Imagine a man (3/11)

Jun 06, 2011 01:21

ETA: ¡Me comí una parte! Ya lo corregí u///u.

Masterpost

***

Do you wanna serve tea at the BBC?
Career opportunities. The Clash, 1977.



Entre el nerviosismo de la selección y eso de estar parados frente a toda la escuela, ninguno le prestó mucha atención a la plana docente durante el banquete.

- Buenos días. Mi nombre es Gideon Prewett, y como les explicó el profesor Dumbledore, este año seré su profesor de defensa contra las artes oscuras.

Es la primera clase que tienen juntos y Harry se sienta junto a Ron… que mira al frente, parpadeando como si no creyera lo que ven sus ojos.

- Antes que nada, me gustaría saber qué tan avanzados están, considerando… lo errática que ha sido su educación en este campo.

Así que el puesto ya está maldito.

- ¿Alguien puede decirme cuáles son las tres maldiciones…- la mano de Ron salta antes de que el profesor pueda terminar la pregunta- imperdonables?

En seis años sentándose en el pupitre de al lado, Harry nunca había visto algo parecido. Intercambia una mirada intrigada con Hermione, que baja lentamente una mano a medio alzar.

El profesor le hace un gesto a Ron para que responda.

- Cruciatus, Imperius y Avada Kedavra, señor,- responde él, nervioso.

- Muy bien, señor…

- Weasley. Ron Weasley.

- Muy bien, señor Weasley. ¿Y podría contarnos qué hace cada una de ellas?

Durante el resto de la clase, Ron responde preguntas sobre dementores, boggarts y hechizos protectores (y para hacerlo todo más extraño, Hermione no vuelve a levantar la mano). Prewett le da veinte puntos a Gryffindor y parece honestamente impresionado. Ron, por otro lado, parece que se va a desmayar.

Gideon y Fabian Prewett, los hermanos menores de Molly Weasley, murieron antes de que Ron naciera, durante la primera guerra.

- No lo entiendes, Harry. Estos tipos son leyendas,- dice, mientras guardan sus libros.- La mitad de las bromas de Fred y George salieron de historias sobre ellos. Y luego estuvieron en la Orden, y fueron héroes de guerra, y…

- Impresionante, Weasley,- dice una voz a sus espaldas, y a Harry le sorprende cuánto se parece a su propia voz.- Ten cuidado,- agrega sin malicia,- a Evans no le gusta la competencia. Es el único cerebrito autorizado de la clase.

Lily lo mira con rabia antes de cruzar la puerta. James sonríe y se despide con un gesto, antes de seguirla.

- Sí… bueno, supongo que lo entiendes,- dice Ron, avergonzado.

- ¿Tú crees?- responde Harry, sin despegar los ojos de la puerta.

*

Esa tarde, encuentra una nota entre sus libros. “No vayas al dormitorio esta noche,” dice. “Todavía no es seguro.”

No está firmada, pero Hermione está convencida de que no es una amenaza.

- Parece más bien una advertencia. ¿Qué hay de la chica que te habló en el almuerzo? ¿Podría ser suya?

- No creo. Me lo pudo haber dicho personalmente.

- Mmm… en todo caso, creo que sería prudente hacer lo que dice. ¿No pensabas dormir en la Sala de Menesteres?

- ¿No pensabas que tenía que dejar de esconderme?

- Tal vez podríamos hablar con Gideon,- interviene Ron, que está demasiado acostumbrado a oír hablar de “Fabian y Gideon” como para llamarlo “profesor” (al menos en privado).- Él debe conocer algún hechizo que pueda proteger a Harry.

Hermione suspira. Harry sospecha que no es la primera vez en la tarde que Ron menciona a “Gideon”.

Por otro lado, tampoco es mala idea. Entrenó con Lupin para enfrentarse a los dementores y enfrentó a cientos. Podría entrenar con Prewett para enfrentarse a sus compañeros. Es un gryffindor y un miembro de la Orden, tal vez entienda la situación.

Vinimos a prepararnos para pelear, después de todo, piensa esa noche, en la soledad de la Sala de Menesteres.

*

Pero no es Gideon Prewett quien simplifica la vida de Harry en Slytherin.

Dándole la razón (una vez más) a Severus Snape, es la suerte (y no la destreza) quien acude a su rescate.

Hermione escucha la conversación el lunes, mientras camina hacia el Gran Comedor con un grupo de ravenclaws desde el aula de Runas Antiguas.

- Dicen que Potter es el nuevo capitán de Gryffindor.

- ¿Sí? Pues no sabe lo que le espera. He estado planeando tácticas todo el verano. Este año la copa es nuestra.

- Eso espero,- dice el primero en tono de burla,- porque lo mismo dijiste el año pasado.

Un tercero interviene, antes de que la sangre llegue al río.

- Vamos, vamos. Hay que pensar en positivo. Por lo menos no somos Slytherin.

El comentario es como una fórmula mágica para liberar la tensión. Los tres rompen en carcajadas.

Interesante.

- Avery no cogería la snitch aunque se le enredara en el uniforme,- dice uno.

- No seas malo. A lo mejor si vuela directo a su boca y se la traga, ganan un juego,- responde otro, sin parar de reír.

Hermione llega al Gran Comedor con una sonrisa en el rostro y no se detiene hasta llegar la esquina en la que se sienta el “capitán” Potter.

-¡James!- saluda con entusiasmo. Tal vez demasiado entusiasmo.

- Er... Hola.

- Necesito hacerte una pregunta,- dice, mirándolo a los ojos. Los Merodeadores dejan de comer (y una mirada verde se asoma de reojo, menos discreta de lo que le gustaría).

- Um... sí, claro... dime.- Para la pose de superestrella que lleva, es obvio que James Potter no tiene idea de cómo lidiar con una mujer con iniciativa. Pero no es momento de pensar en eso.

- ¿Hace cuánto que Slytherin no gana la Copa de Quidditch?- pregunta Hermione, y James se relaja visiblemente. Los Merodeadores ponen los ojos en blanco y vuelven a sus platos. Solo una mirada azul, desde la puerta, sigue fulminando la escena.

- Hace 9 años. Tienen un equipo terrible,- explica James, que por fin está emocionado con la conversación.- ¡Y el buscador del año pasado! De lo peor que he visto. Claro, ahora que soy capitán tampoco es que vayan a tener posibilidades de cualquier modo,- se pasa una mano por el cabello (desordenándolo más) y, en algún lugar de la mesa, Lily pone los ojos en blanco.- Aunque esté mal que yo lo diga, soy el mejor jugador de esta escuela.

- 9 años...

Hermione estudia cómo expandir un rumor hasta la mesa de Slytherin (nunca ha sido muy hábil para esas cosas) cuando la respuesta aparece sola, en forma de un agresivo pelirrojo de orejas encendidas.

- ¡¿Ah, sí?! Pues Harry está en el equipo desde primer año, y te aseguro que es mejor que tú, así que ya te puedes tragar tus palabras.

Está a punto de regañar a Ron por buscapleitos, cuando nota que tienen la atención de toda la mesa y un número interesante de hufflepuffs. Así que se muerde la lengua y deja que los chicos se arreglen (y si gritan un poco, mejor).

- Y además, el año pasado fue capitán y no perdimos un solo partido.

- ¡¿Ah, sí?! Pues te aseguro que James le puede dar tres vueltas a tu amiguito,- salta Sirius, a quien no le gusta que se metan con su amigo, pero le gusta mucho menos que se metan con el capitán de su equipo de quidditch.

- Bueno...- interviene Hermione, con voz conciliadora e intenciones ocultas,- en realidad es muy buen jugador. Fue el buscador más joven de nuestra escuela en 100 años.

-¡Eso!- dice Ron, contento de que Hermione por fin lo apoye en una discusión importante.

- Vaya...- dice James, con una expresión de seguridad que recuerda escalofriantemente a Harry bajo la influencia del Felix Felicis,- eso tengo que verlo. Supongo que tu amigo no tendrá problemas en mostrarnos sus habilidades ¿o sí?

- Cuando quieras,- dice Ron, lo bastante alto para que toda la mesa lo escuche.

- Mañana.

- Perfecto.

Mientras toman asiento en sus respectivos lugares, los murmullos se expanden por el Gran Comedor (y Hermione presiente que su trabajo ha terminado por el momento).

Sirius se acerca a Remus y le habla al oído.

- Lo siento, Lunático. Tres contra uno.

*

Empieza a sentir las miradas a mitad del almuerzo. Luego, claro, llegan los susurros. Esto ya lo conoce. Hay algún (otro) rumor acerca de él circulando por ahí.

Pero aquí no soy famoso… excepto como el slytherin mestizo que no puede dormir en su propia maldita cama.

Busca apoyo del otro lado de la habitación, pero la sonrisa de Hermione solo logra confundirlo más.

Termina de comer y se levanta de la mesa. Está por llegar a la puerta cuando un muchacho se le acerca (no lo ha visto en clase, debe ser de sexto), con el caminar confiado de los herederos de antiguas familias que se creen el rollo de la sangre pura.

- Potter, ¿verdad?

- Así es,- responde con una calma que no siente, la mano cerca de la varita.

- Dicen que juegas al quidditch.

¿Qué?

- Pues sí... sí, juego.

- He escuchado que fuiste el buscador más joven de tu escuela en 100 años.

Ante eso, su mirada se dispara hacia la mesa de Gryffindor, donde Ron intenta pararse a ayudarlo, mientras Hermione lo retiene y trata de explicarle algo. Y Harry vuelve a agradecer el día en que entró al baño de mujeres y venció a un troll.

- Es cierto,- responde, con mucha más seguridad.

El “sangre pura” lo observa un momento, como evaluándolo. Harry le devuelve la mirada sin miedo. Eso parece gustarle, y extiende una mano.

- Lucas Zabini,- dice,- capitán del equipo de quidditch.

Harry toma la mano, confiado.

- Harry Potter,- responde,- tu nuevo buscador.

No es que le guste la idea de jugar para Slytherin. Pero entiende el razonamiento de Hermione. Está comprando su seguridad por una victoria.

- Eso está por verse, Potter,- dice Zabini, aunque es obvio que le gusta la arrogancia del “nuevo”.- Las pruebas son el sábado.

Luego se marcha seguido por Rosier, que le lanza una frase de despedida.

- Descansa, mestizo. Te queremos en forma.

Y Harry entiende que el mensaje real es “puedes dormir en tu cama esta noche.”

*

If you really want to understand me
If you really want to be my friend. The Rolling Stones, 1974.



- No puedo creer que hayas hecho eso.

- ¿Perdón?

Ron se lleva una mano al pecho con falsa tristeza mientras su caballo aplasta a un tembloroso alfil.

- Oh.

Hermione intenta una disculpa, pero el gesto que le dirige el alfil mientras lo arrastran fuera del tablero le cierra la boca. Qué maleducado. Aunque tiene derecho, supone. El ajedrez mágico es un juego muy violento y ella no está prestando la atención debida.

Intenta concentrarse en el tablero, en serio. Pero sus ojos son arrastrados una y otra vez hacia la chimenea. James y Sirius hacen bromas frente al fuego, gesticulando e interrumpiendo las frases del otro, rememorando sus “hazañas”. Remus sacude la cabeza de vez en cuando, pero no puede evitar sonreír. Peter sigue cada movimiento con ojos brillantes y dice cosas como “guau” y “¿de verdad hicieron eso?”. Y entonces Sirius pone los ojos en blanco y dice algo como “no, Colagusano, nos lo estamos inventando para ver si eres tan tonto como para creértelo,” y Peter duda. Y luego James ríe, y Sirius ríe con James, y Remus pierde la sonrisa por un momento.

- Jaque.

- ¿Qué?

- Hermione...- la voz de Ron empieza a sonar irritada,- si no vas a prestar atención no debiste haberme retado.

Hermione abre la boca para responder, pero finalmente baja la mirada y admite su falta.

- Lo siento.

- ¿Alguien necesita un retador?- la voz alegre de James llega a sus oídos.- Vamos Weasley, no me mires así. Sirius retira todo lo que dijo sobre mi primo, ¿a que sí, Canuto?

Sirius parece a punto de ofenderse, pero finalmente asiente, murmurando para sí mismo “tres contra uno”.

- ¿Tu... primo?

- Pues sí,- responde Sirius.- Hemos decidido que debe ser un primo lejano. Por el apellido y eso de que parece el gemelo perdido de James.

- Y lo del quidditch,- agrega James.

Sirius rueda los ojos.

- Y lo del quidditch. No nos van a decir que no se habían dado cuenta.

- Pues… no, no se nos había ocurrido,- dice Hermione.

- Pues qué lentitud de pensamiento. Con razón pierdes al ajedrez mágico.

Está a punto de responder cuando escucha la risa de Ron. Y si se muerde la lengua, es solo porque sabe que ha jugado terriblemente (y no porque sea la primera vez que oye a Ron reír en presencia de los Merodeadores).

Ron acepta la propuesta de James y los chicos se acomodan para el juego. Hermione coge un libro y se sienta junto a la chimenea, cerca de Remus, que trabaja en un pergamino.

- ¿No vienes, Lunático?- llama Sirius desde la mesa.

- No, quiero terminar esto,- responde Remus sin levantar la vista.

- ¡Es la primera semana de clases!

- Y si empiezo ahora, tendré mucho menos trabajo las semanas siguientes. No me mires así. No tiene nada de malo.

- ¿No tiene nada de malo? Algo no está bien contigo,- concluye Sirius, sacudiendo la cabeza con afecto,- Nada, nada bien.

Y desde donde está, Hermione puede notar el levísimo rubor que sube por las mejillas de Remus.

*

Esto no está pasando.

Cuando cruzó la sala común (tan fría y verde y llena de serpientes) y abrió la puerta del dormitorio de los chicos de séptimo, su única preocupación eran Rosier y los otros matones.

Se le olvidó por un segundo con quién más tendría que compartir habitación.

Esto no está pasando.

En la cama de al lado, yace la figura delgada y angulosa de Severus Snape (el traidor, el asesino, el hombre que pasó los últimos 6 años martirizándolo por placer).

Sus miradas se cruzaron al entrar, Harry parado en la puerta, Snape levantando los ojos del pesado libro sobre su regazo. Le tomó un segundo reconocer los ojos negros (fríos, muertos) que vio por última vez en batalla, frente a la cabaña de Hagrid. No son los mismos ojos. Ya empiezan a coger aquel matiz impenetrable (¿oclumancia, Snape? ¿no es un poco pronto?), pero llevan en el fondo una fuerza inquisitiva, desafiante, que los convierte en ojos distintos.

“Hola,” dijo el asesino. “Hola,” se forzó a responder Harry. Luego los ojos negros volvieron a concentrarse en el libro.

Encontró su baúl a los pies de la cama de al lado, por supuesto. Porque tener que respirar su mismo maldito aire no era suficiente.

Snape se ve exactamente como en aquel recuerdo que visitó sin querer. Delgado, introvertido, con el cabello grasiento cayendo sin gracia a ambos lados del rostro duro, la nariz ganchuda ocupando el primer plano y una mueca permanente de disgusto. Lo recuerda junto al lago, siendo humillado por su padre para “entretener” a Sirius. Pero el recuerdo del asesinato de Dumbledore no le permite sentir lástima. Es una imagen demasiado clara, demasiado dolorosa.

Son los únicos en la habitación (los otros han de seguir en la sala común… o torturando inocentes en algún aula vacía) y el silencio ha empezado a hacerse tenso cuando Rosier y un muchacho delgado (otro de sus atacantes) entran finalmente.

- Mestizo,- saluda Rosier, con una sonrisa diseñada para provocar escalofríos.- Veo que has decidido unirte al grupo. Snape, suelta ese libro de una vez. No se te va a secar el cerebro por mantener una conversación con otro ser humano.

- Dependerá del ser humano,- responde Snape, sin levantar la vista.

El tercer muchacho ríe.

- Avery,- advierte el gorila, y el muchacho se calla. Es solo entonces que Harry lo reconoce. Lo vio en el cementerio a los 14 años. Pudo sentir la ira de Voldemort al castigarlo por un error.

- No te hagas el listo conmigo, cerebrito. Ya sabes cómo termina eso.

Snape finge que no escucha, concentrado en su lectura. Finge bastante bien.

(Alguna vez, hace mucho, Sirius le habló de los amigos de Snape. Un grupo de chicos que se convirtieron casi todos en mortífagos. Rosier estaba entre ellos. En este momento no parece particularmente amigable.)

- Sigo esperando que sueltes el libro.

- Evan,- interviene Avery,- déjalo tranquilo. Ya es tarde.

Rosier lo mira un segundo y asiente con una mueca. Le da un almohadazo a Snape antes de meterse al baño.

- No le hagas caso,- dice Avery.- Ya sabes cómo es.- Snape asiente pero no dice nada.- ¿Y tú?- agrega, dirigiéndose a Harry,- ¿es cierto que me vas a quitar el puesto?

- ¿P-perdón?

- Avery es el buscador de Slytherin,- explica Snape.- Y bastante malo, por cierto.

El aludido hace ademán de quejarse, pero una voz desde la puerta se lo impide.

- Muy bien dicho, Severus.- La voz le pertenece a un muchacho alto y alegre. Otro de sus atacantes de la noche anterior.- Y tú,- se dirige a Harry,- espero que seas todo lo que prometes, porque ya estoy harto de perder contra esos malditos gryffindors.- Luego sonríe de medio lado y estira una mano.- Rabastan Lestrange.

Harry toma la mano ofrecida, tragándose el asco con mucho esfuerzo.

- Harry Potter.

*

La sensación es confusa.

Pettigrew es un traidor. Vendió a sus amigos, envió a un inocente a Azkaban, fue responsable del regreso de Voldemort, mató a Cedric Diggory a sangre fría.

Solo que…

Solo que nada de eso ha pasado aún, ni lo saben James y Sirius mientras se burlan de sus comentarios durante el partido de ajedrez.

(No puede ser lástima. No por un hombre al que vio rogar por su vida en la Casa de los Gritos para luego colaborar con el intento de asesinato de la persona que lo había salvado.)

Solo que este Pettigrew, de grandes ojos asombrados e inocentes, intimidado por las burlas de sus mejores amigos... éste no es el mismo Pettigrew.

Sirius se levanta de la mesa y se deja caer en el sillón junto a Remus, distrayendo la atención de Hermione.

Examina el pergamino con una sonrisa.

- Mmmm... hmm. Tal como lo sospeché. Claros signos de demencia.

Remus se limita a alzar una ceja.

- Lo lamento, Lunático, pero por el bien de tu salud, por no mencionar tu reputación, es indispensable que dejes de trabajar en este momento. No te preocupes, no parece grave,- agrega, poniendo una mano sobre la frente de Remus.- Solo tienes que venir a ver cómo aplastan a Cornamenta y te pondrás mejor.

- ¡Eh!- se queja James desde la mesa, y vuelve a poner cara de concentración. Ron no se da por enterado. (Pero Hermione conoce esa mirada. Van a aplastar a Cornamenta.)

- Bueno,- cede Remus al fin,- supongo que vale la pena el sacrificio... por ver como aplastan a Cornamenta.

- Eso digo yo.

Hay algo en la dinámica entre Sirius y Remus. Algo que no termina de encajar. Lo viene notando desde el primer día (lo viene notando desde tercer año). Hace mucho, en Grimmauld Place, concluyó que se debía a la historia compartida, o que tal vez era la manera en que se comunicaban los Merodeadores (lo comprendía, porque ella misma tenía formas de comunicación que solo aplicaban a Ron y Harry). Sin embargo están aquí, en 1977, sin el peso de la pérdida compartida, sin años de dolor a sus espaldas. Y a pesar de la obvia cercanía entre Sirius y James, la energía no es la misma que corre entre Sirius y Remus.

Los sigue con la vista hasta la mesa de juego, donde James se concentra y Peter mira el tablero con emoción anticipada, esperando con una inocencia desconcertante el momento en que su héroe volteará el resultado.

Después de tanto tiempo, piensa Hermione... después de tantos secretos, aún le queda mucho por descubrir sobre los Merodeadores.

*

En la fría habitación de las mazmorras ya solo se oyen las respiraciones de cinco muchachos y los ronquidos ocasionales de Rosier.

Severus está acostumbrado a las largas horas de insomnio. Cierra el libro y reflexiona en la oscuridad.

Hay algo extraño en el chico nuevo. Algo que no puede sacarse de la cabeza. En un primer momento, su obvio parentesco con el imbécil de Potter le había generado anticuerpos. Pero la manera en que se enfrentó a Rosier, sin temor de admitir su origen mestizo... Una sensación de “admiración” sorprendió a Severus por un segundo, antes de que la lógica retomara su lugar y condenara la increíble estupidez del acto. ¿Qué hace en Slytherin? Es obviamente gryffindor. Y sin embargo, sus ojos estaban cargados de algo muy poco “heroico” mientras enfrentaba a Rosier y los otros. Algo más que valor sin sentido y obvia arrogancia. Severus reconoció el rencor que cargaban esos ojos. Se vio reflejado en ellos.

No había subido a dormir hasta ahora. Severus se preguntó dónde habría pasado esas primeras noches y sintió una oleada de empatía por el muchacho rechazado, excluido del grupo por principio. No, eso no es cierto. Escuchó los rumores durante el almuerzo. El nuevo es una estrella del deporte y la nueva esperanza de Slytherin. Ya conoce el resto. Si prueba que puede atrapar una estúpida pelota dorada mientras se mantiene sobre una escoba, se acabaron sus días de rechazo. Se convertirá en una réplica verde del gryffindor imbécil que comparte su apellido.

Y Severus estará solo de nuevo, en esa isla en que vive. Excluido del grupo por principio.

¿Solo de nuevo? ¿Y cuándo dejó de estarlo?

Está bien así. No los necesita. No comprende qué lo llevó a identificarse con el nuevo, pero es obvio que estaba equivocado. Pudo leer el desprecio en la mirada verde al entrar a la habitación. Duró apenas un segundo, pero era un desprecio profundo... Odio, más que desprecio. No lo comprendió en ese momento (solo se cerró, como hace siempre, y el odio resbaló en su coraza).

Ahora, sin embargo, esa mirada vuelve a su mente. Y es que cuando Rosier, Avery y Lestrange entraron en la habitación, sintió el mismo odio emanar de la cama de al lado, el esfuerzo que pesaba sobre Potter cada vez que debía dirigirse a alguno de ellos. Y se preguntó si los miraría a todos con el mismo odio. Si no tenía que ver con los otros, sino con él mismo. Si el odio es algo que Harry Potter lleva dentro todo el tiempo, buscando el momento de salir a flote.

Se queda dormido casi sin darse cuenta, con la mirada fija en las cortinas verdes de la cama de al lado.

*

They call me The Seeker
The Seeker. The Who, 1970. 
 

- ¿A qué edad dices que te mudaste?

- A los 9.

- ¿Y nunca se te pegó el acento? ¿Ni un poquito?

- Parece que no.

Ya era hora de que alguien se diera cuenta. Con el trabajo que le había costado armar una historia coherente.

(“Somos ingleses,” les dijo a los chicos la primera tarde, “pero nuestras familias se mudaron a América antes de que cumpliéramos 11. ¿Me están escuchando? Esto es importante. Nos conocimos en la Escuela Moosetrap para Brujas y Magos. Queda en Alaska. ¿Saben algo sobre Alaska? ¿Saben algo sobre Norteamérica?”)

- No puedo creer que Londres te guste más que Nueva York,- interviene Marcia, cambiando de tema.

- Pues…

Una vez, cuando Hermione era pequeña, sus padres la llevaron a pasar navidad en Nueva York. No conoce mucho la ciudad, pero recuerda las luces y el movimiento en las calles, y espera que sea suficiente. De todos modos, no se supone que haya pasado más de dos años allí.

- ¿Conociste a alguien famoso? ¡Dicen que en América los famosos van por las calles como cualquier persona!

Lily rueda los ojos desde su cama y vuelve a concentrarse en la tarea. Hermione se aguanta las ganas de imitarla.

- Pues no, la verdad nunca vi a nadie famoso.

- Ah,- dice Marcia, obviamente decepcionada.

- De todos modos,- sigue Clarisse,- ¡Nueva York! Tiene que ser impresionante. ¿Crees que podríamos ir a visitarte en verano?

- Er… sí… puede ser,- responde Hermione, nerviosa. Entiende la conveniencia de la coartada de Dumbledore, pero lleva una semana compartiendo habitación con Marcia y Clarisse, y la planificación empieza a parecer insuficiente.- Chicas… no lo tomen mal, pero de verdad necesito terminar este ensayo.

No lo toman mal. Sirius le sonrió a Marcia durante el almuerzo y aparentemente no hay manera de que Nueva York pueda competir con eso.

- Está en la sala común,- dice Lily de pronto.- ¿Por qué no bajan a verlo?

Las chicas intercambian una mirada.

- Lily, cariño, ¿estás tratando de sacarnos de la habitación?- Clarisse le sostiene la mirada, como en un juego de póker. Parece una rutina conocida.

- Sí,- dice Lily al fin.- Pero es cierto que Black está en la sala común.

- ¿Cómo lo sabes? Llevas horas aquí.

- Es viernes por la noche. ¿Qué más va a estar haciendo? ¿La tarea?

La lógica es válida. Las chicas se preparan para salir.

- ¿Vienes, Hermione?

- No. Tengo cosas que terminar.

Clarisse sonríe.

- Bueno, Premio Anual, parece que al fin tienes compañía para tus largas noches de invierno. ¡Suerte con esos ensayos!- Se despide agitando los dedos.

- ¡Merlín, ya era hora!- dice Lily en cuanto se cierra la puerta.- Lo siento, son mis amigas, pero últimamente están insoportables.

- Te entiendo, mis compañeras de habitación eran iguales.

No es que se parezcan, exactamente. Hermione es un ratón de biblioteca de cabello esponjado, y si lo que cuenta Marcia sobre el último San Valentín es cierto, Lily es la chica más popular de séptimo. Pero no es una chica popular como Clarisse (preocupada por su cabello y cuánto ha ejercitado los brazos el capitán de Ravenclaw). Se parece más bien a Ginny (lo bastante bonita para saberlo, lo bastante audaz para usarlo y lo bastante inteligente para no dejar que se le suba a la cabeza). Y siempre le gustó Ginny.

Se quedan en silencio, cada quien sobre su pergamino, y no es incómodo. Si alguna habla, no parece que intentara llenar el vacío. Hay algo que fluye de forma natural entre ellas. Algo que “encaja”.

*

- Tenemos dos semanas para encontrar una solución. Las chicas están aquí hoy. A Lunático no le importa, ¿verdad, Lunático?

- Para nada,- dice Remus. Y James se pregunta una vez más cómo una persona tan inteligente como Sirius puede ser tan, pero tan idiota. Y tan ciega.

- Entonces anda con las chicas. Nosotros nos quedamos aquí a buscar una solución al dilema de la zanahoria.

El “dilema de la zanahoria” no es un asunto sencillo. Tenían 12 años cuando descubrieron el “problemilla peludo” de Remus y Weasley tiene 17. ¿Cuánto puede tomarle atar cabos?

- Sigo pensando que no puede ser tan difícil,- dice Sirius mientras se sienta de nuevo, obviamente fastidiado pero sin intenciones de irse.- Las mentiras comunes, un poco de poción para dormir… Hemos confundido a gente más inteligente.

- No subestimes a la zanahoria,- dice James, que sigue sorprendido por la paliza que se llevó en el ajedrez.

- Sabe mucho de DCAO,- interviene Peter, siempre listo para apoyarlo.

- Exacto. Y lo más importante, duerme con nosotros.

- Pues no sé qué decirles. La poción para dormir me parece la solución más obvia.

- ¿Todos los meses? ¿No crees que en algún momento se va a dar cuenta?

Sirius se encoge de hombros.

Remus escucha, pero no interviene. No le gusta sentirse un problema, pero no sabe cómo resolver esto solo. De pronto, su único refugio (el único lugar en el que puede ser él mismo sin miedo a ser descubierto) ya no es un refugio. Weasley parece un buen tipo y está seguro de que si no representara una amenaza para todo lo que le importa en la vida, se llevarían bien. Pero la representa y Remus no puede evitar resentirlo.

*

- Estás preocupada por tu amigo, ¿verdad? ¿El otro Potter?

El plan de correr el rumor por la escuela tuvo más éxito del que Hermione hubiera esperado. Parece que nadie tuviera nada más importante que discutir que las habilidades del “otro Potter” para el quidditch. Lo que, por supuesto, tiene a Harry de un humor insoportable. (Hermione comprende que resienta haber perdido su única oportunidad de ser anónimo en Hogwarts, pero lo cierto es que no puede culpar a nadie más que a sí mismo.)

Tampoco ayuda que James no haya conseguido reservar el campo de quidditch de un día para otro y la gente se haya quedado con ganas de ver la demostración. La escuela está dividida entre los que mueren por ver al legendario buscador en acción, los que creen que todo es un bluff y los que matarán a Harry si lo es (porque, aparentemente, dormir con cuatro futuros mortífagos no era suficiente presión).

Hermione suspira.

- Un poco.

- Ha generado mucha expectativa.

- Demasiada,- concuerda Hermione.- Parece que la gente no tuviera nada más importante de qué hablar.

- En realidad, es justo lo contrario.

Se miran un momento. Lily continúa.

- No sé cuánto sabrán en América de la situación aquí, pero no estamos en nuestro mejor momento.

Hogsmeade y el callejón Diagon se ven tan vivos que a veces a Hermione se le olvida que el ascenso de Voldemort empezó en 1970. La guerra no ha llegado a los niveles a los que llegará en 1997, con ataques abiertos al corazón de Londres y un Ministerio de Magia controlado por mortífagos, pero hay magos y brujas desapareciendo de forma misteriosa (“sin dejar rastro,” dice El Profeta) y ataques a muggles por toda Gran Bretaña.

- Sí, algo he leído.

- La violencia está empeorando y la gente solo quiere pensar en otra cosa.

- … Como la nueva estrella de quidditch.- De pronto, tiene muchísimo sentido.

- O los brazos del capitán de Ravenclaw.

Hermione se sorprende, antes de bajar la mirada. No pensó que se notara, pero no puede negar que desde que conoció a Marcia y Clarisse le parecieron dos cabezas huecas. Un poco como Parvati y Lavender a partir de cuarto año. Se pregunta por primera vez si sus ex compañeras habrán elegido preocuparse por tonterías para no preocuparse por cosas que escapaban a su control.

- O los brazos del capitán de Ravenclaw,- concede.

O a lo mejor solo eran unas cabezas huecas.

*

En el sueño, no hay quidditch en Hogwarts. No es porque esté prohibido, como en segundo año. Simplemente no hay. Nadie llama a las pruebas y nadie se presenta. Nadie se pregunta quién es capitán este año. Nadie se preocupa por cosas tan mundanas. Ginny vuela sola, pasa entre los aros, el viento de otoño le revuelve el cabello. Vuela veloz, violenta, como intentando que el viento le arranque de dentro las lágrimas que no caen, el grito que no suelta.

Desde la tribuna, Neville y Luna (uno preocupado, la otra ensoñadora) la siguen con la mirada.

*

- ¿Cómo que no tienes escoba? ¿Qué jugador de quidditch no tiene su propia escoba?

Tiene su propia escoba, por supuesto. Y es la mejor escoba del mundo. Es tan, pero tan buena, que si la saca del baúl mejor sería que le cuente la verdad a todos.

Se encoge de hombros.

Le dan una de las escobas de la escuela. Una Estrella Fugaz. La examina con cuidado mientras Zabini prueba bateadores. Alguna vez Ron dijo algo sobre el modelo…

- ¿Una Estrella Fugaz?- pregunta Ron horrorizado, acercándose al campo.- ¿No tienen otra cosa?

Ah. Era eso.

- Una escoba es una escoba. Lo importante es quien la lleva, ¿verdad Harry?

Pero Harry no responde, porque Hermione no viene sola. Parpadea antes de recuperar la compostura.

- Ésta es Lily,- dice Hermione, como quien presenta a una amiga que no es la madre que nunca conociste.- Lily, mi amigo Harry.

- Mucho gusto,- dice Lily con una sonrisa. Recuerda su voz, del pensadero de Snape. Su rostro, su actitud decidida, el brillo de su cabello.

La sonrisa es nueva.

- Um… mucho gusto.

- ¿Hay algún problema con tu escoba?- pregunta, ante la mirada horrorizada de Ron.

- No es la mejor del mundo, pero supongo que tendrá que servir.

Tampoco se ve tan mal. Claro, en 1997 era (¿será?... esto empieza a volverse confuso) completamente obsoleta. Pero no se ve tan usada y honestamente, no es que los demás tengan Saetas de Fuego.

O que en este momento le preocupe una escoba.

- Buena actitud,- dice Lily, todavía sonriendo, y de pronto la Estrella Fugaz es la mejor escoba del mundo.

Zabini ha terminado con los bateadores y llama a los aspirantes a cazador y guardián.

- ¿No vas a probarla antes?

- ¿Antes de qué?

- De las pruebas, - dice Ron, mirando a Hermione con cara de “te dije que esto era mala idea”.

- Er… sí, sí tienes razón,- responde Harry y llama a la escoba.- ¡Arriba!

Hay algo entre Harry y las escobas. Una especie de romance adolescente, de esos que dan vergüenza ajena y algo de envidia propia. La escoba lo obedece sin titubear, incluso antes de que haya abierto la boca. Y es que la vocalización es más bien un formalismo. En realidad, la escoba está desesperada porque Harry la toque. Por llevarlo donde pida. Por hacer lo que desee. Es un poco escandaloso.

Suben como uno solo y se detienen en seco varios metros sobre los aros. Dan algunas vueltas, probando la velocidad. No es su Saeta de Fuego. Ni siquiera su Nimbus 2000. Pero no parece menos potente que las Barredoras en las que corren los cazadores, y hay cierta elegancia en ella, cierto aire clásico que le gusta. No es una escoba de buscador. Pero es una buena escoba.

Zabini le lanza una mirada desde el campo, descuidando a los cazadores por un momento. Las tribunas están llenas de curiosos. Pero en el aire, Harry es libre. No pueden tocarlo.

Desciende en picada, más porque le gusta la sensación que por lucirse.

*

Las tribunas están llenas de curiosos. No es lo normal en las pruebas, pero tampoco está prohibido. En la última fila, cuatro gryffindors con binoculares siguen a los aspirantes a buscador mientras toman sus posiciones.

Zabini ya eligió bateadores, cazadores y guardián. Ningún apellido que carezca de abolengo, por supuesto. Por eso tienen tan mal equipo, les importa más la sangre que el talento.

- ¡¿Avery se está presentando de nuevo?! ¿No le da vergüenza?

- A lo mejor su papá ha dicho que puede pagarle el puesto un año más.

- Eso nos convendría. ¡Hey, Sirius! ¿Ése no es…?

- Sí.

A Sirius no le gusta hablar de Regulus. O de su familia, en general. A Peter siempre se le olvida. A James no le importa mucho (nunca piensa en ellos como la familia de Sirius, de todos modos). Quien siempre lo recuerda es Remus (el amable y considerado Remus), que mira a Sirius de reojo con cierta preocupación.

- ¿Qué hace Lily allá abajo?- pregunta James de pronto y (como el mundo gira a su alrededor) todo lo demás pasa a segundo plano.

*

Que tengas suerte.

Cuando Harry era pequeño, su escuela tenía deportes para los que no era particularmente bueno. Nunca se presentó a un equipo, pero a veces los maestros llevaban a toda la clase a ver los partidos contra otras escuelas. Siempre había madres entre la audiencia, alentando a sus hijos, gritando y aplaudiendo, deseándoles suerte antes de salir al campo.

Que tengas suerte.

Algo se le enreda y se le desenreda en el pecho al mismo tiempo, y tiene que concentrarse mucho para entender las instrucciones de Zabini. Le cuesta más de lo normal prestar atención al campo, pero vuela mejor que nunca.

Zabini los hace dar un par de vueltas, como en una carrera. Luego lo mismo, pero en picada. Avery y otro chico salen del grupo. Zabini suelta una snitch y todos entran en alerta. Algo brillante en la periferia lo hace girar hacia la derecha. No es la snitch. Es su padre, con binoculares, observando desde la tribuna.

El tiempo se detiene un segundo. En el segundo siguiente, Harry se tira a un lado para esquivar una bludger. Su madre lo observa desde el campo (que tengas suerte), su padre desde la tribuna. Nada puede tocarlo. Nadie puede vencerlo.

*

Maldito mestizo.

Regulus es el primero de su clase... y lo bastante inteligente como para saber cuando ha perdido.

La rabia es inevitable. Pero hay más con la rabia.

El americano vuela como si la escoba fuera parte de su cuerpo, como si el aire mismo fuera su casa. Se lanza al vacío para confundirlos (y maldita sea, los confunde). Busca la snitch con una intensidad que hace pensar que la estuviera llamando (no existe un hechizo para eso… ¿o sí?).

Regulus siente, más que ve, el brillo dorado. El americano lo siente al mismo tiempo. Cortan el viento, uno junto al otro, veloces como el sonido. Los demás aspirantes se pierden en el paisaje desdibujado. La snitch se aleja, ellos se acercan. Los centímetros se hacen infinitos, como en una paradoja griega. Estira el brazo lo más que puede. No importa quién gane, de pronto. No importa quien consiga el puesto. Solo importa ese punto dorado del otro lado de un centímetro eterno.

Ha recorrido este campo mil veces. Nunca se ha sentido tan vivo.

*

- Es bueno,- dice Remus, rompiendo la tensión de la última jugada. Abajo, en el campo, Zabini vuelve a soltar la snitch.

- No tan bueno como Cornamenta.

- Gracias, Colagusano. Pero Lunático tiene razón,- dice James, más preocupado que asombrado.- Puede traernos problemas.- Su mirada se desvía hacia el campo.

¿Qué maldita sea hace Lily en el campo?

- No lo sé,- dice Sirius, interviniendo en la conversación por primera vez desde que empezó la prueba.- Zabini todavía no ha elegido. Tu primo es bueno, pero hay nombres con más “alcurnia” en la pelea.- Lo dice en ese tono suyo de desprecio, que en realidad es de resentimiento.

- Regulus es bueno,- responde James, que siempre habla de la familia de Sirius como si fueran cualquiera.- Pero Zabini no es Mulciber.

No agrega que Zabini es más inteligente, porque no hace falta alabar a una serpiente (y tampoco es difícil ser más inteligente que Mulciber).

Su “primo” se lanza hacia el otro lado del campo como una flecha y el grupo entero lo sigue. De pronto, para en seco y sube sobre sus cabezas, con media sonrisa. Los demás aspirantes se le quedan mirando desconcertados. A James se le escapa una risa.

Ha de ser de familia, piensa, antes de controlarse y fruncir el ceño. Si Zabini tiene dos dedos de frente, el “otro Potter” va a ser un problema.

*

Zabini no es el primero de su clase, pero no es idiota.

- Potter, te quedas. Regulus, te quedas de suplente, a menos que quieras tu puesto del año pasado. Los demás pueden irse.

La rabia es inevitable. Pero hay más, con la rabia.

- Buen juego,- dice Potter, extendiéndole una mano. Y no debería importarle lo que piense un mestizo. No debería.

Pero Potter vuela como si la maldita escoba fuera una extensión de su cuerpo y cuando alguien tan bueno cree que eres bueno es inevitable sentirte orgulloso, incluso si tu sangre te hace superior por principio.

- Gracias.

Es un apretón firme, de miradas que dejan claro que esta competencia apenas empieza. Potter mira de pronto su escoba, las letras grabadas a fuego hace tanto tiempo (por alguien que ya no existe), con un gesto extraño.

- ¿RAB?- pregunta, como si estuviera leyendo algo sorprendente.

- Regulus Arcturus Black,- dice Regulus, remarcando la importancia del nombre. Es un nombre importante, después de todo.

*

There’s room for you inside
Us and them. Pink Floyd, 1973.



- Felicidades, Potter,- Alicia choca la taza de té contra el jugo de calabaza de Harry.- Te dije que tenía buen ojo para estas cosas.

Por supuesto. El único provecho de ser amable con el nuevo el primer día de clases es que te vean con él cuando empieza a ser popular. A Harry no le gusta sentirse utilizado, pero tampoco es que tenga mejores opciones en la mesa de Slytherin.

Conversan un poco mientras toman desayuno, y a Harry se le ocurre que más allá de la conveniencia de ser vista con la nueva estrella de quidditch, Alicia parece pasarla bien con él. Por lo menos se dio el trabajo de ser amable desde un principio. La noche anterior tuvo que huir de la sala común (o “el nido de serpientes,” como prefiere llamarla) porque no podía lidiar con más slytherins intentando congraciarse. Era patético. (Pero eso no era lo peor. Lo peor es que era escalofriantemente familiar.)

- Tu hermano parece buen capitán.

- Es buen estratega,- concede Alicia, como quien se ve forzada a admitir las virtudes de un contrincante.- Pero no hablemos de quidditch. ¿Dónde estuviste anoche? Toda la casa se muere por conocerte.

Harry murmura algo ininteligible.

Alicia responde con media sonrisa.

- ¿Tímido?- Sacude la cabeza.- Mala cualidad para un slytherin.

- Tal vez no soy un slytherin en el fondo.

Ella lo barre con la mirada, como evaluando. No parece que vaya de broma.

- Pues yo no soy el sombrero, pero tu corbata es bastante verde. Tal vez deberías averiguar cuáles son los requisitos del puesto antes de rechazarlo,- dice, con cierto resentimiento.

Harry va a responder, pero decide que es más diplomático cambiar de tema.

- Estuve leyendo en mi cuarto.

- Eso pensé. Es bueno, supongo. Un jugador de quidditch que estudia. Los profesores van a adorarte. Y supongo que Snape no es mala compañía. Un poco raro, pero brillante.

Harry se atora con el jugo.

- No soy… amigo de Snape.

- ¿No? Se pasan todas las noches estudiando juntos.

- No estudiamos juntos. Solo estudiamos en la misma habitación.

Alicia le lanza una mirada curiosa.

- Bueno. Como digas.

Harry suspira y recoge sus cosas.

- Tengo clase. Nos vemos.

*

Las pruebas de quidditch de Gryffindor son el martes. El lunes por la tarde, Ron responde todo mal en clase, no bloquea ninguna maldición durante el entrenamiento y no repite la cena. Harry y Hermione intercambian miradas preocupadas a la salida del Gran Comedor.

Ron siempre ha sido malo con la presión. Harry quisiera decirle algo alentador, pero lo cierto es que James no suena como un capitán particularmente comprensivo. Es ridículo, piensa, que en medio de todo esto (la guerra, perder a todos sus amigos, prepararse para enfrentar al mago oscuro más poderoso de la historia) estén perdiendo tiempo en preocuparse por el puesto de Ron en el equipo de quidditch. Lo piensa, pero no lo dice. Esto es importante para Ron, por algún motivo (tal vez por esa sensación de “normalidad” que genera el preocuparse por las cosas comunes, por las cosas que conformaban su día a día, en un mundo diferente).

Va pensando en eso de camino a las mazmorras, cuando la mirada entrecerrada de Hermione llama su vista hacia una esquina. Parpadea. No puede estar totalmente seguro, pero es muy posible que haya visto la punta de un zapato desaparecer de pronto.

Y ya sabemos lo que eso significa.

Es curiosa, la casualidad.

- Tranquilízate, Ron,- dice de pronto.- Eres uno de los mejores guardianes que he visto.

- ¿En serio?

- Por supuesto,- interviene Hermione, entendiendo la idea.- Tu único problema es que te pones nervioso con las pruebas. Pero cuando pasa el primer momento de tensión…

- … Eres brillante,- termina Harry.- No te preocupes, todo va a salir bien. Espero que James sea un buen capitán,- agrega, como distraído,- que les dé tiempo para demostrar sus habilidades.

- Sí, yo también,- responde Ron, todavía con un nudo en el estómago.

Harry lleva la capa de invisibilidad y el Mapa del Merodeador en la mochila, más que nada por costumbre. Siempre tuvieron un valor especial, pero ahora, imaginando a su padre escabullirse por los pasillos, los valora mucho más. Van a tener que ser más cuidadosos con lo que dicen cuando están solos, piensa. Y no puede esperar a encerrarse con el mapa para ver qué están tramando los Merodeadores.

*

Cruza la sala común sin hablar con nadie. Un niño rubio (¿de primero, tal vez?) mueve sus libros para dejarlo pasar, siguiendo sus movimientos con grandes ojos azules. Se le ocurre de pronto que la actitud despectiva que lleva mostrando desde que llegó debe estarlo volviendo todavía más popular entre los slytherins.

Qué gente tan rara.

Se detiene en la puerta de la habitación de los chicos de séptimo y recuerda las palabras de Alicia. Se pasan todas las noches estudiando juntos. Respira hondo. Gira la perilla.

El traidor está leyendo en la cama de la esquina, como todas las noches. Como todas las noches, levanta la vista y asiente a modo de saludo. Supongo que Snape no es mala compañía. Harry se traga la rabia, devuelve el saludo y se encierra en el baño.

No estudiamos juntos. Solo estudiamos en la misma habitación.

Mientras desdobla el mapa y susurra la contraseña, piensa que nada en 1977 es como lo esperaba. Luego se pierde por unos minutos por los pasillos de Hogwarts, siguiendo a James Potter con ojos curiosos.

*

Sueña con Ginny.

Está acostada en la enfermería, pálida como la nieve. Luna se sienta a su lado, cogiéndole las manos y explicando cómo los surcos que se forman en nuestros nudillos (los dibuja lentamente, uno por uno) guardan los secretos de nuestras vidas pasadas, “que son mucho más interesantes que el destino,” dice, y Ginny sonríe exhausta. Se queda dormida mientras Luna hace el recuento de las vidas que ha encontrado en sus propios nudillos.

Neville aparece a los pocos minutos, respirando entrecortado, como si hubiera corrido.

- ¿Está bien?

Luna lo piensa un rato antes de asentir.

- ¿Qué pasó?- pregunta, con el tono de quien ha oído más de una versión de la historia.

- Carrow,- responde Luna, como si ésa fuera toda la explicación.- La nombró voluntaria para ejercicios sobre cómo defenderte cuando el enemigo te supera en número.

Neville abre los ojos y parece más pálido, más delgado.

- ¿Los alumnos hicieron esto?

- Nadie le dio con nada grave,- dice Luna, y luego lo piensa un poco.- En realidad, casi nadie le dio hasta que Carrow se unió al grupo.

Neville respira pesadamente y se deja caer sobre la silla. Parece que esa respuesta lo sorprende menos. Se quedan en silencio, uno junto al otro, en la oscuridad de la enfermería. Luna perdida sus pensamientos. Neville perdido.

Harry quiere acercarse, confortar a Ginny, defenderla de un enemigo del que solo conoce el nombre. Pero no puede. No está a su lado. Huyó del peligro para refugiarse en otro tiempo. La dejó sola a enfrentar la guerra. Un destino que no le correspondía. Un peso que nadie más que él tendría por qué cargar. Quiere tocarla. Quiere explotar. Pero ni siquiera tiene un cuerpo con el que reaccionar. No es siquiera una presencia, ni siquiera un fantasma. Ni siquiera está allí.

- Potter.

Gira sobre su propia conciencia, sobresaltado. Conoce esa voz. Es la voz de seis años de injusticia, la voz del enemigo conocido, un escape válido para la ira, una causa justa. Busca la túnica oscura entre las sombras de la enfermería. Aferra su rabia a esa voz.

- Potter, despierta.

Abre los ojos. Ya no está en la enfermería. Tiene un cuerpo y una presencia y la sangre caliente de impotencia. No encuentra al dueño de la voz que ha venido siguiendo. En su lugar hay un chico pálido, con grandes ojos negros preocupados y cabello descuidado cayendo sobre el rostro. La confusión hace que la rabia se le congele en el cuerpo. De pronto nota que está helado y que hay demasiada luz. Se cubre los ojos. Un libro cae de su regazo. ¿Dónde estoy?

- Perdona,- dice la voz de Snape.- Parecía que tenías un mal sueño.

El peso de la realidad cae sobre Harry de golpe. Y es demasiado peso para sostener la rabia.

- Gracias,- dice antes de poder pensarlo.

Las cortinas verdes cuelgan sobre la cama. El chico-que-será-Snape se sienta a su lado. Están solos en la habitación (debe haberse quedado dormido leyendo). Lo mira confundido y el chico se levanta, incómodo.

- Abrígate,- dice, mientras se sienta con un libro en su propia cama.- Estás temblando.

Despacio, Harry se mete entre las sábanas y no duerme.

*

El martes por la tarde se sienta en la tribuna, mientras Ron entra al campo, blanco como la nieve. No menciona el sueño, pero el cabello rojo de Lily de pronto duele por motivos completamente nuevos.

Examina el campo con cautela. Todos los aspirantes parecen estar allí, pero no hay ni rastro de James.

Abajo, en el campo, Sirius coge una quaffle y alza vuelo (“¿quién se anima a un mano a mano antes de que esto empiece?”). Al cabo de unos minutos, se le unen un par de valientes. Pronto hay risas en el campo y la tensión empieza a evaporarse del ambiente. De pronto, Ron está en uno de los puestos de gol, atajando tiro tras tiro.

- ¿Dónde está James?- pregunta Hermione en voz alta.- No debería estarse perdiendo esto.

Si las sospechas de Harry son correctas, no se lo está perdiendo. Y su padre es mejor capitán de lo que pensaba.

El juego se ha extendido más de una hora y algunos aspirantes (obviamente poco interesados) han abandonado el campo, cuando James aparece y llama al orden.

- ¡Sirius! ¡Ya está bien!

Sirius asiente y desciende, llamando al resto.

- Muy bien,- dice James,- puedo ver que tenemos mucho talento aquí.

Los aspirantes se miran, confundidos (¿nos estaban evaluando?).

- Sirius, Max y Julia, se quedan con sus puestos del año pasado. Tú, tú y tú,- dice, señalando a tres chicos y lanzándoles la quaffle,- arriba. Dearborn, sé que estás presentándote para cazador, pero si te parece, me gustaría probarte al bate.- El chico asiente y coge un bate.- Weasley, estás dentro. Sube y ayúdame a elegir un cazador.- Ron tarda un segundo en entender lo que está escuchando. Luego se eleva hacia los aros con una sonrisa brillante. Abajo, en el campo, James le explica a una chica de cabello en punta que los aspirantes a buscador deberán esperar para pruebas adicionales.

***

Parte 4

big bang, imagine a man

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