Fandom: The Hunger Games
Título: Fortaleza
Personajes: Mr.Everdeen/Mrs.Everdeen, Mr. Mellark. Referencias a Haymitch/Maysilee.
Advertencias: spoilers hasta Sinsajo
Sinopsis: la madre de Katniss averiguó ese día dónde estaba su fortaleza.
Notas: Escrito en tercera persona pero desde el punto de vista de la madre de Katniss. Ubicado hacia el final del Vasallaje de los 50.
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No puede explicar lo que siente cuando ve esas imágenes en el televisor. La sangre se le hiela y aunque no quiere ver, no puede cerrar los ojos. Una y otra vez los pájaros la atraviesan con su afilado pico, y Maysilee cae. La sangre brota a chorros y los gritos ceden. Haymitch corre hacia ella, y cuando se deja caer a su lado y le toma la mano, por primera vez puede ver lo que su amiga siempre le ha dicho de él.
La chica agoniza en medio de palabras incomprensibles al menos para el micrófono. Se pregunta si Haymitch a su lado puede entenderle, aunque su expresión no varía. Se queda con ella, le estrecha la mano. No dice nada, pero no aparta los ojos de los de ella.
Cuando finalmente suena el cañonazo, no puede seguir frente a la televisión.
Sin prestar atención a los gritos de sus padres se levanta y sale corriendo de casa. La botica queda atrás y no sabe hacia dónde la llevan los pies, pero no es a la tienda de golosinas, desde donde se escuchan los gritos de dolor de la familia Donner.
Corre sin parar, deja perdido el lazo que llevaba en el pelo y se tuerce el pie una vez, pero no le importa. Las lágrimas caen por sus mejillas, pero todo Distrito 12 está en ese momento llorando. Sólo queda un tributo de los suyos. El chico hosco y de pocos amigos que ha tomado de la mano a la bella tributo de la zona comerciante hasta que murió.
El líquido en los ojos la ciega, pero cuando choca con alguien que corre directo hacia ella, no duda en abrazarse a él y cerrar los ojos con fuerza, dejándose envolver por sus brazos fuertes por unos segundos que se le hacen eternos. ¿Cuánto tiempo agonizó en realidad su amiga? A ella le parecieron horas pero seguro que fueron tan solo unos minutos. El tiempo ya no significa nada.
Siente vagamente las manos grandes y hoscas que le acarician tranquilizadoras la espalda, el olor del carbón se cuela por su nariz y tiene el estúpido pensamiento de que su madre se enojará cuando vea que ha manchado su vestido. Se enojaría de verdad si supiera que fue por abrazar a un minero.
Pero no es cualquier minero.
-Vamos - dice su voz tranquila y segura, esa que tantas veces la ha acompañado a cuidar a los azotados, víctimas de Capitolio. Por su mejor amiga no pudo hacer nada. - Vamos, no podemos quedarnos aquí.
Es cierto, no pueden saber qué harán los agentes de paz, menos en la Veta. Porque justamente allí está. Los olores le indican que debe estar cerca del Quemador, y se pregunta si él está ahí por casualidad. Se deja arrastrar sin preocuparle mucho hacia donde la lleva.
Cuando se da cuenta han entrado a una vieja casita de la Veta, el minero toma asiento en un raído sofá y la acomoda sobre sus rodillas, dejándola acunarse en su pecho. La mece con suavidad en silencio, acariciando su pelo y secando sus lágrimas con suavidad.
-Voy a traerte una cobija, te vas a quedar helada - le dice él rompiendo el silencio que hasta el momento sólo habían invadido sus sollozos durante horas.
Esta vez cree que no se equivoca con el tiempo, afuera ya ha anochecido.
Ella niega y se estrecha más contra él, apretando los brazos que se afirman alrededor de su cuello.
-No me dejes.
Él trata de apartarla con suavidad.
-Será solo un momento…
-No la necesito - declara ella, y por primera vez se permite levantar la cabeza y mirarlo de frente. Sus ojos grises la miran con tanto cariño que en medio del horror la calidez se cuela en su pecho. Se da cuenta entonces que era justamente a quien buscaba en su carrera frenética. Por él corría hacia la Veta. - Te buscaba a ti.
Sus palabras tienen un efecto inesperado. Casi que puede ver el interior del minero enternecerse y se ve envuelta en un nuevo abrazo.
-Yo salí a buscarte en cuanto lo vi - confiesa él con suavidad contra su oído.
-Maysilee… - susurra ella, incapaz de formar una oración completa. Duele demasiado. Su mejor amiga, su compañera de toda la vida. Reprime otro sollozo, no puede empezar otra vez.
-Fue terrible, lo sé… - le dice él con comprensión. - Pero para ti tiene que haber sido peor, sé lo mucho que la querías.
Sabe que él la vio pocas veces cuando llegaba a dejar provisiones para abastecer a los hombres azotados que él le llevaba junto a Haymitch. Pero probablemente las vio juntas siempre. Casi eran más unidas que Maysilee y su propia gemela.
-¿Sabes qué me consuela? - dice ella apoyando de nuevo la cabeza en su hombro, agotada. - No la mató nadie. Fueron unos pájaros… fue doloroso pero no… no tuvo que ver que alguien la asesinaba.
-Sólo Capitolio - declara él, y su voz adquiere una dureza que la alarma. Sin embargo, el movimiento rítmico de una mano en su costado la calma. No replica directamente, no está bien hablar así. Podrían tener problemas aunque estén solos.
-Tenía miedo… -declara ella, pero se interrumpe con la voz temblorosa. Respira profundo y empieza de nuevo. - Tenía miedo de que Haymitch tuviera que hacerlo.
La idea es demasiado terrible para tolerarla. Puede sentir los brazos de él tensarse. Se pregunta si lo creería capaz de haberlo hecho pero no se atreve a decirlo en voz alta.
-Haymitch estuvo con ella - le recuerda él con seguridad. - No murió sola. Fue un buen aliado, volvió incluso cuando ya no tenía que hacerlo. No sería su amigo ni lo conocería mucho pero creo que lo apreciaba.
Apreciar… es un verbo que se queda corto, ella lo sabe mejor que nadie. Casi puede imaginar la vivaz voz de su amiga comentándole mientras la mira con picardía: “mira lo que tenía que hacer para que Haymitch Abernaty me hiciera algo de caso: ¡salir de tributo junto a él para los Juegos del Hambre!”.
-Nunca sabrá lo mucho que significó para ella - confiesa con un suspiro que parece llevarse las pocas fuerzas que le quedan.
Él lo nota y la estrecha con más fuerza.
-Si Haymitch regresa podrás decírselo -le sugiere.
No tiene fuerza para negar. No vale la pena pensar en ello. Quedan tributos profesionales en la arena, las posibilidades del tributo del 12 son pocas. Además, ¿de qué valdría decírselo? Tiene que haberlo notado, ha pasado los últimos días con ella. Qué más da lo que pudo haber sido, si gana lo espera otra vida planeada en casa, la vida de un Vencedor y bien sabe que tiene una chica con quien planea compartirla.
Cuando llaman a la puerta se sobresalta. Un miedo irracional se apodera de ella, pero él se levanta dejándola en el sofá con suavidad. Lo ve acercarse la mano a su cuchillo instintivamente, pero la voz al otro lado de la puerta lo detiene.
-Everdeen, soy Mellark.
¡El hijo del panadero! Mira al minero tratando de hacerle comprender que no sabe lo que hace ahí. Él se apresura a abrir. Ve la cabeza rubia asomarse mientras entra a la humilde casita y verla ahí no parece sorprenderlo. En realidad lo alivia.
-Tus padres están buscándote como locos - le informa. Está visiblemente incómodo. - Te buscaron en casa de los Donner al rato, creían que estarías con su hermana.
Sus padres. No había pensado en ellos. Se levanta de golpe pero el pie que se había torcido responde negativamente, ahora no parece dispuesto a ser ignorado. Everdeen está de inmediato a su lado sosteniéndola.
-Te seguían buscando en la zona comerciante - continúa Mellark - pero yo supuse que podrías estar aquí cuando encontré tu lazo en la entrada del camino hacia a Veta.
No puede evitar sentirse ligeramente culpable, aunque no debería. Entre ella y el chico no hay nada, aunque sabe que a él bien le gustaría. Sus familias serían más que felices con un futuro enlace.
-¿Viniste solo? - pregunta Everdeen con gravedad, mirando con desconfianza por la ventana.
-No te preocupes, no pensaba acusarte de secuestro ni nada por el estilo - declara Mellark con una mueca de disgusto. - Pero no creo que a sus padres les haga mucha gracia encontrarla acá. De cualquier forma, ¿por qué no tienen el televisor encendido? El resumen obligatorio está por empezar, los agentes de paz van a pasar en cualquier momento a confirmar que lo estén viendo, tuve que evadirlos en la calle anterior para llegar acá.
No, no puede verlo de nuevo. Empieza a negar y Everdeen lanza una mirada de odio hacia la puerta, como si estuviera viendo directamente a los agentes. Antes de volver a sentarse junto a ella, enciende el viejo televisor y le hace a Mellark un gesto vago con la mano de que busque donde sentarse.
Ella no se espera a ver si lo hace, se acurruca en el pecho del minero, escondiendo la cara contra su cuello. Desearía que le quitaran el volumen pero si lo hacen los agentes llamarán a la puerta para verificar por qué no se escuchan los Juegos. No está viendo, pero puede escuchar a su amiga despidiéndose de Haymitch a la orilla de ese precipicio.
Luego escucha las aves, las pisadas de Haymitch corriendo por el bosque… Sabe lo que está sucediendo en pantalla. Aunque no las vea, las imágenes se repiten en su cabeza.
Puede oír los pasos de los agentes de paz afuera de la casa antes de desvanecerse agotada.
Se entera de poco más esa noche. No sabe cómo pero al parecer han muerto otros dos tributos. Ninguno es el del 12. Ni Everdeen y Mellark hablan mucho, pero puede sentir entre los dos que por primera vez vibra la esperanza de que uno de los suyos vuelva a casa.
No está segura cómo la llevan de vuelta a su hogar. Le parece que se turnan para cargarla. El llanto de la tarde la ha dejado agotada, el dolor la envuelve en una bruma extraña. Oye las voces preocupadas de sus padres, el agradecimiento algo seco hacia el minero mientras el señor Mellark interroga a su hijo sobre dónde la encontraron si ellos llevaban toda la tarde buscando.
Cuando vuelve a tener conciencia de todo está acostada en su cama, arropada al calor de las cobijas de todos en la casa, seguro se había quedado helada porque apenas siente el calor. Mira hacia la ventana, ya es el día siguiente. No tiene fuerzas para levantarse a ver qué ha sucedido con Haymitch. No tiene fuerzas para nada, lo único que quiere es estar en los brazos del chico de la Veta que corrió a buscarla tras ver la brutal muerte de su mejor amiga.
El día anterior adquirió la certeza de que sólo en él puede encontrar toda la fuerza que ella no tiene.