Título: 5 lugares en los que Cain se quedó encerrada con Gina
Autor:
arkady_Universo: Battlestar Galactica
Pareja: Cain/Gina
Spoilers: - (Pre-mini)
Rating: PG
Palabras: 3.523 (563 + 624 + 264 + 360 + 1.712)
Resumen: Tres posibles principios para su relación y dos ocasiones en que aprovechan los espacios cerrados.
Tabla (BDT):
Quiero más Cain. 1. Un almacén
- ¡¿Qué fue eso?! - La sintió girarse intranquila en la oscuridad de la habitación.
- Alguien cerró la puerta sin darse cuenta. No te preocupes, llamaré ahora al CIC y en seguida vendrán a abrirnos. - Se acercó ayudándose de una mano guía al lugar donde debía estar el teléfono y recorrió la pared con las yemas, buscándolo, hasta dar con unos tornillos que sobresalían en la superficie lisa. Durante un segundo dudó, hasta que el recuerdo le vino a la memoria. - ¡Maldita sea! Había olvidado que están reparando precisamente este teléfono.
Sintió la respiración algo más acelerada de la técnico a su lado.
- Está bien, tardarán algo más pero nos sacarán de aquí en cuanto alguien se dé cuenta de dónde estamos.
- Almirante, ¿recuerda si hay por aquí alguna linterna? Es que... Me avergüenza confesarlo pero no estoy muy cómoda en estas situaciones.
- La verdad es que sólo quedan un par de estantes con cosas, se está recolocando el material en otros almacenes para hacer limpieza. - Hizo una pausa. - ¿Tienes miedo a la oscuridad? - No pudo evitar sonreír.
- No miedo. Sólo... - Estiró el brazo buscando el cuerpo de la almirante, moviendo un dedo en una caricia al encontrar la tela áspera del uniforme. - Notó la expresión interrogante de su superior en el silencio. - Me siento más tranquila si toco a alguien.
- Yo no soy “alguien”.
- Lo siento, no lo volveré a hacer. - Apartó la mano despacio, apenas dejando las yemas de los dedos en contacto con la tela.
Cain dio un paso hacia adelante, buscándola, pero Gina se estaba moviendo y tropezó con sus pies, perdiendo el equilibrio y agarrándose con fuerza al brazo de la almirante para evitar la caída en la oscuridad. Ésta se apresuró a cogerla con fuerza y ayudarla a incorporarse. Su mano aún la sujetaba a la altura de las costillas cuando sintió el susurro de un “gracias” en su piel y el brazo de la especialista se movió. Lo liberó.
Sus dedos se acercaron a la mejilla de la almirante, acariciándola con suavidad hasta comprobar dónde se habían posado. Un escalofrío le recorrió el rostro y siguió su camino por la espina dorsal hasta la punta de los pies. Al no sentir resistencia la empezó a tocar más conscientemente, recorriendo la línea de su mandíbula, subiendo hasta dibujar el contorno de su oreja, pasando un dedo por una ceja. Y entonces se acercó despacio a donde creía que estaban sus labios, permitiendo que su aliento anunciara su cercanía; frotó la punta de su nariz contra la piel de la almirante y abrió los labios buscando a tientas los suyos para atraparlos. En el último segundo la sintió girarse apenas, facilitándole la tarea. Se le olvidó la oscuridad.
Cuando por fin les abrieron nadie se dio cuenta de la chaqueta que había quedado tirada en un lateral del almacén. Cain les llamaba la atención mientras ella se apresuró a recogerla y meterla en las cajas a por las que habían ido y salía antes de quedarse de nuevo encerrada allí. No se dio la vuelta de la que se alejaba por el pasillo, oyendo todavía la reprimenda que les estaba cayendo a sus compañeros. Pero esta vez la almirante no gritaba. Sonrió para sí. La oscuridad ya no sería sólo una nada informe en la que esperaba medio inconsciente su siguiente resurrección.
2. Un viper
- Es un modelo de prueba. Cuando se produjo el ataque lo teníamos a bordo, lo llevábamos a Picon para una demostración a puerta cerrada. Los mecánicos lo han revisado de arriba a abajo, yo mismo lo he revisado, y parece que todo está en orden, señor. Podría salir a volar ahora mismo.
La almirante lo examinó interesada. A su lado estaba la ingeniera de sistemas. Había dejado de escribir, y observaba la nave con atención.
- ¿Qué piensa de él?
Si le sorprendió la pregunta supo ocultarlo con elegancia.
- No soy una experta en naves, señor, pero parece una buena pieza. No me importaría subirme en el asiento de atrás alguna vez.
Apenas sonrió antes de volverse al mecánico jefe.
- Creo que daremos ese paseo ahora, jefe. ¿Tiene unos trajes a mano?
Laird se cuidó de mostrar su opinión. Llamó a un especialista y en unos segundos tuvieron allí dos trajes de piloto con sus respectivos cascos.
- ¿Subimos? - La almirante hizo un gesto con la mano invitándola a subir delante de ella. Pusieron la escalera a la altura de la segunda cabina y Gina trepó y se deslizó en el asiento. Un mecánico la ayudó a ponerse el casco y nada más encajarlo hizo un gesto de aprobación con la mano. Cain subió a continuación. - Hace años que no vuelo uno de estos. ¿Alguna vez se ha estrellado, técnico? - Sonrió a la rubia antes de meterse en su cabina.
Todos los ojos del hangar estaban fijos en el viper de dos plazas que se movía despacio hasta tener enfilada la pista.
- Viper 312, Pegasus. Tiene permiso para despegar.
- Pegasus, viper 312. Entendido.
Salió como una flecha de la nave, alejándose hacia la oscuridad. Cuando estaban a un par de kilómetros de la estrella de combate, se oyó en la radio la voz del oficial de comunicaciones advirtiéndoles de que se estaban acercando al límite del radar. Cain hizo unas piruetas, dispuesta a hacerle una demostración a su copiloto antes de volver a la nave, pero en uno de los bucles se oyó un ruido sordo y el viper se descontroló. Dieron vueltas hasta marearse y la señal de radio dejó de oírse con nitidez.
- Pegasus, viper 312. Repita. Pegasus, repita. No hemos entendido.
El canal quedó en silencio. En el radar no se veía nada. “¡Joder!”
- ¿Pasa algo, almirante?
- Nos hemos alejado demasiado y la radio no funciona. Eso es lo que pasa. - Se dedicó a tocar botones sin efecto alguno sin apartar la vista del panel de control.
El asiento de atrás permanecía silencioso.
- ¿Nos podrán encontrar?
- Deberían.
Una hora después la radio seguía sin dar señales de vida, y no había nadie a la vista.
- Me gustan las estrellas. Siempre me han gustado. Por eso quise ocupar una posición en la flota estelar. De pequeña, solía escaparme de noche de casa y salir al jardín a mirarlas hasta que alguien se daba cuenta de que no estaba y se ponía a gritar, buscándome. - Sabía que no era un recuerdo real, sólo una tapadera, pero le gustaba imaginarse que había sido así.
- Cuando llevas un tiempo trabajando entre ellas te das cuenta de que no son sólo un paisaje bonito. - Sino destrucción, caos... Pero no era el momento de tener esa conversación.
- Lo sé.
Dos horas más tarde Cain la acompañaba hasta su cuarto por los pasillos de Pegasus. Al llegar ante la puerta, se disponía a despedirse cuando Gina se le adelantó:
- Gracias, almirante. - Y se acercó rápida hasta depositar un beso en su mejilla. Se dio la vuelta y entró en la habitación, dejando a Cain allí de pie y sorprendida durante una décima de segundo.
3. Una habitación de hotel
- La puerta está cerrada. - Soltó la manilla y se volvió hacia Gina.
Ella la miró, desconcertada.
- ¿Estás segura?
- Sí, cariño, estoy segura. Sé abrir una puerta.
- ¿El servicio de habitaciones?
- No, no tiene sentido.
Fue hasta la otra punta de la habitación y al intentar abrir el ventanal se quedó helada.
- Está cerrada.
Gina ya le estaba contestando, intentando encontrar una explicación cuando sonó el teléfono. Se miraron, extrañadas.
- ¿Sí? Sí. ¿Qué? ¿Cuánto tiempo? Bien. Sí, eso espero. Adiós. - Helena se volvió hacia ella, que esperaba una explicación con los brazos cruzados. - Era de recepción. Parece ser que hay algún tipo de problema en esta planta, no me han querido decir el qué. Tenemos que quedarnos en la habitación hasta mañana. - El rostro de Gina pasó de la decepción a la emoción en cuestión de segundos. - ¿Por qué te brillan los ojos de repente?
- Ven. - Dijo cogiéndole una mano y acercándola hasta ella, sonriente.
El beso no la pilló por sorpresa pero cuando sintió un dedo deslizarse por su brazo un escalofrío le recorrió la espalda. Entonces sus labios se separaron, ella la examinó unos segundos y se mordió el labio antes de darle un beso rápido y alejarse sin mirar atrás hasta cruzar la puerta del baño con una sonrisa traviesa.
Helena no tardó en darse cuenta de lo que pretendía. Cuando se asomó a la entrada vio las ropas tiradas en el suelo y su cuerpo deslizarse sin prisa dentro del jacuzzi, que ya burbujeaba. Sonrió a sus espaldas, empezando a desabrocharse la chaqueta.
4. Un conducto de ventilación
- Más rápido, Gina, ¡maldita sea!
- Hay una rejilla. Juraría que este conducto pasaba por encima de la sala...
- ¿Entonces ahora vamos a tener que dar la vuelta hasta el último giro, doña ‘me sé los planos de memoria’?
La sombra de su cabeza se giró lo justo para darle a entender que la estaba mirando mal.
- Me sé los planos de memoria, esto debió de ser una modificación de última hora que nadie registró. Y... - Se interrumpió al oír algo al otro lado de la rejilla.
La almirante podía distinguir las voces de dos hombres, una de ellas le era bien conocida pero la otra no estaba segura de dónde la había oído. Bromeaban y se reían de algo que no podía distinguir pero Gina debía de estar oyéndoles, porque seguía con el oído orientado hacia la habitación y estaba inmóvil. Entonces sintió su cuerpo tensarse durante un segundo y después relajarse. Le preguntó en un susurro lo que pasaba y ella se giró, sonriente, y empezó a dar marcha atrás sin esperar a que le dejara sitio.
- Estaban hablando de nosotras. - Cain paró. - El más moreno contaba lo poco discretas que fuimos el otro día, cuando saliste del CIC y yo te seguí pocos segundos después y tardamos más de veinte minutos en volver. - Seguía dando marcha atrás y acabó chocando con los brazos de la oficial, que fallaron haciéndola caer sobre las piernas de Gina.
- ¿Y Belzen?
La sintió sonreír en la oscuridad.
- Él decía que seguramente ahora nos lo estaríamos montando en cualquier esquina. - Los pliegues del uniforme se arrugaron bajo las manos de Helena, que subía por su cuerpo hasta quedarse a la altura de sus labios. - ¿Tiene razón, almirante?
- Cállate.
Apenas tenían sitio para respirar pero el beso fue dulce y largo, y al acabar Cain le acarició la piel y dijo:
- Yo no quiero montármelo contigo en cualquier esquina.
Ella la miró sorprendida.
- ¿No?
- No. - Subió los ojos de su clavícula a los de ella. - Quiero montármelo contigo en todas las esquinas. - Y sonrió con picardía antes de buscar de nuevo su boca.
5. Un ascensor
Pulsó el botón de llamada del ascensor y esperó pacientemente, con la carpeta agarrada delante de su falda, a que se abrieran las puertas. El edificio era relativamente nuevo, y desde que entrara en el recinto había visto a una veintena de militares uniformados, todos altos rangos. Sintió una leve brisa a sus espaldas y vio por el rabillo del ojo a una mujer alta acercarse justo cuando sonaba el timbre del ascensor. La dejó pasar, entrando a continuación y permitiéndose lanzarle una mirada poco discreta de arriba a abajo. La almirante alzó una ceja pero Gina se le adelantó con voz seductora:
- Perdone, ¿es usted la Almirante Cain?
Apenas se volvió ante la pregunta. Sus ojos la examinaron brevemente antes de contestar:
- ¿Srta. Inviere?
- Así es. - Asintió y se disponía a ofrecerle la mano cuando sintieron un tirón y el habitáculo se movió de forma inesperada. Gina se tambaleó y buscó la barandilla para no perder el equilibrio pero estaba demasiado lejos, así que se agarró a lo primero que pilló, que resultó ser la muñeca de la almirante, que se mantenía firme a su lado.
Entonces todo paró y la luz parpadeó. No seguían subiendo. Cuando reaccionó, Cain ya estaba examinando las puertas y pulsando el botón de emergencias. Una voz cantarina contestó, diciéndoles que se había registrado la avería y que tendrían a un equipo trabajando para arreglarla lo antes posible. La almirante le gruñó que mejor se apresuraban y se cortó la comunicación. No dijeron nada durante los siguientes minutos.
Gina se procuró mantener lo más firme posible, pero se empezaba a cansar cuando oyó un ligero bufido a su lado.
- Será mejor que comencemos con la reunión, ¿no le parece, Srta. Inviere? Confío en que no necesite nada que no lleve con usted.
- La presentación resultaría más interesante si pudiera mostrarle las simulaciones que traía preparadas pero al menos le podré explicar el sistema de funcionamiento del programa.
Abrió la carpeta que llevaba consigo y sacó las primeras hojas, empezando a contarle a la almirante, que no le quitaba ojo de encima y parecía sinceramente atenta a sus palabras, de qué iba el nuevo sistema que sería instalado en la flota durante los próximos meses. En algún momento, algo hizo ‘click’ en su cabeza y dejó que parte del contenido del informe cayera al suelo; se agachó, pidiendo perdón, a la vez que Cain doblaba las rodillas para ayudarla a recoger y durante dos segundos casi se rozaron. Entonces Gina recuperó la compostura y siguió con lo que estaba diciendo.
Las explicaciones le resultaban tediosas, después de repasarlas y ensayarlas una decena de veces con compañeros y a solas, pero procuraba darles el tono de entusiasmo que les hacían más fáciles las ventas. En determinado momento, se acercaba a la almirante para mostrarle unos gráficos y un pie le resbaló saliéndose del tacón, la rodilla le falló y se encontró cayendo hacia un lado sin saber si soltar los documentos otra vez o intentar mantener el equilibrio ella sola; los brazos de la almirante la rodearon y un nuevo movimiento de la cabina hizo a Cain apoyarse en la pared, dejándose deslizar hasta el suelo para evitar una caída peor. En ese momento se apagaron las luces. Gina había dejado caer la carpeta, al final, y ahora respiraba a escasos centímetros del hombro uniformado que aún la sujetaba por la cintura.
- ¿Está bien? - Rompió el silencio en un tono que pretendía ser formal.
Gina sonrió para sí. Esto estaba funcionando mejor de lo que esperaba. Contestó que sí separándose lentamente de ella, bajando las manos alternativamente por el cuerpo de la militar hasta apoyarse en el suelo y pasar las piernas por encima de las de su salvadora.
Durante un momento hubo silencio. Entonces la seis preguntó si quería que siguiera con la reunión. Cain se rio con sorna.
- Creo que el destino quiere que nos lo tomemos con calma durante unos minutos.
- ¿Cree en el destino? - Los ojos de Gina brillaban en la oscuridad.
- No. Sólo era una expresión. - Giró la cabeza hacia la otra voz. - ¿Usted sí?
- Creo que en determinados momentos podemos encontrarnos en situaciones que están ahí para demostrarnos lo que podríamos hacer, el tipo de situaciones que incitan a los más atrevidos y acobardan a los más tímidos. Alguna gente lo llama destino. Puedes evitarlo pero, ¿no sería más interesante jugar con él?
- Tiene una percepción de la vida curiosa, Srta. Inviere, eso no se puede negar. - Contestó tras un breve silencio.
Gina sonrió en silencio.
Más de una hora después de quedarse atrapadas, volvía la luz y se abrían las puertas del ascensor. La almirante le indicó el camino a su despacho, diciéndole que ya era hora de acabar su reunión. La siguió sin rechistar, observando a cada paso los movimientos de su cuerpo. Cuando entraron en la habitación, se dispuso a sacar la proyección que traía consigo; mientras la conectaba se fijó en que la mirada de la almirante ya no era tan dura como antes, y evitó sonreír.
***
Una semana después se volvían a encontrar en el vestíbulo. Cain la invitó a acompañarla a recoger sus cosas antes de dirigirse a la conferencia de presentación del nuevo sistema de navegación.
A la vuelta, de la que iban hacia el otro extremo del edificio, se encontraron con que un ascensor vacío se abría justo delante de ellas, así que en vez de tomar las escaleras, como tenía por costumbre, la almirante entró detrás de la ingeniera a la cabina que les bajaría hasta el primer subterráneo.
Nada más cerrarse las puertas y al poco de comenzar el descenso sintieron un tirón familiar que detuvo la máquina.
- No puede ser verdad. - La almirante miraba a su alrededor buscando algo en el techo del ascensor.
Gina puso cara de fastidio.
- ¿Cuánto queda para que empiece la conferencia?
- Apenas cinco minutos. No me lo puedo creer. - Pulsó insistentemente el botón de emergencia.
Cuando nadie del edificio apareció y la voz del telefonillo les dijo lo mismo del otro día, Gina se apoyó hasta estar sentada en el suelo, suspirando. Cain la miró, se pasó una mano por la ceja y dio un par de pasos hasta la otra esquina del cubículo.
- Supongo que no deberíamos esperar que nos saquen de aquí pronto.
- ¿Se va a quedar de pie todo este rato?
- Es por mi espalda, no me sienta bien doblarla.
- ¿Hay algo que pueda hacer para aliviarla?
Cain la examinó.
- No, gracias. - Se volvió hacia el espejo y observó el reflejo de su imagen.
Durante un momento hubo silencio.
- Debería de probar a teñírselo.
La mirada cortante de la oficial descendió hasta sus ojos.
- No digo que esté mal así, al contrario, me gusta - flirteó discretamente con su sonrisa -, pero si quiere cambiar creo que le quedaría muy bien un tono más claro, y con mechas.
Volvió a girarse hacia el espejo, recorriendo las ondulaciones de su melena con los ojos un momento antes de contestar.
- ¿También ha sido peluquera?
- ¿Perdone?
- He visto su currículum, es impresionante pero no mencionaba que se hubiera dedicado a la estética. - Desvió la vista lo suficiente para recorrer la figura de la rubia de arriba a abajo.
- Eso es porque no lo he hecho. Sólo me pareció que un cambio de color le podría gustar.
Cain arrugó la nariz un segundo y sacudió la cabeza.
- No tengo tiempo para ese tipo de cosas. - Entonces miró a su alrededor y recordó que se habían quedado encerradas. Otra vez. Bufó.
- Yo podría indicarle una peluquería que está a cinco minutos de aquí. Son rápidos y le garantizo que no le harán a su pelo nada que no quiera. - Recorrió despacio la espalda de la almirante. - Tiene una melena preciosa. - Cain se volvió, interrogante. - Yo siempre he querido dejarme el pelo largo pero no paran de decirme que lo tengo demasiado débil… - Se cogió un mechón que se le había salido del recogido y lo miró, soltándolo poco después. Volvió la vista hacia la figura esbelta de la oficial, que no había apartado los ojos de ella, y sonrió.
***
Hacía unos minutos que los técnicos habían empezado a entrar en la sala y sentarse alrededor de la mesa. Todo estaba listo, a falta de que la almirante apareciese para dar comienzo a la reunión. Gina estaba hablando con el encargado de comunicaciones cuando se abrió la puerta y alguien llamó a la atención. El ambiente se tensó a su alrededor y observó cómo la mujer cuyas costumbres había memorizado durante los últimos meses les daba permiso para descansar y se acercaba con zancadas largas hasta la pantalla de proyecciones.
Sonrió al ver que su melena tenía unos reflejos más claros que no le había visto la última vez. La saludó con la cabeza - no quería ser la primera que rompiera el silencio - y esperó a que la presentara para comenzar con la exposición.
Como era de esperar, no hubo ningún problema durante la misma, sólo un par de preguntas de los oficiales que quedarían encargados de supervisar la instalación, y cuando acabó se encontró sola frente a la pantalla con Cain a un lado y Belzen - su segundo - al otro. Él la felicitó, alabando su entrega y sus habilidades; ella se limitó a permitir que se le adivinara una sonrisa tras la comisura izquierda.
Cuando la acompañaban al hangar desde donde saldría de vuelta a Scorpia, Cain la llamó discretamente a un lado antes de abandonar el pasillo.
- Espero verla por aquí durante la instalación, me quedaré más tranquila si sé que hay alguien competente al tanto.
- Claro, almirante, me ocuparé personalmente de supervisarlo todo, no se preocupe por eso.
- Bien. - Asintió satisfecha. - Y, mientras tanto, me preguntaba si le gustaría venir el miércoles a cenar a mi camarote. Algo tranquilo, así podremos hablar de los arreglos y se evitará tener que comer en la cantina.
Gina asintió, apenas conteniendo una amplia sonrisa, y se despidió, con una hora y un lugar, para llegar a la última llamada del transporte que la llevaría a la ciudad.