Las horas pasaban en la sastrería y Jenn seguía con el diario sobre las piernas. Era incapaz de apartar su mirada de las hojas blancas, llenas de garabatos, frases, palabras y recuerdos, escritos a tinta, imborrables pero estropeados debido al paso del tiempo. Tenía solo dos días más para vaciar la sastrería de su abuelo y no se veía capaz de
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