Comunidades:
crack_and_rollTítulo: Niño
Fandom: Original (Los Destinados)
Claim: "Salvador Salvatore"/Leon Ausgond
Reto: 02.
Protección.
Palabras: 818
Advertencia: Hints de shonen-ai
Resumen: Lo había estado buscando y no iba a dejar que una noche fría me impidiese encontrarlo.
¿Por qué corrí esa noche? Ah, sí, hacía frío, mucho más de lo normal y yo sabía que él estaba por ahí, en algún callejón, apretado contra su hermana e intentando dormir.
Yo ni siquiera conocía su nombre, pero, la verdad, los nombres no interesan. Yo he vivido toda mi vida sin uno de verdad y está bien. Lo importante es lo que eres y lo que has vivido.
Por eso, mi interés en encontrarlo era enorme. Desde el día en que por primera vez había sentido su presencia, había establecido un contacto, aunque estuviésemos a cientos de metros de distancia… Desde el día que me había enterado de toda su existencia lo había estado buscando. Su hermana, de ella también sabía, pero no causaba tanto impacto, porque no tenía un deseo de vivir tan grande como el de él, que estaba dispuesto a derribar a todo obstáculo en su camino con una mirada tranquila y una sonrisa.
Yo sabía que nuestra organización le necesitaba, que iba a ser un protagonista de toda aquella lucha que se acercaba. Por eso, no iba a dejar que el frío de la noche me quitase la oportunidad de convencerlo de unirse a nosotros.
Corrí por las calles, rastreando esa presencia que tan bien conocía ahora, esperando el punto en el que se volviese más fuerte.
Había llegado. La escena era tal como me la imaginaba. Su hermana y él se habían quedado dormidos, sentados con la espalda apoyada contra la pared. Ella tiritaba con violencia. Me quité el abrigo que llevaba puesto y se lo puse, luego prendí una fogata y él no tardó en despertarse, como si hubiese estado alerta continuamente. Justo como había esperado.
-Hola, niño -dije, aunque sabía que él sólo era un par de años menor que yo-. Siento haberte despertado. ¿Tienes frío? Ella parecía tenerlo.
El chico volteó por un segundo hacia su hermana y luego me miró directamente a los ojos.
-¿Quién eres y qué quieres?
-Bueno, puedes llamarme Salvador y pues… ¿Qué quiero? A ti -respondí con absoluta confianza, sin romper nuestro contacto visual, como si estuviésemos participando en una especie de concurso.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que sé qué eres, por qué lo eres y que me vas a ser muy útil -tuve la seguridad de que él me creía y también me temía un poco, aunque no lo demostrase. Sonreí.
Tardó un poco en hablar de nuevo, sólo para terminar preguntando algo más:
-¿Gano yo algo a cambio?
Pues bien, era calculador y bastante egoísta. Exactamente como me había imaginado que sería.
-Puedo hacer que no vuelvas a sentir frío por las noches -respondí, sin un tono serio de negocios, como me parece que él hubiese esperado. Yo no era de esas personas tranquilas y sensatas, no demasiado.
-Así que ofreces algún lugar para vivir -dijo, tajantemente, como si no hubiese otra opción a lo que había dicho-. Me parece bien, si mi hermana viene también.
No parecía que a él le importase estar en las calles. No era como si le importase sentirse a salvo, pero supuse que la imagen de su hermana temblando de frío hace un rato había servido para convencerlo.
-Y bien, ¿en qué te puedo ser útil? -siguió él.
-Tareas variadas. Robar ciertas cosas, conseguir algunas informaciones confidenciales del gobierno y de vez en cuando partirles la cara a algunos oficiales. En resumen, ser un criminal, pero eso es algo a lo que tú ya estás acostumbrado, ¿cierto? Oye… ¿cómo te llamas?
-Leon Ausgond, quince años. Ella es Rachel, mi melliza.
-Leon, ¿no crees que deberías rechazar la ayuda de un desconocido? Podría ser peligroso.
-No me des consejos de ese tipo. Si terminara siendo peligroso, simplemente te mataría. Y además, esto no es ayuda. Es un trato, así que si me atacases, tú también perderías algo y, realmente, tú perderías más que yo. Ahora, por favor, deja de hacerme esas preguntas, porque sabes las respuestas -me dijo, dirigiéndome una mirada de desprecio, algo que no era común en él, mientras se inclinaba para despertar a su hermana.
Desde ese día, cuatro años han pasado. Leon todavía no confía completamente en mí, a diferencia de Rachel. Él todavía me dirige esa mirada de desagrado, mientras al resto le sonríe.
He cumplido mi promesa. No han tenido que volver a dormir en una calle. He organizado todo para que siempre se encuentren bajo techo, imperturbables y seguros, aún si sé que aunque estuviesen en uno de los lugares más peligrosos de nuestro mundo, no tendrían demasiados problemas.
Después de todo, no los rastreé como un loco sólo para que algún día algo les pasase, por muy improbable que algo así fuese.
Y además, si no hubiese encontrado a Leon esa noche, ¿quién más se atrevería a llevarme la contra a la hora de hacer planes?
No todo el mundo es tan interesante como ese niño.