Por su voluntad

Dec 29, 2010 00:42

Fandom: NCIS
Título: Por su voluntad
Personajes: Eli David, Ziva David, Michael Rivkin, Malachi Ben-Gidon, Amit Hadar.
Advertencias: spoilers desde la tercera hasta la sétima temporada.
Notas: ¡Feliz Navidad, Aurora! Tu regalo es de lo que he tardado más en escribir. Cada vez que creía que estaba listo, le faltaba más. Recién ahora me convence, pero tú tienes el veredicto final. Es raro escribir un regalo con el POV de un personaje que sé que odias XD.
Agradecimientos: a toda la gente que me dio su opinión a lo largo de proceso, y el beteo de esciam  en particular ;)

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Lo había pensado con detenimiento. En otro caso, no hubiera tardado tanto en tomar la decisión. Aunque eso no era exacto. La decisión estaba tomada: Ari tenía que ser eliminado.

La parte difícil del asunto era cómo hacerlo.

Eli David contempló la foto de sus hijos que tenía sobre el mueble atrás de su escritorio. Rivka la había tomado una tarde que los había sacado a jugar. No tenía idea entonces de su intención: permitir a las niñas conservar una foto de Ari antes de enviarlo de vuelta con su madre y huir ella con sus hijas.

Tal vez había tenido razón al hacerlo. Huir, llevarlas lejos de él. Si supiera lo que iba a hacer ahora, nunca se lo perdonaría. Pero esta era la única opción.

Cuando oyó el golpe firme de unos nudillos contra la puerta, sabía ya que era ella. La había mandado a llamar, y acudía de inmediato. Entró con aire marcial, con esa sonrisa de orgullo que tenía siempre, la cabeza alta y digna, presente ese deje de superioridad que había heredado de él.

Le gustaba pensar que Ziva era como él, así como Tali se había parecido demasiado a Rivka.

-Bueno, aquí estoy - dijo la chica con presteza, esperando.

-Siéntate.

Su rostro se puso serio, acorde con el tono con el que acababa de dirigirse a ella. Se sentó y lo miró expectante.

-Voy a explicarte algo. Vas a escucharme y dejarme terminar antes de decir algo.

Ziva asintió. Su rostro se fue transformando al escuchar lo que tenía que decirle su padre, hasta terminar en una expresión hermética. Sin embargo, Eli David la conocía lo suficiente para ver el dolor y la incredulidad escritas en sus ojos.

-¿Estás seguro sobre esto? - preguntó finalmente, evitando mirarlo a los ojos.

-Sí - no hubo duda en su respuesta.

Ziva inspiró profundo.

-¿Qué piensas hacer?

Eli la miró fijamente. Estaba reaccionando tal y como esperaba. Su Ziva no sería quien se pusiera a alegar y defender a su hermano en algún apasionado alegato sin razón. No, ella se pondría en acción.

-Sabes lo que procede - Sostenía una pluma en la mano, la cual giró chocando la punta y luego la parte trasera sobre una carpeta que tenía cerrada frente a él.

Ziva tragó grueso, y sus ojos refulgieron un poco más.

-¿Quién lo hará? - esta vez no tuvo duda, sus ojos se dirigieron hacia la foto detrás de él.

Justo el punto al que Eli quería llegar. Abrió la carpeta que tenía al frente.

-No lo he decidido aún. Quería hablar contigo primero.

La chica se levantó. La expresión inescrutable se había transformado en férrea determinación.

-Yo lo haré.

Sus palabras se quedaron en el aire, flotando pesadas entre ambos. Lo miró a los ojos y Eli le sostuvo la mirada, evaluándola. Encontrando justo lo que esperaba.

Ziva no le creía. Se negaba a aceptar que Ari fuera el monstruo que él decía. Pensaba que lo habían engañado, que había caído en la trampa de ver a su propio espía como un enemigo.

Eli sabía que no era así. Bien le hubiera gustado, pero desde el inicio, desde que sedujo a aquella árabe de sonrisa bondadosa y ojos apasionados, supo que jugaba con fuego.

Si enviaba a alguien más a matar a Ari, su hija nunca le creería. Nunca lo perdonaría. Pero si ella iba a salvarlo -como estaba seguro que era su intención- terminaría por darse cuenta de en quién se había convertido su hermano. Haría lo correcto.

-De acuerdo. - Destapó la pluma y firmó la primera hoja de la carpeta, luego se la tendió a Ziva, quien la tomó de inmediato. - Sales esta misma noche hacia Estados Unidos.

-Bien.

La chica entrechocó los talones antes de salir. Seria, con la cabeza alta, nadie diría que iba perdida en sus propios pensamientos cuando cerró la puerta tras sí. Eli juntó las yemas de los dedos de ambas manos y los apoyó en la barbilla, mirando ante sí pensativo la carpeta con una copia de las órdenes que Ziva acababa de llevarse.

Era la única manera en la que perder a Ari no implicaría también perder a Ziva. O por lo menos, eso creía.

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Sus cálculos habían fallado. Conservaba a Ziva, pero matar a su hermano la había roto. Estaba seguro que de ahora en adelante no sería la misma. Cuando la había visto bajar del avión escoltando el ataúd de su hermano lo supo. Su hija no volvería a ser la misma.

Nunca le había recordado tanto a Rivka como esa vez. Sus ojazos oscuros invadidos por el dolor de una pérdida que no podía terminar de esconder. La frialdad con la que se alejaba de los demás que no hacía más que delatar fuertes emociones encubiertas.

Lo peor de todo, era la duda. Ella creía que la escondía, pero no era así. Él podía percibirla perfectamente. Casi podía palparla. La tensión en el aire, en los silencios, en las ausencias.

Había matado a Ari, pero antes de morir, él la había emponzoñado primero.

Ziva necesitaba espacio para sanar. Era conciente de que también necesitaría distancia y tiempo, al menos si quería que no encontrara alimento para el veneno que su hermano le había dejado en la mente. No le habría hecho más daño si se lo hubiera inyectado en la sangre.

Sin saberlo, el agente especial Leroy Jethro Gibbs le propuso la solución que necesitaba.

El reporte de NCIS había llegado pocos días después del regreso de su hija a Israel. La directora Sheppard lo había mandado, junto a una nota dirigida a él, lamentando el resultado de los acontecimientos y dejando abierto el ofrecimiento a futuras colaboraciones.

El informe del agente Gibbs era escueto, concreto y falso. El último aspecto era el más llamativo de todos. Decía, claramente, que él había apretado el gatillo del arma que había terminado con la vida de Ari Haswari.

Mandó a llamar a Ziva de inmediato. Le habría dado unos días libres, pero aquello habría terminado de destrozarla. Estaba activa, aunque de perfil bajo. Llegó de inmediato a su oficina.

Cuando le expuso la situación, vio la expresión hermética aparecer, cerrando a cal y canto las expresiones en su cara.

-El agente Gibbs se ofreció a hacerlo - contestó de inmediato. - Fue su idea.

Eli juntó las puntas de sus dedos, recostándose con fuerza en la silla ejecutiva, pensando.

-¿Por qué haría algo así?

Ziva no lo miró a los ojos. Últimamente evitaba hacerlo.

-Pensó que estaría en problemas.

Ese era el punto. ¿Por qué la había protegido? ¿Había calado tanto su hija en el agente? Después de todo, había matado al asesino de la agente que el hombre tenía tantas ansias de vengar.

Probablemente su hija tuviera una idea más aproximada.

-¿Por qué crees que lo hizo?

El desconcierto se filtró en el rostro de su hija. Estaba seguro de que ella también se lo preguntaba.

-Creo que es sensible al tema de la familia.

Eli alzó ambas cejas, sorprendido.

-¿Le dijiste que era tu medio-hermano?

Ziva lo miró entonces a los ojos. El hermetismo nuevamente intacto, pero la intensidad de la emoción que estuviera ocultando era palpable.

-Restaurar las relaciones con NCIS y la confianza con el agente que planteaba conflictos era parte de mi misión. Lo hice.

A él no podía engañarlo. No habría identificado sus primeras mentiras, como hizo Rivka en su día, pero la conocía. Allí había más de lo que estaba dispuesta a declarar. Ya lo averiguaría luego.

-En ese caso, me pregunto qué pensarías de solidificar esas relaciones…

Sería solo un tiempo, se dijo. El suficiente para que se repusiera de lo sucedido, y el choque cultural junto al cambio de actividad la golpeara y volver a casa fuera todo lo que necesitara.

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Un tiempo se había convertido en tres años. Otro fallo en sus cálculos. Ziva no había expresado mayor deseo de volver. La primera oportunidad de hacerla regresar la tuvo al año, cuando fue incriminada en Estados Unidos por una bomba. Cuando Bashan le había informado, su primera acción fue tomar medidas para llevarla de vuelta a Israel.

Lo habría hecho, si su hija no hubiera decidido escaparse y recurrir a los americanos.

Debió sacarla entonces, pero al final había decidido conservar la calma un año más. Probablemente estaría más que molesta al descubrir la vigilancia a la que había sido sometida, y volvería de mal grado. Odiaba pensar que su hija se había convertido más en un problema que en la eficiente y confiable mano derecha que siempre había querido.

Ese año se convirtieron en dos, y entonces, todo cambió. Jenny Sheppard murió, Leon Vance fue nombrado director, y Eli se encontró sin necesitar a nadie más en NCIS. Tenía poco sentido mantener una oficial en una agencia en la cual podía tratar directamente con quien la dirigía.

Sin embargo, Ziva no era la misma oficial que había enviado a Norteamérica. Lo sabía incluso antes de su llegada a Israel. Por eso tomó medidas para tenerlo todo listo cuando estuviera de vuelta.

Lo había pensado con detenimiento. Aquello llevaría tiempo. Si su hija estaba resultando más parecida a su madre de lo que había creído en un inicio, las órdenes ya no serían suficiente. Ocupaba otro tipo de acceso a ella. Un lazo emocional que le recordara el mundo al cual pertenecía y quién era ella. Algo que le facilitara dejar atrás lo que había obtenido en América.

Su primera opción había sido Malachi. Era un hombre de confianza, serio, profesional, altamente capacitado. Llevaría acabo perfectamente ambos trabajos: la misión encubierta en Marruecos y la recuperación de Ziva. Además, no creía que su hija le prestara demasiada resistencia. Se conocían desde hacía mucho tiempo y habían trabajado juntos en más de una ocasión.

A pesar de lo bien que sonaba esa opción, tuvo que desecharla. Después de todo, no sabía cuánto tiempo tomaría aquello, y no podía prescindir de un hombre tan importante como Malachi, quien empezaba a asumir el liderazgo en el Kidón.

Para encontrar su segunda opción no había tenido que ir muy lejos. No dudó al pensar que Michael Rivkin, compañero y amigo de Malachi en la unidad, era la elección correcta. Tendría algunos problemas con la intolerancia a la frustración, pero era un buen oficial. Sabía seguir órdenes, también había trabajado en el pasado con ella y tenía el plus de haber mantenido ya relaciones con Ziva, aunque de manera informal.

Lo mandó a llamar a la oficina y le expuso la situación llanamente: debía enamorar a su hija.

Sus instrucciones parecían haber impresionado al hombre. Lo vio fruncir el ceño, como si quisiera procesar bien lo que había escuchado.

-¿Vuelve definitivamente?

Eli negó.

-Probablemente regrese a Norteamérica otra temporada. Será entonces que evaluarás su fidelidad a la agencia. Si has hecho bien tu trabajo, querrá regresar pronto.

Podía ver el conflicto en el rostro de su oficial. Malachi se lo había dejado entrever sin saber lo que planeaba: a Rivkin le importaba Ziva.

A él también le importaba, más de lo que otros podían creer. Si tenía que recurrir a ello para asegurar su plan, lo haría.

Tras lanzar una mirada hacia la puerta para asegurarse de que estaba cerrada, giró la silla y miró de reojo la foto que descansaba sobre el mueble tras él. Fue un gesto medido, no demasiado rápido, ni demasiado obvio como para hacerle creer que quería que lo viera al hacerlo. Pero a la vez, lo suficientemente sentido como para que entendiera que además de su oficial, era su hija.

-Debo tomar las decisiones que sean mejores para el Mossad, pero en este caso, sé que es lo mejor para Ziva también. - Apoyó los codos en el escritorio, tragando grueso y agachando un poco la cabeza. - Trabajará con ella en varias misiones. Tendrá oportunidad de observarla. Si después de hacerlo, cree que permanecer en América es lo que le conviene a mi hija, hablaremos de nuevo.

Sus palabras tuvieron el efecto que esperaba. Rivkin lo miró con determinación. La confianza había reaparecido en su expresión.

-La oficial David ha estado demasiado tiempo fuera - declaró. - Estaré encantado de ayudarla a regresar aquí, donde pertenece.

Había decisión en sus palabras, pero también un deje de calidez en su mirada segura.

Eli se preguntó entonces si poner a un hombre que realmente quería a su hija en esa misión era lo correcto.

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Cuando Hadar llamó a su puerta, Eli supo que venía a hablarle de Ziva. Estaba jugando su última carta. Un pequeño error de cálculo cinco años atrás había ido destrozándolo todo. Apenas unas semanas antes los americanos le habían dejado lo que quedaba de su hija. Aquella misión era la última oportunidad para recuperarla realmente.

Su hombre de confianza entró y le expuso la situación. Malachi se había comunicado. Toda la tripulación del Democles estaba muerta, al igual que Aviv.

-¿Qué sucedió con el americano? -preguntó Eli tras unos momentos de silencio, como si quisiera dejar reposar la información en su mente.

-Muerto también.

Eli asintió. Lo esperaba.

-¿Cómo sucedió?

Hadar tenía cruzadas las manos en la espalda, con porte militar. Era evidente que estaba intentando que su voz sonara igual de impersonal.

-Ben Gidon lo ejecutó.

Cerró los ojos. Sus instrucciones habían sido claras: Ziva tenía que encargarse del americano, a menos que no se atreviera a hacerlo.

-¿Cryer hizo algún contacto antes?

Hadar asintió.

-Sí.

Eli abrió los ojos con el enojo latiendo en ellos. Dio una palmada fuerte al escritorio.

-No necesito que des rodeos. ¿Cuál fue su reporte?

El oficial se irguió un poco más, si eso era posible. Había ventajas de tener tantos años trabajando juntos. Lo conocía y sabía a la perfección qué esperar de él. Sin embargo, otras cosas no eran tan buenas. Hacía más difícil mantener el trabajo impersonal.

-Ziva se mostraba protectora y defensiva a la vez. Estaba bastante confusa.

Aquella misión debía terminar con la confusión, y en apariencia, lo había hecho. Su hija había tomado una decisión.

-Hay más. - La voz de Hadar interrumpió sus pensamientos-. Ben Gidon quiere instrucciones. Llamará de nuevo en unos momentos, en cuanto lleguen al puerto de Somalia. Él está herido, tiene inutilizado el brazo derecho.

La misión no había terminado. Apenas llegaban a Somalia, y Saleem Ulman no había hecho más que perder un cargamento. Eli respiró profundo. Aún había una oportunidad para que Ziva se probara a sí misma.

-No hay cambio de instrucciones. No habrá otra oportunidad parecida de acercarnos a ese campo.

Hadar soltó las manos de su espalda e hizo ademán de avanzar.

-Es una misión para un equipo. Una oficial y otro herido no podrían…

Eli lo detuvo con la mirada.

-He dicho que no habrá cambio de instrucciones.

En ese momento sonó el teléfono de la oficina. Ambos hombres lo contemplaron. Sería Malachi pidiendo instrucciones. No dudó antes de contestar.

-David.

La voz de su oficial sonaba alterada, a pesar de sus evidentes esfuerzos por mantener un tono neutro. Detalló la situación nuevamente, y esperó.

A Eli no le tembló la voz para responder.

-Procedan.

El silencio de la línea solo se vio interrumpido por la respiración pesada de Malachi a lo largo de unos pesados segundos.

-Creo que no he escuchado bien -replicó el oficial con voz entrecortada.

-Lo hizo, oficial Gidon.

Interrumpió la comunicación sin esperar respuesta. Hadar lo observó sin comentar nada. Internamente agradeció que así fuera.

Otros podían considerar que era una decisión difícil de tomar, pero era a él a quien le correspondía hacerlo.

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Horas después recibió el informe. Hadar no se presentó en persona a decírselo, se lo hizo llegar en un archivo. Querría evitar mirarlo a los ojos.

Las palabras eran escuetas. Ziva había marchado sola hacia el campo de Saleem. Había sido su idea dejar atrás a Malachi, quien resultaría más una carga que una ayuda con el brazo herido.

El oficial había dejado pasar un tiempo prudencial, pero no había tenido ninguna seña de ella. Logró averiguar que los repartidores que iban al campo de Saleem no habían vuelto tampoco. Tras alargar la espera más de lo estipulado normalmente, había pedido instrucciones nuevamente y se le había encomendando regresar solo.

Según el reporte, había encontrado transporte y llegaría en el tiempo estimado a Tel Aviv.

Ziva había quedado atrás.

Estaba hecho. Lo esperaba, pero de igual forma un extraño desasosiego se expandió en su pecho. No había forma de que Ziva sobreviviera si había llegado hasta el campo de Saleem. Si no estaba muerta ya, moriría en los interrogatorios.

Había apostado consciente de sus pocas, por no decir nulas posibilidades. Sin embargo sentía lo mismo que el hombre que se ve defraudado, tomado por sorpresa ante la pérdida, como si hubiera esperado un milagro. La sensación de vacío se colaba en su pecho. Igual que muchos años antes, cuando no encontró a nadie en su casa ni ropa en los armarios.

Había hecho todo lo posible por conservarla, pero al final, la había perdido.

Tratar de atacar al grupo terrorista para recuperarla estaba fuera de discusión. Sería destrozar un trabajo de años, en el cual ellos eran apenas un eslabón más de la cadena. No podía hacerlo, y ella tampoco esperaría que lo hiciera.

Ante ese pensamiento, una punzada de orgullo latió en su interior.

Al final, Ziva había tomado la decisión correcta. Algunos la llamarían suicida, y no podía descartar que hubiera algo de eso en ella. Pero había priorizado la misión por encima de su propia vida. Tomó la situación como venía, le hizo frente y no dudó en salir a su encuentro. Así la había criado. Aún era su hija.

Recordaría más eso que su indecisión para matar al americano. Pudo sentir el aire pesado entrar en sus pulmones al respirar profundo. Estaba solo, podía dirigir su mirada sin discreción a la foto de sus hijos.

Tali había sido una mártir inocente. Ari, un traidor.

Ziva, una oficial que se había sacrificado en la lucha por proteger a Israel.

Cerró el informe y se levantó. Iría al encuentro de Hadar, tenían varios temas que discutir, la vida debía seguir adelante. El trabajo no se detendría. No lo había hecho nunca.

Ya escucharía el reporte de Malachi a su regreso, pero sabía a lo que atenerse. La última de las David había muerto. No había más que pensar. En el improbable caso de que llegara a sobrevivir, ella encontraría la manera de regresar.

La había entrenado para eso.

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