Apr 29, 2008 16:00
-¿Quién es?
Mike frunce el ceño y pone morros, mirando en la dirección que su primo le señala. Al fin la ve. Es una niña sentada en un columpio, sola, completamente sola. A su alrededor parece abrirse una burbuja de un radio de dos metros que nadie se atreve a cruzar. Mike se pregunta porque. Quizás por esas miradas fulminantes que la pequeña lanza al primer niño que hace ademán de acercarse.
A su lado, sin dejar de construir su castillo de arena, Ethan insiste.
-¿Quién es? Es muy rara.
-Ya.
-¿La conoces? -pregunta el menor volviendo la cabeza hacia su primo.
Mike niega.
-No -su rostro se ilumina unos instantes-. Podríamos ir a hablar con ella.
-No, no -replica Ethan, negando con una gravedad que le hace parecer un genio en miniatura planteándose una cuestión de vital importancia-. Ya sabes, mi papá dice que no debemos hablar con desconocidos.
-Pero ella parece triste.
Ethan, por inercia, mira de reojo a la chica del columpio, que en aquel momento está oteando a un niño que se ha acercado a recoger una pelota con cara de querer comérselo.
Mike ríe por lo bajo.
-Parece que vaya a enseñar los dientes, como un perrito furioso.
Ethan le mira extrañado.
-No seas tonto.
El mayor sonríe y se palpa la nuca.
-Lo siento…
Pasa el tiempo, pasan los demás niños del parque por su lado y los dos primos siguen a lo suyo. Por unos instantes parece que el asunto de la niña del columpio ha caído en el olvido, pero entonces Mike detiene sus manitas en el suelo, como si estuviera demasiado concentrado en sus pensamientos para continuar el castillo como si nada. Frunce el ceño y, antes siquiera de que el otro pueda decir nada, se levanta de un salto y echa a correr en dirección a los columpios.
-¡Vuelvo enseguida!
No llega a oír las quejas enfuruñadas de Ethan, y aunque las oyera, está claro que no tiene intención de hacerle caso.
Sus pies calzados con sucias deportivas se detienen en la arena, a escasos metros de los dos columpios, el terreno prohibido. Algunos niños a su alrededor murmuran cuando le ven acercarse a la niña. Ella no repara en él hasta que se encuentra a casi a un metro y entonces, por instinto, le lanza una mirada de advertencia a la vez que las manitas blancas se ciñen a las cadenas del columpio.
-Vete -gruñe.
Mike se la queda mirando, confuso. Parpadea y da otro paso.
-Hola…
-Vete -insiste ella, mirándole con desconfianza-. Si no te vas, yo…
-¿…llamarás a tu mamá?
La niña se queda inmóvil. La frase de Mike no ha sido dicha con rencor ni en aire desafiante. Simplemente ha sido una pregunta ingenua, de alguien que quiere confirmar una suposición inocente.
La niña aparta la mirada. Los rayos del crepúsculo se reflejan en su cabello y arrancan destellos pelirrojos al aire.
-Yo no tengo mamá.
Mike parece confuso.
-No te creo. Todo el mundo tiene mamá.
-Yo no.
-Oh -el niño lleva los brazos atrás y se coge las manos a la altura de los riñones, abajando la cabeza-. Lo siento.
La niña parece airarse ante eso. Se levanta de un salto del columpio y se planta en mitad del patio, con las manos en la cintura y actitud recriminadora.
-¿Por qué dices “lo siento”? ¡No es tu culpa!
Mike levanta un poco la cabeza y esboza una sonrisa granuja.
-Yo tampoco tengo papá. Pero el papá de Ethan es como si fuera mío y siempre dice que hay que pedir perdón cuando nos equivocamos.
La niña resopla y se cruza de brazos, enfuruñada.
-El papá de ese Ethan es tonto. Yo nunca pido perdón.
Mike menea la cabeza.
-Pues muy mal.
-Déjame en paz -escupe la niña, desviando la mirada de nuevo. Sin embargo, en sus ojos hay un brillo de extrañeza-. Eres raro.
-¿Por qué?
Ella se encoge de hombros.
-Me estás hablando.
Ante eso, Mike no puede evitar echarse a reír.
-¿Por qué dices eso? Todos querrían hablar a una chica tan linda como tú.
Entonces sucede algo inesperado. El rostro de la niña pasa por distintas fases, como fotogramas. Primero se vuelve de un enfermizo tono blanco mortal, extremadamente pálido. Y luego rojo. Y luego otra vez blanco. Mike observa esos cambios con curiosidad. Cree que la niña parece un arcoiris.
Y tan concentrado está en observarla que no ve venir las tres zancadas que ella da para cruzar la distancia que les separa. Piernas separadas en actitud luchadora, brazos pegados al busto por la frustración. Sin previo aviso, lleva un brazo atrás y descarga su pequeño puño contra la cara desprevenida de niño.
Para sorpresa de éste, el golpe apenas duele. Es como una picadura de mosquito. Sin poderlo evitar, se lleva la otra mano a la mejilla, mirando el suelo.
-¡Tonto! -grita la niña con voz aguda-. ¡No soy linda! ¡Soy un chico!
Mike se queda estático, clavado en su lugar. ¿Un chico? Disimuladamente, casi temiendo un nuevo puñetazo, levanta un poco la tímida mirada para fijarla en ese rostro sonrojado. En esos labios finos contraídos por la rabia. En esos ojos llameantes color dorado. Y en el cabello liso y ligeramente largo, pelirrojo.
Entorna los párpados. Él puede ser inocente, pero no es idiota. Y la niña… o niño… bueno, la “cosa enana” es una chica, seguro.
Una niña muy bonita… aunque un poco rara.
Aclaraciones-finales-de-las-que-no-podía-prescindir- (?): para quien no le quede claro el final... sí, Sam es una chica, aunque tiene la manía de decirle a todo el mundo que es un chico ;P.
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