Sep 12, 2012 16:50
-Hijo, no es necesario que hagas esto. Medusa es muy peligrosa, no quiero que te maten.
Dánae ya había perdido mucho. No quería perder lo único que la mantenía cuerda a estas alturas. Habían sido dieciocho años de relativa paz, desde que ella y su hijo Perseo llegaron a la isla de Sérifo. Dictis, el rey legítimo de esa isla les había dado cobijo. Con lo que no contaba Dánae era con que Polidectes, el usurpador se fijaría en ella. La antigua amante de Zeus sabía que la historia de la princesa Hipodamía era un fraude para quitar a su hijo del medio.
-Madre, debo pasar por esto. Yo fui quien prometió traer la cabeza de Medusa y voy a cumplir con mi palabra. Lo único que te pido es que tengas paciencia. Volveré, estoy seguro- por alguna extraña razón, sintió que su padre, a quien no había tratado en persona, lo protegía de algún modo. El pensamiento de Perseo no era del todo errado. Mandó a Atenea y Hermes en ayuda del arrojado jovencito.
Dánae dio un suspiro y bendijo a su hijo. Sabía que este sería su rito de iniciación. El inicio de su verdadera adultez.
-Sé fuerte, Perseo. Yo también lo seré por ti.