Antonio Muñoz Molina es uno de mis escritores favoritos. Supongo que los temas que trata me resultan muy cercanos y por eso me llama la atención. En este libro vuelve a hablar de Mágina, en la época de la posguerra. Habla de gente con miedo y gente que lo perdió todo. Es una época negra, dónde los adeptos al regimen subyugaban al resto de la población, que no se atrevía a rechistar por miedo. Habla también de los avances tecnológicos, de la modernidad que se va colando por las rendijas de la miseria y de una generación que se quedó atascada en un mundo que ya no existía.
Uno de los aciertos del libro es el contraste que existe entre la vida cotidiana del protagonista y su obsesión por el viaje a la luna que están realizando los astronautas. Contrasta la pobreza con el despliegue tecnológico desarrollado por los americanos.
Muchas de las cosas que va contando me recuerdan a historias que me cuentan mis padres de su niñez y adolescencia. Aunque aquí está tratado con mucho más rencor y sordidez. Es como si el protagonista se sintiera atrapado en un mundo al que no pertenece. Lo contempla todo desde una perspectiva exterior, notando mucho más las carencias de su situación que cualquiera de los otros personajes de la novela.
Al final me ha dejado un gusto agridulce, y aunque no puedo decir que no me haya gustado, tengo que reconocer que no me ha parecido su mejor novela.