Happiness is a warm gun. ( 2/? )

May 30, 2011 02:35

Happiness is a warm gun
Capítulo 2: Come together.

Pairings: Puckurt y Klaine por el lado.
Rating: R
Resumen: Kurt lleva 4 meses con Blaine y es incapaz de dejar que le toquen bajo la ropa. Necesita ayuda para liberar sus inhibiciones. Si estás enfermo le pides ayuda a un doctor, si estás caliente ¿a quién le pides ayuda? Pues a Puckzilla, obvio.
Notas: Fic en respuesta a este promp dado por  lala_landia Todavía lo estoy escribiendo, pero será largo, así que ni idea cuanto dure.

Le pedí a Kurt que me llevara a su habitación, pues lo que tenía en mente era algo incómodo de hacer en el comedor. Tiramos la botella vacía a la basura y dejamos los vasos en el lavaplatos antes de que el chico me tomara de la mano y me hiciera subir las escaleras hasta su dormitorio.

No sé realmente qué esperaba, quizás algo similar a los gustos de Rachel aun cuando era estúpido pues Hummel siempre había reclamado por la falta de estilo de la chica, pero esa masculinidad de la habitación superaba bastante mis expectativas.

El clima entre nosotros era obviamente incómodo, incluso cuando estábamos bastante ebrios como para que el mundo diera un par de vueltas. Kurt se sentó en la cama, moviendo sus manos como si no supiera qué hacer con ellas, y yo me apoyé en el escritorio que había a un lado.

“Dejaremos un par de reglas claras antes de cualquier cosa, ¿ok?” dije después de tomar aire. “La idea es que entiendas tu propio cuerpo, que entiendas porqué hay cosas que son placenteras. Sólo eso, de esto nadie se entera y nada de lo que te enseñe debe contar como infidelidad”

“No entiendo cómo me podrías enseñar algo así y seguir siendo fiel, a decir verdad” me comentó él, con la voz un poco fina, se notaba que se estaba arrepintiendo. Nunca me había preocupado mucho con respecto a la fidelidad antes, pero supongo que después de lo de Quinn y Rachel puedo entender que ser infiel te trae muy mal karma. “Blaine no merece que le sea infiel y tú mereces algo mejor también que ser la persona a la que todos recurren cuando quieren engañar a sus parejas, no es como que quiera engañar a la mía ni nada, pero… tú entiendes. Además… no entiendo cómo funcionaría esto… ni siquiera eres gay. No veo cómo podrías enseñarme algo útil”

“Hummel, se te están notando los nervios” reí, cruzándome de brazos. Su comentario, de todas formas, me hizo sentir algo muy agradable en el estómago. No todos los días alguien te dice que mereces algo mejor. “En cualquier caso, lo que te pueda enseñar no tiene nada que ver con ser gay o ser hetero, si no con ser hombre y conocer tu cuerpo”

“¿A qué te refieres?” preguntó él, cambiando su expresión a una de curiosidad.

“Según veo tu mayor problema es que siempre hay algo externo que te mata las pasiones; necesitas llegar a un orgasmo, así de simple. Estoy seguro que si tienes uno ni las mamás de los actores ni tu padre serán capaces de volver a dejarte con las bolas hinchadas, no si sabes de lo que te estás perdiendo” le expliqué, mientras me acercaba a su computador disimuladamente. “¿Qué es lo que te calienta?”

El pobre chico se puso rojo como un tomate.

“No sabría qué responderte, Puck” respondió después de un rato, mirando sus dedos en su regazo. “Nunca he sido capaz de pensar en algo sin morir de vergüenza”

“A mí me calientan los sonidos, por ejemplo” confesé sentándome en la silla del escritorio, con mis codos apoyados en las rodillas. Intenté darle una sonrisa cómplice, pero el chico ni siquiera me miró. Después de un rato levantó la vista y, con una ceja arqueada, preguntó:

“¿Los sonidos?”

“No hay nada más sexy que una chica gimiendo porque has hecho algo bien, o simplemente porque está caliente. Los sonidos me vuelven loco” respondí con una sonrisa, y es que, oh sí, sólo imaginarlo me cambia la cara. “Y no sólo los gemidos, también están los sollozos cuando se están por correr, o la manera en que la piel choca con la piel, la respiración en tu oído mientras jadean tu nombre… ¿Alguna idea de lo que sea que te calienta a ti?”

Hummel me miró por un par de segundos como si le acabara de decir que uno de esos diseñadores que tanto le gustaban venía a Ohio, como si no se lo creyera realmente pero la notica le agradaba un montón.

“Ahora que lo pones así, nunca he escuchado esos sonidos, pero se me hacen muy interesantes” respondió él, tragando saliva.

“¿Y si te pongo un video para que veas de lo que hablo?” pregunté, después de tener un chispazo de iluminación.

“Ya te dije lo que me pasa con los videos” dijo cortante.

“Pues no tienes que ver el video, si no escucharlo” le recordé, mientras buscaba en con los ojos algo que me pudiera servir. “¿Qué te parece esto? Te cubres los ojos con una de tus bufandas, pongo el video al máximo volumen, y tú te dejas llevar por lo que escuchas, imaginando lo que no puedes ver”

Hummel tragó saliva y asintió después de un rato. Ya para entonces yo había encontrado una pañoleta con calaveras que se veía suficientemente ruda como para servir a la ocasión.

“Déjame vendarte los ojos y te tiras en la cama, ¿ok?” le digo, para que se quede tranquilo mientras me acerco a él con el pedazo de género estirado en mis manos. Él se me queda mirando como si hubiera matado a su perro. “¿Confías lo suficiente en mí como para hacer esto?”

“No es confianza lo que me falta, Puck, es sólo que esa es una pañoleta de Alexander McQueen y preferiría que la trataras con algo más de respeto”

Río de buena gana entonces porque, incluso ebrio y avergonzado, este chico sigue siendo Kurt Hummel y eso quiere decir que vamos por buen camino. No me gustaría que luego de esto, que ya de por sí es un poco raro para los dos, el muy idiota no recuerde nada y yo me quede con todos estos recuerdos incómodos en mi cabeza. Por último, si los dos nos acordamos al día siguiente, nos puede quedar como una anécdota que nos acerque más y no una barrera de rareza entre nosotros, preferiría que saliéramos siendo amigos de todo esto.

Con mucho más cuidado con el género me acerco a él, le doy un par de vueltas al pañuelo en mis manos y lo acomodo hasta que cubra sus ojos completamente. Luego le doy un empujoncito para que se arroje a la cama detrás de él.

Siguiendo con mi plan me acerco al computador y busco en alguno de mis sitios web conocidos algún video que conozca y que me llame la atención. Subo el volumen y espero.

“Puck… quizás esto vaya contigo… pero los gemidos de una chica me hacen querer arrancar” me recuerda una voz incómoda desde el otro lado de la habitación. Debo decir que la costumbre me hizo olvidar aquel pequeño detalle, así que me disculpo con una risa.

Busco de nuevo, esta vez pensando en qué le podría gustar al chico en la cama. Nunca antes me había puesto a buscar porno gay y, la verdad, siendo que debería disgustarme más el asunto debo admitir cierta curiosidad con respecto a cómo funciona el acto en sí. Es que, algo bueno debe tener la mecánica si es que hay gente dispuesta a hacerlo, pero no me puedo imaginar a mí mismo en esa situación.

Aparentemente el mercado del porno gay tiene ganancias saludables, si es que la cantidad de páginas web que hay al respecto son indicadores de algo.

Me inclino por el primero de la lista, esperando que no tenga virus y que Hummel me mate después por arruinarle el computador. Busco videos amateur, pues si el chico tiene problemas con los actores me imagino que sus gemidos actuados no le resultarán agradables. La lista que se me presenta es enorme. Con sorpresa veo a un par de chicos, uno de ellos encadenado a la cabecera de la cama, y puedo ver que esto podría ser justo del gusto de Hummel.

Sin pensarlo dos veces apretó la vista previa y me dispongo a ver un show que nunca pensé que vería.

Los hombres en la pantalla no pierden tiempo y en un par de segundos están desnudos. Uno incluso tiene un mohicano como el mío. Se ve que, homos y todo, aún tienen su cuota de rudo en ellos. El más pequeño de los dos toma unas esposas y amarra una de las manos del chico rudo contra la cama mientras le besa el pecho.

“¿Tienes idea de lo que está pasando, Hummel?” pregunto, pues no sé qué tanto pueda inferir de los pocos sonidos que han hecho en pantalla. El chico niega con la cabeza, aunque se puede ver que está expectante. “Hay dos tíos en el video, uno de ellos es más bien delgado, el otro musculoso” a último momento decido omitir el corte de pelo del sujeto alfa pues no quiero que se empiece a imaginar a alguien con mi peinado mientras se calienta. Sería incómodo para los dos. “El delgado, que llamaré Beta, lo tiene esposado contra la cama mientras le… bueno, antes le estaba besando el pecho, pero ahora está más bien… uh, qué fácil hace parecer eso… bueno, digamos que ahora lo tiene bien dentro de su garganta”

Los sonidos ahora empezaban a aparecer con más generosidad y debo asumir que, después del calorcito que estoy empezando a sentir mientras veo esto, no es necesariamente el sonido de una chica lo que me vuelve loco sino el control que parecen perder de la situación mientras se las follan. Tal como Beta, que de momento tiene una de las manos de Alfa en su cabeza, obligándole a succionar cada vez más fuerte y más profundo.

El ruido producido por la saliva en la boca de Beta me estaba calentando y, si el gemido que pude escuchar desde la cama era alguna indicación, estaba surgiendo efecto también en Hummel.

“¿Te calienta esto, Kurt? ¿Un hombre amarrado contra la cama, con toda su erección dentro de la boca de otro, atragantándolo, obligándolo a seguir succionando, guiándolo con una mano en la cabeza mientras tira de su pelo?” le pregunto, con una ceja enarcada y una mirada conocedora, aun cuando sabía que no la vería.

En la cama Kurt estaba completamente rojo debajo de la venda en sus ojos. Tenía las manos empuñadas, como si no supiera qué hacer con ellas o estuviera intentando evitar hacer algo.

Ah, quizás el Método Moderno de Enseñanza de Puckzilla estaba haciendo efecto.

“Cállate, Puck, y déjame escuchar” exigió Hummel, yo no pude más que hacer caso con una risita.

En el video las cosas habían avanzado un poco, Beta ya no sólo mamaba a Alfa, sino que tenía su trasero apuntando hacia el tío en la cama y esa mano… Sus dedos…

“¡Se está metiendo los dedos él mismo!” exclamé, sorprendido. Eso era algo que nunca antes había visto. Que no se mal entienda, soy un tiburón del sexo y como tal nunca he dejado pasar la oportunidad de tener experiencias nuevas si es que se me presentan, y es asombrosa la cantidad de dueñas de casa aburridas que están dispuestas a tener sexo anal. Aun así, por lo general lo hacen como si estuvieran haciendo algo completamente prohibido y vulgar, algo que no deberían hacer, lo hacen con culpa, por lo que a menos que me encargue de prepararlas ni siquiera sabrían que hay maneras de hacerlo sin que duela tanto. Pero Beta, wow, Beta no siente culpa alguna, al contrario, parece estar disfrutando de lo que hace. Y sus gemidos, por Dios, si pareciera que estuviera tocando el cielo.

Un gemido desde la cama me desvió la vista de la pantalla y de esos dedos que desaparecían, y reaparecían, y desaparecían con cada jadeo de Beta.

Kurt parecía haber perdido la batalla con sus manos y había dejado que una de ellas se posara sobre su pecho, dejando que un pulgar rozara su pezón por sobre la tela, mientras la otra se metía bajo su ese sweater rojo que parecía pintado a su piel.

No sé qué me llamaba más la atención, si lo que pasaba en la pantalla o lo que tenía frente a mí.

Creo que la pantalla era más segura, así que devolví mi mirada a ella.

Esto del porno gay era bastante interesante después de todo.

Para cuando pude desviar la vista de Hummel y ese pulgar, Beta estaba sentado sobre las caderas de Alfa, mirándole probablemente a los ojos, mientras se frotaba encima de él. Hasta ahora, ni siquiera durante la mamada, había visto a Alfa tan fuera de sí, así que el otro tío debía estar haciendo algo bueno. Como fuera, la escena no duró mucho así, pues Beta no perdió el tiempo y…

“Hummel, Beta se sentó sobre Alfa, tiene un mano en su… oh, wow”

No era normal que alguien sintiera tanto placer teniendo una polla del tamaño de la de Alfa en el trasero. Había visto a mujeres jurar que era delicioso y rogar para que se la metieran más fuerte y más rápido, pero nunca había visto a alguien clavarse en una y dar ese tipo de gemidos.

Beta era, oficialmente, el mejor gemidor del mundo.

Bueno, Beta y Hummel, quien en esos momento había dado tal gemido que se había arqueado en la cama para luego encogerse sobre sí mismo. Un par de segundos después se levantó, se quitó el pañuelo de los ojos y corrió hacia el baño que acompañaba a su habitación.

No lo pensé dos veces y subí el volumen del video aún más.

1, porque quizás el sonido atravesaría la puerta y ayudaría a Hummel en lo que obviamente estaba haciendo en el baño y 2, porque si bien no tenía problemas en escuchar a Beta y Alfa gemir en pantalla, era muy distinto escuchar a Kurt corriéndose una paja en el baño, a un par de metros de donde yo estaba. El chico merecía un poco de privacidad después de todo.

Un par de minutos después el video ya había terminado, yo había apagado el computador y me había tirado a descansar un rato en la cama después de haberme sacado los zapatos. No era demasiado tarde, pero el día había sido extraño y el alcohol me había dado sueño. Al menos no había tenido el mismo problema que Hummel, pero eso era obvio, pues no soy gay… aunque debo asumir que lo que vi no se me hizo tan horrible como habría pensado.

Kurt salió del baño después de unos minutos. Se veía un poco desastrado, para lo común en él, pero se notaba que había intentado componerse un poco. Al menos se había lavado la cara y las manos, por lo que se veía y se había puesto un pijama.

Se tiró en la cama al lado mío, con una sonrisa ridícula en su cara.

“¿Nada de familiares en tus últimos momentos?” pregunté con la voz cargada de risa.

“Ni madres, ni padres, ni carteros, ni nada” respondió Kurt, volviendo a ponerse rojo, pero con una risa calmada.

“Me alegro, tío, me alegro” reí, mientras le desordenaba el pelo con una mano.

“Esto no sale de aquí, Puck” me recordó, mirándome de reojo.

“¿Estás bromeando? ¿Cómo podría explicar esto? Acabo de ver casi veinticinco minutos de porno gay, tienes material de chantaje” reí yo, mientras me ponía de pie y me metía, sin siquiera preguntar, debajo de la sabanas.

Kurt hizo lo mismo, cuidando de mantener la distancia entre nosotros. Al menos no tenía reparos en que durmiéramos en la misma cama.

“Gracias, Puck, por tu ayuda. No creí que fuera a funcionar, pero me demostraste que estaba errado” dijo él, dándose vuelta para darme una sonrisa.

“No es nada, tío, para eso están los amigos” le dije yo, golpeando su hombro como habría hecho con cualquier otro chico.

“No me llames tío”

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“Mi cabeza no da más”. Eso, creo, fue lo primero que pensé al despertar a la mañana siguiente.

Tenía una resaca de aquellas y una erección matutina de esas incómodas que uno realmente odia, de esas que aparecen cuando uno no está durmiendo solo en su cama.

Debo decir que, por muy rudo que sea, tengo un corazón blandito. Al menos eso es lo que dice mi hermana cada vez que duerme conmigo porque tiene pesadillas, y la razón es esta: Me encantan los abrazos. Como buen abrazador que soy, lamentablemente, si duermo con alguien termino abrazándolo.

Obviamente no pensé en eso cuando me acosté anoche.

Obviamente no pensé en que me había acostado ligeramente, muy ligeramente, excitado, y que dormiría acompañado.

Obviamente se me pasó por alto que si llegaba a tener una erección matutina se la iba a terminar enterrando en la cadera a nada menos que Kurt Hummel.

En mi cerebro había dos posibles cursos de acción. O me podía quedar ahí, esperando que se pasara, y aprovechándome de lo suave y calentito que era el chico en mis brazos, o podía intentar levantarme y salvar un poco mi pellejo. Porque estoy seguro que si Hummel se diera cuenta que lo que le golpeaba la cadera no era ni mi teléfono ni un control remoto, estaría muerto.

El instinto de supervivencia pudo más que el calor de las mantas, supongo.

Me levanté cuidando de no despertar al chico, quien se movió un poco y pronunció algo que bien podría haber sido “Blaine”, como podía haber sido “Ten”, o “Ven”, o “Puckzilla, eres lo máximo”… no sé, no quise enfocarme en ello, porque si realmente había dicho el nombre del hobbit en sueños sabía que me iba a irritar un poco.

Fui al baño, me lavé la cara y me enjuagué los dientes. Busqué dentro de los cajones a ver si encontraba una aspirina y me tomé dos cuando las encontré.

Con la cabeza más fría y una erección en retroceso salí del baño, me puse las zapatillas y escribí una nota en un pedazo de papel que arranqué de uno de los cuadernos de Hummel. Con cuidado la doblé y la dejé debajo del celular del chico, en la mesita de noche. Lo arropé un poco y salí de la habitación cuidando de no hacer mucho ruido.

Finn parecía que no había llegado aún, aunque no me imaginaba qué podía estar haciendo con Rachel durante toda la noche pues la chica era poco probable que siquiera le dejara tocar una de sus tetas.

Me encogí de hombros, tomé mi bolso que había quedado en el salón, y salí de la casa de los Hudmel, esperando que Kurt leyera la nota y que me hiciera caso. Ya volvería uno de estos días a ver si mi Método Moderno de Enseñanza había dado resultados, por mucho que me doliera oírlos. Después de todo, para eso estaban los amigos, ¿o no?

ª Long Fic, · Pareja: Puckurt, !fandom: glee, *long fic: happiness is a warm gun, *fanfic, · Pareja: Klaine, / rating: nc17, / rating: limones, - personaje: puck

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