Que ambos chicos, luego de mucho tiempo en que la muerte los haya separado, estén nuevamente juntos y que ambos bandos teman pronunciar palabra sobre alguna de ellos, hasta el extremo de que ni siquiera se permitieran pensar con que se estarán entreteniendo en esos momentos, ni cual es su paradero, ni cuales son sus planes ahora; era algo normal para ellos.
Ningún cazador quería toparse con los que en vida fueron los hijos de John.
Que el mayor haya tenido una extensa estadía en el infierno, sufriendo y soportando por décadas… siglos; las más variadas torturas inimaginables a la mente humana, porque pese a que en la tierra sólo había pasado alrededor de un año, el tiempo se contaba diferente en el infierno.
Que luego de tanto sufrimiento, haya flaqueado y se haya encontrado sin fuerzas para seguir diciendo “no” a la oferta que recibía cada maldito día de su estadía, y diera su brazo a torcer… aceptando ser él el que comenzara a hundir el cuchillo en la carne del que pusieran delante.
Que su maestro, aquel que antes disfrutaba tanto torturándolo y despellejándolo de infinitas formas, tanto psíquica como “físicamente”, cuando se encontraba en el potro de tortura, se mostrase sorprendido de las habilidades creativas y decidiera tomarlo como su mejor pupilo.
Como su gran sucesor.
Esos eran algunos de los cambios que podían observarse en ese hombre que alguna vez tuvo la mirada verde esperanza y del que ahora ya no se veía ni un ápice de ese cazador tan testarudo y necio por devolver al infierno a todos esos seres que se habían escapado de allí. Ese que junto a su hermano protegían con sus vidas la de cualquier víctima de esos seres sobrenaturales.
Mucho tiempo pasó desde que llegara al infierno y otro tanto desde que diera el si. Ahora sus técnicas eran asombrosas hasta a los ojos de su mentor. En ocasiones lo superaba en creatividad... cuando se daba a la tarea de torturar implementaba técnicas inigualables. Tanto fue su empeño en llevar a cabo esa tarea, tanta dedicación, tanto perfeccionismo que pasó a formar parte de las filas de las altas esferas por ello.
Era tratado como si fuera un gran demonio, uno de los primeros.
Ese era su día a día hasta que ocurrió el gran suceso.
Un día se produjo una gran revuelta en el infierno. Una “liberación” por muchos esperada sucedió al fin; pero que a él no le importaba en absoluto ya que los recuerdos del humano que alguna vez fue, se habían esfumado uno a uno cada vez que hundía el cuchillo en su víctima. Nada quedaba de ese traje de carne que aún podía verse, sólo el cascarón.
Desde afuera se escuchaba el batifondo de los demonios que celebraban tal suceso.
¡¡¡Es libre!!! ¡¡¡Es libre!!! ¡¡¡Es libre!!! eran las únicas palabras que podía entender de toda la escaramuza que se filtraba hasta él.
Que el batifondo llegara hasta su “sitio de trabajo” y de inmediato todos se callaran le hizo dejar los elementos que estaba utilizando y saliera de esa habitación…
Una sensación extraña lo invadió… una mezcla de reconocimiento y extrañeza al mismo tiempo al ver a ese sujeto, mirándolo como si él fuera el objeto buscado por tanto tiempo.
Al principio no reconoció ese rostro aniñado que tenía enfrente, su presencia le producía añoranza por alguien a quien hace muchísimo tiempo atrás cuidó fervorosamente (un tiempo olvidado y que la mente le regalaría si pudiera soñar) pero que ahora no podía recordar con exactitud.
A los ojos de Alastair esto no era extraño, pues muchos siglos ejerciendo las peores torturas a las almas caídas en el infierno, más creativas que las sufridas no dejaban resquicio humano alguno.
Él se sentía orgulloso de que Lucifer en persona viniera a reclutar a su mejor pupilo como mano derecha. Sólo por eso lo dejaría ir…