Título: Dry my tears with love
Clasificación: Original
Géneros: Angst
Parejas: No
Resumen: Capítulo piloto de la historia de uno de mis niños.
Nota: El personaje del que se trata es un personaje que tengo en un rol de música asiática que tengo desde hace años con mis amigas. Se llama Ryeo (Yong Woong) es uno de mis niños.
Aviso: Algunas escenas pueden ser de mal gusto o herir a mentes sensibles.
capítulo piloto
Aquella noche había estado trabajando hasta tarde y aun no se había acostado; le escuchó levantarse en el cuarto contiguo y miró hacia la pared en donde, al otro lado, sabía que aun descansaba su pequeño angelito tumbado sobre su cama de colchón desgastado y sábanas roídas, sabía que le encantaba hacerse el remolón, aunque era posible que el pequeño a penas hubiese dormido como casi todas las noches.
Cerró los ojos agotada y sin moverse de la cama en la cual estaba sentada dejando colgar sus piececitos amoratados por el frío llevó su mano a la cara tapándose parte del rostro.
¿Cómo era que había llegado a aquello? ¿Desde cuándo había comenzado con aquella vida tan autodestructiva?
Le escuchó levantarse de la cama y ella lo imitó más por reflejo ante el sonido que por ganas. Le escuchó caminar hacia la pared que separaba sus cuartos y ella también lo hizo; al llegar ahí puso su mano sobre la construcción de cemento y más, de pintura descascarillada y llena de humedad, cerró los ojos y las lágrimas salieron de ellos sin pedirle permiso.
Al otro lado el pequeño que tanto había deseado tener observaba la pared con la mirada entre perdida y triste, levantó la mano y la acarició con ternura pero su madre había comenzado a vomitar al otro lado de la estancia, bajó la cabeza y apretó con fuerza su puño para luego golpear aquella maldita división arquitectónica y aguantar las lágrimas.
Se vistió con lo primero que encontró por ahí que no parecía muy sucio, se aseó lo que pudo con el agua de una botella que aun conservaban limpia en la nevera que no funcionaba, se peinó como pudo, tomó un trago de la misma agua de esa botella y se dispuso a salir de la casa que ocupaban.
Se frenó frente al cuarto donde estaba su madre y miró de reojo por la puerta entreabierta; todavía estaba en el suelo, de rodillas, con un charco de vómito rodeándola, tenía la mirada perdida y ojerosa, los ojos rojos y congestionados, su piel era blanca y semejaba enferma, tenía los labios morados y un corte todavía sangrante se veía con claridad en ellos, tenía el cabello negro, brillante, hacía mucho que no se peinaba por lo que se veía revuelto y algo sucio, por su cuerpo se podían ver múltiples golpes y moratones, vestía solo con un camisón demasiado corto, el cual era posible que en algún remoto tiempo hubiese sido de un raso blanco impecable pero ahora se mostraba amarillento, desgastado y salpicado por una innumerable cantidad de manchas diversas, las dos finas asas caían por sus delgados hombros escuálidos dejando entre ver sus pechos turgentes y grandes que parecían hechos de porcelana; estaba descalza y sus cortitas piernas se doblaban tras ella en una manera un tanto dolorosa.
El niño la miraba, aquella horrenda visión de su madre... y aun así él la seguía considerando hermosa, quizás había aprendido a ver la belleza escondida en la escenas más grotescas; observó como aquella puta alcohólica permanecía tirada en el suelo bañada en su propio vómito y supo que tenía que dejarla así y marchar a clase, sabía que si hubiese sido él el que estuviese ahí ella se habría ido con uno de sus clientes, o a gastarse el poco dinero que había reunido e una nueva botella de licor o….
Dejó caer la mochila donde llevaba los libros, de nuevo no iría a clase, tomó una toalla y la humedeció; abrió la puerta del cuarto de su madre y entró; ella continuó como si nada, lanzó una furtiva mirada a la cama desecha, sabía lo que había pasado la noche anterior, y la anterior, y la anterior de la anterior, hacía ya bastantes días que había perdido la cuenta de con cuantos hombres se acostaba su madre, se acercó a ella y se inclinó para limpiarle la cara, ella continuó sin mirarle.
Echó el pelo que le cubría la cara hacía a tras y descubrió que tenía una brecha en la frente, pasó el otro lado del trapo para limpiarla pero la mujer continuó sin responder.
-Mamá-susurró casi en un suspiro- mamá estoy aquí, ¿mamá puedes verme?
Pero aquella mujer a la que llamaba madre no estaba ahí, no por lo menos su mente, porque había viajado lejos hacía mucho tiempo, a un lugar donde no era desdichada, donde aquel hombre que siempre había amado la tomaba entre sus brazos, un lugar donde brillaba el sol y las ropas no eran viejas, donde la casa en la que vivía era suya y no olía a podrido, humedad y alcohol.
-Mamá soy yo, insistió el pequeño instando levantarla- mamá soy Yong Woong, soy Woonie mamá.
La agarró con ambas manos por la cara instando centrar su mirada en él, había comenzado a llorar; odiaba cuando su madre se ponía así, lo odiaba tanto, tanto que le daban ganas de pegarle pero jamás lo había hecho.
-Tú- dijo la mujer al final con un hilo de voz- tú- continuó diciendo elevando algo más la voz- tú!-dijo casi chillando y centrado finalmente la mirada en el niño el cual se asustó y calló al suelo al levantarse ella- Es por tu maldita culpa- le espetó con furia- es por tu asquerosa y maldita culpa.
Yong Woong la miraba con los ojos desorbitados, tenía miedo, su madre no era mucho más alta que él y de complexión se semejaban bastante, pero cuando se enfada siempre solía hacerle daño aunque lo peor venía después.
-Mamá- le dijo con dulzura intentando hacerla razonar-¿mamá sabes quien soy?
-Si- le contestó la mujer con furia en los ojos- eres un monstruo, eres el monstruo por el cual me abandonaron, por tu culpa, por tu maldita culpa.
La mano voló rápidamente cruzando el aire pesado de la estancia golpeando su cara, dolía, hacía frió y eso hacía que doliese mucho más a pesar de la poca fuerza que tenía la joven mujer; tras aquel bofetón vinieron más, uno tras otro, con una mano, con la otra, con ambas, luego patadas y después le golpeó con todo lo que encontró útil en aquella habitación.
El pequeño no se defendió, tan solo decía mamá y lloraba, le pidió por favor que parase pero la mujer continuó golpeándolo hasta hacerle sangrar y aun así continuó golpeándolo hasta que no tuvo fuerzas para darle más.
Se había caído encima del vómito de su madre, olía mal, las heridas le escocían y los gritos en su cabeza y los de su madre le rodeaban, sentía que se iba a morir y que nadie haría nada por él; aquella mujer que le pegaba, aquella mujer que le odiaba, aquella mujer a la que quería, era su madre y ella le estaba matando, no podía parar de llorar, no podía dejar de suplicar, tenía miedo, tenía mucho miedo y sentía que pronto su pequeño corazón explotaría pero no podía dejarla, porque ella, más que él necesitaba su ayuda; y continuó ahí, en el suelo mirándola con ternura llamándola una y otra vez para traerla de vuelta.
La mujer se dejó caer derrotada por el esfuerzo contra el suelo sucio y miró al muchacho aun con los ojos totalmente perdidos en memorias del pasado.
-Amor- pronunció con tristeza- ¿ por qué has tardado tanto en volver?- acarició con ternura la cara del pequeño y este tembló- he tenido un sueño horrible en el que me abandonabas porque estaba embarazada, mírame amor, mírame soy toda tuya.
Y le recostó sobre aquella porquería, estaba temblando, y el miedo crecía cada vez más, sabía que era lo que iba a pasar, no era la primera vez, pero siempre, siempre que hacía eso él no se sentía mejor pero no podía hacer nada, ella no se detenía y después de todo él era el culpable de todo.