Título: Luna roja y colmillos sangrantes
Autor:
saneral_ciel Clasificación: G
Mitologías: Griega y nórdica.
Pareja: Fenrir/Selene
Tablas: Tablas I y II juntas.
Número de palabras: 2062
Advertencias: se mezclan las mitologías… pero es por una buena causa (?)
Resumen: Cuando un lobo ama es para siempre, no hay una segunda mejor opción, no importa cuántas gargantas deba desgarrar para alcanzar lo que desea.
Cuando la Luna ama… es simplemente incondicional.
Nota de la autora: Aquí están las respuestas a las dos tablas, como la secuencia de drabbles sigue una misma historia no quise separarlas y me pareció gastar espacio ponerle clasificación a todos los drabbles, cuando es una sola historia contada en pequeños pedazos. Espero que disfruten leyendo como yo disfruté escribiendo (o sea, mucho)
Luna roja y colmillos sangrantes
TABLA I
Luna del cuarto creciente (Primavera)
Todas las religiones tienen un poco de razón, en todas hay personajes que suelen coincidir, elementos comunes y esos elementos comunes son reales, como si la naturaleza humana supiera que debe adorarles.
Selene no recuerda exactamente de quién nació, desconoce si los griegos estuvieron o no en lo cierto, se sabe siempre ahí, siempre presente, siempre Luna.
Si debe ser sincera, nunca le ha gustado la primavera, las flores nacientes llaman demasiado la atención, la gente enferma y duerme durante las noches, nadie parece verla en primavera, los enamorados creen hacerle odas pero en realidad solo se miran entre ellos.
Selene siempre ha estado enamorada, siempre ha adorado el amor, pero no así, no amor efímero, le gusta el amor que perdura, el amor que la espera aún en sus ciclos cambiantes, con sus personalidades, como estaciones. Selene es distinta en primavera, en verano, en otoño y en invierno, la gente cree que cambia con sus ciclos pero no es así, al menos no del todo, en realidad un carácter de su personalidad se acentúa de acuerdo a la estación.
En primavera es Selene, Luna del cuarto creciente, nostálgica e indecisa. En primavera mira a los enamorados con rabia, detesta el polen y le corroe la envidia. Porque lo extraña.
En primavera ella es cuarto creciente y lo detesta, él le hace falta. Cada aullido es insuficiente
Luna nueva (Verano)
Es insufrible, en verano Selene desaparece, los humanos se pasean de día, se solean, la olvidan por completo, es por esto que en verano Selene es Luna nueva y no puede haber peor época que esta, porque si él le aúlla, ella es incapaz de escucharlo. Selene es sorda, ciega, muda, Selene es un ser inservible e invisible en verano, incapaz de verse si quiera a ella misma, se pierde, se desconoce.
Selene se frustra, se deprime, se acurruca en verano, odia ser Luna nueva, odia no escucharlo. Se odia por estar tan alto y lo odia a él por ser tan terrenal. Gigante, adorado, temido, encadenado… pero siempre devoto a ella.
No escucha a Fenrir, piensa que le han cortado la garganta, que ese maldito calor al fin ha logrado acabar con él y que nunca más aullará para ella.
Odia a la Selene de verano, es aún más patética que la Selene de primavera, al menos la Selene de primavera es visible, pero en Luna Nueva, no es nada, no es nadie, no tiene orgullo y -la verdad- si no escucha a Fenrir es por eso… porque sin orgullo, siendo invisible, no es digna amante de un lobo.
Luna menguante (Otoño)
Levanta la vista en otoño, siente como comienza a escuchar los aullidos de Fenrir cada vez más claro, son la mejor promesa que puede haber. Cuando empieza el frío, cuando las hojas caen… la gente comienza a mirar hacia arriba, porque no hay nada más interesante que el cielo, la miran a ella y Selene se esconde entre nubes, se viste con ellas como sus mejores trajes, la adoran, es el faro de las noches oscuras y frías.
Mientras más frío, Fenrir aúlla con más fuerza, como si el frío que comienza a erizar su pelaje lo animara a desgarrarse la garganta en odas hacia ella.
Selene es Luna menguante en otoño, solía -hace ya mucho tiempo- creer que no era de sus mejores etapas, pero lo conoció siendo Luna menguante; escurridiza, etérea, helada, escondiéndose en sus ropajes; cuando las nubes no la cubrían por coquetería, sino que lo hacían para poner distancia.
Fenrir no era más que un cachorro, aún así era grande, siempre lo fue y siempre lo sería. Se encaprichó con ella a penas su orgullo lo dejó mirar hacia arriba y encontrarla, fue allí que empezó a aullarle todas las noches aunque, en realidad, a los humanos le sonaban como aullidos, para Selene eran palabras.
El orgulloso, el sanguinario lobo, cuando miraba hacia arriba, era para declararle adoración: “Estás por sobre el mundo y yo estoy destinado a estarlo, los superaré a todos y estaré a tu lado, mi destino es estar a tu lado”, viniendo de Fenrir aquellas palabras eran la más bella poesía. No le respondió en otoño, porque cuando es Luna menguante se siente efímera. Pero en su corazón ya sabía lo que diría.
Porque el amor de los lobos es único y eterno.
Único: como la Luna.
Luna llena (Invierno)
Si en otoño Fenrir se desgarra la garganta, en invierno se la hace trizas, porque invierno es la época favorita de Selene, en invierno es Luna llena, en invierno conmemoran que, hace eones, la helada y decidida Luna llena hizo su elección y le respondió a Fenrir por primera vez, cuando aún no habían cadenas, cuando Fenrir crecía a pasos agigantados.
-Alcánzame, lobo, te estoy esperando.
No hicieron falta más palabras, Fenrir conocía el orgullo y entendió perfectamente que lo había aceptado. Selene lo vio crearse escaleras hacia ella a base de cadáveres, cada muerte lo elevaba un poco más hacia, cada muerte lo hacía más grande y poderoso, aún le vibra la piel al recordar los aullidos de aquel entonces, gruesos, potentes, increíbles: magníficos.
Selene siempre ha tomado las decisiones más importantes siendo Luna llena, cuando aceptó a Fenrir supo que sería para siempre, al igual que Fenrir, como lobo, le sería siempre fiel a ella.
Cuando Fenrir fue apresado, Selene escuchó su orgullo quebrarse, pero también vio como su rabia aumentaba. Selene no culpa a Fenrir, ni siquiera odia a las cadenas, las detesta, pero no las odia, porque ve a Fenrir odiar más gracias a ellas, ve a Fenrir crecer en coraje y sabe que va a liberarse y que, cuando lo haga, su odio juntará los cadáveres suficientes para llevarlo hasta ella.
Selene siempre recuerda esto en invierno, no solo porque le dio a Fenrir su esperado sí, sino porque Fenrir le confirma en cada aullido furioso que es más fuerte. Cada año, cada estación, cada invierno. Selene puede darse cuenta, porque no hay momento más claro ni más sereno que cuando es Luna llena.
TABLA II
El amo del aire
En cuanto la vio supo que su destino era llegar así de alto, supo que debía ser el amo de todo, supo que debía dominar cada parte del mundo, cada elemento.
Le tomó toda una temporada dominar el aire, aprender de él, saber que es más que viento, más que solo brisa. Es casa de millones de aves, es olores, y aquello fue lo más difícil, lo más importante. Hacer que el aire le obedeciera, que le trajera cada aroma, la fragancia de quien necesitara, someter al viento bajo su patas, bajo su aliento, bajo su olfato. Mirarlo a los ojos, esos que nadie es capaz de ver, pero él logró encontrar y, mucho más importante que eso, vencer.
Para encontrarlos subió a la montaña más alta, con la nieve helando sus patas, erizando su piel, tirándolo hacia abajo, tensó cada musculo, enseñó todos colmillos a los demonios que le cerraban el camino y, una vez arriba, se paró en su cuatro fuertes patas y aulló.
-Mírame y dime si no soy digno de que me rindas obediencia.
El viento no respondió, pero no le importó, sabía esperar, había esperado toda una estación por la respuesta de Selene, así que esperó en esa montaña helada por treinta días y treinta noches.
Los ojos sin color como remolinos se presentaron en la madrugada y lo miraban dormir, lo sabía aún antes de abrir sus propios ojos y, cuando lo enfrentó supo que había ganado, solo con eso, solo con ponerle frente.
-Obediencia tendrás -silbó una brisa grave y áspera.
Fue el primer paso en su escalada, el primer gran paso.
El amo del agua
Fue gracias a Selene que logró conquistar su segundo elemento, entró a la cueva más profunda, donde el agua es tan pura que brilla por sí misma, fue un laberinto llegar esta el centro, sin ver el cielo, sin ver su más grande objetivo.
La oscuridad no fue nada, se detuvo frente a aquel manantial bajo tierra y aulló, pidiéndole al elemento que se hiciera presente, que se sometiera ante él. Deseaba que el agua siempre supiera dulce al beberla, que limpiara su pelaje cuando sus enemigos lo mancharan de sangre, que callera como lluvia a su llamado.
Ante él se presento el agua, hermosa y etérea, se contorneo hacia él, su cuerpo era moldeado por el andar y brillaba como nada que Fenrir hubiera visto, lo miró con ojos azules como el océano mismo y extendió una mano hacia él, llamándolo, incitándolo. Fenrir casi da un paso, casi la sigue al sexo que ella le estaba prometiendo solo con los ojos, pero no se movió.
-Mi devoción ya fue entregada -fue su respuesta, casi un gruñido.
Los lobos solo aman una vez en la vida, en todas sus vidas, escogen para siempre, si Fenrir no hubiera elegido a Selene, se habría ido con el agua, no le habría visto sonreír, no habría escuchado su luminosa voz…
-La lealtad que muestras es la que obtendrás. Tienes mi obediencia.
Siempre amo de la tierra
Fenrir había conquistado el aire y el agua, supo que debía seguir con la tierra- Fue mucho más fácil que los otros dos porque es un animal de tierra, de naturaleza, porque desde que era un cachorro la tierra ha sido su hogar, ha aprendido de ella, conoce cada movimiento, su olor, su lenguaje, ha hablado con ella desde que puede acordarse y le ha acompañado la misma cantidad de tiempo.
Por esto no tuvo que presentarse frente a la tierra, o subir montañas o recorrer laberintos, aulló su deseo y la tierra se removió en respuesta, a sus órdenes, Fenrir sabía que era su forma de decirle que hacía ya mucho tiempo que era digno de dominarla.
Esa noche aulló a Selene con fuerza, fue una noche de invierno y siempre han sido sus predilectas, le dijo que pronto dominaría los cuatro elementos y, cuando lo hiciera, estaría a pocos pasos de alcanzarla. Ella le pidió que tuviera cuidado, pero era absurdo, Fenrir se sabía invencible. Cada enemigo en su frontera había sido asesinado, sus fauces se habían llenado de sangre al punto de que ahora su aliento siempre tenía aquel metálico olor.
Era una bestia sanguinaria, la más mortal y letal de todas. Algún día lograría realizar tal hazaña que Selene ya no dudaría al saberlo infalible.
Amo de la Luna roja.
Fenrir estaba hecho de fuego en sus entrañas, lo sabía porque no hay elemento más destructor que el fuego. El fuego es rabia, sangre y poder y Fenrir es eso y más, por eso cuando fue a enfrentarse al fuego, a los confines del inframundo, simplemente se abalanzó sobre él.
El fuego trató de quemarlo, pero el fuego no puede quemar al fuego, Fenrir incrustó sus colmillos en él, dejándole su aliento a sangre incrustado. Lo mordió hasta que todo él apestaba a sangre, a toda la sangre que Fenrir había arrancado a su corta edad.
El fuego se rindió ante él, gimiendo, con heridas que jamás podrían curarse. Fenrir aulló con fuerza porque sabía que había vencido a todas las bases del mundo…
Entonces ocurrió.
Lo desafiaron y él terminó entre cadenas.
Era absurdo, aulló con fuerza hasta que logró llamar a la noche, aulló ante su orgullo quebrado y su rabia creciente, no podía haber estado tan cerca y haber sido detenido, pero sabía algo, saldría de allí y los asesinaría a todos.
Selene nunca le dijo que lo amaba, pero Fenrir lo tenía claro, esa noche Selene no fue Luna nueva, menguante, creciente o llena, esa noche Selene enfureció con él y se transformó en una Luna roja, él aulló con más fuerza porque aquel rojo era sangre, la sangre de todos a quienes había matado en su camino, Selene se había vestido con ella para demostrarle que lo esperaría, que sabía que saldría de aquellas cadenas.
-Mátalos a todos.
Le escuchó decir antes de amanecer y Fenrir no olvida sus palabras, las cadenas de ceda no duraran para siempre, va a liberarse y, cuando lo haga, la humanidad deberá cuidarse… porque su escalera de cadáveres será inmensa.
-Deberían tener miedo -la escuchó murmurar.
No hay nada peor que un lobo con hambre.
Fin.