Happiness is a warm gun
Capítulo 5: Everybody’s got something to hide, except for me and my monkey
Pairing: Puckurt y Klaine por el lado.
Rating: R
Resumen: Kurt lleva 4 meses con Blaine y es incapaz de dejar que le toquen bajo la ropa. Necesita ayuda para liberar sus inhibiciones. Si estás enfermo le pides ayuda a un doctor, si estás caliente ¿a quién le pides ayuda? Pues a Puckzilla, obvio.
Notas: Fic en respuesta a este promp dado por lala_landia Todavía lo estoy escribiendo, pero será largo, así que ni idea cuanto dure.
*.*,*.*
The deeper you go the higher you fly
The higher you fly the deeper you go
So come on, come on
Come on is such a joy
Come on make it easy
Take it easy, take it easy
Everybody’s got something to hide
Except for me and my monkey
*.*,*.*
“¿Vienes? ¿No te arrepentirás a última hora?” pregunté al teléfono, mientras miraba los objetos que había en la vitrina frente a mí. Nunca he sido gallina en la cama y probablemente he probado más cosas de las que un chico de secundaria debería haber probado en su vida, pero muchas de las cosas frente a mí eran lo suficientemente extrañas como para no tener idea de lo que eran. O para qué podría querer alguien una canasta de huevos en un lugar como éste.
“¿Saco algo arrepintiéndome?” respondió la voz cansada de Kurt desde el otro lado del teléfono.
“Sólo que llegue con todas mis cosas a tu casa. Dudo que quieras que Finn esté presente” comenté, inspeccionando el color de uno de los objetos frente a mí.
“No puedo creer que realmente quieras hacer esto”
“Vamos, princesa, será una tarde provechosa” reí, haciéndole un par de señas al vendedor para que se acercara.
“No pretendo decir que ser mujer sea malo, pero no me llames princesa, no soy una chica” respondió Kurt, predeciblemente enojado.
“Mi madre irá con mi hermana al cumpleaños de una de sus compañeras, así que tendremos la casa para nosotros solos. Asegúrate de llegar después de las 5 y podrás demostrarme que no eres una princesita” reí, seguro de que Hummel no podría resistirse a ese reto más de lo que podría cualquier otro hombre.
“Te odio, Puck” respondió él.
“Nah, me amas, mientras antes lo aceptes mejor”
La única respuesta que tuve a eso fue el sonido de la línea muerta cuando Kurt terminó la llamada.
El encargado de la tienda me miraba con una sonrisa conocedora, como si tuviera idea de lo que había pasado al otro lado de la línea. No sé por qué estoy seguro de que no era lo que parecía.
“¿Te ayudo en algo?” preguntó, con esa misma sonrisa en la cara. Me dieron ganas de patearlo en las joyas de la familia.
“Verás… Mi chica quiere probar la doble penetración, y no pretendo meter a otro tío en mi cama, así que ando en busca de algo que pueda hacer las veces de otro tío sin que el asunto se vuelva incómodo para mí” expliqué, haciendo uso de la historia que había planeado para poder hacer entender que lo que buscaba no era para mí.
“¿Qué tienes en mente?” preguntó él, en modo vendedor inmediatamente. Supongo que para un vendedor de juguetes sexuales esto era algo más de lo que se encontraba a diario, ni siquiera tan interesante como para contarlo luego a sus amigos.
“¿Qué es eso?” pregunté, distrayéndome con la forma extraña de unos aparatos en uno de los estantes. Eran de todos colores y de formas variadas, aunque similares, algunos como las manillas de algunas puertas, otros como una especie de U, pero de goma y más gruesos.
“Eso te podría servir si es que planeas tener sexo anal con tu chica mientras el juguete la penetra de forma vaginal. Es un vibrador, la parte gruesa masajea el punto G y la otra parte queda fuera del cuerpo, vibrando contra el clítoris” dijo el tipo, señalando unos juguetes rosados y con forma de U. “Sentirías las vibraciones contra tu pene por la pared vaginal”
“¿Y esos otros? Se ven distintos a los que me mostraste” pregunté, señalando los que estaban justo al lado. Los que parecían manilla de puerta y tenían una punta ligeramente encorvada.
“Esos son estimuladores de próstata” me respondió el encargado, con una sonrisa pícara. “De uso anal, para hombres. El vibrador tiene varios niveles y hay en varios grosores, dependiendo de qué tan cómodo te sientas con la intrusión”
“Uh…”
“Puedo decir, por experiencia propia, que producen unos orgasmos asombrosos” dijo el tipo, con el descaro de incluso hacerme un guiño con el ojo.
“Tú eres… ¿gay?” pregunté, algo atontado, pues el tipo parecía saber demasiado sobre vaginas como para serlo.
“No, pero tengo la mente abierta y una esposa muy curiosa” dijo él, riendo.
“Ah… Bueno, no, nada que vibre. Estaba pensando más bien en uno de esos penes plásticos que se ven reales” dije, volviendo al punto original. Me estaba distrayendo y no quería, no realmente, pensar en que hubiera gente hetero que disfrutara tener algo en el trasero. Porque si había alguien casado y todo que disfrutara que le tocaran la próstata, que si bien sabía que era una zona erógena (por la investigación que hice cuando Finn me contó de la supuesta operación de su madre), era otro asunto completamente distinto el tentarse con la idea.
Discutimos con el encargado durante un rato más, en las ventajas de un modelo u otro. Cuán innecesario era un arnés con una polla plástica y un agujero para la polla verdadera, que aparentemente era lo ideal en mi situación hipotética. Algo que pudiese ser usado tanto anal como oralmente, vaginal no era realmente necesario; algo más bien promedio en cuanto a tamaño, ok, un poco más grande que el promedio, el promedio era mediocre; un color más bien moreno, pues los otros eran demasiado rosados y no parecían reales. Según aprendí la mayoría de los dildos venían en color beige, caramelo y negro, con un par de excepciones.
Me habían pedido la identificación cuando entré a la tienda, por lo que ahora, cuando iba a pagar, ni siquiera se molestaron en preguntar de nuevo por mi edad. Estaba sacando mi billetera y el dinero necesario para pagar este pequeño regalo que le iba a hacer a Hummel (todo sea por la educación sexual de un amigo) cuando un objeto en la vitrina detrás del encargado me llamó la atención.
Sin pensarlo dos veces le pedí que lo agregara a mi compra, antes de salir riéndome de la cara que probablemente pondría Kurt cuando viera lo que había conseguido en vez de plátanos.
*.*.*.*
Era poco más de las cinco y media cuando sonó el timbre. Bajé las escaleras sin siquiera ponerme zapatos o una camiseta y es que el calor había aumentado durante el día y en mi ventana tenía una vista impresionante al sol abrasador del verano. Mi habitación era un horno, pero el lugar más cómodo de mi casa, mi pequeño santuario.
Abrí la puerta principal para encontrarme con un Kurt Hummel rojo como un tomate. Le hice pasar y le indiqué el camino a mi habitación y la puerta tras la que estaba el baño por si quería algo, mientras fui a buscar algo de beber y mucho hielo.
Cuando volví a mi habitación Kurt había dejado su bolso junto al muro, pero estaba sentado en la orilla de la cama como si no supiera qué hacer con sus manos.
“No me digas que tendría que haberle puesto alcohol a vaso para que te relajes” bromeé, antes de tirarme sobre la cama, apoyándome en la cabecera.
“Podrías empezar por ponerte una camiseta” dijo él, intentando mirarme a la cara. No lo culpo, cualquiera se distraería en presencia de estos pectorales y estos bíceps.
“Hace calor, tío, no sé cómo puedes andar con tanta ropa, pero esta es mi habitación y si quiero andar sin camiseta te tendrás que acostumbrar” respondí, encogiéndome de hombros.
“No me digas que todo esto no te pone incómodo” disparó él, mirándome con esa cara que pondría a Santana de rodillas si la recibiera. “Y no me refiero a tu desnudez”
“Estás loco, he estado todo el día imaginándome la cara que pondrías cuando empezáramos con esta clase” reí, mientras me inclinaba y sacaba de debajo de mi cama la bolsa en la que venían los objetos que había comprado.
“¿Qué es eso?” preguntó Kurt, mirando la bolsa con suspicacia.
“Decidí que una banana jamás sería suficiente como para practicar bien, porque la forma, si bien es parecida, es demasiado simple. Así que decidí comprarte un regalo, al que espero le des buen uso” dije, antes de sacar el primero de los objetos. “Esta mierda resultó ser bastante cara, así que olvídate de regalos de cumpleaños o navidades, o graduaciones. Dios, olvídate de flores en tu funeral”
“No…” murmuró Kurt, viendo el dildo en mis manos y tapándose los ojos antes de ponerse de pie y acercarse lo más posible a la puerta.
“Nada de arrancar, Kurt, si no vienes y encaras esto realmente creeré que no tienes las pelotas para hacerlo” dije, mirándole seriamente.
“¡Estás loco! Una cosa era practicar en frutas, lo cual era suficientemente mortificante; pero otra cosa muy distinta es pensar que voy a acercarme a… a eso” chilló el chico, con esa voz aguda que ponía cuando estaba nervioso.
“¿Y qué vas a hacer cuando tengas que encarar la polla de Frodo? Chillar y taparte los ojos. Wow, eso sí que le subirá el autoestima” bromeé, sabiendo que había algo de verdad en mis palabras o Kurt habría salido corriendo de la habitación hacía bastante tiempo. Mientras veía que el chico bajaba las manos de su cara y miraba por la ventana, como si evaluara cuán doloroso sería arrojarse por ella, abrí el paquete y saqué el dildo del plástico que le protegía. Sin pensarlo dos veces arrojé el objeto hacia Kurt, quien lo atrapó más por instinto que por protegerlo.
La manera en que se le subieron los colores a la cara cuando lo sintió en sus manos era como para haberle grabado.
Aun así no lo soltó ni me lo arrojó de vuelta. Al contrario, después del shock decidió mirarlo, mordiéndose los labios, y pasar sus dedos por el glande.
“Esto es ridículamente realista al tacto” dijo, sorprendido.
Yo sólo sonreí y conté su falta de gritos como una victoria.
Palmoteé la cama junto a mí para que se volviera a sentar, lo cual el chico hizo. Aún estaba rojo, pero ya no había chillidos y no parecía que me quisiera matar, así que asumí que iba por buena camino.
“A mí me sorprendieron más las venas, aunque el vendedor me aseguró que al tacto era casi igual no creí que fuera a ser cierto” dije, encogiéndome de hombros, antes de pasar un dedo tocando el dildo en las manos de Kurt. Vaya, sí era muy realista.
“No puedo creer que hayas entrado a un sex shop y comprado un pene” rió Kurt, después de un rato. “¿No te molestó que creyeran que eras gay?”
“No me preocupaba realmente, pero de todas formas inventé una historia sobre una novia y doble penetración. Preferí eso a explicar cómo andaba buscando una polla para un amigo, me pareció más creíble que la otra opción” dije, riendo. Y es que era más realista. Me podía imaginar la conversación: ‘Hola, sí, verás, tengo un amigo que quiere aprender a chupar pollas y quería ver si tenías algo para ayudarle’. El tipo habría asumido que el que quería el dildo era yo.
“Aún no sé cómo podría hacer esto sin morir de vergüenza” dijo Kurt, después de un rato. Intentando devolverme el objeto.
“¿Qué tal si partimos con algo simple?”
“¿Cómo qué?”
“Darle una lamida, por ejemplo” sugerí. Recién dándome cuenta de porqué mi amigo estaba incómodo. En todo este tiempo, con las expectativas que tenía de qué pasaría por la cara de Kurt al ver el dildo jamás me detuve a pensar que había prometido hacer lo mismo que él. Practicar con él. Chupar una polla con él.
Podía sentir cómo me ponía rojo, aunque hacía años que no me ponía rojo por algo sexual.
“Tú partes” dijo Kurt, como si supiera que parte de mí se estaba arrepintiendo de lo que había dicho.
El juguete, que hasta entonces no había sido más que motivo de risas para mí, se veía amenazante en la mano del chico, apuntando el glande hacia mí.
Cerré los ojos bien fuerte y, rápidamente, le di una lamida a la cabeza.
Cuando los abrí Kurt se desternillaba de la risa junto a mí, había dejado caer el dildo y estaba tirado en la cama, agarrándose el estómago con fuerza.
“Te toca” dije, agarrando el juguete y poniéndolo realmente cerca de la boca del chico, quien se calló inmediatamente y miró el objeto como si fuera veneno. “Vamos, una lamida. Si yo lo hice tú también deberías ser capaz”
Aun habiéndome visto el chico seguía dudando, pero se notaba que al menos tenía la intención de hacerlo.
Abrió la boca, se mordió el labio inferior por un par de segundos, y la volvió a abrir para sacar su lengua y lamer el glande como si quisiera recordar la forma del objeto en su lengua. Luego, como si hubiera tenido que tomar una decisión de último minuto, dejó bajar su lengua por el tronco del juguete recorriéndolo poco a poco.
Sonreí, pues esa era la razón por la que había comprado el objeto. Si el asunto hubiese sido tan simple como ver qué tan lejos Kurt podía meterse un plátano por la boca, el sexo oral sería mucho más placentero pues no habría chicas con demasiados dientes ni aquellas que tenían ese complejo de gallinas, en que la cabeza iba y venía pero más allá de eso no había más sensación.
El sexo oral podía ser asombroso… si es que era bien hecho.
Bajo mi tutela Kurt sería un maldito maestro del arte. Me encargaría de ello.
“¿Cómo se siente?” pregunté, notando la forma en que Kurt se lamía los labios, como si no supiera qué hacer con su lengua ahora.
“Es extraño. No pensé que pudiera sentir tan claramente la textura con la lengua” dijo, sonrojándose hasta las orejas, pero serio.
“Ahora me siento como un idiota. Lo hice tan rápido que no sentí nada” admití mirando el objeto en mis manos.
“Está bien. No es como que te llame la atención hacer algo así. No tienes por qué hacerlo. Yo lo pensaría cien veces antes de lamer una vagina, fuera real o de silicona” rió, incómodo, el chico, aún recostado en la cama, pero elevado en uno de sus codos.
La verdad… es que si me llamaba la atención. Quizás no por las mismas razones, pero no podía entender por Kurt parecía, a pesar de todo, haber disfrutado de la experiencia. Parte de mí intentaba adivinar si yo la hubiera disfrutado de haber estado más abierto a la idea.
Tomé el juguete por su base, por debajo de las bolas de silicona, y lo observé con detenimiento.
No era como que nunca hubiera visto una polla. Yo mismo tenía una y la conocía de memoria, cada una de sus venas y sus pecas; la manera en que crecía cuando estaba excitado y cómo los colores cambiaban cuando empezaba a recibir más sangre. Era bastante parecida con la que tenía enfrente, incluso en la manera en que el juguete en mis manos parecía carecer de prepucio, por lo que ambos se veían bastante circuncidados. Dediqué un par de segundos a pensar si el tipo del que habían sacado el modelo había sido judío también.
Antes de perder el valor volví a cerrar los ojos y saqué mi lengua, decidido a hacer que la experiencia valiera la pena esta vez.
Kurt tenía razón. La lengua podía sentir muchas más texturas de las que uno estaba acostumbrado, sobre todo cuando uno estaba tan enfocado en ese sentido. Contra mi lengua podía sentir claramente el punto en el que el glande se transformaba en el tronco y cómo la ‘piel’ se iba arrugando y llenando de venas. Estaba seguro que, de hacer sido una polla de verdad, podría haber sentido el sabor de la piel y dejado que el aroma inundara mi nariz, y ninguna de esas dos cosas me habría molestado.
No estoy seguro de que la experiencia haya sido mala. Al contrario.
Pero no quería pensar en eso.
“¿Cómo se siente?” preguntó Kurt, desde la cama, apoyado en sus codos y mirándome con curiosidad… y un brillo en su mirada completamente indescifrable. Sus pupilas dilatadas, sin embargo, me decían que parecía haber estado disfrutando del show.
“Es… nuevo. Supongo que no está mal para ser un montón de plástico” respondí, tosiendo para ocultar lo rasposa que estaba mi voz en esos momentos.
“Si quieres podemos dejarlo aquí” sugirió Kurt, con una sonrisa amigable que descifré de inmediato.
“Oh, no, Kurt, no voy a dejar que mi incomodidad sea tu excusa para salirte de esta” dije, acercándole el dildo a la cara. Debo admitir que mi amigo, ahí, acostado en mi cama, con una polla tan cerca de la cara, era algo que nunca había imaginado antes… pero se veía bien, como si siempre debiese haber estado ahí.
“¿Qué hago entonces?” preguntó él, resignado, aunque se podía ver por su expresión que había algo de curiosidad ahí también.
“Bueno, podríamos empezar con las bases, supongo” dije, sentándome en la cama, apoyado en la cabecera, con las piernas cruzadas frente a mí. “Cómo chupar, o qué hacer con los dientes… Qué hacer con las manos, por ejemplo”
Kurt volvió a ponerse rojo, pero cambió de posición para estar más cómodo acostándose sobre su estómago, con su cabeza cerca de mis rodillas, apoyando su mentón en sus manos y dejando que sus pies se balancearan tras él. Parecía un niño pequeño, y si no supiera lo incómodo que esto parecía ser para él, juraría que estaba entusiasmado.
Intenté darle al chico todos los consejos en los que podía pensar, como a esconder los dientes tras los labios o que intentara tararear, o hacer vibrar su garganta, mientras tenía la polla en la boca pues eso se sentía realmente genial en el glande. Quise hacerle entender que, la mayoría de las veces, no se trataba de cuánto podía meter en su boca, o cuan dentro de su garganta podía llegar, sino el entusiasmo con el que lo hacía y que, lo que no podía pasar más allá de sus labios, podía ser fácilmente controlable con sus manos. Traté de recordarle que si bien tener una boca caliente alrededor de tu piel era sublime, tener un par de manos jugando con tus testículos o el perineo podían hacer que todo fuera diez veces mejor.
Completamente rojo le informé que había leído en algún lado que, durante el sexo oral, muchas parejas gays aprovechaban para… uh… meter sus dedos y… uh… preparar a sus parejas para… bueno… sexo anal… y todo eso.
“¿Qué hago entonces?” me preguntó Kurt, sonriendo ante mi incomodidad. Mocoso insolente.
“¿Por qué no intentas poner en práctica lo que te dije?” sugerí, acercándole el juguete nuevamente. “Yo lo sostengo, para que puedas ocupar tus manos”
Y lo que siguió a eso fue un completo ejercicio de paciencia y bolas hinchadas.
No estoy diciendo que hubiese sido molesto ayudarle, ni que lo estuviera haciendo mal… es sólo que es bastante incómodo tratar de enseñarle a alguien algo cuando en lo único que te puedes concentrar es la manera en que sus labios se estiran alrededor de un dildo, o cómo de vez en cuando podías ver lo que esa lengua hacía en la cabeza del falo entre sus manos… o incluso cómo esos dedos se detenían suavemente lo que estaban haciendo para bajar hasta las bolas de silicona (que eran lo más falso de ese juguete) y acariciarlas de una manera tan íntima que podías sentirlo en las tuyas.
No era que Kurt lo estuviera haciendo mal, al contrario, es era que su entusiasmo no me dejaba pensar en otra cosa que lo delicioso que se debía sentir tener esa boca alrededor tuyo. Blaine sería un hombre muy afortunado.
El chico había empezado lentamente, como si tuviera miedo del objeto frente a él, y había empezado a encontrarle el gusto a la acción después de unos minutos. Ahora… Ahora parecía que no había nada más entretenido que intentar dejar que su boca se moviera contra el dildo. Estaba entusiasmado. Era obvio que le gustaba sentir el peso del objeto contra su lengua, sus pequeños resoplidos y la manera en que la saliva estaba cubriendo el juguete daban cuenta de ello.
No pude evitarlo.
Su boca estaba demasiado cerca de mí, lamiendo el juguete que sostenía entre mis piernas cruzadas. Debían haber unos treinta centímetros entre el lugar donde mi mano sostenía el dildo y el lugar donde mi propia erección intentaba salirse del lugar al que mis jeans le habían confinado.
No pude evitarlo.
Casi sin pensarlo, cuando Kurt estaba lamiendo el glande del juguete, completamente ensimismado en lo que hacía y habiendo olvidado que yo estaba ahí, pasé mi mano entre su cabello y le obligué a mirarme.
“Intenta meterlo todo en tu boca… relaja la garganta e inténtalo” susurré, no sé por qué puesto que no había nadie en la casa, pero era imposible no hacerlo cuando los ojos de Kurt estaban tan dilatados y me miraba como si no supiera quien era el que tenía al frente.
Con cuidado dirigí su boca hacia el dildo nuevamente y el chico me hizo caso.
No llegó muy lejos antes de que el reflejo de arcada le jugara una mala pasada, pero lo intentó de nuevo.
Los sonidos que hacía me estaban volviendo loco.
Nunca los gemidos de un hombre me habían provocado esto y ni siquiera me quería poner a pensar en ello porque… esto, lo que estábamos haciendo, no era sexo. No era yo jugueteando o experimentando. Esto era Kurt aprendiendo a dar una mamada, esto era yo siendo un buen amigo. No había nada entre nosotros. Esto no era una relación ni era sexo. Esto sólo era amistad.
Supongo que la erección en mis pantalones era sólo una reacción del cuerpo ante una mamada. Como el porno. No te lo estaban haciendo a ti pero te calentabas de todas maneras.
Mi mano apretó su cabello, casi por instinto, y el chico gimió contra el juguete.
Yo creí que me había dado un ataque cardiaco.
Ambos despertamos un poco del trance en el que nos habían metido nuestras hormonas con ese gemido. Kurt deslizó su cabeza lentamente, sacando el juguete de su boca, mientras yo dejaba su cabello libre correr entre mis dedos.
Se sentó frente a mí, pero no me miró.
Yo intenté no mirarle, pero no me pude resistir y dejé que mis ojos viajaran a la obvia erección que había tras sus pantalones. Con esos jeans tan ajustados eso debía doler.
“Te diré cómo va a funcionar esto. Puedes ir al baño del pasillo, que comparto con mi hermana, y yo iré al baño privado de mi madre. Nadie se enterará lo mucho que aparentemente te gusta chupar pollas y nadie se enterará lo mucho que disfruté verte chupar una. ¿Te parece?” dije, poniéndome de pie y presentándole mi mano para que la estrechara. La misma que hacía unos segundos había estado entre su pelo, tirándolo y dirigiendo su cabeza.
“Es un trato” dijo Kurt con una sonrisa mientras se secaba la saliva que había escurrido por su barbilla con una mano. Con la otra estrechaba la mía. Con aquella que hacía unos minutos había estado acariciando un par de bolas plásticas como si fueran la mejilla de su novio.
No corrí hacia el baño de mi madre sólo porque era incómodo con los pantalones tan apretados contra mi erección.
El sólo saber que Kurt estaba en el otro baño, corriéndose una paja al mismo tiempo, sólo hizo que me viniera sobre mi mano más rápido.
*.*,*.*
Creo que es primera vez desde Santana que, luego de que una mamada ocurriera en mi casa, quien la había dado no salía de la casa como si tuviera lugares mejores donde estar una vez todo había ocurrido.
Con Kurt tuvimos un par de segundos de incomodidad, pero se acabaron rápidamente cuando el chico se largó a reír ante mi cara de no-sé-qué-estoy-haciendo-y-espero-que-no-me-hayas-escuchado-gemir. Sugerí que jugáramos a algo, tenía una gran variedad de juegos de zombies en mi habitación y Finn nunca quería jugar conmigo pues le daban miedo.
“Creo que Resident Evil 4 me ha estropeado para el zombie común” dijo el chico mientras disparaba con una habilidad que no le hubiera creído hacía un par de meses, pero ahora sabía que Kurt jugaba juegos de consola de vez en cuando. “No es lo mismo dispararle a un monstruo que balbucea cuando estás acostumbrado a pelear con zombies que hablan, arrojan hachas y a veces tienen motosierras”
“Esos no son zombies, Kurt. Uno de los requisitos de ser zombie es ser estúpido, chocar contra murallas y cosas por el estilo” dije, mientras cubría su espalda con mi ametralladora.
“Es un tipo distinto de virus, pero no importa. Lo bueno es la manera en que tienes que ir buscando pistas. No ir y matar zombies a diestra y siniestra solamente” comentó él, encogiéndose de hombros.
“Pero eso te hace pensar, la gracia de estos juegos es que hagan todo lo contrario”
“Tenemos distintos gustos, Puck, dejémoslo ahí” rió el chico, mientras disparaba en la cabeza a un zombie que se acercaba demasiado por mi derecha.
Pasamos el resto de la tarde conversando y jugando. Cuando el chico escuchó la canción que tenía designada a mi madre rió un poco pero no hizo comentario. Sé que Kurt tiene un lugar especial en su corazón para los Beatles, por lo que tiene que haber sabido inmediatamente de qué canción se trataba y qué decía. Pero quiero mucho a mi madre, por lo que no me importa lo que digan de mí. ‘In my life’ es una canción que describe muy bien lo que siento por ella.
Casi quince minutos y muchos zombies después Kurt hizo el comentario que había estado esperando desde que mamá llamó para avisar que venía en camino.
“Mi madre solía cantarle esa canción a papá. Cada vez que la escucho me acuerdo de ella” dijo con una sonrisa. Yo respondí con una sonrisa y revolviendo su pelo.
Nos quedamos un rato en silencio, el ruido del juego mientras esperaba que decidiéramos qué hacer era nuestro sonido de fondo, pero ninguno se dio cuenta.
Me tiré en la cama, algo asombrado de lo fácil que era pasar el tiempo con este chico al que, hace un año, casi no soportaba. Prefería esto a tirarle a basureros, sin embargo. No me podía imaginar hacerle lo mismo nuevamente y sé que sería una gran traición para ambos si lo volviera a hacer.
“¿Te quedarás a cenar?” pregunté, pues mi madre llegaría pronto.
“¿Puedo, en serio?” preguntó él, sorprendido.
“Vamos, eres mi amigo. Mientras no te importe que la comida sea casher siempre tendrás una invitación abierta a las cenas en esta casa” reí, pues así era como funcionaban las cosas por aquí. Los amigos eran siempre bienvenidos, incluso Quinn había sido bienvenida aunque a mi madre no le agradaba (más por la situación que por la chica, estoy seguro) a quedarse por todo el tiempo que fuera necesario.
“Pues… me encantaría conocer a tu madre y tu hermana” dijo él con una sonrisa, mientras elegía una partida nuevamente.
Yo sólo reí, esperando que ninguna de ellas me pusiera en vergüenza. Aunque no era importante, Kurt era mi amigo y eso significaba que podía saber algunas cosas vergonzosas, tal como yo tenía derecho a saber de las suyas.
Y me encantaba ser amigo de este chico. De mi chico, porque Kurt Hummel hacía mucho rato ya que era mi chico.
Notas:
Un par de links para los curiosos (y es que fue un chiste encontrar estas cosas y tengo que compartir)
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http://www.edenfantasys.com/vac-u-lock-male-set/adult-toys-dvds-2810 y el regalo extra que Puck compró quedará de Link para el próximo capítulo.