Reto para Obsscure

May 11, 2008 18:25

Reto para petit_croissant
Título: La Bella Durmiente.
Reto: 15. Cadena de croissants. El reto consiste en escribir o adaptar un cuento de hadas (o un fragmento, el que te guste o recuerdes) a la modernidad. Y que cambies o inviertas algunos de esos famosos clichés (la princesa en desgracia, el príncipe azul).
Retada por: obsscure
Número de palabras: 594.
Notas de la autora: Creo que ha quedado raro. *Muy* raro, probablemente, pero en fin, creo que cumple con el reto. Más que la adaptación de un cuento, es como varios, pero vaya, mi gran base, aunque no lo parezca, es La Bella Durmiente y la manía que le tengo al hecho de los príncipes y las princesas.
edit: gané teh croissant *muere de amor* La suerte del principiante~, lol. ¡Muchas gracias! *reparte abrazos y caramelos*


Aurore creía en el amor, creía en las buenas intenciones, en el buen corazón de la gente, en los sueños, en los cuentos de hadas, en los príncipes azules, en las canciones de amor y en la teoría que aseguraba que el rosa hacia más femeninas a las chicas. Aurore, en pocas palabras, era una idealista del siglo XXI vestida de rosa.

Era, porque ya no es.

Llama a la puerta y nadie responde. Suspira. Pide que le deje pasar. “Phil, por favor…”. Pero la puerta no se abre. Decide tirar las formalidades por la borda y se abre paso sin miramientos, sabiendo desde un buen principio que la puerta estaba abierta.
Le mira tirado en el suelo, inconsciente o dormido. No puede estar muerto porque le resbala la baba por la comisura de los labios entreabiertos y ronca como nunca ha oído roncar a nadie. El aliento le apesta a alcohol, y debe apestarle mucho porque puede olerlo desde la altura que le proporciona su metro setenta.
Philip, la idea del amor hecha persona, el chico que da sin esperar nada a cambio, que llora con los documentales de animales, que sueña despierto, dormido y soñando, que lee cuentos de hadas a su hermana pequeña, canta canciones de amor en la ducha para todo el vecindario y se cree que el azul es para los chicos. Philip, en pocas palabras, se cree y se hace el príncipe perfecto, pero Philip no es más que un simple sapo, un sapo normal, corriente y moliente.

Recuerda la primera vez que le vio. No iba montado sobre un caballo blanco, pero sí sobre una moto de segunda mano roja. No llevaba casco, pero si una buena dosis de gomina para no despeinarse con el viento. Chupa de cuero negra, pantalones demasiado bajos, demasiado estrechos y demasiado relucientes, y calzoncillos que brillaban por su ausencia.
Recuerda como Phil, el caballero andante sin capa ni armadura ni calzoncillos, le acariciaba su lacio y corto pelo color ceniza; como le rozaba suavemente el cuero cabelludo con la punta de los dedos; como hundía su nariz en ellos; como se mezclaban sus cabellos oscuros y largos con los de ella cuando yacían uno al lado del otro.
Recuerda la vez que le besó, como, contra todos sus pronósticos, le gusto sentir esa lengua ajena y húmeda entre sus labios, en contacto con la suya propia, recorriendo todos los huecos recorribles de su boca. Y, más tarde, todos los de su cuerpo. Le besaba, y le volvía a besar. Una y mil veces.
También recuerda su primera borrachera, y la segunda, y la tercera. Y recuerda que no ha vuelto a acariciarle los cabellos, pero si como jugueteaba con los de mil otras chicas idealistas del siglo XXI vestidas de rosa. No recuerda sus besos sin sabor a alcohol, pero recuerda que ha habido muchos de estos, con esperanzas de cambio, desesperados, suplicantes, incluso rabiosos, por qué no.
Los príncipes azules ya no existen, se dice. Y lo que es peor, los sapos no se transforman después de ser besados una y mil veces.

Sigue observándolo desde las alturas, viéndole dormir como cual bella durmiente. Se ríe sola; Philip, el príncipe con falda. O mejor, Philip, el sapo con falda y sin calzoncillos.
Podría besarle una última vez, no para convertir en príncipe a ese sapo, sino para despertarle de esa mierda de vida que lleva, pero no va a hacerlo.
Si no puede ser princesa protegida con largo y sedoso vestido rosa, tampoco quiere ser príncipe protector de borrachas resacosas.



le petit croissant

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