HEY AMIGUITOS.
Estos días estoy on faiar. Normalmente soy lo más perro del mundo en vacaciones, y digo que voy a escribir y no lo hago, pero ayer saqué dos fics en un día.
Dos fics.
En un día.
Uno de ellos en inglés.
Están en mi
Tumblr, por cierto.
Y estoy escribiendo ahora mismo BWOOO-HOOO. Mañana me doy una pausa con los fics y me pongo con A tres metros bajo tierra, que es un original más o menos cortito sobre una zombi (Marygold) que se enamora de un médico que está vivo (y se llama John), y su padre que no aprueba la relación (el padre no tiene nombre, btw). Quiero escribir cuentos cortitos con los típicos monstruos de peli de miedo... pero sólo tengo esta idea y algo sobre un vampiro que quiere ser járcor y auténtico y sólo tiene a una niña para que le dé consejos.
ME ESTOY YENDO DEL TEMA COMPLEEEETAMENTE.
Vengo a colgar un Italia del Norte/Polonia que
fresisui me pidió hace miles de años y acabé antes de ayer. No lo colgué aquí pero sí en FF.net, porque era tarde :___D
¡Al lío!
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Título: Monetina
Fandom/Pairing: Italia del Norte/Polonia [Axis Powers Hetalia]
Clasificación: K+
Advertencias: Blablablá nombres humanos, Feliciano para Italia y Feliks para Polonia (y bueno, Erzsi para Hungría), ya lo sabéis. Un par de detallitos culturales que explicaré en las notas de autora.
Palabras: 888
Notas de la autora: Sacar este fic me ha costado Dios y ayuda. He cambiado el enfoque ochenta veces, he puesto la lluvia, la he quitado, la he vuelto a poner, lo he colocado de día y de noche, en una casa, en una tienda de Murano y en una góndola, he puesto, quitado y vuelto a poner lo de la máscara... un dolor. Y en la versión final, estuve a punto de meter la pata y poner a Feliciano remando en la parte de delante de la góndola (cosa que no se hace. Porque la desequilibraría a MORIR).
Por lo demás... bastante bien. No es tan púrpura como los otros, pero creo que me pongo púrpura cuando describo gente y no cosas y/o acciones. Sobre las notas culturales, una colombina es una máscara (ahora unisex, pero antes sí que la llevaban sólo las chicas) tipo antifaz, y una bauta es otra máscara, de hombre, toda blanca y con la barbilla de pico. La canción del final es Buonanotte fiorellino, de Francesco de Gregori.
¡Lo de siempre, espero que os guste!
Monetina
En Venecia no llueve como en las otras ciudades. Especialmente cuando el agua empieza a caer toda de golpe, como una cuaresma adelantada, provocando un remolino de colores en las calles.
A Feliks le da el tiempo justo de abrir el paraguas y tapar la bolsa de los recuerdos con las piernas y, por favor, que ese ruidito crujiente y amortiguado no hayan sido los pendientes de Erzsi.
Se gira un poco.
-Feli, tira, que te vas a mojar.
Y sería una lástima, con ese traje de terciopelo. Feliks supone que los gondolieri tienen un código de vestuario, pero que hay ciertos privilegios que uno puede tomarse por ser quien es, y no sabe si le gusta más cómo ondean los bajos de la chaqueta de Feliciano o el movimiento brusco que hace la góndola cuando la detiene, con el remo contra los cimientos de una de las casas de la ciudad; a favor de su segunda opción tiene que contar el relámpago de adrenalina momentáneo y la sensación de vacío en la boca del estómago cuando casi, casi se caen al agua.
Aunque no sepa llevar la góndola demasiado bien, Feliciano le devuelve una sonrisa empapada. Las gotitas que ya han caído en su disfraz y que resbalan por la máscara que lleva al cuello le recuerdan a unas lentejuelas y a las chispitas brillantes de sus ojos color café.
No es la primera noche con lluvia en Venecia, pero es uno de esos detallitos repetitivos a los que no se va a acostumbrar nunca, como el frío de febrero o el hecho de que Feliks, sentado encima de sus piernas y haciendo equilibrios con el paraguas verde de nailon para cubrirlos a los dos, pesa más de lo que parece. Feliciano se desata la bauta que lleva y la deja en el hueco que ha quedado en el banco de la góndola, y se pega al cuerpo calentito de su amigo.
-¡Me estoy helando, Felì!
-¡Pero si no hace frío para nada, tío!
Le gusta cómo se ríe y cómo habla en italiano, silabando las palabras y luego soltándolas de golpe, y la forma que tiene de cogerse a los brazos que le pasa alrededor de la cintura.
Feliciano mira más allá del borde del paraguas y suspira.
-Lo que esto es un poco aburrido, si llueve- apoya la barbilla en el hombro de Feliks-. No puedo enseñarte nada. Para una vez que vienes...
Feliks sonríe y enseguida se le pega la expresión, aunque apenas pueda verla. Tampoco es como si fuese una persona capaz de permanecer relativamente triste por mucho tiempo.
-Nah, no te preocupes, digo- hace una pausa-, la ciudad ya la he visto. Luego vamos a cenar a un sitio chulo y ya está.
-¡Con las máscaras puestas!
Y entonces Feliks se gira un poco, y le quedan tan bonitas esas sonrisas tan exageradas suyas, que consiguen entrecerrarle los ojos y encenderle las mejillas, que no le importa demasiado cuando se agacha y utiliza ambas manos para coger la bolsa con los recuerdos, aunque implique mojarse los dos.
-¡Vale, sí! ¡Dame un momentito!
Feliks le tiende la máscara a Feliciano -que le ha dicho que se llama colombina porque al principio sólo se la ponían las mujeres bonitas, como no tapa toda la cara...-, porque con una mano sola es incapaz de atarse las cintas que la sostienen.
Cuando le suelta la cintura y se aleja un poquito, lo justo para ver bien el nudo, se queda con el regusto extraño de calor de después de los abrazos.
Esta vez no ha habido besos en la nuca de esos que da Feliciano tan despacio, que le hacen reír y suspirar a la vez porque son besos de amigo. Los echa un poquito de menos, ahora que tiene sus dedos ajustándole bien las cintas de la máscara y haciéndole cosquillas en el pelo.
-¡Ya!- dice, al terminar-. Gírate, quiero ver cómo te queda.
La colombina color burdeos que Feliks se compró nada más llegar se ajusta a sus pómulos eslavos y a su nariz larga como si la hubiesen montado directamente sobre ellos, y le hace los ojos aún más grandes y brillantes, por contraste. El único fallo que tiene esa máscara barata de quiosco es que le oscurece la expresión, aguándole la media sonrisa que parece haber tenido desde la primera vez que salió de la estación de Santa Lucía.
Le brilla el pelo rubio por las gotas de antes y la humedad de la ciudad, como en aquella canción.
Buonanotte, buonanotte, monetina.
Buonanotte tra il mare e la pioggia.
Entonces Feliciano no dice nada, sólo le hunde los dedos en el pelo un momentito antes de besarlo. Si hay algo estúpidamente romántico en el hecho de besarse en Venecia, en febrero y debajo de un paraguas, a Feliks se le escapa igual que la carcajada de cuando se separan, segundos después.
-Eso es que me queda tope de bien, ¿sí o qué?
Feliciano vuelve a pasarle la mano por el pelo, con una sonrisa tonta.
Entonces, sólo entonces, bajo esa lluvia nocturna y veneciana, Feliciano nota que el remo ha resbalado de la forcola y se ha alejado flotando, pero supone que vale la pena si una cosa tan pequeña consigue que ambos acaben llorando entre risas y los brazos del otro.
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¡Dubididú, gracias por leer!