Happiness is a warm gun. ( 11/? )

Sep 24, 2011 23:44

Happiness is a warm gun
Capítulo 11: Your mother should know
Pairing: Puckurt y Klaine por el lado.
Rating: R
Resumen: Kurt lleva 4 meses con Blaine y es incapaz de dejar que le toquen bajo la ropa. Necesita ayuda para liberar sus inhibiciones. Si estás enfermo le pides ayuda a un doctor, si estás caliente ¿a quién le pides ayuda? Pues a Puckzilla, obvio.
Notas: Fic en respuesta al  promp dado por  lala_landia Todavía lo estoy escribiendo, pero será largo, así que ni idea cuanto dure.

*.*.*.*

Lift up your hearts and sing me a song
That was a hit before your mother was born
Though she was born a long, long time ago
Your mother should know

*.*.*.*

Buena parte de la noche se me pasó entre olas y gotas de lluvia y pianos y las manos que me mantenían pegado a esa fuente de calor de la que no quería volver a despegarme nunca más. Me sentía tan bien, tan cómodo, tan seguro. Añoraba girarme, descubrir el rostro de tanta ternura y entender de dónde venía todo ese efecto.

En mis sueños seguía viendo ese columpio, seguía sintiendo las manos recorrer mi torso, y sabía que si me impulsaba un poco podría estar o más lejos o más cerca de lo que me estaba dando tanta seguridad. Sólo tenía que arriesgarme, saltar en ese charco de agua, caer a esa piscina de emociones que esperaba a mis pies.

Me giré en el columpio, dispuesto a ver quién era el que me mantenía atrapado ahí.

“Me das calor con esa camiseta” repitió la voz medio dormida de Kurt.

No lo pensé dos veces antes de sacármela, después de todo era un sueño y si el agua de la lluvia no me había mojado hasta ahora poco iba a cambiar con o sin ropa.

Las manos que habían estado recorriendo mi pecho momentos antes seguían ahí, casi en las mismas posiciones, una sobre mis hombros, jugando con la parte baja de mohicano. La otra mano estaba en mi pecho, sobre mi corazón, sintiendo mis latidos como un metrónomo al que el pianista no quería hacer caso.

La lluvia caía sin cesar y sin ritmo. Retumbando en mis oídos, ensordeciéndome por momentos.

Acerqué a mí el cuerpo que tenía en frente y me obligué a no abrir los ojos, a sentir ese calor que me entibiaba los huesos sin necesidad de ver quién era la persona frente a mí. No necesitaba ponerle una cara al sentimiento. Me bastaba con sentirlo, con tener entre mis brazos a esa pequeña  bola de energía y de calor y de luz y canela y vainilla y tierra mojada por la lluvia que no dejaba de caer.

Podía sentir en mis manos el calor de la piel ajena, la delicadeza de una piel que no era la mía, dóciles vellos en los brazos de alguien y la aspereza de la piel de una mejilla con barba que crecía milímetro a milímetro con cada hora que pasaba.

No sabía exactamente qué era lo que quería de la persona que tenía en frente más allá de su calor, de la posibilidad de sofocarme y asfixiarme y respirar libremente en su aroma y su perfume. Entrar entre sus brazos y dejar que me acunara en ellos, que me anidara y que me mantuviera a salvo.

Sentí frente a mí el calor de un hombro, la firmeza de una clavícula, y besé la piel en un silencio que el piano había hecho para mí.

De inmediato empecé a escuchar un segundo piano, con un ritmo distinto al mío, latiendo rápido y provocando cacofonía entre la lluvia, las manos, el agua y el calor. Esta melodía era más rápida, como una fuga, como si un gato corriera por encima de las teclas dejando en su camino un corazón agitado que.

Y la mano en mi pecho se empezó a mover, despacio, ligeramente, con suavidad, como un pequeño hombrecito que caminaba por mi pecho hacia mis hombros, dejando una tormenta y lluvia y relámpagos a su paso. Tragué saliva cuando los dedos llegaron a mi cuello, cuando la  mano acunó mi mejilla y el viento se hizo más insoportable que nunca.

Los movimientos fueron sutiles, como hojas al viento y como las caricias a las que no estaba acostumbrado a recibir. El abrazo fue cálido y tranquilo, como un beso, como hacer el amor un día domingo, como mañanas descansando en cama con tu pareja, como un baño de tina sin sexo y muchas burbujas, como un beso antes de dormir. Las caricias no fueron tales, fueron hojas que caían sobre mi piel, sobre su piel, quemando todo lo que encontraban a su paso, incendiándome.

Sentía que me ahogaba, que me faltaba el aire y que no lo quería tampoco. Me encontraba bien aquí, ahí, en ese sueño permanente que se sentía tan real como ilusorio, tan ficticio como tangible. Podría haberme quedado ahí para siempre, siendo quemado con cada palma que, como hoja, caía sobre mi piel, incendiándome; con cada dedo que, como gota, caía sobre mi piel calmando heridas que no tenía idea que aún existían.

No sé en qué momento mi boca empezó a querer más de lo que mis manos podían llegar a tomar.

No sé en qué momento el ritmo de la música cambió y mis labios siguieron el compás sin consultarme. Sé que bajo mi boca podía sentir piel, que entre mis labios podía probar ese calor que me estaba destrozando, electrizando. En mi lengua podía sentir la sal de un cuerpo desnudo, de un hombre desnudo, de un pecho desnudo, de un corazón que saltaba dentro de su jaula, latiendo como un pajarito que quería volar en libertad.

No sé en qué momento abrí los ojos. En qué momento el sueño se acabó.

No sé en qué momento cometí el error de despertar y darme cuenta que entre mis brazos tenía a Kurt, que los pajaritos de mi sueño, que las hojas, que la lluvia, no eran más que Kurt.

No sé en qué momento decidí que era mejor escuchar el latido de mi corazón contra mis oídos que el piano de mis sueños… pero sé que Kurt se preguntaba lo mismo, podía verlo en sus ojos, en la manera en que ellos me miraban de un ojo a otro, como si el izquierdo fuera a tener una respuesta distinta al derecho.

No recuerdo qué fue lo que pensé en esos momentos, pero recuerdo el sabor de la piel de Kurt entre mis labios, recuerdo el calor de su piel en mis manos, recuerdo aquel hombrecito que caminaba por mi pecho y recuerdo ese sentimiento… esa libertad y ese ahogo que sentí al estar bajo sus manos.

Nos miramos y deseé poder leerle la mente para entender un poco de lo que había pasado, de lo que estaba pasando, de qué era lo que él había soñado que le había dejado en el mismo estado que yo.

No quería volver a salir de entre los brazos de este chico, no quería que me dejara ir, pero sabía que era lo correcto. Sus ojos decían claramente que querían esto tanto como tenían miedo de que algo pudiera pasar.

Su mano bajó desde mi mejilla, ya no como un hombrecillo, ni un pajarito, ni una hoja, ni gotas de lluvia, sino como un peso muerto, un plomo que caía destrozando mi piel y mis sentidos a su paso. Supongo que aún estaba medio dormido, me era imposible despertar del todo, no quería despertar completamente. Quizás por eso fue que le dejé, que permití que su mano paseara por mi piel con curiosidad, quizás por eso no tuve reparos en que sus dedos tocaran mis músculos como preguntándoles qué era lo que estaban haciendo ahí frente a ellos.

Pero yo no podía moverme. Si me movía despertaría y la realidad de sus caricias iba a caer sobre mi cuello como una soga.

Si lo hacía el ruido de la realidad permearía sobre la lluvia de mis sueños, si lo hacía dejaría que los ronquidos de Finn y los autos que pasaban fuera de la casa se metieran en ese momento tan íntimo entre Kurt y yo.

No quería despertar, pero debía hacerlo.

Volví a abrir los ojos, sin darme cuenta que los había cerrado.

Kurt me seguía mirando, no sé si se había dormido también o siempre había estado despierto. No sabía si el chico ya estaba sobrio o era el alcohol el que movía sus dedos y sus manos, si era el alcohol el que le había hecho besar mi piel.

“… Puck” susurró Kurt, terminando de despertarme.

“Está bien, no ha pasado nada” dije, tragando saliva.

“… No sé si quiero que esto quede en nada” susurró él, apoyando su frente en mi pecho.

“Yo tampoco lo sé, pero estoy seguro que cambiarás de opinión en la mañana, que cuando estés despierto no será a mí a quien quieras ver en tus brazos” dije, sintiendo que algo dentro de mí se desgarraba con cada palabra que salía de mi boca. Con cada estupidez que atravesaba mis labios. De tenerme en frente me habría golpeado.

“Puck… no digas su nombre, por favor” pidió Kurt, dejando que su rostro se deslizara por mi pecho para apoyar su mejilla contra mi piel.

Pensé por un momento en decirlo. Me había negado tanto tiempo a decir su nombre, había hecho un arte el buscar alguna otro personaje ficticio con qué bautizarlo para evitar tener que decirlo, me daba cuenta ahora que quizás había sido un movimiento inconsciente de mi parte. Como cuando te caes y pones los brazos frente a ti para no lastimarte la cara… Cualquier sobrenombre que le pusiera no era más que una manera de proteger mi corazón un poco del daño que podría provocar su nombre en mí.

Pensé por un momento en decirlo. Sin duda su nombre en mis labios acabaría con todo esto mucho más rápido de lo que podría haber acabado nuestra separación física. Sentía que nuestras pieles estaban imantadas, que si le dejaba ir volvería a abrazarle en solo un par de segundos. No le quería dejar ir. Decir su nombre sería suficiente como para cambiar nuestros polos, hacer que dejáramos de ser polos opuestos por un segundo. Su nombre era magia, era un látigo, era un cuchillo, era un trozo de plástico capaz de cortar la electricidad que recorría nuestra piel.

Pensé por un momento en pronunciar su nombre, pero no pude. No quería dejarle ir, no quería arruinar este momento de perfección que tenía en mis brazos. Así que me callé el nombre, me comí las palabras y las lágrimas que sabía que algún día terminaría soltando por culpa de mi debilidad en este momento.

Me callé su nombre y dejé que mi corazón hablara mediante mi cuerpo.

Cerré los ojos, dejé que el ruido de la lluvia me inundara de nuevo y le abracé con fuerza, hundiendo mi rostro en su cabello y dejando que el aroma de su perfume, que el olor de su traspiración, me ahogara y me dejara en libertad por el resto de la noche.

No quería más que un abrazo, no necesitaba más que el sentir su piel contra la mía, con eso me bastaba.

*.*.*.*

A la mañana siguiente mi despertador sonó a las diez AM. Estaba solo en la cama.

*.*.*.*

Llegué a mi casa relativamente temprano ese día. Mamá estaba en la cocina preparando algo para el almuerzo y Nina hacía sus tareas en la sala. Pensé por un momento en sentarme en el sillón y molestar a mi hermana hasta que se distrajera, pero cambié de parecido y decidí ir a molestar a mamá. La abracé y me colgué de su cuello aun cuando ella me regañaba diciendo que no podía preparar nada conmigo colgando como un mono.

No me importaba.

De cierta forma necesitaba sentir algún tipo de calor humano entre mis brazos, algo que espantara el recuerdo de Kurt, algo que me hiciera olvidar el olor de su perfume o la manera en que su piel parecía quemarme.

Después de un par de segundos mi madre pareció entender que lo que hacía no era tanto molestarla como pedir un abrazo en silencio, así que dejó el cuchillo y la zanahoria en el mesón antes de darse vuelta y abrazarme fuerte.

“¿Estás bien, Noah?” preguntó, algo preocupada.

“Lo estaré, supongo” dije contra su hombro. Es extraño como uno puede reconocer de inmediato el olor de una madre y como éste te puede tranquilizar, a veces, mejor que ninguna otra cosa.

“¿Qué pasó?” preguntó ella, acariciándome la cabeza como hacía cuando yo era un niño y mucho más bajo que ella. Ahora el movimiento le debía resultar incómodo, pero era igual de reconfortante.

“Tomé la decisión correcta… y duele tanto, ma”

Mi madre se tensó un poco en mis brazos, pero no dijo nada, sólo me abrazó con más fuerza un par de segundos después. Me tuvo ahí por un par de minutos, en silencio, el hervir de las ollas como el único sonido que nos interrumpía. Yo respiré, inhalé su aroma, dejé que su familiaridad me relajara.

“¿No es un nuevo bebé, o sí?” preguntó mi madre después de un par de minutos. Me separé de ella y le miré con detenimiento. Parte de mí quería gritarle alguna burrada porque sacar a Beth a colación en un momento como éste era un golpe más que bajo, pero al mismo tiempo la entendía pues a ella le debe haber resultado tan difícil como lo fue para mí toda la situación. Después de todo se tuvo que despedir de su nieta sin tener palabra que decir al respecto.

“No es ningún bebé, ma, pero supongo que tenemos que hablar” dije, tragando saliva.

Mi madre apagó la cocina y me hizo una seña para que subiéramos a su habitación. Por lo general siempre que teníamos algo importante de qué hablar lo hablábamos ahí pues era el lugar donde ella se sentía más cómoda y en control de lo que pasaba. Después de que mi padre se largara era más que importante para ella el poder tener control de algunas cosas, esta era una de ellas.

“¿Qué es lo que pasa, Noah?” preguntó ella, sentándose en la cama y mirándome como si le fuera a decir que estaban por echarme de la escuela o algo. A veces me preguntaba cuántas veces tenía que demostrarle que no era un completo inútil para que se diera cuenta. Diablos, más allá de mi corto paso por Juvie fue un año perfecto. No me metí en peleas, no incendié nada, ni tuve que pagar ruedas de autos nuevas.

Fui un santo.

“Verás… Soy bisexual” dije, sin rodeos. No es como que hablar más fuera a hacer que el golpe fuera menos duro. Las verdades o se callan o se dicen, pero los rodeos no le sirven a nadie.

“Bisexual” repitió mi madre, como si la palabra tuviera un sabor extraño en su boca.

“Sí, quiere decir que me gustan las mujeres y los hombres. No es que sólo me gusten los hombres, ni sólo las mujeres, sino que los dos” dije, encogiéndome de hombros y metiendo las manos en mis bolsillos.

“¿Es por eso que Kurt vino el otro día?” preguntó mamá, como si sospechara algo.

“Vino a ayudarme a descubrir cuál de todas las miles de etiquetas que hay era la que correspondía conmigo” De ninguna forma le iba a contar que el día que ella le vio fue cuando vino a aprender a dar una mamada.

“¿Cómo se supone que te ayudó? ¿Lo besaste? ¿Es por eso que ahora estás tan complicado?” preguntó mi mamá… y yo aún no entendía por qué era que no se volvía un poco loca con la información que acababa de darle.

“No, ma” exclamé un poco extrañado e incómodo pues… vaya si no era embarazosa la idea de besar a Kurt en estos momentos. “Me hizo unos tests, de esos con mil preguntas, que había encontrado para una cosa de la escuela”

“¿Sólo eso?” preguntó ella.

“Eran buenas preguntas” respondí yo, encogiéndome de hombros de nuevo. “¿Cómo es que las noticias no te sorprenden? Pensé que intentarías tirarme algo por la cabeza por lo menos”

“Noah, siéntate por favor” dijo mi madre, golpeando suavemente un lugar junto a ella en la cama. Me senté en silencio, viéndola directamente a pesar de estar un poco de lado. “¿Sabes la cantidad de veces que he sentido que debí haber fallado en algo al criarte? No tienes idea de todas las veces que me sentaba en el sofá, preocupada porque eran las doce de la noche y no llegabas, o porque la policía te traía con ellos porque habías estado relacionado con algún incendio aunque no pudieran probarlo, o porque de un momento a otro fue como si hubieras descubierto a las mujeres y querías probarlas a todas. Por mi cabeza han pasado tantas escenas horribles, desde que un día te metías en una pelea estando ebrio y te herían mal, a que alguna vez olvidabas cuidarte con esas mujeres y terminabas con alguna enfermedad venérea”

“Ma…” empecé, seguro de que este iba a ser otro de sus sermones. Había perdido la cuenta de cuantas veces me habían sacado en cara las mismas cosas.

“Déjame terminar” pidió ella. “Verás… cuando tienes todas esas preocupaciones en tus hombros durante tanto tiempo, algo como tu orientación sexual no cambia mucho las cosas. Seguro, el mundo se te hará mucho más complicado de ahora en adelante si es que decides salir con un chico, pero sigues siendo mi Noah y estoy segura que seguirás dándome problemas en tu tiempo libre, eres mi hijo, es casi tu trabajo. Pero quien tú eres, qué es lo que eres, a quién quieres o qué sexo te atrae no es un problema. Eres tú; Dios, en su sabiduría, te hizo así, y así es como te quiero. Eres mi hijo y te amaré ya sea que te gusten las mujeres, los hombres, ambos o ninguno” dijo mi madre, poniéndome una mano en la mejilla y dándome un beso en la frente.

Yo me abalancé a sus brazos y la abracé. No podía resistir el hacerlo, no cuando finalmente, por primera vez en mucho tiempo, dejaba el sermón de lado para decirme que me quería sin importar quién fuera.

“Gracias, ma” murmuré contra su hombro.

“No hay nada que agradecer, Noah, eres mi hijo. Siempre te voy a amar” dijo ella, devolviendo el abrazo. “Claro, sería mucho más fácil si no me dieras tantos otros problemas, pero tu sexualidad no es uno”

“¡Hey, he sido un buen chico este año!” me quejé, separándome un poco.

“Es verdad. No tienes idea cómo quiero agradecerle a Burt Hummel que te diera ese nuevo empleo, para empezar. Cualquier cosa es mejor que escuchar el tamaño del pene de tu hijo porque una de las pacientes te conoce” dijo mamá. Supongo que si no hubiera escuchado ese mismo discurso mil veces antes me habría dado un poco de vergüenza, pero como ya lo había escuchado y como Puckzilla no tiene nada de qué avergonzarse en ese aspecto de su físico, daba un poco lo mismo.

“Sabes que esos tiempos se acabaron. Ahora sólo te tendrás que enterar de mis conquistas cuando vengan a conocerte a la casa” dije riendo y separándome de ella. Me puse de pie y le di la mano para ayudarla a pararse.

“Ay, Noah, no tienes idea de lo feliz que me hace escuchar eso”

“De todos modos tendrás que enterarte de rumores si es que termino saliendo con un chico” dije, encogiéndome de hombros. “La gente es demasiado buena metiéndose en los asuntos de otros y yo no me pretendo esconder”

“Mientras los cuchicheos no me lleguen a casa porque se trata de alguien bajo la edad de consentimiento o una abuelita que cree que la estás estafando, los rumores me dan lo mismo. Lo importante es que quien me diga la verdad seas tú.” dijo ella, deteniéndome antes de que me pusiera en marcha escaleras abajo. “Aún no me dices cuál era el problema que te había hecho sentir tan mal cuando llegaste”

“Ayer estuve a punto de besar a Kurt, o algo, no sé” dije, mirando por la ventana hacia afuera y tratando de evitar la mirada de mi madre. No sé exactamente qué es lo que me hizo contarle esto tan honestamente, pero hasta ahora ella es la única otra persona que sabe de mi sexualidad y ciertamente no es algo que pueda discutir con Kurt, así que, si quiero discutirlo con alguien tendrá que ser mi madre, ¿no?

“¿Qué es lo que te impidió hacerlo?” preguntó ella, poniéndose de pie y mirándome fijamente. Me sentí como un mocoso.

“Kurt tiene novio, no habría sido correcto hacerlo, él se habría arrepentido después y yo me sentiría mal cuando se arrepintiera” dije, encogiéndome de hombros, como si no me doliera. Aunque la verdad es que me dolía mucho más de lo que imaginé que podía llegar a doler.

“¿Estás enamorado de Kurt?” preguntó mi madre, algo extrañada, como si el concepto le resultara raro en mí. A mí también me parecía extraño, pero no le iba a ir contando cosas como esas.

“No, no lo estoy, pero supongo que no soy adverso a la idea” dije, encogiéndome de hombros.

“Si no hicieron nada, ¿Cuál es el problema?” preguntó ella, frunciendo el ceño como hacía cada vez que le explicaba algo que le resultaba obvio.

“No sé… nos abrazamos, y se sintió bien… Realmente bien. Creo que nunca me había sentido así con alguien, como que hubiera una conexión tan profunda entre nosotros y no me quisiera despegar… pero Kurt tiene su novio… y hubiera sido tan fácil, simplemente ir y darle un beso, supongo que no me habría costado convencerlo de algo más… pero no era lo correcto, se iba a arrepentir después y no quiero tener que ver esa cara de arrepentimiento de nuevo, me dolió verla en Quinn, no quiero verla en Kurt” dije, encogiéndome de hombros y rascando un poco la base de mi mohicano, incómodo. Realmente, ya hablar de estas mierdas emocionales es incómodo, hablarlas con tu mamá es 10 veces peor de lo que sería hablarlas con alguien más.

Subí mis ojos hasta ver la reacción de mi ma en la cama, para encontrarla mirándome con una sonrisa pícara y una expresión que decía que sabía algo más de lo que yo sabía. Era la misma cara que ponía cuando yo era pequeño y sabía que era demasiado temprano como para que me acordara que era mi cumpleaños y tenía toda una fiesta preparada para el desayuno.

No estaba de ánimo para esa cara.

“Noah, mi niñito…” dijo ella, acercándose a mí y abrazándome bien fuerte. “Hiciste lo correcto. Puede que te duela, pero ese dolor que sientes ahora no es ni una pizca de lo terrible que se habría sentido el perder la amistad de Kurt si es que algo hubiera pasado y él se arrepintiera después”.

Me quedé mirándola por un rato, algo extrañado. Estoy seguro que yo había dicho algo similar un par de segundos atrás, pero por alguna razón la manera en que ella había formado sus frases les daba un significado distinto.

No había pasado nada entre nosotros, no había nada de qué arrepentirse, estábamos medio dormidos y ebrios pero no había pasado nada por lo que no había nada por qué sentirse extraños. Quizás me había quedado yo con ese sentimiento de que algo faltaba, de que tenía un agujero que quería llenar, pero no había sucedido nada que hiciera que Kurt se alejara de mí, nada que pusiera nuestra amistad en aprietos.

No me quería ni imaginar lo aburrido que sería mi verano sin Kurt como mi amigo.

Mamá tenía razón. Este dolor que sentía ahora no era nada comparado a perder a Kurt.

“Lo que tienes es nostalgia” dijo mi madre, abrazándome y sacándome de la pieza junto con ella. “Es pena por aquello que tuviste por un momento y que perdiste, pero estoy segura que podrás recobrar algún día. Quizás no con Kurt, o quizás con él, pero cuando lo encuentres no querrás dejarlo ir”

“Ma, no tengo idea de lo que hablas”

“Está bien, Noah, ya entenderás” dijo ella, riendo. Bajamos las escaleras y entramos a la cocina donde intenté ayudarle a cocinar un poco, más que nada para mantener la cabeza ocupada en otras cosas. “¿Kurt no es judío, o si?”

“No, ma, Kurt es ateo” respondí mientras cortaba zanahorias para la ensalada.

“Bueno, al menos es gay, eso quiere decir que de alguna manera está ligado al holocausto y podrá entender parte de nuestras tradiciones” dijo ella, encogiéndose de hombros.

La miré algo extrañado de porqué mi madre quería incluir a Kurt en tradiciones que eran estrictamente familiares, pero no dije nada. Me bastaba con que mamá hubiera aceptado mi sexualidad sin hacer demasiado escándalo, no quería terminar diciendo algo que la hiciera enojar y terminara mal para mí. Después de todo Ruth Puckerman tiene un genio de los mil demonios, había que aprovechar que estaba de buen ánimo.

*.*.*.*

Más tarde ese mismo día, mientras Sarah jugaba en el patio y ma conversaba con la vecina, Kurt me llamó mientras estaba tirado en mi cama leyendo una revista de juegos de video.

Por un momento pensé en no contestar. Sabía que lo que fuera que quisiera no sería bueno para mí (nunca es bueno para mí) y realmente prefería ignorar todo lo que había pasado si es que eso hacía más fácil el llevar ese hoyo que sentía dentro. Desde luego después recordé que iba a ver a Kurt en el trabajo al día siguiente así que era imposible ignorarlo por completo, y si estábamos extraños el Sr Hummel lo iba a notar… y vaya si sería esa una conversación incómoda…

“¿Diga?” dije al contestar, como si fuera el teléfono de mi casa y no mi celular. Como si no tuviera idea quien llamaba.

Me tiré en la cama y miré al techo, como si tuviera algún tipo de sugerencia sobre cómo abordar este asunto.

“Puck, hola… eh…” dijo la voz extrañamente grave de Kurt. Se escuchaba incómodo, eso era justamente lo que había querido evitar y veo que no pude, genial. “Demonios… ah… tengo que hacerte una pregunta”

“Dispara” dije, pues realmente no sabía qué más decir.

“¿Pasó algo entre nosotros anoche?”

“¿Qué quieres decir?” pregunté, con la garganta apretada.

“Esta mañana, al despertar, descubrí que estábamos medio desnudos y abrazados en la misma cama… y la verdad es que no recuerdo nada desde que volvimos al salón después de hablar con Blaine” respondió Kurt, con una voz muy aguda y avergonzada. “No sabía si había alguna razón en especial de porqué estábamos así, si había pasado algo entre nosotros o algo… Supongo que no tenía idea de que me excitaba con el alcohol, pero eso no es excusa para haber abusado de ti durante la noche y si es así lo siento mucho, Puck, en serio, no estaba completamente cuerdo, nunca lo habría hecho de haber estado sobrio y-“

“Princesa, no hicimos nada” dije yo, tratando de reír alrededor del nudo que se me había formado en la garganta. En parte era fácil reír cuando escuchaba a Kurt así de preocupado y estresado, siempre era entretenido ver cómo se le paraban las plumas cuando algo le estresaba, pero el que hubiera olvidado toda la noche era… sorpresivamente triste. “Cuando me fui a acostar tú ya estabas medio desnudo, y durante la noche me dijiste que te daba calor, así que me la saqué. Eso fue todo”

“¿Eso fue todo? ¿Por qué estábamos abrazados entonces?” preguntó el chico, incrédulo.

“Vamos, Kurt, ¿Cuándo hemos dormido en la misma cama y no hemos terminado abrazados?” pregunté con una risa. Después de todo, parecía ser un suceso recurrente.

“Entonces… ¿Eso fue todo?” preguntó Kurt, con la voz algo rara, como si estuviera decepcionado. “Me fui a acostar acalorado y tú me abrazaste durante la noche” añadió, como si intentara explicárselo a sí mismo.

“Ah, ah, no. No tengo idea cómo estabas cuando te fuiste a acostar, pero fuiste tú quien me abrazó, no al revés” dije, defendiendo mis actos. Nadie me podía acusar aquí de haber intentado nada, yo no fui quien empezó con los abrazos y caricias. No es como que le fuera a decir a Kurt sobre las caricias, no cuando parecía tan preocupado de que hubiera pasado algo, pero debía quedar constancia que yo sólo me había dejado llevar y que no había empezado nada.

“Pero… ¿eso fue todo lo que pasó entonces?” preguntó Kurt, y yo, aún habiéndome dicho segundos antes que no lo haría, abrí mi boca antes de pensar.

“Me hiciste algo de cariño supongo, no sé… por un momento pensé que me ibas a besar, pero no pasó nada” dije, encogiéndome de hombros aunque no me podía ver.

“Dios, Puck, lo siento mucho”

“No hay nada que sentir, princesa, no pasó nada así que puedes estar tranquilo”

“¿Casi abuso de ti y me dices que no pasó nada?” exclamó él, sobresaltado y aparentemente molesto.

“Vamos, Kurt, si realmente hubieras hecho algo te hubiera podido detener… eres casi la mitad de músculo que yo, veo muy poco probable que me obligues a nada” reí, pues la verdad era poco probable que alguna vez Kurt pudiera obligarme físicamente a nada… aunque la idea de estar bajo su control era ardiente, no lo voy a negar.

“Pero…”

“Kurt, no sé si te das cuenta pero nunca he sido un hombre virginal, un par de manos y un par de caricias no me van a asustar” me va a doler cuando las olviden, claro, pero no me van a asustar. “Estabas borracho, tienes excusa, y yo no te estoy culpando de nada” dije, pasándome una mano por el pelo y mirando al techo.

“¿Así que no me debería preocupar?” preguntó Kurt, con algo de resignación.

“No veo porqué querrías preocuparte de más, Kurt, no pasó nada. Quizás para ti fue un poco embarazoso en la mañana pero no pasó nada que pudiera comprometerte” dije, lamiéndome los labios, poniéndome de pie, mirando hacia la calle por la ventana y preguntándome como mierda había pasado que me había puesto así de sensible.

“No sé si alegrarme o seguir sintiéndome extraño al respecto” confesó Kurt después de un par de segundos.

“Si te pones raro eso hará que mañana estemos incómodos durante el trabajo”

“Tienes razón, pero ahora me siento como un idiota por haberte dejado así en la cama”

“Bueno, si hubiéramos follado habría sido un gesto horrible de tu parte, pero no lo hicimos, así que no te preocupes”

En serio, si hubiéramos follado hubiera podido entender esta mierda que estaba sintiendo, tan parecido a ese momento cuando las mujeres con las que me acostaba me decían que me vistiera y me fuera porque sus esposos estaban por llegar. Si hubiéramos follado hubiera entendido porqué tenía tanta necesidad de volverle a abrazar o sentir todas esas cosas que había sentido mientras estaba en ese sueño que se había sentido tan real.

No me gustaba sentirme así.

“¿Estamos bien entonces? ¿No va a haber momentos incómodos entre nosotros?”

“Supongo que los habrá, pero serán menos incómodos de lo que serían si realmente hubiera pasado algo y hubieras engañado a Frodo o algo así” dije, encogiéndome de hombros. Afuera los autos daban vueltas sin importarle el que mi corazón se sintiera estrujado aquí dentro. Malditos autos.

“No me lo recuerdes, estuve todo el día pensando en eso” dijo el chico, con la voz hastiada.

“¿Y llegaste a alguna decisión importante?”

“Que te iba a llamar… y si realmente había pasado algo le diría a Fr- Blaine. Le diría a Blaine” respondió el chico. Yo me largué a reír cuando me di cuenta que casi se había equivocado en el nombre de su novio.

“¿Realmente le dirías?” pregunté, sorprendido. Recordé a Rachel por un momento y cómo ésta le había contado a Finn cuando nos volvimos a besar mientras ella estaba con él.

“Por supuesto, la base de una buena relación amorosa es la honestidad. Si hubiera cometido un error no podría haberle mirado a la cara sin que me esto me corroyera la consciencia. Tendría que habérselo dicho y entre ambos habríamos tomado una decisión” dijo él, con una voz que decía que esa decisión hubiera sido definitiva.

“¿Tan complicado es estar en una relación contigo?” pregunté, sorprendido.

“Con todo el mundo, creo yo” dijo el chico, con una risa “O si no, es cosa de ver cómo le han funcionado las relaciones amorosas a Finn; no me gustaría seguir su ejemplo”

“Supongo que tienes razón, no podría saberlo. Nunca he estado en una relación tan larga, parece ser demasiado trabajo” dije, apoyándome en el alfeizar y mirando cómo las hojas se movían en el viento fuera de mi ventana.

“Cuando realmente amas a alguien vale la pena todo ese trabajo” dijo Kurt, en un susurro después de un par de segundos.

“Nunca he padecido de eso” confesé, aunque no estaba completamente seguro de eso. No, estaba casi totalmente seguro que era al revés. Me pasó con Beth, y en menor medida con Quinn. Recuerdo la manera en que se me hinchó el corazón cuando vi su pequeña carita en esa cuna del hospital, y recuerdo las ganas que había tenido de abrazar a Quinn por darme un regalo como ese, pero también recuerdo la manera en que me había tenido que morder el interior de una mejilla para no largarme a llorar ahí mismo cuando me di cuenta de que nunca podría llevarme a esa pequeña conmigo.

Quizás a eso se refería mamá con lo de la nostalgia. Con eso de perder algo y quererlo de vuelta.

No soy tan imbécil  como para querer a Beth de vuelta, ella ya tenía una vida y una familia, una madre que la quería y que haría lo imposible por cuidarla como yo jamás hubiera podido hacerlo el año pasado. Quizás este año podría haber tenido la suficiente madurez como para ser el padre de alguien, pero en ese momento no había sido suficiente. Nunca hubiera sido suficiente para Beth.

“¿Puck?” susurró una voz en mi oído.

“Lo siento, ¿decías algo?”

“Que estoy seguro que encontrarás a alguien que valga la pena amar, y para quien valgas la pena” dijo Kurt, con una seguridad que yo no tenía.

“Gracias” dije, sorprendido. No todo el mundo tenía tanta seguridad con respecto a mí y él sonaba confiado, como si realmente creyera lo que decía. Como si él fuera capaz de ver algo que valía la pena.

“¿Por qué te habías quedado tan callado?” preguntó Kurt, con la curiosidad clara en su voz, pícara.

“Estaba recordando algo que mamá me dijo esta mañana” dije, sin ahondar en el asunto. “Antes que lo olvide; le dije a mamá que era bisexual”

“¡Oh, Dios! ¿Qué te dijo? ¿Cómo reaccionó?” dijo Kurt, visible- no, audiblemente preocupado.

“Bastante bien, supongo. Mucho mejor de lo que me esperaba” dije, con una sonrisa.

“¡Pero qué te dijo, Puck!” insistió el chico.

“Que estaba tan acostumbrada a que le diera otro tipo de problemas que algo como mi sexualidad no era problema alguno”

“Eres afortunado, Puck” dijo Kurt, con una sonrisa. “No tienes idea cuántos chicos darían cualquier cosa por tener un padre que los apoye como tu madre parece apoyarte. Me alegro mucho de que sea así”

“Ni que lo digas, yo también estoy contento. Estoy acostumbrado a sus sermones, no necesitaba tener que acostumbrarme a un sermón nuevo” dije riendo. La verdad es que estaba bastante feliz con la manera en que mi madre había reaccionado, había sido tanto mejor que las otras posibilidades que no parecía verdad.

“Lo siento, me tengo que ir, papá me está llamando” dijo Kurt después de un par de segundos de silencio.

“Está bien, princesa, nos vemos mañana” dije, sonriendo. Maldito Kurt que me hacía olvidar que me sentía mal.

“O ‘tío’ o ‘princesa’, decídete” dijo él, con una voz cansada pero que podía sentir claramente que escondía una risa.

“Nah, tío, me gusta tenerte en ascuas” dije, dejando que mi risa permeara mi voz. “Hasta mañana, Kurt”

ª Long Fic, · Pareja: Puckurt, !fandom: glee, *long fic: happiness is a warm gun, *fanfic, · Pareja: Klaine, / rating: nc17, - personaje: puck

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