Fandom: The Hunger Games
Título: La Viuda de Panem
Personajes: Gale Hawthorne, Annie Cresta y Johanna Mason
Advertencias: post-Sinsajo. No romance.
Summary: cuando la vida de uno de los símbolos más utilizados por el nuevo gobierno se ve en riesgo, Capitolio envía al único miembro de su personal de seguridad al que la inestable Annie Cresta va a aceptar a su lado. ¿Será realmente su papel solo de protector?
Notas: este fic va dedicado para
aglaiacallia, sin ella nunca hubiera tenido el valor de empezarlo ni seguirlo. Gracias por hacerme creer en la historia, por eso es tuya. Gracias a
thefrozenyogurt por su lectura y a mi BFF por haber hecho el beteo a fondo de la obra completa.
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“Finnick Odair fue el amante de Capitolio. Todos querían tenerlo en su lecho. Sació el hambre de muchos y dejó con sed de más a todos. Nunca podía tenerse dos veces pero nunca se tenía suficiente de él. Conoció los anhelos prohibidos de los corazones oscuros. Cumplió fantasías retorcidas de placer insaciable. Fue vendido por el presidente Snow al deseo de los grandes y poderosos.
Panem lo odiaba mientras tanto. El joven que vivía de la obscena riqueza de Capitolio. El amante insensible, el frívolo joven de cuerpo perfecto. No fue hasta después que supo la verdad. Hasta la segunda rebelión no se hizo justicia a su sufrimiento, cuando finalmente le habló directamente a la gente y dijo la verdad. Reveló los secretos de la élite del Capitolio, vomitó las tóxicas noches de esclavitud que había vivido.
Meses después, Panem conoció al verdadero Finnick Odair. El joven enamorado de corazón de oro que tomó por esposa a la única mujer que realmente había amado. Esa por cuyo amor se había sometido a las humillaciones de Capitolio, para evitar que le hicieran daño si se negaba. Su boda con la joven, inocente y frágil Annie Cresta fue el evento que llenó de felicidad y esperanza al país en sus días más oscuros.
Del amante de Capitolio, a los novios de Panem. Su muerte durante la guerra devastó a un país. Ahora que la guerra ha acabado, el cariño de todos se ha volcado con la sobreviviente, con la mujer de mirada pura que le llora en casa, mirando al mar.
Annie Odair, la viuda de Panem.
Sin embargo, los antes amantes de su esposo, cegados por los celos y por el dolor de haber visto traicionados sus secretos en los labios de Finnick, ahora buscan venganza. Alguien ha atentado contra la vida de Annie Odair y su pequeño hijo.
¡Atención, Panem! La guerra ha terminado, pero los enemigos siguen buscando pelea. No podemos…”
Gale apagó el televisor del auto. Contaba con uno por ser transporte oficial. Sabía de memoria los detalles de la propo. Pedían detalles e informes sobre quién podría haber realizado el ataque contra la Vencedora y su retoño, pero de momento no había llegado nada. Se preguntaba a qué clase de cursi director había contratado Flavia para hacer un corto tan innecesariamente dramático.
Panem amaba a Annie Odair sin necesidad de ayuda. Después de que el Sinsajo perdiera la cabeza el pueblo se había volcado con una chica que ya estaba loca desde antes pero resultaba el símbolo del amor, la pérdida y la supervivencia.
El nacimiento del heredero de Finnick Odair había sido celebrado porque claro, Plutarch había sabido aprovechar el evento. A Annie no parecía molestarle pero tampoco se prestaba para juegos. Ella sólo quería vivir feliz y tranquila al lado del mar junto a su pequeño Finn, lejos de las cámaras. Hasta donde sabía, se había hecho de una buena aliada para lograrlo y había funcionado hasta ahora.
El ataque había puesto al nuevo gobierno en alerta. Annie parecía estar llevándolo bien, los expertos decían que había bloqueado el hecho de haber tenido que matar una vez más. Sin embargo, era un hecho que el atacante era un asesino a sueldo y podrían venir más. Ya habían tenido algunos “accidentes” previos que a la luz de los nuevos hechos resultaban inquietantes.
La figura de Annie Odair se había vuelto importante para el gobierno, por lo que Paylor autorizó que uno de sus mejores hombres en defensa del Distrito 2 se desplazara hasta allí a hacerse cargo personalmente. El hecho de que se hubieran conocido en el Distrito 13 hacía pensar a los expertos que no despertaría la desconfianza de la chica.
Él hubiera preferido quedarse en el 2, donde había colaborado desde el final de la guerra en el diseño de las defensas del nuevo gobierno. Sin embargo, tenía que seguir órdenes. Después de todo cabía la posibilidad que los ataques a Annie fueran parte de algo más grande y no sólo de una vendetta personal por las revelaciones hechas por Finnick el día del rescate de los Vencedores de Capitolio.
Se bajó del auto justo frente a la casa a la cual se dirigía. La conocida antiguamente como Villa de los Vencedores del Distrito 4 era una serie de casas de dos plantas, paredes blancas, amplias ventanas y vista al mar. Había manejado hasta allí siguiendo las indicaciones que le habían dado. No se veían coches como aquel por ahí. Habían insistido en que llevara las ventanas oscuras pues su presencia allí era un secreto, pero el auto llamaba mucho la atención.
Respiró profundo y el aire con olor a sal llenó sus pulmones. No terminaba de gustarle, pero el sonido de las olas daba una sensación de libertad y tranquilidad que no había esperado. De cualquier forma no tenía tiempo para ello. Estaba allí por algo oficial. Se puso los anteojos oscuros que le habían dado por el mismo fin que el auto y se dirigió a la entrada de la casa.
O al menos eso intentó, hasta que un hacha le cerró el camino.
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-¿Estás loca?
El hacha había venido volando hasta caer a unos metros por delante de él. Detrás venía una chica que recordaba bien, había estado con Katniss en el hospital allá en Distrito 13 y años antes había ganado los Juegos del Hambre: Johanna Mason. Al escuchar su expresión alarmada la chica le dedicó una mirada de desdén.
-Creo que el término según tus amigos del 13 era “mentalmente desequilibrada”.
Llegó hasta el hacha y se paró detrás de ella, encarándolo.
-No necesitaría un título para determinar eso -masculló él, sintiendo todavía las pulsaciones aceleradas a causa del susto. Avanzó hacia ella, pero no le dio espacio para pasar-. Vengo de parte del gobierno.
La chica se encogió de hombros.
-Me da igual. Le prometí a Annie que no entraría a la casa nadie que ella no aprobara antes.
Gale resopló y se quitó los malditos anteojos oscuros. Debió dejarlos en el auto, eran ridículos y quería poder ver directamente a la insolente Johanna.
-Sabes que Annie Cresta no está en condiciones de…
Se vio interrumpido por los gritos de un niño que se acercaba riendo, corriendo a paso tambaleante hasta que se cayó. Detrás de él venía la mujer en cuestión. Llevaba un ligero vestido blanco que se agitaba con la brisa marina. Se veía fresca y feliz. Se dejó caer junto al niño, lo levantó y le llenó de besitos la cara. No fue hasta después de eso que se giró para ver hacia la entrada.
-Annie, tenemos una visita -le anunció Johanna sin apartar la mirada de él-. No sé si lo recuerdas.
La mujer se levantó con el niño en brazos, quien no paraba de balbucear cosas sin sentido. Se acercó mirándolo fijamente a la cara hasta invadir su espacio personal, haciéndolo sentir incómodo. Luego, tras unos momentos, sonrió.
-Lo recuerdo. Es Gale. Finnick confiaba en él, era amigo de Katniss-. Luego frunció el ceño ligeramente-. Pero trabaja para el gobierno ahora, ¿no?
Sabía que el trato con ella sería difícil. Recordaba que en realidad no estaba tan trastornada como su historia podía dar a entender, pero no era fácil seguir su línea de pensamiento, Finnick era el único que la había entendido siempre.
-Sí -contestó él optando por ser sincero y simple, retomando el trato de igualdad que tuvieron en el Distrito 13, cuando incluso compartían mesa para comer-. Me enviaron para protegerte.
La idea pareció divertirla. Le dio un beso en la mejilla a su niño y lo miró de nuevo a él.
-Bueno, Gale. ¡Protégenos!
Para su sorpresa se rió y sin esperar alguna respuesta ni ver su reacción puso al niño en el suelo y volvió a correr detrás de él.
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Después del extraño recibimiento del que había sido objeto le había dado vuelta a la casa observándola. No era particularmente segura, no tenía rejas y una buena parte de la estructura eran ventanas.
Se le ocurrían varias formas de atacar esa vivienda, pero se trataba no sólo de ver las amenazas, sino establecer cómo evitarlas. Ni Johanna ni Annie se metieron con él mientras recorría el perímetro. Sin embargo, cuando fue a su encuentro en la parte delantera del jardín la mujer de Distrito 4 no quiso oír nada sobre esperar a que regresara al otro día pues aún debía ir a instalarse a la habitación que le prestarían en la nueva gobernación del Distrito.
-No pensarás quedarte en otro lado, ¿no? Nuestra casa es la casa de nuestros amigos.
Annie había hablado con firmeza y lo había hecho seguirla al segundo piso de la casa. Mientras subía las gradas pudo dar un breve vistazo a Johanna caminando despacio con mini-Finnick de la mano, quien balbuceaba entusiasmado y ella fingía escucharlo. Era una escena curiosa.
Tuvo que darse prisa para alcanzar a su anfitriona, quien ya se había detenido frente a la habitación del medio en el pasillo superior.
-Este será tu cuarto -declaró Annie abriendo una puerta.
Cuando Gale entró tuvo que contener una exclamación, pero la admiración debió aparecer en su rostro porque la mujer sonrió complacida.
-¿Te gusta?
Toda la pared estaba cubierta de conchas de distintos tamaños y colores. Aquel no era un trabajo reciente, tenía que haber tomado años hacerlo. La constancia de recoger las conchas y la paciencia de pegarlas una a una, ninguna sobrepuesta a las otras.
-Es bello, Annie.
Realmente lo era. Ya había pasado bastante tiempo desde la última vez que se había detenido a pensar si algo era simplemente bonito. Su respuesta complació a la mujer, cuyas mejillas se sonrosaron al tiempo que le dedicaba una sonrisa encantadora.
-Te ayudará -afirmó antes de dirigirse de nuevo a la puerta y marcharse sin decir nada más.
Gale trató de seguirla. Necesitaba que le hablaran directamente del ataque sufrido, pero Annie era rápida y sigilosa, antes de que pudiera alcanzarla se había deslizado al primer piso.
El chico suspiró. Se acomodaría en el extraño cuarto de conchas y luego hablaría con ella. Aunque bien pensado, tal vez Johanna fuera una mejor opción. De cualquier forma tenía que hacerlo, había dudas sobre por qué Annie Cresta había tenido que hacerse cargo si la Vencedora del 7 también estaba presente.
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Había optado por tomar una siesta después de acomodarse en el cuarto. Johanna lo había amenazado con un hacha imaginaria cuando trató de sacar el tema del ataque frente a Annie mientras preparaban la cena. Luego le había hecho señas para hablar en el pasillo y le había dicho que contestaría sus preguntas en la noche, cuando Annie y el niño estuvieran durmiendo.
Se acostó a dormir a la espera de ese momento. Pensó que si descansaba podría aprovechar parte de la noche para analizar la información obtenida. Lo había despertado la viuda para que bajara a cenar con ellas.
Era extraño estar sentado a la mesa en lo que parecía una sencilla comida familiar. No recordaba la última vez que lo había hecho.
Mentira, lo recordaba demasiado bien. Unas horas antes del bombardeo en Distrito 12 se había sentado con su madre, Rory, Vick y Posy. Su madre se las había ingeniado para que sus tres hermanos pudieran comer algo de cereal en agua hecho una espesa masa pegajosa. Ni ella ni él habían comido.
Luego de eso habían comido mejor, pero las mesas de Distrito 13 no contaban realmente como cenas familiares. Aunque eso le recordó que no era la primera vez que compartía mesa con Annie y Johanna, aunque en esa época la mujer de ojos verdes solía estar de la mano de su esposo y no alimentaba a ningún niño haciendo ruiditos de olas para acercarle una cuchara. Además, la Vencedora del Distrito 7 solía hacer comentarios inapropiados que hacían a la otra taparse los oídos y ausentarse de la realidad. En cambio ahora evitaba que él sacara temas desagradables.
Todo había cambiado tanto en un año… ¿o iban a ser dos ya? Probablemente, el niño de Finnick estaba enorme.
No se dio cuenta de que estaba ausente de la conversación hasta que Johanna le dio un puntapié por debajo de la mesa. Se sobresaltó y notó entonces que Annie estaba hablando entusiasmada.
-Iremos a pescar mañana -le decía a su pequeño, quien aplaudía emocionado-. Y traeremos peces grandes y deliciosos, podremos comernos uno cada uno. ¡Saldremos en el barco de papá!
-¿Perdona? -Cuando Gale habló la mujer lo miró con los ojos brillantes de emoción-. Annie, no creo que puedas salir a pescar pronto.
Sus palabras la sorprendieron genuinamente.
-¿Por qué no?
Aquello era incómodo, ¿cómo era posible que lo preguntara? Lanzó una mirada de auxilio a Johanna, quien rodó los ojos.
-Creo que Gale prefiere asegurarse de que todo vaya a estar bien si salen a altamar -dijo la mujer con despreocupación.
-Sí -añadió él-. Que no haya peligro.
Annie arqueó mucho las cejas.
-¿Pero es que alguna vez no hay peligro? -se rió como si él fuera muy inocente para creer eso, pero esta vez no le pareció que se burlaba de él.
En realidad, se le erizó la piel al darse cuenta que era la manera de la mujer de no aceptar el miedo de la amenaza bajo la que estaban.
-Mamá irá a la mar con Gale y te traeremos pescado un día -le prometió la mujer a su hijo. Al menos lo alivió escuchar “un día” en lugar de “mañana”.
Pudo escuchar cómo Johanna exhalaba con fuerza, seguramente pensando que pasaba el peligro en ese momento. Él por su parte, deseoso de ir recabando información, empezó a hacer preguntas sencillas sobre lo que solían hacer juntas para tratar de conocer la rutina en esa casa. Sin embargo, no había realmente una rutina establecida.
-Annie es un alma libre -contestó Johanna-. Solemos hacer lo que ella quiera hacer ese día. Al doctor le parece que a las dos nos sienta de maravilla.
Por el tono pudo inferir que a la mujer lo que el doctor dijera le parecía una solemne tontería, pero escuchándolas tuvo pronto una ligera idea de las cosas que solía querer Annie: jugaban en el jardín, daban paseos por la playa, pintaban conchas, cocinaban pescado de muchas maneras diferentes, recogían flores, hacían ropa para el niño…
Aunque sospechaba que en realidad Annie hacía las cosas y Johanna contemplaba, o mejor dicho, vigilaba. Después de todo, la mujer del Distrito 4 había pasado mucho tiempo sola en esa casa durante todos los Juegos del Hambre, mientras Finnick marchaba con los otros mentores del Distrito a Capitolio. ¿Habría sido la misma Annie Cresta quien cubriera la habitación que le había dado con conchas? ¿Habría sido ese su talento?
-¿Y tú qué haces? -preguntó Annie interrumpiendo sus pensamientos. La extrañeza debió manifestarse en su rostro porque aclaró la pregunta-. Normalmente, ¿qué haces?
En realidad la pregunta no tenía nada de extraño, era devolver la misma que él acababa de hacerles. Sin embargo, dudaba que le agradara su respuesta. “Diseño trampas para matar a nuestros enemigos si sucediera otra guerra. No, no son como las vainas que trataba de evadir tu esposo cuando lo mataron. Bueno, estas son hechas por nosotros y no por Snow”.
-Oh, el trabajo de Gale es muy aburrido -respondió Johanna por él, con una mueca de fastidio-. Planes y más planes para el gobierno. Se pasa los días de reunión en reunión.
-Sí, un fastidio -confirmó él arrugando el gesto-. No quiero aburrirlas con eso.
Annie los miró con suspicacia.
-Creo que en televisión he visto tu nombre junto a un título de “seguridad”.
-Así es -confirmó él ligeramente incómodo-. De reunión en reunión estamos trabajando para que la gente de Panem esté segura.
-Por eso está aquí -añadió Johanna-. Nos han mandado al más guapo del departamento para que se asegure de que estemos a salvo en el 4.
La miró justo para captar cómo le guiñaba el ojo con picardía. Se sorprendió a sí mismo reprimiendo a duras penas una sonrisa, no por el halago en sí, sino por la forma en que la mujer estaba llevando el asunto. Annie sí que sonrió ante el comentario y se inclinó hacia él.
-Gracias, Gale -Su voz resultaba dulce y cálida-. Supongo que elegiste el 4 para visitar a la madre de Katniss, pero te aseguro que somos un lugar más bonito que el 2. Puedes quedarte todo lo que quieras. No te aburrirás con nosotras.
Se levantó y puso una mano fina y delicada sobre su hombro antes de excusarse para llevar a Finn a dormir. Él se concentró en terminar su plato de arroz marinero para evitar la inquisidora mirada de Johanna.
No tenía la menor intención de visitar a la señora Everdeen.
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Después de que Annie lo sorprendiera dándole un beso de buenas noches en la mejilla supo que era el momento de hablar con Johanna. Cuando bajó encontró la puerta de la casa entreabierta y como sospechaba, la vencedora del Distrito 7 lo esperaba afuera, sentada en la grada.
-Debo admitir que las cosas han mejorado. Antes de la guerra los enviados de Capitolio eran bastante desagradables.
Probablemente en su rostro no se reflejó la molestia por la referencia porque ya traía un semblante serio ante la perspectiva del tema a tratar. Le disgustaban esas comparaciones. El nuevo gobierno no era como el Capitolio que habían derrocado. Cambiarle nombre a la ciudad podría ser una buena idea. Se sentó a su lado despacio, como si no la hubiera escuchado.
-¿Qué quieres preguntar? -Continuó ella sin esperar respuesta. Su tono era defensivo, pero solía serlo la mayor parte del tiempo.
-Quiero saber qué pasó esa noche.
Johanna desvió la mirada hacia la derecha y líneas de preocupación se marcaron en su rostro.
-Hay informes, ¿no? Tomaron fotos y me entrevistaron.
-No hay entrevista de Annie -apuntó él. Ese detalle en particular le molestaba.
-Habrá un reporte de su loquero, supongo -resopló con disgusto Johanna cruzándose de brazos-. Esa noche cuando los guardias llegaron la encontraron con Finn alzado cantando canciones de cuna sin escuchar a nadie. Al día siguiente actuó como si nada después de que limpié la cocina.
-Pero ella los mató. Ambos intrusos.
Johanna asintió.
-Entraron por la puerta trasera. La casa no tiene mayor seguridad, no debe haber sido difícil. Parecían saber moverse dentro de la casa. Uno la sorprendió en la cocina buscando el biberón para Finn. Ella le mordió la muñeca con la que trató de agarrarla, luego tomó un punzón de la mesa de la cocina y le atravesó la pierna. Al otro se lo clavó en el cuello cuando llegó guiado por los gritos. -Sonrió forzadamente, como si quisiera quitarle hierro al asunto-. ¿Alguna vez has tratado de limpiar tanta sangre? Se llevaron su ropa por dicha, yo al menos no pensaba lavársela.
Gale miró hacia el mar, pensativo. Nunca hubiera pensado que la dulce y frágil Annie pudiera matar a dos hombres de esa manera. La chica había quedado trastornada después de que decapitaran a su compañero en los Juegos. Pero claro, concentrarse en ello le hacía perder de vista a la mayoría que antes de eso, Annie Cresta era una tributo nada más y nada menos que del Distrito 4. De hecho, todos parecían olvidar que era una Vencedora de los Juegos del Hambre. Empezando por él mismo.
-Supongo que se vio a ella y su hijo en peligro -comentó él todavía mirando el rítmico movimiento de las olas-. El instinto de protección de las madres da fuerzas para hacer cualquier cosa.
Johanna arqueó las cejas.
-Claro, que a mí me mataran le daba exactamente igual.
Gale no pudo reprimir una ligera sonrisa, le había abierto la puerta al otro punto que necesitaba hablar.
-Bueno, no he leído nada que haga constar qué hiciste tú exactamente. Me pregunto por qué Annie tuvo que hacerse cargo.
Por la reacción de Johanna supo que sus palabras le habían golpeado como un latigazo. Brincó sobresaltada y poniéndose de pie lo encaró.
-¿Me estás acusando de algo?
Él se levantó a su vez, no iba a tener una discusión en desigualdad de posiciones.
-Dos intrusos con intención de asesinar a Annie y a su hijo entraron a la casa de noche y fue ella quien tuvo que acabar con ellos. Sólo quiero saber dónde estabas. Supiste evadir las preguntas de los guardias muy bien, estaban bastante perturbados por el estado de tu amiga.
Johanna jadeó ligeramente, como si estuviera tratando de controlar un acceso de ira.
-No soy la guardaespaldas de Annie. ¡Menos a la una de la mañana! No tengo por qué darte explicaciones.
La mujer se apresuró a subir las gradas pero él la detuvo, cerrándole el paso al sujetarla de los hombros sin violencia pero firme.
-Necesito entender bien lo que pasó para poder hacer algo. Si no me vas a dejar entrevistar a Annie me lo tienes que contar tú.
Johanna se debatió y por un momento temió que lo golpeara, pero luego le dedicó una mirada de profundo odio.
-No pude hacer nada. El otro hombre se encargó de mí primero, mientras su compañero revisaba la primera planta y encontraba a Annie.
Gale frunció el ceño.
-¿Qué te hizo? En el reporte no consta nada.
-Porque no dije nada, genio. -Luego golpeó uno de sus brazos y él la soltó-. Supongo que los listísimos guardias que tenemos ahora en el 4 supusieron que me encanta ducharme a la una de la mañana.
El odio no había desaparecido de su mirada cuando pasó a su lado para entrar a la casa, dando por terminada la entrevista. Él no intentó detenerla.
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Parecía ser que en casa de Annie Oddair había que comer a horas establecidas. Prefirió no descubrir qué sucedía si se negaba a bajar. Ya que la mujer lo había despertado no tenía mucho sentido quedarse en el cuarto, aunque no se muriera de ganas por encarar a Johanna después de su conversación la noche anterior. No había terminado de decidirse cuando la dueña de la casa asomó de nuevo y le dijo con voz dulce que ya estaba servido.
Al llegar a la cocina se encontró a ambas mujeres sentadas a la mesa. Annie alimentaba al pequeño con trocitos de fruta mientras Johanna atacaba su plato. La primera le dedicó una sonrisa y la segunda una mirada hostil. Se sentó en el lugar donde había otro plato servido y tomó un pedazo de pan del platón frente a él.
Annie estaba dedicada a hablarle a Finn, pero de tanto en tanto los miraba alternativamente a Johanna y a él, como si esperara que estuvieran hablando. En su lugar, ella le enviaba miradas asesinas y se concentraba en el plato cuando él se giraba hacia ella.
-¿Por qué no se hablan? -Preguntó Annie finalmente, frunciendo el ceño. Finn acababa de comerse el último trocito de fruta.
Su pregunta logró el primer intercambio de miradas verdadero de la mañana.
-Anoche hablamos suficiente -declaró Johanna.
Annie le dirigió una mirada severa.
-No me gustan las peleas…
-No he dicho que peleáramos -replicó la aludida, pero sus palabras fueron ignoradas.
Annie clavó sus ojos verdes en ella y luego en él con intensidad.
-No me gustan -repitió.
Sin esperar comentarios, alzó a Finn y salió de la habitación.
Johanna resopló.
-Genial, Annie, tú no afrontas las cosas pero el resto tienen que hacerlo.
Gale arqueó ambas cejas.
-Creía que ahora eras su defensora.
La chica le dedicó una mirada hostil antes de dar otra furiosa cucharada a su cereal.
-Annie Cresta siempre ha sido igual. Así ganó sus Juegos. Dejó que el resto se mataran y sobrevivió ella sin darse cuenta.
No entendía nada. Si ya le había parecido extraño el día anterior la postura protectora de la mujer de Distrito 7, esa repentina hostilidad lo confundió todavía más.
-Esta actitud me calza más con la que te vi hacia ella en Distrito 13.
Johanna resopló otra vez, pero su expresión se suavizó un poco.
-Bueno, te fuiste de Distrito 13 para posar para las cámaras mucho antes que nosotras.
El recuerdo del pelotón estrella lo dejó helado. Lo último en lo que quería pensar era en la misión suicida, en la mirada de Finnick cuando no pudo alcanzar la escalera a tiempo. Tuvo por un momento la irracional idea de que no debía pensar al respecto en esa casa, como si Annie pudiera leer su mente y ver el horror del que él había escapado dejando a su esposo detrás.
-Pues sé que cuando salieron de allí viniste directo a vivir con ella por voluntad propia -replicó evadiendo sus recuerdos. No podía lidiar con eso ahora-. Primero creí que te habían enviado a protegerla, pero según vi no hay nada al respecto en ningún registro.
Aquel trabajo iba a ser mucho más difícil de lo que había pensado. Si bien estaba allí para atrapar a los atacantes de las mujeres, ellas eran las primeras a quienes no entendía.
-Una suerte, ¿no? -señaló la chica con ironía-. Porque como protección no fui de mayor ayuda, lo dejaste muy claro anoche.
Había perdido el apetito desde la mención del pelotón 451, así que se sirvió un vaso de leche, ignorando lo demás.
-No sabía que habían usado agua -señaló a modo de disculpa-. El detalle no estaba en los informes, y es muy importante.
-¿Quieres detalles? -Preguntó la chica con resentimiento todavía-. No te los puedo dar. Me desperté con la cabeza dentro de un balde de agua. Una, y otra, y otra vez.
Gale recordaba la forma en la que habían encontrado a Johanna durante el rescate de los Vencedores en Capitolio. Estaba seguro de que ella no sabía que había sido uno de los soldados que la liberó porque estaba inconsciente. Aún recordaba la sensación de su ropa empapada y las chispas eléctricas en los aparatos de tortura de su celda.
De haber sabido lo del agua no la hubiera confrontado de esa forma. Pero era ella quien había decidido no decirlo.
-¿Has pensado lo que eso significa? -Señaló él pensativo, pero sin esperar respuesta-. Quien haya planeado este ataque sabe de tu fobia al agua.
-Oh, necesitaba un genio de Capitolio que me dijera eso.
De nuevo esa referencia. Él. No. Trabaja. Para. Capitolio. No ese Capitolio.
Sin embargo no se lo discutió, sino que le lanzó la pregunta que él mismo se estaba realizando desde la noche anterior.
-¿Cuántas personas saben de tu fobia?
Ella frunció el ceño mirándolo a los ojos.
-Todo el equipo médico, los evaluadores del ejército… Todo el mando de Distrito 13.
Gale asintió, sosteniéndole la mirada.
-No creo que alguien de los nuestros haya mandado a matarlas. ¿Ves con lo que nos deja eso?
Si Johanna hubiera sido una persona diferente probablemente habría tenido una reacción mucho más fuerte que la palidez que tiñó sus mejillas.
-Torturadores -respondió con la voz más grave de lo normal.
Asintió una vez más. Sí, iba a trabajar desde ese ángulo. La idea de que alguien de Distrito 13 estuviera involucrado no era una opción tan viable. Hizo a un lado la inquietud que acompañó a ese pensamiento mientras volvía a enfocarse en la mujer con la que compartía mesa en ese momento.
-Debe haber alguien que estuvo relacionado con las torturas. Sabemos que no los capturamos a todos. Es algo para trabajar. El ataque fue tan torpe que no da para mucho más, pero ese detalle…
-¿Torpe?
El golpe de la mano de Johanna contra la mesa lo tomó desprevenido. Adjetivo equivocado para usar frente a ella.
-Fue poco elaborado -se explicó, realizando un esfuerzo por mantenerse imperturbable ante la mirada de ira de ella-. Los intentos anteriores fueron más sutiles y trabajados, como la bomba activada por las conchas que recoge de la playa o el sobre que llegó con letra de Finnick.
Su falta de reacción pareció apaciguar a la mujer, quien continuó con cara de disgusto pero volvió a bajar el tono de voz.
-Por suerte a Annie no se le engaña fácilmente. Desconfía de todo lo que no sea conocido de antes, conoce lo suficiente de conchas para saber que algo iba mal y nadie podría engañarla con algo falso sobre Finnick.
Ya conocía el primero de esos datos. Había sido de los principales argumentos para convencerlo de que debía ser él quien fuera a la casa de las Vencedoras desde un inicio en lugar de esperar la evaluación del caso. Era probable que Annie le permitiera entrar a la casa y hablara con él puesto que podía asociarlo a su difunto esposo.
-Este ataque parece haber sido menos planeado -continuó él-. Tal vez pasaron al ataque directo viendo que sus esfuerzos sutiles no servían. Contaban con información para neutralizarte y no pensaron en Annie como una amenaza.
Parecía la teoría más lógica, pero no terminaba de calzarle. Johanna terminó su cereal, todavía actuando como si la cuchara le tuviera que pagar una ofensa, juzgando la manera de apretarla con fuerza. Tal vez imaginaba que era el cuello de alguno de sus torturadores.
Sin embargo, supo que le estaba prestando atención a sus teorías porque le replicó de inmediato con una mueca de desdén.
-La otra opción es que quisieran hacer un ataque fallido y no parece muy probable.
Gale miró hacia su derecha pensativo. Tampoco era tan descabellado si esperaban lograr algo con ese ataque, pero, ¿qué? Perder dos hombres y lograr que aumentara la seguridad en la casa. A menos que quisieran deshacerse de toda la seguridad que se implantara, pero tampoco sería suficiente para ser un número que valiera la pena destruir.
Hacer un ataque pequeño, atraer más personas a ayudar, matarlas a todas. Un escalofrío lo recorrió al constatar que la idea seguía en su mente. Nunca se iría.
Se puso de pie, no iba a ponerse a pensar en ello de nuevo.
-Debo ir al centro - señaló-. Devolveré el auto y coordinaré la seguridad de la casa. Aún no tengo un plan diseñado, pero algo será mejor que nada.
Johanna lo miró con expresión de estupefacción.
-¿Eres tan descerebrado como tu amiga del 12 o qué? ¿Crees que Annie soporte ver su casa rodeada de guardias? Sugiéreselo antes de siquiera intentarlo.
Gale maldijo por lo bajo. No tenía idea de cómo proteger a alguien incapaz de aceptar que corría peligro. Aunque según le había dicho el día anterior, pensaba que nunca dejaba de haber peligro. Podía inferir entonces que consideraba innecesario preocuparse por este.
Para su situación actual, era lo mismo.
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Convencer a Annie era una causa perdida. Recordaba el ataque, eso era claro, pero no estaba dispuesta a hablar media palabra al respecto. Cuando trató de argumentar la importancia de poner algunos guardias de seguridad alrededor de la casa, la mujer se tapó los oídos y empezó a tararear una cancioncilla extraña.
Después de media hora de escuchar la canción, Johanna entró a la habitación y anunció que irían a caminar a la playa.
-Los tres -afirmó. Antes de que él pudiera replicar añadió-. Es la única forma de que se calme. Si sigue con esa canción la mataré yo misma. Vamos, Annie.
El pequeño Finn parecía muy complacido de salir, aunque no dejaba de lanzar miradas tristes a su madre. Era demasiado pequeño para saber qué pasaba, pero podía sentir que su madre no estaba bien. Annie dejó de cantar al pisar el exterior de la casa, pero se mantuvo ausente mientras se acercaban a la playa. Él no podía dejar de pensar que eran blancos al descubierto, pero le consoló pensar que si ahora sus enemigos estaban usando el ataque directo tal vez preferirían atacar en la oscuridad y no a plena luz del día.
Caminaron en silencio un largo rato. Johanna llevaba al niño de la mano, quien parecía sentir una fascinación extraña por las olas. Aunque tal vez para la gente del 4 no era extraña. Él no acababa de acostumbrarse al mar. Una parte de él temía todo el daño que tanta cantidad de agua junta podía hacer.
No recordaba cuándo había sido la última vez que había dado un paseo. Salir a caminar para tranquilizarse. De hecho, no estaba seguro de haberlo hecho alguna vez. Lo más cercano serían aquellos recorridos por el bosque junto a Katniss, pero incluso entonces sabían que se estaban jugando la vida y la alimentación de sus familias.
Una sensación de inquietud lo embargó al pensar que tampoco en ese momento debería estar pensando en un paseo relajado, sino en convencer a Annie de dejarlo protegerla. Sin embargo, cuando hizo intentos de hablar, Johanna lo miró con alarma y le hizo señas de esperar.
Para su sorpresa, cuando iban llegando al otro extremo de la playa, su silenciosa acompañante habló.
-¿Vienes de Capitolio?
La pregunta lo sorprendió más que molestarlo. En alguna parte de sus recuerdos le llegó la voz de Finnick diciendo que Annie hacía preguntas cuando no entendía lo que pasaba o sentía que se estaba confundiendo.
-No. Vengo del Distrito 2.
La chica asintió, aunque la duda seguía marcada en sus facciones.
-Pero trabajas para el Capitolio.
Gale respiró profundo, al tiempo que notaba que Johanna se acercaba a ellos de nuevo al notar que hablaban. Se había quedado unos metros atrás viendo a Finn jugar con la arena, quien ahora protestaba por haber sido separado de su diversión.
-Hay un nuevo gobierno en Capitolio -le recordó él con la mayor suavidad posible-. Trabajo para ellos.
Annie asintió una vez más con expresión ausente, como si estuviera recordando. De repente se estremeció y notó que buscaba a Johanna con la mirada.
-¿Coin? ¿Del Distrito 13?
-No -respondió Johanna con brusquedad-. Katniss la mató, ¿recuerdas?
Un estremecimiento más fuerte la recorrió y pudo ver el miedo en sus ojos. Creía recordar la imagen de Annie entrando en pánico y Johanna arrastrándola lejos de la multitud durante el arresto de Katniss tras el asesinato de Coin. No le había dado importancia entonces. Fue después de eso que se enteró que ahora las mujeres vivían juntas. Agua y aceite a su parecer.
-Fue hace casi dos años -le recordó Johanna con un tono de voz molesto. Si bien ahora era más comprensiva con ella, la paciencia no parecía ser su fuerte todavía.
Annie volvió a mirarlo a él.
-Pero trabajaste para Coin.
Gale desvió la mirada, su mandíbula se tensó y pateó un poco de arena mientras avanzaban.
-Trabajé para los rebeldes, sí.
Le gustaría saber cómo funcionaba la mente de esa mujer. El día anterior lo había reconocido a la perfección, y ahora parecía dudar de todo.
-No tienes que preocuparte, Annie -le informó Johanna-. Gale va con la corriente, Coin no tiene ningún poder sobre él ya.
Ya. Antes lo tuvo, muchísimo. El recuerdo de Coin le daban ganas de empezar a destrozar cosas, pero era el único cuerdo del trío en esa playa. Sin embargo cuando el niño con ellos empezó balbucear, participando a su manera de la conversación, pensó que eran un cuarteto y sólo el pequeño estaba ileso.
Excepto porque había perdido a su padre antes de conocerlo.
-No me gustan los guardias -declaró Annie entonces-. No quiero sentirme en Capitolio estando en mi casa.
Pudo ver como se mordía el labio inferior y el miedo teñía sus ojazos verdes.
-A mí tampoco me hacen la menor gracia -declaró Johanna-, pero limpiar sangre del piso de la casa es un fastidio, no quiero pasar por eso de nuevo.
La otra mujer se estremeció visiblemente y el miedo se esparció por su rostro. Gale se preguntó si tener a Johanna viviendo con ella era alguna especie de terapia de choque contra la realidad en pequeñas dosis.
-¿Recuerdas cuando te sacamos de Capitolio? -Intentó él tocando con suavidad su brazo. Annie miró su mano dudosa y luego dirigió la mirada a sus ojos-. ¿Recuerdas? Cuando sacamos a Johanna y a Peeta contigo.
Ella asintió con fuerza y sus labios se curvearon débilmente hacia arriba.
-¡Estabas ahí! -Exclamó. Su rostro mantenía la expresión de miedo, aunque casi podía ver cómo los recuerdos se precipitaban en su mente. En ese momento estuvo seguro de que eso no lo había recordado al verlo el día anterior-. ¡Te hirieron!
Su mano buscó de inmediato su hombro herido, recordaba realmente bien. Probablemente por ser los hechos que la habían llevado de vuelta a Finnick no los había borrado de su memoria.
-Sí -contestó él ignorando la intensa mirada que Johanna le estaba dedicando en ese momento. Adiós a su ignorancia de que él había estado en su rescate-. Iba con otra gente. Rebeldes. ¿Los recuerdas? Eran buena gente. Puedo conseguir buenas personas…
Pudo notar el debate interno de la mujer, quien tomó a su hijo en brazos mientras pensaba. La duda en su voz era evidente la siguiente vez que habló.
-¿Cuántos?
Buena pregunta. A él le gustaría contar con un escuadrón de protección, pero dudaba que fuera a acceder a ello.
-Podemos probar con un par de personas -sugirió Johanna-. Si no te gustan siempre puedo espantarlas con mi hacha.
La manera en que esa mujer podía hacer sonar simple algo tan complejo era admirable. Viéndolo bien, parecía tenerle la medida tomada a su compañera. Sabía hasta dónde llevarla a un extremo y luego cómo suavizar las situaciones.
Annie sonrió con un poco más de firmeza.
-De acuerdo, pero no quiero verlos dentro de la casa.
Gale suspiró.
-Dalo por hecho. Ahora debo ir al centro a elegirlos, ¿de acuerdo?
La mujer negó.
-Después, ahora acabemos el paseo. ¡La playa está tan bonita!
¿Aquello era todo? ¿Tomada la decisión, se entregaba a la belleza de la playa y dejaba de pensar en el asunto? Pensó en rebatirla, pero finalmente desistió. Entre más compañía tuviera estando fuera de la casa, mejor. La vio quitarse las sandalias y empezar a caminar en el borde del agua, mojándose los pies y agachándose para que Finn tocara el final de las olas convertidas en espuma.
Sí, iría después del paseo. En realidad, Annie tenía razón. La playa era preciosa.
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Le había presentado ambos guardias a Annie. Había tenido la idea de pedirles vestir de civiles aunque llevaran la protección bajo la ropa normal, y podían pasar por dos turistas caminando por la playa. La chica los había visto largamente y les había prometido que si tenían hambre, podían llamar y les daría comida. Pero no quería que entraran a la casa “aunque parecieran gente normal”.
La visita al centro no había sido muy productiva. De Capitolio pedían resultados, Plutarch quería hacer un reportaje de los avances de la investigación o al menos grabar otra propo, pero logró convencerlo de esperar. Ya bastante habría alertado a los atacantes la propo anterior y no quería espantarlos una época: quería eliminar la amenaza definitivamente.
Si bien diseñar la protección era parte de su trabajo, le interesaba más montar algún tipo de trampa para atrapar a los atacantes. Había mandado a pedir información sobre los torturadores fugitivos de Capitolio, ya fueran confirmados o sospechosos. También había solicitado permiso para hablar con el médico de Annie y de paso con el de Johanna. Para su sorpresa le informaron que ya la Vencedora del 7 no era atendida por su médico del Distrito 13, sino que ambas compartían especialista.
Podría hablar con él en el centro médico de Distrito 4 o esperar a que fuera a visitarlas en una semana. Optó por lo segundo diciendo que no quería estar demasiado tiempo lejos de la casa.
Después de volver a la casa y presentar a los guardias vestidos de civiles a Annie y Johanna, había salido a caminar alrededor de la casa, pensando en qué podría hacer allí para atrapar a cualquier futuro atacante. Era difícil, pues debía tomar en cuenta que en el interior del hogar había dos personas impredecibles y un niño pequeño. Su seguridad debía estar garantizada. Una trampa selectiva. Una en la que sólo pudieran caer los enemigos.
Se sorprendió cuando al virar en la esquina posterior de la casa se encontró a Johanna afilando su hacha.
Resultaba intimidante.
-Lo hiciste bien -declaró la chica sin levantar la mirada.
Gale frunció el ceño.
-¿Qué cosa?
-Con Annie en la playa.
La vio pasar el dedo índice por el costado del filo, como si pudiera medirlo. No había esperado escuchar un elogio de parte de la mujer, no pudo evitar un inicio de sonrisa en su rostro.
-Me ayudaste mucho -admitió-. Confía muchísimo en ti.
Johanna ladeó la cabeza, como si considerara la idea.
-Los valiosos regalos que dejan meses secuestradas por Capitolio, más las horas en el Distrito 13 esperando noticias del pelotón estrella -el tono sarcástico de su voz no escondió la amargura de los recuerdos.
No quería hablar del rescate, y temía que ella sacara el tema. Una duda que había tenido en la conversación de temprano lo asaltó y decidió desviar la conversación hacia ese otro aspecto.
-¿Por qué parecía tan alterada sobre Coin? ¿La afectó su asesinato?
Johanna lanzó una risa seca.
-Coin tenía sus políticas personales con los Vencedores.
Aquello podía interpretarse de muchas formas. Que él supiera, la única política especial sobre el grupo particular era el trato del Sinsajo, pero era un hecho que hubo muchísimo de Coin durante la guerra de lo cual él no se enteró.
-¿La culpa de haber enviado a Finnick a Capitolio?
La mujer tomó el palo del hacha con ambas manos, como si estuviera probando su peso, y lo miró por encima de él.
-¿Entrenaste para ir a posarle a las cámaras? -No tuvo necesidad de responder-. Finnick tampoco. Ni yo lo había hecho si me hubieran enviado. No hay que estar cuerdo para saber por qué lo hizo y no fue por las propos.
Una cosa es estar seguro de un hecho, y otra, escucharlo en labios de alguien más, haciéndolo real.
Lo supo desde un inicio. Por eso estaba tan enfadado con la asignación del pelotón 451, aunque Katniss no había podido comprenderlo. No lo habían elegido por fotogénico, como ella pensaba. En su momento lo había tomado como una manera de que él se encargara en persona de controlar al Sinsajo. Él lo había tomado como una manera de proteger a Katniss y estar con ella durante la batalla.
Pero no era por eso que Coin lo había asignado ahí. A él, que podría haber estado en mando junto a Beetee diseñando estrategias y previendo los movimientos de Snow. Ese tendría que haber sido su trabajo, pero su relación con Katniss lo había enviado a aquella misión suicida. Coin tenía que saber que la chica intentaría matar a Snow por su cuenta.
No fue hasta después de lo de los paracaídas que lo entendió por completo: Coin no había querido aliados de Katniss cerca. Lo más cercano que se había dejado en casa era a Haymitch, pero tenía entendido que después de la noticia de la supuesta muerte de todo el escuadrón había autorizado que le dieran alcohol “para mitigar el dolor”. Pronto había estado inservible.
Las palabras de Johanna liberaron una rabia que había tenido guardada por mucho tiempo. Nunca se permitía pensar en aquello, no servía de nada. Apretó los puños con fuerza y pudo sentir sus dientes rechinar. Desvió la mirada mientras trataba de controlarse, pero antes vio la sonrisa de satisfacción en el rostro de Johanna.
-Sí, ya veo que lo entendiste también. Supongo que eso también estaría detrás de tu conveniente cambio de posiciones tras su muerte.
-¿Qué quieres decir con eso? -El tono de su voz fue un poco más golpeado que de costumbre, pero no trató de arreglarlo-. ¿A eso te referías cuando le dijiste a Annie que voy con la corriente y por eso ya no tenía ninguna influencia de Coin?
Johanna fingió sorpresa ante su pregunta.
-Bueno, no es un secreto que en lugar de apoyar al candidato sucesor de Coin de 13, le diste tu apoyo a Paylor. Fue de las principales bases de su campaña. ¡El primo del Sinsajo, el verdugo del Hueso, el liberador de Distrito 2! Te ganaste un buen puesto apuntando al grupo ganador. Haber dirigido la rebelión no hará nunca que Panem le perdone al 13 haberlos abandonado por 75 años después de los Años Oscuros.
Furia. Esa era la sensación que le subía por la espalda y le quemaba por dentro.
-No tienes idea de lo que hablas -masculló con disgusto-. No tienes la menor idea. Y dudo que Annie tenga una idea clara sobre todo esto.
Johanna se encogió de hombros y empezó a hacer ejercicios de movimientos con el hacha.
-Tal vez no tenga tanta sutileza para ver la política, pero sabe lo que Coin nos pidió a los Vencedores, y eso es suficiente para desconfíe de cualquier cosa que venga de ella. Si te acepta es porque ganaste puntos para que te quisiera antes. Pero ella es la única que vive eternamente agradecida por cosas del pasado, que lo sepas.
Lanzó el hacha contra un árbol cercano, clavándola profundamente. Gale se dio la vuelta y la dejó allí sola. No iba a entrar en esa discusión. Estaba demasiado enojado para medir sus palabras. Además, nadie le había pedido que le agradeciera nada. Hubiera preferido que ella nunca lo relacionara con su rescate.
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La cena esa noche fue bastante incómoda. Después del incidente de la mañana se esforzaba por mantenerse lo más cordial posible con Johanna, quien parecía hacer un esfuerzo en la misma dirección. Era extraña la capacidad que tenía Annie de inspirar en los demás el deseo de no contrariarla. En el Distrito 13 lo había atribuido a la pasión que ponía Finnick por mantenerla feliz, pero ahora era consciente de que ella lo lograba sola.
Sin embargo, no parecía totalmente convencida con su actuación. Los miraba alternativamente de tanto en tanto. Le preguntó por el viaje a la ciudad, pero no por lo que habían dicho de su seguridad o del caso. Le interesaban cosas como si habían sembrado de nuevo palmeras en la zona verde entre la carretera y la playa, o si habían abierto tiendas de golosinas en el centro otra vez. Sólo ella podía preocuparse por trivialidades así. Se preguntaba si Johanna y ella no solían salir, o si simplemente había olvidado los cambios que se habían dado en el centro de Distrito.
Bien visto, Johanna no parecía enojada. Estaba incómoda pero no tenía la misma expresión defensiva de la mañana. Era curioso pensar en que habían terminado discutiendo cuando todo había empezado por un elogio de su parte. Después de comer se ofreció a lavar los trastos. Annie se negó, pero su compañera le pidió que lo dejara.
-¿Por qué no va a hacerlo? Me parece muy bien, ahora comparte casa con nosotras hasta nuevo aviso.
Annie le lanzó una mirada de reproche pero él insistió.
-Por favor, déjame ayudar.
Mientras se dedicaba a enjabonar y pasar por agua limpia los utensilios repasó mentalmente la conversación con Johanna. ¿Qué le reprochaba? ¿Haber estado con el pelotón estrella mientras ellas esperaban noticias? ¿Haberse pasado al lado de Paylor? ¿Haber estado del lado de Coin? En realidad no creía que fuera ninguna de esas cosas. ¿Le reprochaba haber sido de su equipo de rescate?
No. El entendimiento le cayó de golpe al tiempo que se echaba un poco de agua por accidente al poner una cuchara bajo el chorro.
Le reprochaba habérselo dicho. Estar en deuda.
De repente se recordó a él mismo evitando cruzarse con Madge Undersee después de que Katniss le informara que ella había llevado la morflina que le habían dado para el dolor. La sensación de la deuda, de la debilidad descubierta.
Luego, en el momento más urgente, no había podido pagárselo.
Antes de que el recuerdo lo embargara se obligó a devolver sus pensamientos a la situación actual. El resto de la conversación con Johanna esa tarde… en realidad él tampoco había estado muy fino. Johanna había sido ella misma, era él quien se había alterado. La mención de Coin lo había descolocado. La forma en que los había usado a todos… En realidad no era con Johanna con quien estaba enojado. Ella no sabía lo que le había hecho Coin a él. Tampoco se lo diría.
Cuando terminó de lavar decidió retirarse a su habitación. Esperaba que a Johanna se le pasara la incomodidad pronto, o aquellos iban a ser días muy largos. Se despidió de ambas y en esta ocasión Annie no le dio solamente un beso de buenas noches. Lo sorprendió con un abrazo, espontáneo y cariñoso. Por un momento lamentó que hubiese sido tan rápido.
-Gracias por ser compartir casa con nosotras como un amigo y no como un enviado de Capitolio -le dijo con cariño.
Johanna detrás de ella puso los ojos en blanco, pero habría jurado que había visto un inicio de sonrisa en su cara.
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(continúa aquí)