, escuchar los cuchicheos a sus espaldas, reconocer la reticencia de sus superiores. Había sido una encubierta sucia, caída en desgracia, involucrada con los delincuentes. Nadie quería una compañera así.
Dani Reese agradecía no tener compañero esos días. Prefería estar sola. No había abandono, no había traición, no había engaño si no había nadie.
Dolía demasiado, porque aún creía en el código. No tenía nada más en qué creer, y estaba roto.
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Charlie Crews sería su nuevo compañero. Recibió la noticia con el rostro impasible y asintió, esperando instrucciones.
El código hablaba de la obediencia, la lealtad al cuerpo, el respeto a la ley. Habla de creer en la justicia, de retribución y de paz.
Por eso no hizo preguntas. No reclamó, no pidió explicaciones ni cambios. Tampoco aceptó revisar el expediente judicial y carcelario de Crews.
La justicia lo había exculpado. Él sería su compañero, era todo lo que necesitaba saber.
Para ella todavía valía el código.
Los otros podían quebrar el código, pero era lo único que ella tenía.
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Charlie Crews era diferente. No sólo por haber pasado doce años en prisión, ni por su extraña visión de mundo ni por su estrafalaria manera de vivir. Era todo eso y algo más. Dani nunca había conocido a nadie como él.
Era intrigante, era extraño, era interesante.
Tenía esa sonrisa torcida que le acompañaba una mirada limpia. Esa expresión de estar muy lejos de allí, y sin embargo nunca había sentido otro compañero tan cerca. La exasperaba, y la motivaba, la llenaba y le señalaba sus vacíos.
Le recordaba quien era y todo lo que había perdido.
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Cuando le pidieron violar el código, Dani se dio cuenta que todo estaba de cabeza. Ella, la mujer que lo cumplió por años con su padre, quien la inspiró a seguirlo como forma de vida, le pedía que traicionara a su compañero.
Era conciente de que el código podía quebrantarse. Sabía que la confianza podía romperse, conocía en carne propia el abandono de los demás. No había acabado ni siquiera un caso con Crews, y nadie en el cuerpo de policía confiaba en él.
Podía sentir que las miradas de desconfianza se habían duplicado ahora que eran dos. Dos abandonados por sus compañeros, traicionados por los suyos, dejados en el olvido, repudiados de un grupo unido.
Siempre supo que ella no haría lo mismo.
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Nunca había esperado que Charlie también cumpliera el código. Estaba dispuesta a ser alguien en quien pudiera confiar su vida, porque Dani no sabia vivir de otra manera. Pero no estaba dispuesta a confiar en que su compañero también lo hiciera.
Sin embargo, y para su pesar, empezó a hacerlo. Tal vez cuando resolvieron su primer caso y caminó junto a él al otro lado de esa malla que por años lo había contenido y no había acabado con su espíritu. O tal vez cuando le ofreció un mango por primera vez, y habló de que todo estaba conectado (eso lo incluía a él, a ella, al mundo).
No estaba segura de si el momento en que incumplió la ley había ayudado, o cuando había insultado de esa manera a la madre de la víctima. Tampoco su verborrea constante, ni su tranquilidad desesperante.
Pero probablemente había tenido mucho que ver en su naciente confianza su sincera y particular promesa de silencio. Su compleja manera de ver tan simple la vida. Su espíritu entero a pesar de su pasado mancillado. Especialmente, el recuerdo vívido de sus manos aferrándose a su cintura, su mano ayudándola a abrir la llave del agua, su pecho contra su espalda. Un apoyo que no había esperado.
Un compañero que no la había abandonado. Una promesa de que no volvería a estar sola.
Poco a poco, Dani dejó de creer en el código, y empezó a creer en él.