FIC: Navidad en familia

Nov 14, 2006 15:19

Esto es algo que escribí hace un tiempo. Pretende ser una continuación de April Fools... pero el tema, el lenguaje y la 'ambientación' son completamente diferentes (en realidad son fics separados que siguen una misma línea temporal).

Pensaba esperar a diciembre para subirlo en un ambiente más 'navideño'... pero, pensándolo bien... no es particularmente navideño, no me provoca esperar, y el estreno del trailer de la Orden del Fénix es un marco perfecto para hablar de la Noble y Muy Antigua Casa Black.

Dedicado a thistlerose (que no se enterará hasta que me decida a traducirlo), quien me mostró por primera vez la maravillosa riqueza de Regulus Black.

*

Resumen: Navidad de sexto año... La rabia de Sirius encuentra una explicación (y empieza a vislumbrar una salida). La Noble y Muy Antigua Casa Black, rupturas, hermanos, y la necesaria aceptación de uno mismo. S/R (8 meses después de April Fools).

Disclaimer: Pues eso, que no son míos. Ni Sirius, ni Remus, ni James, ni la Noble y Muy Antigua Casa Black... Todo le pertenece a JK Rowling, excepto los detalles de esta breve historia... que, en realidad, está tan ligada al canon que hasta eso pierde mérito.

Navidad en familia
A mi muy estimado Moony (de seguro divirtiéndose más que yo):

Después de tan terribles meses al lado de mis infames compañeros de habitación, sufriendo la vergüenza de pertenecer a la indigna Casa de Gryffindor, rodeado de nada más que aburridas clases y sesiones de estudio *inserte cara inocente aquí*, comprenderás el alivio que representa para mí el encontrarme nuevamente en la fortaleza de la Estirada y Muy Estúpida Casa Black *inserte figura de ahorcado, con ojos en blanco, aquí*.

Ya en serio, Moony, LOS EXTRAÑO. Este lugar es una sucursal de las mazmorras (con la única salvedad de que no tengo que lidiar con ningún imbécil grasiento *inserte mueca de asco aquí*). La comida no está mal, debo admitirlo... pero no consigo disfrutarla del todo, porque el elfo loco de mi madre me lanza unas miradas mientras la sirve que me ponen los pelos de punta (y si muero envenenado en el transcurso de estas vacaciones, es mi deseo que esta carta sea utilizada como evidencia en el juicio).

¿Cómo van las cosas por tu casa? ¿Ya llegaron tus tías a apretarte los cachetes y quejarse con tu madre por lo delgado que estás? Ah, sí, el pobre Moony... mártir de las reuniones familiares... puedo imaginarte escondido debajo de la mesa, temblando, las manos protectoras a ambos lados del rostro embarrado de salsa y puré, lanzando una mirada triste a los chocolates que compraste en Hogsmeade, y comprendiendo, con un incomparable dolor en el corazón, que vomitarás si te pones uno solo de ellos en la boca (sí, incluso si no lo tragas y sólo intentas quitarte el sabor de la salsa de arándanos de la tía Gertrudis).

Sirius deja de escribir un momento. De hecho, sí que puede imaginar al pobre Remus escondido en una esquina, huyendo del acoso de sus amorosas tías. Ríe despacio. Y la vocecita empieza a hablar de nuevo. A estas alturas, ya está acostumbrado... tan acostumbrado que hasta ha empezado a escucharla.

La vocecita le hace notar que si el acosado fuese James, la imagen le parecería hilarante... que si el acosado fuese Peter, le parecería ligeramente patética... pero el acosado es Remus, y la imagen tiene una dulzura que lo hace reír despacio, que lleva calor a su pecho incluso en esta fría mañana de víspera de Navidad en una helada habitación de Grimmauld Place.

La vocecita, por supuesto, apaga ese calor en un instante.

No me gusta Remus, se recuerda Sirius, una vez más. Se ha convertido en una especie de mantra en los últimos meses. No me gusta Remus. Remus es un chico y a mí me gustan las chicas. Las chicas. Con faldas y piernas largas, y grandes escotes, y caderas que se mecen. Y para probarlo, saca una copia de Bustly Bewitched del fondo de su baúl escolar y se la lleva al baño para una sana y muy masculina liberación.

*

A Sirius le pasa algo raro.

Regulus lo notó por primera vez durante el verano. Parecía preocupado por algo. Se quedaba mirando al vacío y sacudía la cabeza de pronto... luego sacaba pecho y hacía alguna estupidez, como mirar descaradamente a las chicas en la calle, escupir o ponerse a levantar pesas.

Es verdad que Sirius nunca fue muy normal. Siempre con esas bromas estúpidas y actitudes peligrosas que asustaban al pequeño Regulus y sacaban de quicio a su pobre madre. Siempre con esa falta de respeto por el protocolo y las buenas costumbres, que denigraban la Casa Black. Exhibiéndose medio desnudo por toda la casa, bostezando escandalosamente en cenas formales... Sirius siempre fue un niño-problema. Y las cosas no habían hecho sino empeorar desde que el Sombrero Seleccionador lo envío a ese lugar infestado de sangre sucias. Claro que Regulus no recordaba que Sirius hubiese sido distinto antes de Hogwarts... pero su madre repetía constantemente que todo era culpa de esos sangre sucia y traidores a la sangre con los que convivía, y su madre no mentía. Probablemente la memoria lo engañaba... después de todo, sólo tenía 9 años cuando Sirius se marchó.

Aun así, con lo extraño que era su hermano y lo poco que Regulus sabía de él, se daba cuenta de que algo no era normal en su comportamiento de los últimos meses.

Hacia el final del verano, había empezado a sospechar que el problema estaba ligado a uno de sus amigos, un tal Remus Lupin. Sirius mostraba un obvio desinterés (demasiado obvio, pensaba Regulus) en las cartas traídas por una vieja lechuza de granero, pero lo había visto releer esas mismas cartas en privado (desde su nuevo escondite de espía, que esperaba su hermano nunca llegara a descubrir), con mucho más interés. Escabulléndose en la habitación, había descubierto al autor... Remus J. Lupin. No había dicho nada entonces, porque nada en el contenido de la carta lo ayudaba a resolver el misterio. En cambio, se había dedicado a observar la interacción de los 'Merodeadores' durante el nuevo curso. Ahora estaba seguro de que algo extraño sucedía con Lupin. Todos parecían cuidarlo demasiado (y Sirius más que nadie), y más de una vez había visto a su hermano dar señales de nerviosismo a su lado (y Sirius nunca se ponía nervioso). Severus Snape, un compañero de Slytherin, había vuelto una noche pálido como la nieve, negándose a explicar qué había sucedido. A la mañana siguiente, todos los 'Merodeadores' compartían esa palidez (y Sirius nunca palidecía). Todos menos Lupin, que no apareció en todo el día.

Algo muy extraño sucedía con Lupin.

La vieja lechuza de granero había traído una carta esa mañana, y Sirius se la había metido al bolsillo sin leerla. Pero parecía distraído después de eso. Tan distraído que había cumplido todas las reglas de etiqueta del desayuno sin protestar (y Sirius nunca cumplía una regla sin protestar). Por eso, Regulus había esperado un tiempo prudencial y se había dirigido a su escondite de espía.

Pero Sirius no parecía estar en la habitación.

Sale del pasillo secreto por la puerta del armario. Una carta a medias yace sobre el escritorio, la pluma en el tintero. Mira hacia la puerta. Está cerrada por dentro.

¿Dónde está Sirius?

Oye un sonido apagado en el baño. Una especie de gemido, entre angustia y placer. Regulus se pregunta por un segundo qué está haciendo su hermano. Luego, horrorizado de su propio morbo, se convence a sí mismo de que es curiosidad lo que lo lleva hacia la puerta entreabierta.

*

Esto no está pasando, dice la voz consciente de Sirius, entre imágenes, sonidos y aromas cada vez más claros.

Pero la voz consciente de Sirius ha perdido tanto protagonismo que ya no consigue apagar ni un poquito la intensidad de las sensaciones... y son tan intensas, las sensaciones, que Sirius ya ni siquiera quiere apagarlas.

No sabe bien cómo empezó. Un momento estaba recordando los pechos de la Hufflepuff con la que había salido el mes pasado, y al siguiente estaba de vuelta en abril, sentado en la cama de Moony, y casi podía sentir el olor de su cabello, el calor de su piel...

No, había dicho su voz consciente. No pienses en eso. Faldas, piernas, escotes... Piel. La piel suave de Moony debajo de la camisa de dormir. ¿Y cómo se sentiría esa piel pegada contra su piel? No podía ser completamente suave. Tenía cicatrices leves que le daban textura, que raspaban apenas... Y de pronto la piel áspera de las cicatrices se frotaba contra su pecho, contra sus piernas... Y los ojos dorados de Remus se abrían sorprendidos, inocentes, descubriendo el placer que Sirius podía darle... cada vez más amarillos, con grandes pupilas dilatadas y la mirada depredadora del Lobo...

Gime en voz alta. Años compartiendo la habitación con otros tres muchachos le han enseñado a guardar silencio. Pero esto es demasiado. Hace un pacto secreto consigo mismo. Ésta será la única vez. No volverá a hacerlo nunca. Pero esta única vez va a dejarse llevar.

Remus duerme medio desnudo, las cortinas abiertas y las sábanas a un lado, en una calurosa mañana de junio... Sirius se acerca y acaricia esa piel, baja las manos por la espalda desnuda... llega a la línea de la cintura...

"Ah..."

Aprieta las nalgas...

"Ahh..."

Remus se da la vuelta y lo mira con ojos adormilados... Luego lo jala hacia él y empieza a besarlo con furia...

"Ah... Re... "

Puede sentir la erección de Remus, dura, contra la suya propia...

"Remus... ahh... ahhhhh..."

Sólo cuando todo ha sido consumado, comprende Sirius la magnitud de lo que acaba de suceder.

*

Regulus está petrificado.

Un nuevo sonido en el baño (Sirius vistiéndose, de seguro) lo saca del estupor, y sale corriendo de la habitación.

Sirius sale unos segundos después y se acuesta boca arriba en la cama, tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera nota la puerta abierta.

Si debe ser sincero consigo mismo, ésta no es la primera vez que sucede algo así. Es tan sólo la primera vez que lo deja suceder. Ya antes el aroma de Moony, la piel suave y tibia, los ojos dorados, habían venido a su mente en 'situaciones comprometedoras'... pero siempre había podido ponerlas en el fondo de su mente y volver a concentrarse en exuberantes mujeres de largas piernas. O al menos, el horror ante las imágenes había destruido el momento.

No esta vez.

Esta vez había aceptado las sensaciones, había aceptado la piel de Moony... de Remus (es Remus en esos momentos, en los que Moony es un apelativo demasiado dulce, demasiado inocente), había aceptado el cuerpo masculino y delgado... Lo había aceptado gustoso y había abrazado ese maravilloso regalo. Y lo cierto es que nunca se había excitado tanto pensando en una mujer.

La vocecita en su cabeza ha dejado de burlarse. Ahora habla seriamente, en susurros. Sabes que es verdad, dice con dulzura. Tienes que aceptarlo tarde o temprano. Lo sabe. Sabe que es verdad. Se ha pasado los últimos ocho meses luchando contra esto, y ya no puede más.

Es un maldito marica. Y le gusta uno de sus mejores amigos.

Si Moony lo supiera... Y entonces recuerda la esperanza en los ojos dorados esa mañana de abril, y como Moony también se había acercado a él y había estado a punto de besarlo... Tal vez... Sacude la cabeza. No. Moony es demasiado dulce, demasiado inocente... De ninguna manera piensa las cosas terribles que piensa Sirius.

La rabia empieza a subir de nuevo. Ha sido mucha la rabia con la que ha tenido que lidiar en estos ocho meses. Bromas crueles, duelos innecesarios... este año ha batido su propio récord de detenciones. Sólo el 'incidente' con Snape consiguió asustarlo.

No puede recordar esa tarde. Hubo una pelea, sí, y un vago intercambio de frases hirientes... Snape dijo algo, insinuó algo... Pero era la maldita vocecita la que hablaba más alto, y a la que Sirius escuchaba con mayor claridad. De pronto, había soltado el secreto del Sauce, había deseado destruirlo todo. Recuerda con claridad la rabia, el odio zumbando en sus oídos... pero los detalles, las palabras, son borrosos.

Sin embargo, recuerda bien esa noche. La larga conversación con Dumbledore (casi palabra por palabra) y la mirada dura de James; las interminables horas de vigilia, imaginando la violencia del lobo excitado por el olor de la carne humana; la culpa carcomiendo sus entrañas; el peso de saberse un ser indigno, un traidor capaz de revelar el único secreto que no debía revelar nunca; los ojos dorados en su mente, acusadores, fríos, heridos y lejanos... La peor noche de su vida.

Recuerda también la mañana siguiente, cuando los ojos que imaginaba acusadores resultaron cálidos y preocupados.

"¿Están todos bien?" había sido la única pregunta de Moony después de la confesión. Luego, lo había perdonado. "Eres uno de mis mejores amigos. Sé que no quisiste hacerlo."  Cómo único reproche, había agregado en un suspiro, "por favor, no vuelvas a hacer algo así." Y por primera vez en muchos años, las lágrimas habían escapado de los ojos grises de Sirius Black.

Mucho había cambiado desde esa mañana. Poco a poco, Sirius había empezado a cuestionar el origen de la rabia. Al principio, pensaba que se debía a las insinuaciones de la vocecita. Pero ahora comprendía que se debía a que las insinuaciones eran ciertas. Comprendía que la vocecita era el lado oculto de su conciencia, intentando abrirle los ojos a una verdad innegable.

A Sirius Black le gustaban los hombres... y uno de ellos en particular.

*

El almuerzo en el frío comedor transcurre en silencio. Sirius come con la mirada perdida. Regulus apenas se atreve a mirarlo.

Casi han terminado cuando algo llama a la ventana. La vieja lechuza de granero deposita un pequeño paquete en manos de Sirius y sale volando.

El regalo de Navidad de Remus J. Lupin.

Con la rabia encendiéndole el pecho, Regulus no puede evitar levantarse de la mesa y seguir a su hermano fuera del comedor.

Sirius lo descubre a medio camino hacia su habitación.

"¿Qué pasa, enano? ¿Todavía te da miedo andar solo por la casa?"

No... pero tal vez debería darme miedo andar solo contigo.

A Regulus siempre se le ocurren respuestas ingeniosas. De hecho, es un don que ha ejercitado mucho desde su ingreso a Slytherin. Pero por motivos que escapaban a su comprensión, es incapaz de formular una sola delante de su hermano.

De modo que se limita a mirarlo con ira.

"Ay... El nene está molesto... ¿Por qué no vas a menearle la cola a mamita? Seguro que te saca de paseo."

Porque la perra eres tú.

"¿No? Bueno... No sé qué más recomendarte. Excepto que dejes de seguirme si no quieres que te parta la cara."

No será peor que lo que te partieron a ti.

Sirius le lanza una última mirada amenazante y se da la vuelta.

No ha andado dos pasos cuando oye la voz temblorosa de su hermano.

"Te escuché."

"Era la idea," responde sin detenerse.

Un segundo de silencio, y Regulus vuelve a encontrar el valor para hablar.

"Esta mañana." Sirius se detiene. "Te escuché esta mañana."

Gira despacio, levemente pálido (tal vez Sirius sí palidece, de vez en cuando). "¿Me escuchaste 'qué'?"

"Te escuché. Sé lo que... lo que hacías... lo que... pensabas... en quién pensabas..." Y de pronto, se descubre esperando que su hermano lo niegue todo, que lo llame enfermo y le parta la cara por siquiera insinuar algo así. Y que la vida siga su curso.

Pero sólo obtiene una respuesta furiosa, que no niega nada.

"¡¿Me estabas espiando?!"

Sirius siempre lo ha intimidado. Siempre fue más grande, más seguro, más agresivo... Pero el asco de la sola idea, del simple recuerdo, ayuda a Regulus a acumular el valor necesario para liberar su ira. Y no piensa dejarse intimidar.

"¡Eres un enfermo, Sirius! ¡¿Qué importa si te estaba espiando?! ¡¿Tienes algo con ese...?!" Niégalo, piensa. Niégalo. Pero su hermano se limita a mirarlo con ojos de piedra. "¡¿Por qué maldita sea no puedes ser normal?! ¡¿Te gusta ser la vergüenza de la familia?! ¡¿Es eso?! ¡¿Quieres avergonzarnos a todos?!"

Puede leer la ira en los ojos de Sirius. Una ira capaz de echar abajo la Noble y Muy Antigua Casa Black.

"¡¿Ésa es tu preocupación?! ¡¿La maldita familia?! ¡Déjame decirte algo sobre esta familia, Regulus! ¡No son más que un grupo de estúpidos, sin más talento que presumir que el hecho de que se acuestan con sus primas desde hace 1000 años! ¡¿Crees que yo soy el enfermo?! ¡Tu maldita familia usa cabezas de elfo como adorno en los pasillos! ¡Y tu madre los convence de que es el mejor destino que podrían tener! ¡Están todos locos, Regulus! ¡Y tú también, si crees que esta familia tiene algo de qué enorgullecerse!"

"¡Cállate! ¡No te atrevas a hablar de la Casa Black! ¡Eres un maldito engendro! ¡¿Cómo pudiste...?!" Un gesto de asco, y su voz baja a un tono menos furioso, más herido. "¿Cómo pudiste, Sirius? Por Merlín... No puedo acordarme sin que me den náuseas... Es asqueroso..."

La voz de Sirius se vuelve más fría, más peligrosa.

"Pues a mí no me pareció nada asqueroso... De hecho, me encantó. Afróntalo, enano. Tu hermano es una mariquita. Quién sabe... a lo mejor es resultado de tanta endogamia. Tú podrías ser el próximo."

"Estás enfermo."

Unos pasos conocidos detienen el intercambio. Los hermanos se miran en silencio, desafiantes, mientras su madre aparece en el pasillo.

"¿Qué está pasando aquí?"

"Nada," responde Regulus, conteniendo la rabia.

Pero la rabia de Sirius es demasiado activa, y siempre ha tenido problemas para contenerla.

"Pasa que tu heredero es una aberración de la naturaleza por muchas más razones de las que creías," dice, sin dejar de mirar a su hermano.

Walburga Black le dirige una mirada de desprecio.

"¿Qué hiciste ahora?"

"Deja que te lo cuente tu hijo," dice, y se mete a su habitación.

*

Todo lo que posee realmente (lo que no le debe a la Retorcida y Muy Enferma Casa Black) cabe en una mochila. Las cartas de sus amigos, el regalo sin abrir de Moony, el ajedrez mágico que le regaló James la Navidad pasada, el cuaderno de notas con la logística de las bromas más complejas, el collar de perro que le dieron los Merodeadores como broma en su cumpleaños, un par de libros, la gorra de lana roja y dorada que tejió una de sus 'fans'...

Las copias de Busty and Bewitched, que compró con James, quedan olvidadas bajo el colchón.

Se echa la mochila a la espalda. Se pone una capa encima y la chalina roja y dorada, con el escudo de Gryffindor, al cuello. Toma su escoba y avanza hacia la puerta.

Ama esa escoba.

Sólo esto, piensa. Sólo la escoba.

Pero en el último segundo, apoya la escoba en la pared y coge diez sickles de la mesa de noche. No se llevará nada de esa casa que no pueda devolver.

No encuentra a nadie en el pasillo, y no sabe si es buena o mala señal. No hay manera de que su madre no sepa ya todo lo que Regulus escuchó esa mañana, cada palabra que Sirius gritó en esa discusión... Tiene ese poder sobre su hermano. Y Sirius odia a su hermano por dejarse manipular, casi tanto como su hermano lo odia a él por no hacerlo.

Pero no hay nadie esperándolo. Ni gritos, ni maldiciones, ni terribles amenazas... Atraviesa el pasillo en silencio y baja las escaleras. Casi ha llegado a la puerta cuando lo ve.

Así, frente a frente, los ojos grises enfocados en ojos grises idénticos, nota por primera vez que su 'pequeño hermano' es ya de su misma altura. Y se sorprende.

La voz chirriante de Kreacher se escucha lejana. "Oh, sí, sí... Mi pobre señora... El traidor debe salir de la familia..."

"Parece que vas a ser heredero único en cualquier momento." Regulus no contesta. "No te preocupes, no me llevo nada de tu patrimonio."  Y dicho esto, sale de la casa.

Regulus se queda mirando el último espacio ocupado por su hermano, muchos minutos después de escuchar el estallido que lo convierte en hijo único.

*

"Ocho sickles."

Sirius paga y se sienta al fondo del Autobús Noctámbulo. Sus manos están heladas, pero no siente el frío. No sabe bien cuántas horas pasan hasta que una voz grita su parada. Las calles, el frío, el tiempo... todo se pierde en una bruma espesa y confusa.

Sólo al llegar a la puerta, se da cuenta de que está llegando a casa de los Potter en mitad de la noche, sin avisar, y para quedarse sin ser invitado.

Pero no tiene otro lugar donde ir.

Llama a la puerta. Nadie contesta.

Piensa en dar media vuelta, transformarse y buscar algún hueco donde pasar la noche. Pero lo cierto es que más que cobijo, más que una cama tibia, más que un techo sobre su cabeza, en ese momento necesita a su mejor amigo.

Vuelve a llamar, un poco más fuerte. Esta vez, se escuchan pasos y la puerta se abre lentamente.

"¿Padfoot?" Un adormilado James lo mira confundido.

"Hola," contesta Sirius, sin saber muy bien qué más decir.

"James, ¿quién...?" La Sra. Potter baja las escaleras en bata. "¡¿Sirius?! ¿Estás bien? ¿Te pasó algo?"

"No... No, Sra. P... Bueno, en realidad..." Sirius baja la mirada. No tiene ganas de hablar de eso... ¿qué va a decir si le preguntan por qué se ha ido de casa? "En realidad..."

"Pasa, hermano. Todos nos estamos congelando."

Entra agradecido y James cierra la puerta. La Sra. Potter le toca la cara y lo arrastra a la cocina, gritando '¡por Merlín, estás helado!'

A los pocos minutos, el padre de James se ha unido al grupo, y los cuatro beben chocolate en silencio.

"Así que... ¿peleaste con tu familia?" el Sr. Potter es el primero en hablar.

"Sí."

"¿Saben dónde estás?" pregunta la Sra. Potter.

"No. Pero no creo que les importe..." y adelantándose a la mirada de reproche, agrega, "me borraron del árbol." Y Dorea Potter, quien alguna vez fue Dorea Black, comprende por fin la situación.

"Sabes que te queremos, Sirius," dice con una sonrisa triste. "Puedes quedarte con nosotros el tiempo que haga falta. Siempre eres bienvenido en esta casa."

"Gracias, Sra. P... y Sr. P."

"No hay problema."

"Ahora suban a dormir... Tienes que quedarte con James esta noche, porque la tía Eleadora está en la habitación de huéspedes. Pero no te preocupes, después de las fiestas te arreglaremos una habitación."

La calidez de los Potter ha sorprendido a Sirius toda la vida. Ambos son mayores, y abrazan a James como a un tesoro, como a un milagro que ya no esperaban. Al fortalecerse la amistad de los dos, Sirius se ha visto envuelto más de una vez en ese abrazo, en ese milagro, mientras frases como 'nos encantaría tenerte en casa' y 'tienes que venir a visitarnos' suenan en sus oídos. Durante las frías vacaciones de Navidad de su primer año en Gryffindor, en las que el rechazo de su familia había golpeado con más fuerza que nunca, el fin de semana que pasó con James a insistencia de los Potter había sido su único momento de felicidad.

Antes de subir las escaleras, Sirius abraza con fuerza a los padres de James. En ese momento, la falta de una habitación propia está muy lejos de preocuparlo.

*

"¿Nada?"

"Absolutamente nada."

"¿Tu escoba?"

"Nada."

James suspira seriamente.

"Muy bien. Tengo diez sickles, eso no es problema... Y usamos la misma talla, así que supongo que tendremos que acostumbrarnos a compartir la ropa, al menos por un tiempo..." Mira a su amigo un momento y no puede reprimirse. "Padfoot... ¿qué pasó? Me refiero a que... sé que nunca te llevaste bien con ellos... pero no llevarte nada... y eso del árbol... eso es grave ¿no?"

"Significa que ya no soy parte de la familia," responde Sirius con tranquilidad. "Cómo si alguna vez hubiera querido serlo..."

James frunce el ceño un momento. Nunca llegará a entender a los Black... Se pregunta, sin mucho interés, si sacarán a su madre del árbol familiar por acoger a Sirius... Pero no, claro que no... Su tío Pollux no lo permitiría. Tal vez su madre no es la tía favorita de los Black, pero James se da cuenta de que la respetan. A pesar de tener ideas diferentes, ha llevado una vida 'aceptable' en los ojos de su Noble y Muy Antigua familia... casada con un Potter... llevando una vida libre de escándalos... defendiendo opiniones 'liberales', sí, pero nunca en un ámbito demasiado público o peligroso...

No es que sus padres sean cobardes, piensa James. O que se cuiden de guardar las apariencias. Son simplemente personas discretas, modestas... más preocupadas por llevar una vida consecuente que por involucrarse en peleas políticas. No está seguro de que le guste. A veces desea con todas sus fuerzas ver a su padre salir a las calles a defender lo que cree, ver a su madre pelear a gritos con sus hermanos... Sabe que desea hacerlo. Sabe que no está de acuerdo con la expulsión de Marius, el tío Squib que 'no existe', que viene de vez en cuando a tomar el té, pero no debe mencionarse frente a otros tíos. Un hombre simpático, pero lejano... con una extraña tristeza en la mirada. Y cuando la tristeza es más profunda, algo se enciende en los ojos de su madre... Y entonces, James sabe que la dulce mujer que lo crió lleva un volcán dentro, un fuego alimentado por la estupidez de su 'noble' familia, que hará erupción un día, borrando la estupidez de la faz de la Tierra. Y ama a sus padres más que nunca.

Esa noche, cuando Sirius mencionó que había sido borrado del árbol, había visto arder el fuego en los ojos de su madre.

"Pero... ¿qué pasó?... Quiero decir que... esto no puede ser una bomba de estiércol en el lugar inadecuado, o un insulto en medio de una cena formal... Padfoot... mi madre tampoco se lleva bien con los Black, y todo el mundo sabe que no le importa la ascendencia de sus amigos... ha tenido peleas muy fuertes con sus hermanos por seguir en contacto con mi tío Marius... pero... nunca siquiera la han amenazado con algo así..."

Sirius mira al piso, y no parece tener intención de contestar.

"¿Padfoot?"

"Prongs... yo... realmente no quiero hablar de eso. La verdad es que ni siquiera yo estoy muy seguro de qué pasó."

James reconoce entonces que tiene una vaga idea de qué podría haber alterado a Walburga Black hasta ese punto. Los últimos meses (los últimos 8, de hecho) la rabia de Sirius ha estado fuera de control. Duelos, peleas físicas, más de una broma que cruzó la línea de lo peligroso... Y cada vez James podía sentir el conflicto en su amigo, la batalla interna, mucho más violenta que la externa.

Más de una vez había reconocido la sombra de la mirada de ese primero de abril justo antes del estallido de la batalla... Más de una vez había estado a punto de decir algo al respecto.

El 'incidente' con Snape y el Sauce Boxeador había sido el punto de quiebre. Lo que fuera que Sirius tuviese dentro, no podía seguirlo guardando. Caminó hasta su cama esa noche, dispuesto a decirle que lo sabía todo, que lo soltara, que nadie tenía la culpa de que le gustara Remus y ya todos estaban hartos de lidiar con las consecuencias... pero no lo encontró. Salió del cuarto y bajó en silencio las escaleras. Su mejor amigo se sentaba frente al fuego de la sala común, la rabia evaporada, una angustia infinita ocupando su lugar. Se lo merece, pensó James, antes de dar media vuelta y dejarlo solo allí. Era una imagen dolorosa, pero Sirius necesitaba aprender que sus actos tenían consecuencias.

"Está bien, Padfoot... no te preocupes."

No está bien que lo interrogue. Padfoot es su hermano. Ahora más que nunca.

Durante los días siguientes al 'incidente', cuando Sirius demostró que había aprendido la lección, James pensó en acercarse y hablar con él sobre el origen de su rabia. Pero volvió a descartarlo. Lo cierto es que él mismo no estaba demasiado cómodo con la idea. Padfoot y Moony... no se le hacía natural. ¿Qué pensaba realmente Sirius en los minutos previos a la batalla? ¿Qué lo atormentaba? ¿Era sólo Remus? ¿O eran también otros chicos? ¿Existía la posibilidad de que algún día fuera James? Eran preguntas que no quería hacer. Respuestas que no estaba seguro de estar preparado para escuchar.

"Sólo ten en cuenta que cuando necesites hablar, estoy aquí."

Pero ya no importa si está preparado o no. Padfoot es su hermano. Va a entender lo que tenga que entender.

"Puedes contarme cualquier cosa, Padfoot... lo que sea. Sólo tenlo en cuenta."

Y esto último lo agrega con tal convicción que, por un momento, está seguro de que Sirius va a soltarlo todo. Pero finalmente, éste se limita a mirarlo y asentir.

"Lo sé. Gracias, Prongs."

Luego se quita la ropa, se pone el pijama, se mete a la cama y se queda dormido hasta la mañana siguiente.

*

La Navidad con los Potter no se parece en nada a aquella de la Noble y Muy Antigua Casa Black.

Los pequeños primos y primas corren por la casa, emocionados con sus nuevos juguetes, mientras sus madres intentan convencerlos sin éxito de que coman algo que no sea pastel. Luego las madres se sientan a la mesa con los demás adultos, y ríen y comen y cuentan anécdotas de sus años en Hogwarts (de las cuáles James y Sirius toman nota mental para futuras incursiones).

Todos se conforman con la explicación de que Sirius está pasando las vacaciones con ellos. Nadie pregunta por qué no está en casa en Navidad, y Sirius lo agradece profundamente.

Los Potter son otro tipo de familia. Un tipo de familia del que Sirius ha oído hablar, pero que nunca ha gozado fuera de las breves incursiones de fin de semana en casa de James o Remus. Nadie, además de James, ha preguntado las razones de su huída. Y Sirius comprende que se debe a que no son importantes. Este tipo de familia se apoya sin condiciones, y ahora él es parte de la familia. Comprende que lo ha sido siempre. No por los lazos de sangre que lo unen a Dorea Potter (y a casi todos los brujos de sangre pura). No. Es un lazo mucho más fuerte. Los Potter siempre lo han acogido, siempre se han preocupado por él. James siempre ha sido su hermano. Cuando se vio en la calle, sin saber qué hacer, un solo lugar vino a su mente.

Y ahora está finalmente en casa.

*

Regulus se para solo frente al tapete.

Sirius lo mira desafiante desde su marca quemada, su espacio sin nombre. Regulus le devuelve una mirada de desprecio.

"Ahora eres el único heredero," dijo su madre la noche anterior. "Sólo a ti te corresponde mantener el honor de la Casa Black."

"Sí, madre," asintió Regulus sin inmutarse.

Ya no tenía hermano. Era hijo único.

Y sin embargo, había soñado con esa tarde en la playa, hace ya muchos años. Antes de que el Sombrero Seleccionador trajera la desgracia a su familia. Su padre estaba con ellos, como nunca. También su madre. Sirius y Regulus jugaban en la arena. La institutriz se distrajo un momento y Sirius aprovechó para escaparse, como siempre. Tomó al pequeño Regulus de la mano, salieron corriendo y se escondieron en una cueva. Regulus tenía miedo, y apretaba con fuerza la mano de su hermano. Pero Sirius no temía (Sirius nunca temía). Pasaron la tarde explorando, hasta que la institutriz los encontró y los dos se fueron a casa castigados. Pero mientras les caía la reprimenda, Sirius imitaba a la mujer con tanto éxito que Regulus tenía que taparse la boca para no reír.

En el sueño, la pequeña cueva se convertía en una caverna insondable, y su hermano en un valiente explorador que peleaba con monstruos marinos.

No tengo hermano.

Había bajado a desayunar como si nada sucediera. La mesa estaba más silenciosa que de costumbre, pero sus padres conversaban de las mismas cosas que siempre. Terminado el desayuno, habían pasado al salón, para entregarse los regalos de Navidad.

Casi habían terminado cuando apareció una lechuza cargando un paquete. Era la lechuza de los Potter. El paquete contenía algo de ropa y diez sickles.

"No te preocupes, no me llevo nada de tu patrimonio," resonó la voz de Sirius en su mente.

Su madre había llamado a Kreacher para que se deshiciera del paquete. Luego le había recordado que tuviera listas las túnicas para la cena formal de esa noche y había continuado con la entrega de regalos.

Regulus tuvo de pronto la terrible necesidad de ver el tapete.

Y allí estaba.

La marca de fuego lo mira desafiante. Regulus le devuelve una mirada que intenta ser de desprecio.

¿Por qué, Sirius? ¿Por qué siempre tienes que hacer todo al revés? ¿Por qué maldita sea no puedes ser normal?

La respuesta a esa pregunta la conoce bien. Es culpa de esos malditos sangre sucia, de esos traidores de Gryffindor. Son ellos los que han convertido a su hermano en un engendro, en una aberración. Todo es su culpa.

¿Por qué, Sirius?

Al sentir la primera lágrima en su mejilla, sale corriendo y se encierra en su habitación. Nadie debe verlo llorar por un hermano que no existe.

Cuando Kreacher toca la puerta con su túnica, algunas horas después, todo rastro de dolor ha desaparecido de su rostro. Esa noche, en la cena formal de Navidad, se comporta como todo un heredero y deja muy en alto el nombre de la Noble y Muy Antigua Casa Black.

*

Después de la cena, James se acerca al armario de blancos y saca la provisión secreta del fondo escondido. Es un milagro que nadie la haya descubierto aún. Parece un poco arriesgado, con tanta familia en casa, pero la ocasión amerita el riesgo.

"No todos los días se gana un hermano, mi querido Padfoot," dice Prongs, "y menos uno que además sea mascota."

A lo que Sirius responde con un golpe en la nuca.

Varias horas y una botella de whisky de fuego después, ambos yacen tendidos en la cama de James, esperando a que la habitación deje de dar vueltas.

"¿Has notado como se parece el cabello de Snivellus a... a... algo muy asqueroso?"

"¿Qué?"

"El cabello de Snivellus," Sirius hizo una mueca de asco. "Y su nariz..." otra mueca. "No entiendo como a alguien podría gustarle."

James intenta girarse a mirarlo, pero desiste, cogiéndose la cabeza y respirando profundo. "Padfoot... ¿te gusta Snape?"

"¡¿Qué?! ¡No!"

"Entonces cállate. Tengo demasiadas náuseas como para hablar de cabello grasiento."

"Es sólo que..." me gustan los chicos, quiere decir Sirius, pero en lugar de eso se queda mirando fijamente una de las grietas del techo. Necesita decírselo a alguien.

Hay un largo silencio, y las náuseas de James se calman un poco. Sus pensamientos se vuelven ligeros e inconexos. Empieza a quedarse dormido.

"Prongs..." dice Sirius, aún con la vista fija en la larga grieta.

"¿Mmh?"

"Creo que soy homosexual."

"Mmh... Pues qué bien que te diste cuenta, llevo seis años diciéndotelo," y suelta una leve risa adormilada.

"Prongs, escúchame," dice Sirius, girando con gran esfuerzo para ver de frente a su amigo. "Es en serio. Me gustan los chicos... Me gusta Moony."

Y la expresión de su amigo (hermano) es tan desesperada, que James hace el esfuerzo de despertar lo suficiente para contestarle.

"Padfoot..." lo mira a los ojos, intentando sin éxito fijar la mirada. "¿Te gusta Evans?"

"¿Qué? ¡No, claro que no!"

"¿Te gusto yo?"

"¡No! ¿De qué hablas?"

"Pues todos los demás son asunto tuyo. Ahora cierra la maldita boca y déjame dormir."

Y Sirius cierra la maldita boca, entre confundido y agradecido.

"Eso sí," agrega James, antes de empezar a roncar como un tren, "no quiero escuchar un sólo ruido extraño en el dormitorio."

Y Sirius va cayendo en un extraño sueño, en el que Prongs maneja un gran tren amarillo y Evans corretea niños con trozos de pastel por los terrenos de Hogwarts, mientras él y Regulus pelean con el calamar gigante y Moony los alienta desde la orilla.

A la mañana siguiente, la conversación es borrosa. Pero ambos saben que la recuerdan.

No vuelven a hablar de ello en muchos meses.

Nota final: Hay un tercer fic, 'Lupercalia', en esta misma línea de tiempo. Todavía no está listo, pero ya casi.

sirius/remus, harry potter

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