Antes de que terminara el curso,
tuve un sueño en que se mezclaban de manera extraña Supernatural y MdI, y vi una imagen que me inspiró un drabble. Lo escribí, hace dos meses, y no publiqué porque seguía un poco en estado de shock y, bueno, porque me ATERRA escribir fic de SPN. Es como algo demasiado grande para mí, y siento que lo voy a arruinar. Pero esta mañana he vuelto a soñar con Sam, y cuando me he despertado he tenido que ponerme a buscar el borrador y, bueno... me duele mucho, este fic, y no sé dónde meterlo para que deje de dolerme. Así que voy a guardarlo en ese hostel de Cittàgazze en que escondía Will las cartas de su padre. A él le funcionó, ¿no? Cittàgazze siempre fue un buen escondite...
Fandom: SPN
Pairing: Gen
Rating: PG-13 (por la violencia, creo)
Palabras: 1.716
Disclaimer: El universo de Supernatural y sus personajes pertenecen a Eric Kripke y la CW, blablabla.
Notas: Spoilers hasta el 3x16 (sorry deraka, i just had to write it!), angst (mucho angst).
Pobre criatura desamparada. Ya no perteneces a este mundo.
Ashran, MdI II: Tríada, Laura Gallego García
Recuerda lo que te enseñé.
Las palabras te torturan y se te atragantan, pasando por tu cabeza con su voz, por tus labios agrietados con la tuya, ronca del desuso. Apenas te das cuenta de que las repites, mientras cazas, mientras duermes, mientras estudias. Apenas te das cuenta de nada, en realidad. La insensibilidad es tu mejor arma contra esa enorme montaña de nada -nada, vacío, nada- que se alza donde antes notabas el corazón.
Recuerda lo que papá te enseñó.
No debería ser tan difícil recordar. Después de todo, es lo único que te queda, ¿verdad, Sam? Es lo que él quería. ¿Qué te enseñó tu padre? ¿Qué te dejó John?
Te dejó las cicatrices de una vida como soldado. Un montón de armas y las lecciones de uso. Te dejó la alerta constante y la mirada analítica. El ansia de venganza, la tozudez, el luto eterno por un amor perdido. Te dejó un diario. Y te dejó a Dean.
Te dejó una vida, en cierto modo, porque sin Dean aquella noche, cuando una gota de la sangre de Jessica ensució tu rostro para siempre, a saber qué habría sido de ti.
(Jess te dejó las cenizas de un piso con todos vuestros recuerdos. La mitad de un diploma de abogado, la sensación de estar condenado a repetir la historia familiar, un anillo de compromiso que jamás llegó a salir de la caja.)
Tal vez habrías vuelto, tú solo. Al negocio familiar. Tú, que nunca comprendiste el ansia de John -pero si ya está muerta, qué más da-, cuando la perdiste sólo pudiste ver el mal, como él, sólo quisiste matar. Tal vez Dean te salvara de un suicidio kamikaze, como estás seguro de que salvó a John en su momento. Dean. Dean y su enorme corazón escondido, Dean tarareando Metallica y quedándose con la mejor cama en los moteles y vigilando cuando creía que nadie miraba.
Dean.
¿Qué te ha dejado?
Te ha dejado el coche.
Pero sabes que jamás será tuya, que no serás capaz de cuidarla como es debido -tal vez lo hagas a propósito, sólo para oír su voz en tu mente, Sam, imbécil, mira cómo tiene mi chica la carrocería, como vaya para allá te voy a dar una samanta de hostias que no vas a olvidar en la vida-. Sabes que cada vez que la mires recordarás todas las noches, todas las canciones, todas las risas, todo a la vez; un montón de imágenes superpuestas, demasiado mezcladas como para distinguirlas pero que duelen tanto -tantísimo, tanto- que no existen suficientes lágrimas para expresarlo.
Te ha dejado una misión.
Pero no te ves capaz de cumplirla, no cuando tu sonrisa se ha exiliado a un lugar mejor y nadie cree ya que seas de los buenos. Ni siquiera tú, que sabes que matarías a quien fuese si pudieran devolverte el miembro que has perdido. Ahora que ya no distingues el bien del mal, que cada mañana te miras al espejo para comprobar que sigues siendo humano. Tú, que no has vuelto a mandar un demonio al infierno por la insoportable idea de que se lo estarías mandando a él. No, ya no eres de los buenos, y te asusta lo que serías capaz de hacer.
(No, peor.
No te asusta.)
Te ha dejado solo.
Pobre criatura desamparada, ya no perteneces a este mundo. Tu mundo se acaba de ir, literalmente, al infierno. ¿Qué va a ser de ti, Sam?
Aunque no importa demasiado lo que te pase a ti, ¿no es cierto? No te importan muchas cosas aparte de esa idea obsesiva en que no puedes dejar de pensar, con que no puedes dejar de soñar, que no puedes dejar de notar, cociéndose a fuego lento dentro de ti. Todo se reduce a un objetivo. Traerlo de vuelta.
Te da exactamente igual que lo que os separe sea la muerte o el infierno o la santa madre que los parió. Dean es mucho más que un hermano, Dean es tu hermano, y no puede estar ahí dentro, así que vas a sacarlo. Para algo eres Sam Winchester, ¿no?
(No.
Sam Winchester no es nadie.
Winchester, sin él, es sólo un apellido.)
(Y tú no eres más que un huérfano, perdido y solo.)
No tienes ni idea de cómo es el infierno. Ruby ha tratado de explicarte que no es tanto un lugar como una cárcel mental, una sensación, todo el dolor que puedas imaginar más todo el inimaginable. Aunque no la escuchabas del todo. Te resulta difícil escuchar, te resulta difícil asimilar cualquier cosa que haya pasado después porque si lo haces tendrás que asimilar lo que pasó entonces y eso te mataría. Prefieres vivir en los pensamientos que no te rompen. No te quedan muchos. Lo que antes era él -todo- se ha convertido en vacío -nada-. Tienes que centrarte en la ficción, vivir la irrealidad, observar casi desde el exterior esta historia que tiene que terminar bien -que va a terminar bien-, porque si no termina bien tendrás que suicidarte de lo mal escrita que está. Tendrás que hacer una pira y meter el libro y meterte tú y quemarte vivo. ¿Acaso no van los suicidas al infierno?
Pero llega Bobby y te quita la gasolina de las manos y te grita durante lo que parece una eternidad, sacudiendo ante ti el diario calcinado de John. Ni que pudieras escucharlo. Ni que pudieras oír nada más allá del latido herido de tu sangre en las sienes y esa ausencia, esa enorme y vasta AUSENCIA de otro latido, como si tu corazón hubiera sido la mitad de algo más grande y ahora todo se escorara un poco a la izquierda. Bobby te abraza y de pronto, durante un breve segundo, todo vuelve a dibujarse y pierde el halo protector de irrealidad. Lo ves, y comprendes, y tu grito de horror hace que Bobby te agarre más fuerte y exprima tus lágrimas, las primeras en meses. Porque esto es lo único que has podido hacer, es lo único y es una solución estúpida e inútil y eres un niño pequeño que no sabe qué hacer.
Sólo es un segundo. Después te suelta, y vuelven la insensibilidad y la distancia. Vuelves a ver, desde fuera, cómo tragas saliva y recuperas la máscara, como mecanismo de supervivencia. Te ves buscar por todas partes una salida -una entrada-. Te ves volverte loco y salpicarte con más sangre de la necesaria, te ves torturar y matar y morir, morir cada noche que pides una habitación para dos por pura costumbre y tienes que drogarte para dormir un par de horas, deseando no despertar, deseando que todo acabe. Pero te levantas y sigues buscando, cualquier cosa, qué más da. Algo.
Si lo encuentras, todo esto dará igual. Si la encuentras... la forma de entrar en el infierno, con un cuchillo y una pistola. Entrar en su mente, en su alma. Si lo encuentras...
Si lo haces, lo verás acurrucado en una esquina. Golpeado, muerto, humillado, desgarrado, descuartizado, muerto, resucitado, violado, destripado, muerto, despellejado, vivo, una piel abandonada tras la muda, un muñeco roto y destrozado, un cúmulo de sombras sin brillo.
Dean ya no llorará. No le quedarán lágrimas, ni voz para gritar, aunque no dejará de murmurar una letanía incoherente. Tendrá los ojos desenfocados, inyectados en sangre, y te preguntarás cuántas veces se los han arrancado. Cuando lo abraces te reconocerá sólo como parte de su pesadilla, y se encogerá un poco, temblando, tratando de alejarse.
-Sammy... Sammy, no, otra vez no, tú no, Sammy, que venga papá, tú no, otra vez no, no, por favor, Sammy, Sam, Sam, Sammy...
Cerrarás los ojos, preguntándote cuántas veces lo habrás torturado, tú, cuántas veces lo habrás matado y forzado y cuántas veces le habrás dicho que le odias, tú, como si existiera algo peor, como si una blasfemia tan grande pudiera no ser la mayor mentira en alguna clase de universo paralelo.
Tal vez sea cierto. Ahora mismo, en la mente de Dean.
-Dean -será difícil pronunciar su nombre y no morir, pero lo harás, porque tienes que curarle y hacerle recordar quién es y lo que vale. Eso es más importante que tu vida, que todas las vidas-. Dean, eh, Dean, soy yo. Dean, he venido a sacarte de aquí.
-No... mientes. Siempre mientes, Sammy, siempre mientes, siempre, siempre, siempre, siempre mientes, Sam, siempre. Sam. No, Sam, no llores, no llores otra vez, Sam, estoy contigo, te tengo, Sam, no sufras, Sammy. No me odies, te he dejado solo, Sam, no me hagas daño y no me mientas, aléjate, ven aquí. Sam, ya has tenido mucho, aléjate y no llores, no. Sammy.
Pero no podrás dejar de hacerlo, no podrás alejarte de él. Te darás cuenta de todo lo que ha cambiado. Quizá no pueda volver a mirarte sin recordar la sangre y el dolor lacerante y las cosas que le dijiste y que le hiciste. Quizá sea demasiado tarde y Dean ya no sea Dean, no sea más que una sombra de la que tengas que cuidar siempre y te preguntarás, egoísta, si eres capaz de vivir con eso y si todo lo que has sufrido no sirve para nada y el universo no va a devolverte lo único que alguna vez has necesitado. A tu hermano mayor. Que lleva meses -años, siglos- en el infierno y puede que se haya perdido para siempre.
Pero le pasarás el brazo por los hombros, y no habrá nada que desees más que hacerte algodón para no hacerle más daño, para que pueda apoyarse en ti sin romperse más. Lo levantarás y, muy despacio, le ayudarás a salir, tratando de calmar sus murmullos inconexos, shh, Dean, todo está bien, todo va a estar bien, y a pesar de todo, a pesar de que estaréis rodeados de negro y caminaréis a oscuras hacia un futuro incierto, te aferrarás a tu propia voz sonando a la vez que la suya, como dos violines desafinados que una vez tocaron en armonía, te aferrarás a la convicción irracional de que todo estará bien porque el universo os lo debe.
Dean estará contigo. Heridos, muertos, condenados, destrozados, vivos, juntos. Seréis los Winchester. Y todo irá bien.