Sangre, sangre~~ :P (?)

May 16, 2008 23:34



Cuando sucede, simplemente ninguna de las dos tiene nada que decir. Nada que objetar. Ninguna explicación que dar.

Cuando sucede no hay nada, el tiempo y el espacio se disuelven en un mar que las ahoga a ambas. Lo imaginario se vuelve real y lo real confuso, hechizador, sacado de una dulce pesadilla.

Aunque más tarde cualquiera intentara ir tras Sam, seguirla en sus eternos paseos en tierras de nadie, con la vaguedad pendiendo de su mirada y las manos sepultadas en los bolsillos, no conseguiría nada.

Aunque luego alguien persiguiera a Arín en sus desenfrenadas carreras hacia las entrañas de cualquier bosque, con la ira incendiando todo a su paso y la frustración manchada de lágrimas en sus mejillas, ni tan sólo lograría arrancarle una palabra.

Porque no hay excusa barata que valga. Porque no hay torpes balbuceos como cuando eran pequeñas, ni miradas compartidas. Porque ya no son una. Ahora son dos.

Y se arrepienten. Y se odian a sí mismas y a la otra. Y se sienten aún más mal porque saben que ese sentimiento es compartido, las ata, las aprisiona. Cuando Sam muera, su gemela morirá a su vez. Cuando regrese a la vida de su mundo de luto, Arín emergerá a la superficie de su mar negro. Es así de simple.

A veces.

A veces, cuando Arín llora, Sam sonríe. A veces, cuando Sam hace el intento de hallar esa cosa que la gente llama “lágrimas” dentro de sí, Arín está tratando a su vez de encontrar el mecanismo exacto para mover sus músculos faciales de modo que esbocen una sonrisa.

Fracasan. Una y otra vez. Como dos caras de una misma moneda de cartón.

A veces, cuando por las noches, Arín se cuela dentro del ático dónde Sam pasa su penosa existencia, ésta apenas se altera al verla llegar. Ni odio. Ni estupor. Nada.

Nada.

Cuando Arín le presiona el pecho para empujarla con sus manitas hasta acorralarla contra la pared más próxima, Sam no hace ningún intento de resistirse. Y Arín grita. Grita, golpea, llora como una niña pequeña.

Besa. Araña. Muerde.

Y Sam se deja hacer.

Visto desde una perspectiva objetiva resulta patético. Ella, el eslabón débil, la pequeña de las dos. Ella, la falsificación de un intento desesperado de persona, la desquiciada adicta al dolor ajeno. Ella.

Ella, tratando dañar a Sam. ¿Acaso existe algo más difícil?

Y se sirve de cualquier cosa que esté a su alcance. A veces usa sus propios dientes para desgarrar esas anchas camisetas sin mangas que Sam suele usar. A veces usa sus uñas para arañar esa espalda blanca e inmaculada, pequeña, tan pequeña como la suya. Y la imagen adquiere tal nivel de patetismo que parece que esté peleándose contra un muñeco de trapo con su misma apariencia, contra un reflejo muerto de un espejo roto.

Pero no se rinde.

Evita en todo momento esa mirada fría y dorada, como si en ella pudiera encontrar la perdición. La evita. También evita comprobar todas las cicatrices que cubren el cuerpo de su gemela. Reales, palpables, crueles. Porque, si las ve, sabrá del cierto que es una pequeña mentirosa y que, en realidad, no es Arín quien fue más maltratada de la dos en la infancia, como se empeña en decir a todo el mundo.

Se abalanza y atrapa con sus labios el labio inferior de Sam. Acaricia cada relieve con la lengua, hunde las manos agarrotadas en su corto cabello pelirrojo y presiona su pecho contra el de ella hasta límites demenciales.

La sangre no tarda en ser tímida espectadora de la escena.

─Te odio… ─le susurra con voz cargada de rencor.

Sam no se inmuta. Quizás ─sólo quizás─ sus manos adquieren parte de la fuerza perdida y se ciñen entorno al cuello de su más perfecta enemiga. Arín no podría decirlo del cierto. Quizás sólo es ese puto nudo invisible que suele ahogarla de vez en cuando y que nadie más puede ver.

─Muere de una maldita vez ─insiste, cerrando lo ojos, airada─. Muere...

Los dientes se hunden en la tersa piel de su cuello con tanta fuerza que dejan marcas rojas. Y desciende. Desciende con los labios ardiendo hasta esos hombros idénticos a los suyos, hasta el inicio de ese pequeño relieve del pecho que tanto se parece al suyo propio.

No se da cuenta de que aquello que se entremezcla con la sangre y que brilla en la oscuridad no es sudor ni rastros de saliva. Son lágrimas.

─… sal de mi cabeza.

Su voz ya es un quejido, una retadora y orgullosa súplica. Las manitas vuelven a aferrarse al cabello, tiran de él hacia atrás. Vivo e inerte muñeco de trapo, Sam se deja hacer. Siempre.

Siempre, siempre, siempre.

Todo para, cuando se ha asegurado que el más leve resquicio de vitalidad que le queda a su rival ha sido sellado, tomar la iniciativa por completo.

Y usar toda su fuerza para abalanzarse contra ella y clavar las rodillas a ambos lados de su cuerpo, atrapando las caderas de la pequeña contra el suelo. Y escanear con esos ojos peligrosos cada una de las expresiones que surcan el rostro de su hermana: miedo. Tristeza. Frustración. Odio.

¿Amor?

Se inclina hacia delante, deja que la corta melena pelirroja se derrita sobre las mejillas de Arín. Y cuando se ha asegura que las palabras surgirán el efecto deseado, la aturdirán, abofetearan y la harán agonizar ─todo a la vez─, sólo entonces, deja escapar la voz aterciopelada para que las silabas acaricien hipócritamente el lóbulo de su oreja.

─Después de todos estos años sigues siendo… tan inocente…


fandom: vidas paralelas, comu: fanfic100, tabla: 100prompts, comu: crack and roll, claim: sam/arín, tema: femslash

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