El crack absorve a la pobre Grav =O
Sam no es una chica indefensa. Y si la dejamos hablar a ella, probablemente suelte algún gruñido y añada que ni tan solo es una chica. Es un chico cascarrabias que se oculta tras una gorra de béisbol y pasa el día insultando a cualquiera que considere patético. Es decir, absolutamente a todos. En fin.
Ethan no es un chico sentimental. Y si le dejamos hablar a él, probablemente se cruce de brazos y sentencie que los sentimientos te hacen débil. Su voz será grave al hablar, calmada, y sus ojos nunca se centrarán en su interlocutor. Desprenderá paz helada.
¿Y si le preguntamos a Sam sobre Ethan? Ah, volverá a gruñir. Desviará la mirada, pateará cualquier cosa que esté cerca y sólo escupirá un “es un tío legal, pero debería relajarse alguna vez, joder”.
¿Y a Ethan sobre Sam? Ah, se encogerá de hombros y… bueno, se quedará callado. Y es que el pequeño de los Taylor es una persona que no gasta más palabras de las necesarias -lo cual significa que apenas abre la boca-.
En fin.
Pero Sam no dejará que se le haga una tercera pregunta y Ethan lanzará una mirada fulminante a su desafortunado interlocutor si ve venir sus intenciones. Y es que son más parecidos de lo que se creen. Evidentemente.
Sam no es una chica indefensa, eso Ethan lo sabe -demonios, sí, lo sabe demasiado bien. ¿Es que la enana pelirroja no bajará nunca la guardia?-.Sin embargo, en momentos como aquellos, Ethan no puede más que sonreír -sí, él, curvar los labios con un rastro de ternura. ¿Es eso posible?-. Sonríe en mitad de la noche al percibir un par de bruscos movimientos que provienen de la otra punta del dormitorio, justo donde Sam tiene su saco de dormir -lejos, lejos de todo el mundo, aislándose ella misma, la muy antisocial-. Sabe lo que sucede a pesar de que la oscuridad nocturna lo nuble todo. Así que toma la iniciativa. Sale de su propio saco de dormir, gatea procurando no despertar a los demás, y llega hasta el rincón dónde se encuentra Sam. Y la ve sin mirarla. Y la siente sin verla. Ve la pesadilla en que está sumida - como siempre, como cada noche, como cada jadeo de terror que escapa de sus labios blancos-. Se pregunta que cosas tan horribles soñará como para que tenga esa expresión de pánico que no conjunta nada con su habitual pose “soy la mejor”.
Así que procura ayudarla. No la despierta, eso no. Simplemente le pasa una mano por el cabello en un mimo silencioso, le acaricia la mejilla, le presiona el brazo con ademán alentador. No necesita nada más. Ni Sam tampoco, evidentemente, así que se aferra al brazo de Ethan como si su vida dependiera de ello, aún dormida.
Cómo cada noche, Ethan trata de que su mano no se crispe en un puño al oír como los finos labios de Sam se abren y suspiran un “Mike…” en lugar de un “Ethan…”.