[Luhan/Yixing] ¿Quién teme al Lobo Feroz?- Parte 1

Jan 20, 2014 18:05

Título: ¿Quién teme al lobo feroz?
Clasificación: AU, PG+18,
Géneros: Smut, yaoi, romántico
Parejas: LayHay, Lay x Luhan
Resumen: Escondido más allá del bosque existe un pueblo apartado del mundo, donde la leyenda del terrible Lobo Feroz atemoriza a sus habitantes. Luhan, un joven con grandes sueños, desobedece a sus mayores colándose en el bosque en donde encuentra a un extraño joven. Hay algo místico en su mirada, algo que lo obsesiona. Mientras su amor comienza a nacer, una guerra entre la naturaleza y el hombre estalla sin que puedan evitarla.
Nota: Basado en dos historias que adoro, Caperucita Roja y La bella y la bestia. Lo escribí para mi hermana, joker_coker por el AI de EXOPlanetSpain.

¿Quién teme al lobo feroz?

Era de noche, la primera nevada de aquel invierno comenzaba a caer cubriendo lentamente los picos de las montañas y el frío era más que perceptible fuera de las casas. Los niños del orfanato del pueblo que se escondía tras el bosque observaban embelesados la caída de los copos en el suelo, empañando con sus respiraciones agitadas los cristales. El cielo se alzaba iluminado por una luna llena parcialmente escondida tras altas copas de los pinos en aquella noche. Los jóvenes niños y niñas sonreían y reían emocionados. La caída de la nieve no era algo extraño en sus duros inviernos de alta montaña, pero como cada año en esa estación, los muchachos adoraban verlo.

Un sonido rompió su armonía, un aullido se alargó como un alarido rompiendo la armonía tan tierna de aquel momento. Los pequeños contuvieron su aliento temblando y se apartaron corriendo de las ventanas. Todos sabían que aquel aullido correspondía al ser al que los ancianos llamaban Lobo Feroz. Los niños, escondidos bajo las mantas de sus camas, temblaban escuchando el segundo aullido y el mayor de ellos, un muchacho llamado Tao, asomó uno de sus ojos rasgados y ojerosos a la inmensidad del cuarto y murmuró.

-Es el Lobo Feroz, las noches de luna llena, cuando caen las primeras nevadas, aparece en el bosque en busca de presas.

El resto de niños temblaron en sus camas y esperaron pacientes a que Tao continuase con su explicación.

-Dicen de él-prosiguió el niño-, que tiene enormes colmillos de los que todavía cuelgan trozos de sus antiguas víctimas; sus ojos son rojos y cuando te mira con ellos sientes que roban tu alma, su pelaje es más duro que cualquier armadura, las garras en sus patas más afiladas que cualquier cuchillo y su estatura más elevada que los carros de los cuales tiran nuestras mulas. Le llaman Lobo Feroz, porque es tan cruel como despiadado, y si te atrapa, acabará contigo.

Un nuevo aullido sonó en el ambiente mientras que el viento agitaba las contras de madera en la ventana de aquel cuarto. Los niños chillaron y se escondieron bajo las ropas de sus capas, incluso el pequeño que había contado la historia. El sonido de las bisagras al abrir la puerta del cuarto puso en alerta a los pequeños, que asomaron sus cabecitas con mucho cuidado por entre la ropa de cama que les cubría y contemplaron como su maestro entraba en la habitación.

No era una gran persona, era un hombre de edad media y estatura normal, todavía bastante joven como para ser el encargado de tantos pequeños revoltosos. Tenía los ojos redondos y brillantes, de sonrisa amable y cabello color paja, con algunas canas. Manos de dedos largos y delgados, espalda ancha y piel blanca como la nieve. Todos los niños adoraban a su maestro, el cual consideraban como un padre y confidente, así que en cuanto se aseguraron de que era él quien entraba, se lanzaron corriendo a sus brazos a esconderse.

El maestro sonrío con la dulzura tan propia que le caracterizaba y revolvió sus cabellos con delicadeza, sus jóvenes pupilos le devolvieron la misma sonrisa tierna y se separaron de su abrazo para dejarle paso hasta la ventana. El hombre caminó hasta allí, abrió la venta y enganchó los trozos de madera que hacían ruido al golpear contra el cristal. Tras él los pequeños habían regresado a sus camas y se acurrucaban entre sus calientes sábanas.

-¡Gege!-exclamó Tao subiéndose a su cama en último lugar-. ¿Has escuchado al Lobo Feroz?-le preguntó el pequeño.

Su maestro le devolvió una sonrisa sentándose en el sofá que descansaba justo al lado de la cama.

-He escuchado el aullido de un lobo-le respondió sin levantar la voz.

-¡Sí!-insistió el jovencito-. El aullido del Lobo Feroz. El monstruo sin alma que se alimenta de inocentes.

El tutor se llevó la mano a la boca para esconder su sonrisa traviesa y pícara antes aquella afirmación del niño.

-No existe tal cosa, Tao-le respondió con el mismo tono-. Los lobos no son seres tan crueles como creemos, es más no se diferencian tanto de nosotros.

-¿A qué te refieres, hyung?-preguntó otro de los niños, uno de cara redonda y ojos grandes.

El muchacho más anciano de aquel lugar dirigió una mirada pausada a todos los niños y luego tomó aire.

-Los lobos son animales sociables, viven en manada y sólo cazan por necesidad. Es decir, tan sólo para alimentarse. Normalmente no suelen atacar a personas, además cuando un lobo encuentra pareja, lo hace para toda la vida.

Los niños exclamaron sorprendidos ante aquella información.

-Eso es mentira-insistió otro niño, uno de orejas grandes y mirada traviesa que se acostaba en la cama más cercana a la puerta-. El Lobo Feroz, es un monstruo sanguinario, todo el mundo lo sabe.

El sabio profesor dirigió su mirada al chiquillo y luego se acomodó en el sofá, parecía que se disponía a contar una de sus famosas historias. Los niños cogieron sus mantas y se las pasaron por la espalda convirtiendo los pies de sus camas en sus cabezales, para poder ver mejor a su maestro.

El tutor aclaró su garganta y comenzó a hablar.

-Fue hace mucho tiempo, cuando ninguno de vosotros había nacido, cuando yo todavía era casi un niño y creía en las mismas leyendas que vosotros. Fue entonces cuando pude ver con mis propios ojos a aquel a quien vosotros llamáis Lobo feroz.

***

Luhan era un chico inquieto y con la sonrisa atascada en su rostro que parecía haberse quedado en la niñez. Tenía los ojos redondos y grandes, brillantes y llenos de impaciencia. Llevaba el pelo algo largo de color castaño paja, claro y brillante. Siempre estaba enredado y despeinado pero aun así no le daba un aspecto desaliñado, sino más travieso de lo que ya era de por sí. Siempre se estaba metiendo en líos sin dar pausa entre unos y otros. Su abuela, el único miembro de su familia que le quedaba, no ganaba para disgustos. Ella siempre le repetía que tuviese cuidado, que allá fuera, en el bosque había demasiados peligros. Pero Luhan nunca la escuchaba, o mejor dicho, siempre lo hacía y por eso mismo, por correr peligros acababa saltándose siempre las órdenes de la anciana.

Los padres de Luhan habían muerto asesinados por la bestia que se escondía en el bosque. Un ser rodeado de leyendas. Los niños habían crecido con aquellas historias, escuchando hablar del enorme monstruo de dentadura únicamente de colmillos, ojos fieros y brillantes capaces de atravesar la oscuridad en busca de su presa, con zarpas como cuchillos y el alma sedienta de sangre. Todos los muchachos temían al Lobo Feroz, e incluso los expertos cazadores tan sólo se adentraban en el bosque los días de batida. Pero Luhan no era como ellos, él estaba cansado de vivir siempre igual y su corazón, ansioso de aventura, desoía los consejos y las advertencias y le impulsaba a adentrarse en el bosque.

Se sabía la historia de la muerte de sus padres, de mil y una manera diferentes. La primera vez que la había escuchado se trataba de una trágica novela en la cual sus padres escapando de un amor que nadie veía bien habían intentado cruzar el bosque en donde la bestia les había devorado. En otro, su padre, que tenía fama de cabeza loca, había arrastrado a su madre por el camino del bosque con el mismo resultado. También, en alguna otra ocasión había escuchado que su madre se veía con aquel ser de manera amistosa y que aquello había atraído aquel fatal resultado.

Luhan no prestaba atención a esas historias, y muy en el fondo de él, ni siquiera creía en ese ser. En algunas ocasiones, el muchacho de cara dulce, se descubría a sí mismo pensando en todas las mentiras que le habían dicho y preguntándose si la muerte de sus padres había sido realmente un accidente provocado por un animal.

Aquel día Luhan se había levantado con ganas de ir al bosque. Lo llevaba planeando durante semanas. La época de nieves se acercaba, habían caído algunos copos durante aquellos últimos días pero aún no habían recibido la gran nevada del invierno. El joven había estado investigando unas huellas dentro del bosque y no quería perder el rastro con la caída de la nieve. Así que se había levantado temprano y se había preparado, antes de que su abuela se diese cuenta, todo lo necesario para poder moverse por el bosque.

El muchacho sabía que aquel día el grupo de cazadores había organizado una partida. Él no había sido el único en ver aquellas huellas y, si no se daba prisa, lo más probable fuera que aquel pobre animal tuviese que pagar la ignorancia de sus vecinos con su muerte.

Luhan leía demasiado, era algo que todo el mundo comentaba, y en aquella clase de pueblos, perdidos en medio de la nada, escondidos por inmensos bosques; leer demasiado era equivalente a ser una especie de loco. Su abuela siempre le decía que aquel no era su lugar, pero que una persona como él, estaba mucho más seguro ahí, lejos de las personas de la ciudad las cuales le harían daño. Pero el jovencillo de cabello de paja soñaba con poder atravesar el bosque algún día y convertirse en alguien importante al otro lado de ese mundo que todavía creía en cuentos de hadas y monstruos.

Luhan se escondió tras unos arbustos, observando a los cazadores. Jongin estaba en cabeza. Era un chico alto y fuerte, de brazos musculosos y piel morena y curtida. Tenía el pelo largo sujetado en una coleta en la nuca, la mirada aburrida y los labios grandes y cuarteados. Él y Luhan no se llevaban bien, cada vez que Jongin se cruzaba por delante de él algo dentro de Luhan se erizaba y se crispaba, como si el muchacho moreno desprendiese algo que realmente le irritase. El joven soñador pensaba que se trataba de su oficio, pues Jongin era el capitán de partida de los cazadores, y por ende en su negocio se encargaba de matar animales, algo que el corazón tierno de Luhan no soportaba.

Jongin observaba el lugar como un águila localizaría a su presa desde el cielo, de manera astuta y analística. Jongin era un ser cruel y despiadado, pero también era fulminante e increíble en su trabajo. Las muchachas del pueblo se lo rifaban y suspiraban por sus huesos. Guapo, sagaz, atractivo, de buena familia y buen puesto. Sin duda era el marido ideal para cualquiera de ellas. Pero no sólo las chicas lo querían tener a su lado, también los hombres peleaban por ganar su atención. Ser amigo de Jongin significa ser alguien. Pero Luhan pasaba de todo aquello, él era feliz escondido entre sus libros, perdido en sus sueños de viajar lejos y descubriendo rarezas escondiéndose en el bosque.

Luhan sabía que Jongin podría descubrir sus huellas pronto, no las de él mismo, sino las que él había estado estudiando todos aquellos días atrás. Se escondió mejor entre los matorrales y aprovechando la espesura el lugar corrió con agilidad entre las ramas y hierbajos otorgándose una ventaja considerable ante sus competidores cazadores. Estaba más que seguro de que Jongin no tardaría mucho en dar con el rastro así que tenía que darse mucha más prisa de la que había pensando en un principio y alcanzar el nido antes que el cazador.

La nieve comenzaba a caer cada vez con más fuerza y estaba seguro de que aquella noche sería la noche de la que hablaban las leyendas. Luhan recordó en su mente las canciones infantiles que contaban la leyenda del lobo feroz.

Se esconde en las montañas

En las noches más nevadas

Con la luna llena brillando

Se estremece su llanto.

Se camufla entre las mantas

Te intenta engañar

Si no te das cuenta

Tardarás en gritar.

¿Qué ojos tan grandes?

No puedes mirar

¿Qué dientes tan afilados?

Te desgarrará.

La primera nevada

Comienza a caer

La luna está llena

Empieza a correr.

Luhan no creía en aquellos cuentos de viejas y canciones de guardería. Pero en aquel momento, con las nubes cubriendo el cielo y la nieve comenzando a caer tragó saliva auto-convenciéndose de que nada de aquello era real. Y lo hubiese seguido creyendo de no ser por las enormes huellas que se encontró justo delante de él.

Se agachó y examinó el suelo. Su rastro se perdía en aquella zona y por el suelo había gran cantidad de sangre. La acarició con el dedo y observó que todavía era fresca, aquel enorme animal había cazado poco antes, quizás unas tres horas antes de ir él, o podían ser unas cuatro, pero aquello era reciente. Un nudo se le atoró en el estómago, la emoción que poco antes había estado ahí, para descubrir al cachorrillo de ciervo que creía haber encontrado, se había marchado y en su lugar, el miedo y la emoción se peleaban a partes iguales dentro de él.

El crujido de una rama cerca de ahí le puso en alerta y comenzó a moverse siguiendo las enormes huellas que ahora cubrían el suelo. Luhan era increíblemente bueno siguiendo rastros, desde muy pequeño su abuela le había enseñado cómo hacerlo, así como a distinguir a los animales por su sonido y olor. Luhan amaba la naturaleza y su abuela lo sabía, pero extrañamente a lo que le había enseñado desde pequeño la anciana se oponía a esas escapadas salvajes que realizaba su nieto.

Luhan examinó con detenimiento el rastro mientras caminaba con rapidez. Se trataba de un animal, un cazador, salvaje y fuerte. Posiblemente un lobo, pero un lobo enorme, de un tamaño desmesuradamente grande para uno de su especie. Estaba seguro de que era un macho y uno solitario. Le extrañaba que un lobo se hubiese movido de su manada, pues había leído que eran animales sociales, afables y tranquilos. Sabía que cazaban únicamente para alimentarse y que jamás atacaban a los humanos, que solían preferir presas de menor tamaño que ellos y que solían hacerlo durante la noche.

Luhan sabía mucho sobre lobos porque aquellos animales le fascinaban. Era cierto que las leyendas hablaban de que sus padres habían sido asesinados por uno, y aquello fue lo que había abierto su apetito sobre el tema. Luhan quería comprender cómo era la clase de animal que había terminado con la vida de sus padres, y cuanto más leía sobre lobos menos se explicaba que hubiese sido uno de ellos el culpable de aquel asesinato. Pero aquel animal, el poseedor de esas huellas, no era un lobo normal, era un lobo inmenso y bastante violento.

El muchacho de cara dulce contempló como los lugares por los cuales aquel animal había pasado estaban completamente destrozados, y su curiosidad aumentaba con cada nuevo paso. Los lobos eran animales sigilosos y elegantes, pero aquel destrozaba el lugar por el cual pasaba. El muchacho se preguntó qué clase de animal era aquel y si debería de dar marcha atrás.

Las dudas se alejaron de su mente cuando delante de él, en un pequeño claro rodeado por árboles de copas parcialmente pequeñas, observó un cuerpo tendido en el suelo. Al principio no quiso acercarse y, escondiéndose tras un árbol, analizó al detalle lo que sus ojos curiosos estaban viendo. Era un chico, desnudo y tumbado sobre una manta totalmente desgarrada y machada de sangre, tenía la piel pálida, extremadamente blanca, el pelo castaño y largo, cayendo sin ninguna atadura por sus hombros. Estaba de espaldas con el trasero a la vista, observó que había heridas, todavía sangrantes en su cuerpo.

Luhan, con la curiosidad brillando en sus ojos, se acercó al cuerpo del muchacho con sigilo y mordiéndose el labio. Se colocó de rodillas a su lado y alargó la mano para tocarle. El joven que estaba tumbado sobre los harapos en la nieve levantó la cabeza clavando sus ojos redondos y brillantes en los del muchacho de cara dulce.

Luhan quedó totalmente hipnotizado por aquella amenazadora mirada. El joven no podía ser mucho más mayor que él, tenía la cara limpia y de aspecto pulcro, la nariz aguileña y las pestañas largas y oscuras, las cejas gruesas y cortas, los pómulos salientes y los laterales del rostro masculinos y redondos; los mofletes, quizás por efecto del frío de la nieve, algo colorados. Sus labios eran pequeños y rosados, con el labio inferior mucho más ancho que el superior, el cual tenía los picos elevados provocando una expresión muy dulce en su rostro, como si estuviese dispuesto para dar un beso.

El joven olía extremadamente bien, como si fuese una golosina o el plato más exquisitamente preparado del mejor restaurante y sus ojos, continuaban mirándole, brillantes y en alerta, como si una luz indescriptible saliese de ellos directamente hacia Luhan. No podía explicar aquello, pero en el interior de sí mismo sintió que no deseaba apartarse nunca más de aquel extraño desconocido.

El sonido de unas ramas rompiéndose a escasos metros de ellos puso a Luhan en alerta y le hizo girarse en la dirección de la que provenía. Estaba seguro de que los cazadores estarían pronto ahí, así que se volvió a girar, nuevamente en dirección al muchacho, para ayudarle a levantarse y llevárselo para casa. Pero para su sorpresa, cuando volvió a dirigir la vista a aquel lugar, ya no había nadie ahí.

Se levantó, todavía perplejo, pero con decisión de volver a casa, mucho antes de que los cazadores le localizasen y aumentasen, aún más, los rumores que le rodeaban. Se ajustó su mochila a la espalda y dio una zancada para adentrase de nuevo en la espesura del bosque aprovechando su oscuridad para camuflarse.

Luhan nunca había pensado que encontraría una persona en el bosque así que el haber visto a aquel extraño le emocionaba muchísimo. Estaba seguro de que había muchas otras personas al otro lado del bosque. Gente interesante con miles de historias de las que hablar, historias que de seguro no trataban de leyendas sobre seres imaginarios que pretenden alimentarse de ellos.

El joven estaba deseando poder verle de nuevo, y sobre todo tras haber conectado tan trascendentalmente con él. Pero cuando divisó la imagen de su abuela, mazo en la mano y el labio torcido supo que aquello no iba a ser posible. La anciana estaba molesta, había vuelto a desobedecerla y más con los cazadores por ahí, cualquier cosa que Luhan intentase decir como excusa estaba seguro de que no serviría para convencerla, y así había sido.

-Un día de estos me llevarás a la tumba- había dicho la señora.

-Pero abuelita-había reprochado el nieto-, no hay nada malo en el bosque, sólo hay animales, ciervos, zorros, pájaros, nada que deba preocuparte.

-Hay mucho más de lo que tú crees ver Luhan, cosas peligrosas. Cosas que podrían acabar contigo.

-¡Abuela!-masculló molesto el joven- No puedo creer que tú estés de acuerdo con esas estúpidas leyendas. No hay ningún monstruo ahí fuera. No existe el Lobo Feroz.

Su abuela resopló cansada, pero con un brillo de ira en sus ojos. Luhan la siguió hasta el interior de la casa.

-A veces los monstruos están en donde menos lo esperamos, Luhan- intentó explicarse la anciana, pero el chiquillo la observó sin entender.

Abrió la boca para contarle lo que había descubierto en aquel lugar, pero la mirada de advertencia de su cuidadora le sugirió que aquello debía mantenerse únicamente en su memoria. Así que cerró la boca y caminó con desgana hasta su cuarto. Escuchó como su abuela pasaba la llave al otro lado y supo que le había encerrado. A veces tanta sobreprotección le molestaba, le hacía sentirse inútil. Él ya no era un niño.

Caminó hasta la ventana dejando que su mochila se deslizase de su espalda hasta la cama. La nieve continuaba cayendo sin descanso sobre las tierras de su pueblo. Aquella noche era la primera gran nevada del invierno y también la primera luna llena. La noche del Lobo Feroz, y él, único superviviente de la terrible masacre que aquel ser había realizado años atrás, estaba dispuesto a colarse en el bosque en su busca. Estaba seguro de que no le encontraría, pero si lo hacía, había preparado algo con lo que zanjar esa deuda pendiente que habían firmado el día que aquel ser había acabado con la vida de sus padres.

Luhan acarició el cristal de la ventana y sonrió divertido. Aquella noche iba a ser una noche de caza, pero la noche en la que el cazador iba a ser el cazado.

***

Su abuela era más precavida de lo que los demás hubiesen pensado, pero Luhan la conocía bien y no le dejó salir de su cuarto ni para ir a comer. La anciana mujer abría la puerta y le pasaba una bandeja de comida, que luego recogía ella misma. Luhan odiaba que hiciese aquellas cosas pero la conocía bien, ella era lo único que había tenido desde siempre.

Luhan conocía a la perfección las manías de aquella mujer, las cuales no habían cambiado desde que él era un niño. Pero Luhan, ya no era un niño y poco a poco había aprendido a ideárselas para poder hacer lo que quería sin que ella se diese cuenta. Así que le dejó creer que se había rendido a su encierro y cuando la noche comenzaba a caer, se preparó para escapar a correr una nueva aventura.

La luna todavía no brillaba en lo alto del cielo, pero los primeros copos de nieve ya comenzaban a caer cubriendo con su manto blanco la escasa hierba de las praderas y del bosque colindante. El muchacho de cara de muñeco desplazó con delicadeza los libros de la segunda balda de su estantería y sacó una pequeña caja de madera, algo mal tallada; la abrió y sacó una llavecita que se colocó al cuello con una cadena de color cobre. Se agachó al llegar a la puerta y sacó la llave para abrir la cerradura interna. El sonido metálico de que ya estaba abierta resonó por la habitación y Luhan abrió muy despacio la puerta de madera para salir.

Se colocó sus botas para la nieve y su caperuza roja forrada de piel por dentro. La salud del muchacho siempre había sido muy delicada y no quería coger ningún resfriado y desvelar así su pequeño secreto. Se ajustó el calzado con fuerza y escurriéndose por una de las ventanas traseras que daban al establo corrió hacia el bosque hasta que su silueta se perdió en la oscuridad

Luhan jamás había estado tan tarde en el bosque y aquello le emocionaba y le alteraba de igual manera. Su corazón batía con rapidez, sabía que tenía miedo, aunque no creyese en todas aquellas historias sobre el Lobo Feroz, en su fuero más interno no podía evitar que aquellas tonterías correteasen de un lugar a otro como posibilidades. El viento soplaba furioso entre los árboles creando sonidos que le ponían el vello de punta, moviendo las hojas y las ramas, dibujan sombras espeluznantes bajo la luz de la luna, que enorme y brillante comenzaba a alzarse en el cielo.

Abrió los ojos contemplando aquello que se escapaba a la mente del hombre, la belleza que la naturaleza dejaba escondida para las noches. El viento, la luna, las figuras y los sonidos de los animales nocturnos podían dar miedo, pero cuando se cambiaba la perspectiva las cosas que se podían descubrir eran mucho más especiales que cualquier fantasma o trasgo. Luhan sonrió alargando su mano observando cómo los pequeños copos de nieve caían sobre su mano, como la brisa helada de principios de invierno acariciaba parte de su rostro, el cual no cubría su enorme caperuza. Elevó la vista al cielo y contempló como una lechuza ululaba atravesándolo en dirección a la luna.

Aquel escenario era hermoso, más de lo que él nunca hubiese imaginado y la luna, aquella noche se veía más hermosa que nunca. El joven de pelo de color de la paja sintió como el corazón se le aceleraba conmocionado por tanta belleza y como sus ojos, totalmente hipnotizados, adoraban la belleza de aquel satélite sin luz propia que le sonreía desde el cielo. Una nube traviesa jugó a esconder a la señora luna y el sonido de un aullido quebró el ambiente trayendo al muchacho de vuelta a la realidad.

Estaba en el bosque, en algún lugar bastante profundo y escondido del mismo, al que no sabía cómo había llegado. Sin luz por ningún lado, con múltiples árboles de ramas cortantes rodeándole y piedras y raíces dominando el suelo. El sonido del aullido se sintió mucho más cerca y el joven aventurero tragó saliva intentando convencerse mentalmente de que ninguna de aquellas leyendas era cierta. De nuevo un nuevo lamento clamó elevándose más allá de los árboles y el sonido de unas ramas que crujían bajo una zarpa muy cerca de él.

El Lobo Feroz existía, no era ningún cuento, y sus ojos amarillos y potentes le acechaban tras un matorral. Luhan se paralizó por el miedo. Su corazón desbocado, le gritaba «corre, corre», su mente, astuta y siempre alerta le decía «te lo advertí», pero sus piernas, torpes trozos de carne, no querían reaccionar. Y tuvo que sonar un nuevo crujido de rama tan cerca de él, que el animal podría estar a su lado, para que su cuerpo decidiese ponerse en marcha.

Luhan corrió sin mirar atrás, corrió con todas sus fuerzas, tropezándose con las ramas y cayendo al suelo golpeándose con las piedras. Pero se levantó y no dejó de caer. De vez en cuando giraba la cabeza, mirando a sus espaldas, intentando que la bestia no le atrapase. Pero aquel animal era muy astuto y no pudo verle con claridad, aunque sabía que no había dejado de seguirle, lo sentía. Escuchaba su respiración, sentía su aliento rozándole la nuca, el sonido de sus pisadas corriendo tras él, las ramas crujiendo a su paso y los aullidos al cielo avisando al resto de la manada. Al final Luhan acabaría siendo la presa de una pesadilla en la que jamás había creído.

Iba tan rápido que no se dio cuenta de que la raíz del árbol que tenía delante hacía un arco, exacto para encajar perfectamente el hueco de su pie, lo cual sucedió y le hizo perder el equilibrio. El joven de cabellos tostados salió despedido por los aires perdiendo una de sus botas y enganchando la caperuza en una rama. Finalmente se estrelló contra el suelo produciendo un sonido seco al cortársele la respiración con la caída. Se tomó un tiempo para restablecerse y cuando elevó la vista descubrió, para su asombro, que había caído en una de las trampas de los cazadores. Estaba en un agujero.

Luhan intentó subir trepando pero las manos se le resbalaban, ya que la tierra estaba recién movida y no creaba sujeción en el agarre. Tardó dos caídas en comprenderlo de todo, pero el miedo a que la bestia le devorase le apuraba a no dejar de pensar en cómo librarse de aquello. Había pensando en ayudarse con unas raíces gruesas que parecían fáciles de romper en el suelo, para poder trepar, cuando el sonido de unas hojas le puso nuevamente en alerta. Había alguien en la superficie. Se escondió entre la oscuridad que se producía en la esquina derecha del pequeño hueco y cogió las raíces blandiéndolas como si fueran cuchillos en dirección a la superficie. Si una bestia de cuento se lo iba a comer, no sería sin luchar.

Observó como su caperuza se desplazaba de la rama en la que estaba enredada con facilidad, al igual que haría si alguien estuviese tirando de ella y vio, sin perder el asombro como su bota caía hasta el fondo del agujero a su lado. Se la colocó y volvió a su posición de seguridad. El sonido de una respiración nasal profunda le hizo parpadear pensativo. ¿Se trataba de la bestia?

Luhan elevó la mirada de nuevo y una mano, de dedos delgados y largos, huesudos y pálidos se dejó ver ante sus ojos. El muchacho de pelo color paja la tomó con algo de miedo y el dueño de la mano le ayudó a subir. Cuando estuvo en la parte superior, de nuevo sobre la tierra nevada del bosque, sintió como su caperuza volvía a cubrirle. El desconocido que estaba ante él se la había lanzado sobre los hombros.

Las nubes se apartaron un poco de la luna y la luz cayó sobre el rostro del muchacho que acaba de salvarle. Luhan contuvo el aliento sorprendido, era el mismo que momentos antes había encontrado desnudo sobre unos harapos en medio del bosque, cuando los cazadores buscaban a la bestia. De nuevo Luhan quedó cautivado por su presencia, como si de aquel desconocido proviniese una fuerza extraña y mística que le atrajese como un polo a un imán. Vio su imagen reflejada en los ojos brillantes y redondos de aquel muchacho y de nuevo el mundo dejó de existir para Luhan.

-Mi nombre es Zhang Yixing- pudo escuchar que decía el muchacho ante él elevando la capucha de su caperuza para cubrirse el rostro justo antes de perder el conocimiento.

***

Se despertó en un lugar que no conocía. La cabeza le dolía como si le hubiesen estado golpeando con un palo durante horas. Se llevó una mano a la cabeza intentando centrarse, todo le daba vueltas. Consiguió mantener la mirada fija en un punto, le costó bastante trabajo, pero finalmente lo logró y los muebles dejaron de verse duplicados y en movimiento. Parpadeó un par de veces para graduar la intensidad de luz y cuando consiguió ver con total nitidez, se dio cuenta de que no estaba en su casa.

Fue en ese preciso instante, cuando saltando de la cama perdió el equilibrio cayendo al suelo, cuando también se percató de que no llevaba ropa alguna. Luhan elevó un grito hasta el techo totalmente escandalizado. Estaba en una casa desconocida, en algún lugar perdido, totalmente desnudo y sin saber por qué y cómo.

Escuchó como los pasos de alguien se acercaban hasta el dormitorio, lo más probable fuese que su grito le hubiese delatado, así que saltó de nueva a la cama y se tapó con las mantas hasta la cabeza. Sabía que aquello era estúpido, ni que las mantas estuviesen hechas de hormigón, acero o adamantium. Pero aun así, en aquel extraño lugar y ante un momento tan apurado, esa fue la única reacción que su cabeza pensó con cierta lógica, ya que la segunda había sido salir corriendo por la ventana, y eso, estando en pelotas, no hubiese sido una buena idea.

Sintió como una mano se posaba sobre la tela y tiraba de ella hasta descubrirle el rostro. Luhan cerró los ojos con fuerza, estaba esperando que le diesen un golpe, pero en vez de eso, simplemente notó como el aire frío que se colaba por la ventana le acaricia la cara.

-¿Has descansado bien?-escuchó que decía la voz de un joven.

Luhan abrió primero un ojo tanteando el lugar y descubrió al muchacho del bosque sentando a los pies de la cama en la que reposaba. Abrió el otro ojo y relajó su cuerpo. Aquel muchacho tenía algo especial, algo que le hacía sentirse extremadamente bien. El joven extraño sonrió con ternura y Luhan observó dos pequeñas hendiduras al lado de su cara, justo en los mofletes.

-Mi nombre es Zhang Yixing- le repitió el chico volviendo a tenderle la mano.

Luhan lo dudó durante un segundo, pero finalmente acercó su mano para estrechar la del otro. Una sensación de calor le inundó, aquel Zhang Yixing parecía buena persona, lo presentía, y su instinto en esos casos jamás fallaba; porque al igual que le decían que Jongin era un engreído al que debía de ignorar y no se equivocaba, aquel sexto sentido le decía que Yixing era un alma pura de la que se podía fiar.

-Me llamo Luhan- se presentó el joven de pelo de color de la paja.

-¡Qué nombre más extraño!-rió el joven del bosque; Luhan respondió haciendo un mohín.

El muchacho intruso en la casa desvió la vista por los entresijos de aquella habitación, observándola con detenimiento, cosa que no había hecho hasta ese momento. Descubrió que aquella habitación debía de ser la única que posiblemente poseía aquella casa. Pues en ella había, no sólo una cama, sino toda la ropa, instrumentos del hogar y utensilios diversos. Yixing le siguió con la mirada y Luhan se sintió algo cohibido por ello, así que regresó con la vista de nuevo a su anfitrión.

-¿Es esta tu casa?-le preguntó el joven de pelo claro- ¿Qué sucedió anoche?

-¿No lo recuerdas?-preguntó sorprendido Yixing rascándose la nuca.

Luhan negó con la cabeza y observó como el muchacho del bosque se daba un tiempo para responder.

-Te desmayaste. Escuché disparos y decidí traerte hasta mi casa, que sí, es esta misma.

-¿Vives en el bosque?-exclamó entre sorprendido y alegre el habitante del pueblo, Yixing se rió y asintió.

-Eso mismo, vivo en el bosque. Esta casa fue de mis padres, pero ellos murieron hace tiempo. Ahora vivo aquí sólo.

-Nunca te…-dudó Luhan bajando la mirada algo avergonzado por lo que iba a preguntar-nunca te has encontrado con… ¿la bestia?

-Hay muchas supersticiones rodeando este lugar, pero el único monstruo al que el hombre debe de temer no se encuentra en ningún bosque sino en él mismo- explicó el muchacho caminando hasta la ropa-. Las únicas bestias que he visto adentrándose en el bosque son aquellos a los que llamáis cazadores, rompen las plantas, destrozan el lugar en donde vivimos, matan animales, dejan a niños huérfanos, pero eso les da igual.

-¡El rastro!- exclamó Luhan levantándose de golpe de la cama olvidándose de que no llevaba ropa.

Yixing le lanzó una mirada de arriba abajo aguantándose la risa y le arrojó unas prendas de ropa de la pila que tenía sobre una silla cerca de una mesa con bastantes documentos.

-Deberías vestirte-le indicó arqueando una ceja-, o volverás a desmayarte.

Luhan agarró la ropa avergonzado y se sentó en la cama comenzando a vestirse. Yixing se sentó en otra silla enfrente de él sin quitarle los ojos de encima. Luhan pensó que quizás las presas se sentían así ante la mirada de su captor. Pero aquel sentimiento que estaba comenzando a recorrerle el cuerpo, se sentía tan peligroso y atrayente que deseó que la mirada de Yixing no se apartase nunca de él.

-Sé que hablas de los lobeznos. Yo también me he dado cuenta de que su madre parece herida, no se están alimentando bien. Estaba siguiendo ese rastro cuando me atacaron, esta mañana me he despertado en el bosque, pero bueno eso ya lo has visto.

Luhan apartó de nuevo la mirada, pero en ese instante se dio cuenta de que el joven tenía un brazo vendado a la altura del hombro.

-¿Qué te pasó?-le preguntó terminando de anudarse el calzado.

Yixing llevó su mano hasta la herida como acto reflejo.

-¿Esto?-contentó sonriendo, aunque por el gesto que intentaba ocultar aquella herida parecía dolerle bastante- No es nada, un pequeño accidente con un árbol.

Luhan torció el labio desconfiado, aquello no parecía hecho por una rama. Se levantó y caminó hasta él, alargó su mano para tocarla, pero Yixing con una asombrosa rapidez le paró en su avance amarrándole por la muñeca.

-Debería llevarte al pueblo, seguro que estarán preocupados.

Luhan asintió con la cabeza y se apartó observando como el chico extraño del bosque se levantaba de la silla.

-Ten-le dijo mientras le lanzaba su caperuza-, hace frío y esto es lo único que pude salvar de todo lo que llevabas.

Luhan agarró la prenda de ropa con las manos y meditó las palabras de Yixing. ¿A qué se refería con salvar? Se la colocó por encima de la ropa que le había dejado y le siguió hasta la puerta.

-No te separes de mí- le dijo Yixing fijando la mirada en sus ojos.

Luhan volvió a asentir, aquel muchacho le dejaba sin palabras. Apenas le conocía y ya no podía dejar de pensar en él. Luhan no creía en el destino, en las cosas como la magia o lo sobrenatural; pero no podía negar que había alguna especie de extraña conexión entre ellos dos. Algo dentro de él le susurraba, cada vez con la voz más alta, que se lanzase sobre Yixing y dejase de pensar permitiéndole a su cuerpo hacer todo aquello que desease. Negó con la cabeza, aunque no viniese a cuento, necesitaba apartar todas aquellas estúpidas ideas de ahí.

Yixing salió por la puerta sin prestarle atención y Luhan corrió para seguirle el paso. Caminaron alrededor de una hora por el bosque sin apenas dirigirse la palabra. Luhan se dio cuenta de que Yixing era bastante hábil moviéndose por terrenos como aquel. Presintió algo salvaje en él, quizás por haber vivido tanto tiempo en aquel bosque tan peligroso o por haberse criado entre animales. Pero ese pellizquito de salsa picante que parecía tener el muchacho misterioso le hacía sonreír con amplitud. Había descubierto una nueva aventura en la mirada profunda de aquel chico de piel pálida.

Cuando llegaron al pueblo la gente comenzó a fijarse en ellos. Normalmente no recibían visitas. Los habitantes del lugar eran muy cerrados y jamás atravesaban el bosque debido a las historias sobre los monstruos que allí habitaban. Las personas que poblaban aquella pequeña aldea se componían de los hijos de los hijos de aquellos que una vez habían fundado aquel asentamiento. Y así era como debía de ser, o por lo menos como ellos pensaban. Sin visitas, sin conexión alguna con el más allá, los habitantes de aquel lugar crecían creyendo en sus leyendas como verdades de un periódico y por aquel mismo motivo Luhan deseaba llegar más allá de eso. Rodeado siempre por personas ignorantes y supersticiosas, el joven de pelo color de la paja anhelaba ver y encontrar algo más que lo que siempre había habido, porque estaba seguro de que el mundo no se terminaba al cruzar un bosque.

Lo confirmó cuando encontró a Yixing, alguien a quien nunca nadie había visto. Alguien que parecía no temer lo que siempre les habían enseñado a evitar, como si se hubiese tratado del mismo infierno. Yixing era la señal de que había algo más, de que las supersticiones no eran más que cuentos de brujas para meter el miedo en el cuerpo, y al ver aquel brillo en sus ojos, Luhan sentía que sus alas no podían estar más abiertas a la curiosidad.

Pero sus vecinos no eran así. Así que en cuanto pusieron el primer pie en el pueblo todos giraron sus rostros directamente hacia Yixing y fruncieron sus ceños con desprecio y desconfianza. Él era un extraño, un extranjero, alguien que no debía estar ahí. Luhan deslizó con disimulo su mano hasta la del muchacho y la agarró con fuerza. No estaba seguro de que Yixing pudiese sentirse intimidado por aquellas personas que le observaban con tanto odio, pero aun así, Luhan quería que supiese que él no sentía nada parecido a eso por él.

Yixing le devolvió el apretón de mano y dejó que, esta vez, fuese el joven autóctono el que le guiase.

-Si alguien te pregunta algo, no digas que vives en el bosque- le susurró Luhan acercando sus labios a uno de los oídos de Yixing.

El joven misterioso simplemente respondió con un movimiento de su cabeza y se dejó guiar. Luhan sonrió, estaba deseando presentárselo a su abuela. Estaba seguro de que ella, entre todas las personas de ahí, sería la única que le entendería.

Cuando llegaron a la casa, su abuela ya le estaba esperando en la puerta. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada seria fija totalmente en él. Cuando llegaron a un nivel normal cerca de ella, la anciana le agarró por el cuello de la caperuza y lo lanzó al interior de la casa, junto con Yixing, el cual continuaba agarrado a su mano. El extraño abrió sorprendido los ojos una vez dentro de la casa y giró el rostro en dirección a Luhan. El joven comprendió que le estaba preguntando sobre lo que estaba pasando. Luhan suspiró tranquilizándole y se adelantó para hablar con su abuela.

-Abuela yo…-comenzó a explicarse Luhan, pero la anciana no le dejó terminar.

-¿Sabes lo preocupada que he estado?-le gritó la buena mujer avanzando hacia él con el puño arrugando la ropa cerca de su pecho- Esta mañana cuando he ido a tu cuarto y no te he visto. ¡Casi me da un infarto! Sabes todos los peligros que hay ahí fuera y aun así…

La señora tragó saliva y cerró los ojos compungida. Luhan posó una mano sobre su hombro.

-No quería hacerte daño abuelita. Pero, necesitaba salir…-quiso explicarse el nieto.

-Lo sé- suspiró la anciana- Lo sé mejor de lo que tú crees, pequeño.

La señora alargó la mano para acariciarle el rostro y fue entonces cuando se percató de la presencia de Yixing en su casa. Abrió los ojos sorprendida y apartó la mano del rostro de su nieto, dando un paso hacia atrás.

-¿Quién es? ¿De dónde ha salido?-preguntó con un deje de temor en su voz.

Segunda parte
Tercera parte

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