Global MPreg Cap 2

Sep 06, 2009 18:30


Global m-preg

2: ¡Sorpresa!

Una mañana difícil. Eso iba a ser para Ludwig, quien se encontraba en la sala de espera del consultorio, leyendo una aburrida revista del año pasado mientras el doctor examinaba a Feliciano.

Todo había empezado cuando un fuerte tirón producto de un susto matutino lo despertó. Se sentó en la cama y buscó a tientas el cuerpo del italiano. No estaba.

-Era eso…

Escuchó el lloriqueo inconfundible de éste provenir desde el baño. Se levantó con pesar de la cama y se dirigió al baño para encontrar a Feliciano de rodillas con un brazo apoyado en el inodoro y la piel verdosa.

-Alemania… no me siento bien…

Así habían llegado donde estaban. Revisando su reloj, Ludwig pasó sus dedos por las rubias hebras de cabello, para luego apoyar el mentón en la palma de la mano y el codo en la rodilla, en pose de pensador. ¿Qué podía haber pasado con Feliciano? Su adorado “dolor de estómago” como lo llamaba, ahora estaba enfermo.

Repasó en su mente la última semana. Feliciano había estado cocinando esos días, y dudaba que hubiera algo extraño en su comida que lo pusiera de esa forma.

Sin quererlo empezó a recordar todo ese tiempo que habían pasado juntos. Las caricias del italiano a las que tuvo que acostumbrarse y llegar a necesitar, sus sonrisas, cada pequeño detalle, incluidas las múltiples tonterías. Lo bueno y lo malo. Incluidas las noches, aquellas que ambos tanto disfrutaban, el uno en compañía del otro, teniendo como único testigo al silencio de la noche, el cuál herían entre jadeos y promesas.

La puerta se abrió de golpe, revelando un Feliciano emocionado, con los ojos completamente abiertos (n/a:toda una rareza) llenos de emoción. El italiano corrió a abrazar a Ludwig.

-¡Alemaniaaa!

-Me alegra ver que estás mejor… ¿fue algo que comiste no?

-Supongo, es algo parecido…. - entrelazando sus dedos bastante alegre queriendo anunciar la noticia.

-¿Ehh?

-¡TENDREMOS UN BEBÉ!

-… - Luwig no pudo decir nada. Creyó que era una broma. Buscó en el doctor el vestigio de una risa burlona o que de pronto se le cayera la bata y revelara su uniforme de “cámara escondida” (n/a: insertar a Tinelli de fondo en video match) pero no… el doctor lo miró y en sus ojos se leía todo. No era una broma.

-¡Pero ya estoy bien Alemania! ¡Ya no tengo nauseas! ¡Ya puedo comer pasta!

-Yo no… me da vueltas la cabeza… quiero vomitar… necesito sentarme… no…

Feliciano observó cómo a Ludwig le temblaban las piernas, tambaleante tomaba asiento y se abrazaba a sí mismo como si tuviera escalofríos.

-Doctor ¿qué le pasa?¿qué le pasa a Alemania? - mencionaba en tono preocupado

El doctor miró con un poco de lástima a Ludwig. Se arregló los lentes, aspiró un poco de aire y dió su diagnóstico.

-Embarazo psicológico…

* * *

Al parecer todos los ciudadanos lo sabían, ya que al pasar por su lado, todos se quedaban mirándole. ¿Cómo podían saberlo incluso antes que él?

Subió las gradas de su casa corriendo. Se resbaló en el cuarto de nueve escalones y encontró su centro de gravedad nuevamente, apoyando su mano derecha en el quinto escalón. Nada, ni siquiera el tobillo torcido. Era más fuerte de lo que creía. Su hermano estaría llorando en su lugar.

Arrugó el papel amarillo dentro de su bolsillo. Ese idiota se las pagaría. Se levantó y siguió corriendo, subiendo los tres pisos que faltaban a su departamento, con vista al mar y al cual entraba de lleno el sol en las madrugadas. Esas madrugadas en las que despertaba al lado del otro, como había estado haciéndolo desde que era niño…

Todo era culpa de esas olas, cuyo eco lo relajaban, de esa habitación, de esa cama, del olor del otro, al cuál nunca podría resistirse ni del cual se cansaría nunca.

Lo amaba.

Empujó la puerta y encontró al culpable.

-¡Maldito bastardo España! ¡Es tu culpa imbécil! - vociferó golpeando en el brazo a Antonio, quien sonreía, aparentemente acostumbrado a esos ataques.

-Hola Romano, ¿cómo…? - no era momento de preguntarle cómo estaba. Romano restregó en la cara del español la hoja amarilla que rato antes había estado arrugando en su bolsillo.- ¿Qué es…? - se calló y empezó a leer. Un montón de letras, lo único que le importaba, el título y el resultado.

Título: Prueba de embarazo.

Resultado: Positivo.

-Es tu culpa…- murmuró el italiano, al borde de las lágrimas. Antonio siempre lo había cuidado. ¿De qué forma cuidaría al bebé que venía en camino? No es que él fuera irresponsable… pero… ni siquiera Lovino estaba seguro de lo que sentía. Menos en esos momentos. - Maldito bastardo… todo es tu culpa…

Antonio siguió sonriendo. Se acercó y tomó al italiano por el rostro.

-Un bebé no es una culpa. Es un milagro. - dijo mientras secaba sus lágrimas e invadía sus labios.

* * *

-Veamos-aru…

Se miró en el espejo. De frente no notaba nada extraño. De costado… creyó ver una pequeña prominencia, pero no, era su imaginación. Aún era muy pronto para que se le notara.

-Aún no se nota-aru… ¿cuánto tiempo pasará?...

Esa mañana, al salir de su casa, alejada de la gente y rodeada de girasoles, no sabía la noticia que iban a darle.

Caminando a comprar algunas cosas al mercado mientras Iván dormía aún, Yao había ignorado casi por completo a una anciana que tomaba la ruta opuesta a la de él. Ambos se habían cruzado con la mirada baja. Unos cinco pasos después, algo le dijo que se detuviera. Obedeció sin girarse a mirar.

-Hay más de una persona en ti.- le dijo la anciana.

-¿Qué?

-Felicidades. Estás esperando familia.

-Eso no es posible-aru. - contestó en un susurro y agachando la cabeza.

-Ya ves… si es posible. Está sucediendo ahora mismo. Me ha hablado tu vientre, y me lo ha revelado. El cuerpo no miente… las personas si.

Yao se calló. Bajó la mirada y cerró los ojos. Iván tenía mucho cuidado con él. Era conciente de la delicadeza del chino y sólo lo había tocado dos veces. Una hacía casi un año y la otra… ¿dos meses atrás quizá?

Apoyó sus dedos en el reflejo de su vientre en el espejo. ¿Cómo iría a tomárselo Iván? ¿Lo tomaría bien? ¿Mal? ¿Lo abandonaría como sus hermanos? Sacudió la cabeza como negándolo. Él amaba a Iván, lo conocía, le había entregado todo y daría por él lo que fuera… ¿Pero él le correspondía de la misma forma?

-¡Buenos días! - dijo Iván apareciendo de la nada detrás de Yao, al mismo tiempo que lo levantaba en el aire y dejaba un pequeño beso en su mejilla. Suficiente para que el chino se sonrojara y cerrara fuertemente los ojos.

-Buenos… días… Rusia-aru…- dijo mientras Iván lo llevaba de vuelta a la cama y terminaba de desvestirlo.

-Hoy es nuestro día libre.- le dijo mientras se acomodaba sobre el cuerpo de Yao, separando sus rodillas con una pierna y comenzando a besar su cuello.

-Iván… yo… no-aru… no…- le gustaba. Le encantaba cerrar los ojos y jugar con la sensación de sorpresa. Era excitante.

“El cuerpo no miente… las personas si.”

El pensamiento atravesó su mente como un cuchillo, haciendo que abriera los ojos. Se levantó a pesar de que Iván intentara recostarlo de nuevo.

-Iván… estoy…- buscaba las palabras correctas. ¿Había palabras correctas? ¿Estaba buscando donde debía? El ruso lo miraba, los ojos inquietos, las manos en el rostro de Yao, una de ellas soltando la coleta y dejando libres los cabellos del más pequeño. - mira yo… estoy… - hizo acopio de todas sus fuerzas.- esto esperando un bebé tuyo-aru…

Silencio unos segundos. Ambos se miraron fijamente, Iván captando la idea y Yao esperando la reacción del ruso.

-¿Te duele? - preguntó finalmente Iván.

-Eh… no-aru…

-¿Te molesta?

-No, para nada-aru…

-¿Lo amas?

-…- meditó su respuesta. No se había puesto a pensar en eso siquiera. Era su bebé, tanto de él como de Iván. Amaba a Iván, obviamente amaría a su bebé. - lo adoro-aru…

-Entonces está bien.- dijo finalmente la nación más grande sonriendo tranquilamente mientras volvía a recostar a Yao y lo envolvía en sus brazos. - yo también voy a quererlo.- dijo sobre los labios de Yao.

* * *

A Tino le parecía increíble cómo marchaba su relación. Tal y como lo pensaba, Berwald era muy considerado como amante. Sabía el momento exacto para todo, cuándo besarlo para que se tranquilizara, cuándo jugar con las ansias del pequeño y cuándo era el momento adecuado para perderse en su cadera. Qué tanto moverse, cuándo hacer qué. Se conocían a la perfección, tanto que les impresionaba la facilidad con la que ambos alcanzaban el climax al mismo tiempo.

Y sin embargo, Tino aún se sonrojaba y se sentía nervioso teniéndolo cerca. “Amor de adolescentes” había escuchado por ahí. De alguna forma era bonito, sentir mariposas en el estómago cada segundo, llenarse de felicidad con un roce del otro y sentir que vivía un sueño cuando ambos se encontraban en la intimidad de su cuarto.

Berwald entró a la cocina donde Tino se encontraba lavando los platos.

-Buenos días Su-san…- dijo sintiendo el tan conocido efecto de la sangre subiendo al rostro. Berwald se acercó y tomó sus hombros. Lo miró fijamente. - ¿Sucede algo?

Berwald siguió mirando curioso al niño mientras éste sonreía.

-‘stas esp’rando m’ bebé…- le dijo al fin.

Tino entró en shock. Poco a poco las fuerzas abandonaban su cuerpo… qué bueno que Suecia estuviera ahí para atraparlo mientras se desmayaba.

Ambos ignoraron el hecho de que Peter los observaba, por un resquicio de la puerta entreabierta, con Hanatamago a su lado.

-Bien.- dijo el niño acariciando la cabeza del perro, el cual soltó un pequeño quejido al sentir un dejo de tristeza en Peter.- de todas formas… ésta no era mi familia verdadera.

Hanatamago soltó un ladrido que logró captar la atención de Berwald. Peter había salido de la casa, aguantando las ganas de llorar mientras corría sin rumbo.

* * *

No debería estar ahí. ¿Cuánto tiempo más pensaba cargar con ese dolor? Ya era mucho tiempo. ¿Cuánto tiempo era? ¿Cuatrocientos años? ¿Quinientos años?

“Quinientos setenta y ocho para ser exactos…”- pensó dejando una rosa a la sombra de una cruz que rezaba “Jehanne D’Arc. In memoriam”. Arrodillado, levantó la cabeza para encontrarse con la cruz y hablar con esta como hubo hablado con la niña tantos años atrás.

-Oh Juana… mi niña… sólo tienes diecinueve años… y lo único que quieres es proteger a tu patria. Si… eso quieres. Protegerme a mí y a los tuyos. A mí que no lo merezco y los otros que no lo reconocen. Y ahora lo único que yo querré, cuando te hayas ido, será escribir y recordar. Escribir tu historia, para que trascienda. Que todos sepan que fuiste la única persona a la que en verdad amé y a quien me amarré para siempre. Que todos sepan que quien en verdad murió en la hoguera, fue mi corazón y no tú. Me dejaste… a mí mirando por la ventana, a través de la niebla. Y a mi corazón sepultado bajo las cenizas tuyas…

Tocó la cruz como antes el rostro de la niña. Recordó esa fatídica mañana, el 30 de mayo de mil cuatrocientos…

Sacudió la cabeza… no quería recordar la fecha. Pero ahí estaba grabada. 30 de mayo de mil cuatrocientos treinta y uno. La Pucelle descansaba ahí. O más bien, su recuerdo.

Un día antes, en la noche habían pedido, como uno de los últimos deseos de Juana, verse y tener la noche para ellos dos.

Ella y la patria que tanto amaba. Él y su protectora. Esa niña de incansable espíritu y gran voluntad. ¿Dónde estaba el error?

-Hey… mañana me muero. Me quemarán… ¿supongo que lo sabes no? - preguntó ella con el cabello cubriendo sus hermosos ojos. Francis recorrió delicadamente los mechones rebeldes y levantó el rostro de la niña. Era una niña en verdad. No se lo merecía, así fuera una bruja como la acusaban los obispos.

-Lo se…-dijo.- Así que… tu última voluntad es… ver una cruz mientras… te vas… si es por pedir perdón de pecados que no cometiste… no lo hagas niña…

Juana sonrió. Tomó la mano de Francis y la posó sobre su pecho.

-No, ni siquiera será pedir perdón por el pecado que cometeré esta noche. Sino porque no me arrepentiré de hacerlo.

Ni siquiera el temor a la muerte pudo evitar que ambos se convirtieran en amantes por esa noche. Las sombras de ambos moviéndose en la oscuridad, perdiéndose en el tiempo, disfrutando de algo que nunca más volverían a vivir juntos y eran conscientes de eso. No podían dormir, debían aprovechar esa única noche lo más que pudieran. Ella, descubriendo sensaciones, olores, sabores nuevos. Él buscando la manera de olvidarse de experiencias ya vividas, y entregándose al momento como un joven completamente inexperto.

La visión se le hizo borrosa.

-Eras… tan hermosa…-volvió a susurrar Francis mientras dejaba que las lágrimas cayeran libremente.

Tantos amantes. Miles de ellos. De ambos sexos, de distintas razas, etnias y culturas. Y sin embargo, nadie como ella.

No… había alguien. No era como ella, pero en definitiva no era como los otros.

Cuando se hizo cargo de él, en vista del descuido de Arthur y la preferencia de éste por el pequeño Alfred, sintió que de alguna forma volvía a vivir.

Esa inocencia. Esos ojos. Esa actitud tan sumisa que lograba aplacar la libido del francés. Esa ternura con la que lo miró la única noche que habían pasado juntos, entregándose sin preguntar, respondiendo tímidamente a las caricias y besos de aquel que lo había criado.

Sin embargo... el rencor perduraba. Aunque no fuera así, culpaba a Arthur de esa terrible pérdida. Era el asesino de su niña. Y cuando llegaron a ese continente nuevo, y lo vió tan encariñado con ese niño que ya crecía cada segundo que pasaba, vió una venganza en potencia en él.

Fué tan sencillo. Convencerlo con esa palabra nueva, con ese juguete nuevo llamado "Independencia".

Y luego... observó a Arthur sufriendo su soledad por cien años más. Llorando en silencio cuando veía a Alfred en algún lugar, recordando que ya no era su niño. Despedazándose con cada recuerdo... Se sentía bien, ¿no es asi Francia?

Sintió que alguien lo observaba. Sabía quién era.

-¿Qué es lo que quieres? - le dijo sin voltearse a mirarlo. Sabía de sobra que el joven, lejos de aprender sus mañas como Alfred había aprendido las de Arthur, lo miraba sonrojado y avergonzado.

-Bueno… yo… pensé que no sería bueno dejarle solo…

-Ya me conoces. Me gusta pensar que tendré a todo el mundo una noche conmigo y que luego podré usar la excusa de que estaba tomado y no lo recuerdo.

-Es que… - se calló. Francis miró hacia Matthew, quien ahora posaba una mano sobre su estómago, por debajo del pecho y por encima del ombligo. - creo que… tendrás que cuidar de mi… otra vez…

* * *

El ruido proveniente de la casa lograba captar la atención de los ciudadanos que por ahí pasaban. Quedándose a mirar y escuchar.

-Es así de sencillo Liet. Como que suceden las cosas de ese tipo todos los días. O era yo o eras tú.

-¡No sucede que un hombre se embarace cada día!

-Si bueno, o sea ¿tanto te molesta? Digo, si seré yo el de la panzota.

-¡No hables así de mi bebé! ¡¿Y qué es eso que comes?!

-Ah pues las cochinadas de siempre…

-Eres un… ¡Deja de hacer eso!

-¡Ah Liet mira! ¡Un hombre haciendo salto bongie en la tele! ¡Lo haré yo también!

-¡OLVIDALO! ¡Estás esperando mi bebé!

-¡Pero ubica eso nene! ¡Una nación masculina embarazada haciendo salto bongie! ¡Toda una curiosidad! ¡Seré más famoso que Jicael Mackson!

-¡ERA MICHAEL JACKSON!

-¿Cómo lo sabes? ¿Me engañas con él?

Toris se apoyaba en una mesa a dos de perder los estribos mientras Feliks seguía hablando de mezclar deportes extremos con el embarazo masculino. Deportes desde danza con tigres hasta molestar a Rusia. Si… suicidio por donde se lo viera.

-Dime Dios… ¿qué te hice? Esto debe ser el karma… sin saberlo soy sonámbulo y debí haber matado Papas en el Vaticano o haber exterminado a los dinosaurios con un estornudo en mi vida pasada… no sé qué hice… pero… - miró a Feliks otra vez.- ¡ha debido de ser algo realmente malo para que me hagas esto!

* * *

Gilbert no podía más con la risa. ¡Pobre West! Recordó su llamado al teléfono.

Alemania: Y bueno… Italia está esperando a mi hijo.

Prusia: A ver, a ver… aquí hay una de dos. O ése es un idiota travestido o posees una especie de esperma mutante que si entra por la traquea de alguna forma embaraza a la victima.

Alemania: ¡No le voy al sexo oral!

Prusia: Jajajajajaja… ah West, ese tipo de cosas sólo pueden pasarte a ti.

Seguía retorciéndose de la risa mientras entraba a su casa.

-Hey Señorito, tengo una buena para contarte, ¡de verdad no vas a creerme! - dijo mientras entraba a la sala… y se quedaba sin palabras.

-¿Qué es? - decía Roderich despreocupado mientras terminaba de tejer un diminuto sweater.

-Oye… Rode… ese sweater… es muy pequeño para mi…

-No es para ti. ¿Eres tonto?

-Ya se que Vash es pequeño, pero en serio va a dispararte si le mandas eso. Y de paso dejará de ser tu amigo…

-Tampoco es para él.

No…

-Oye… Rode… no me digas… que tu…

Roderich levantó los ojos hacia Gilbert y asintió.

Lo siguiente que pudo verse, era a Gilbert arañando los vidrios de su casa mientras gritaba “El esperma mutante es un mal de familia” y Roderich se frotaba la sien con los dedos.

* * *

-Rayos…- fue lo único que pudo soltar Noruega cuando lo supo. Los fantasmas en su casa se lo dijeron. Estaba esperando el bebé de Dinamarca. Eso significaba tener demasiado cerca al grandote.

Sin embargo, no perdió la compostura. Una cosa era tener relaciones sexuales con Dinamarca bajo el trato de “si lo hago me dejas en paz”. Y otra muy diferente era haberlo hecho con Islandia porque éste se lo había pedido.

Su pequeño. Al que no podía negarle nada.

Un segundo…

La duda lo asaltó un breve segundo.

Caminó hacia la habitación de Islandia. Lo encontró recostado en su cama leyendo un libro.

-Is… iba a preguntarte algo. - dijo con su acostumbrado tono serio y escaso de sentimientos. Islandia bajó el libro y le dio su atención. - ¿estás esperando mi hijo?

Lo soltó con la mayor naturalidad del mundo. La misma con la que Islandia le devolvió la respuesta.

-Ah… si… creo…

-Ya veo…

Se miraron. Noruega se acercó a la cama y se sentó. Al rato Islandia se movió hasta acomodarse en el regazo de Noruega mientras éste acariciaba lentamente sus blancos cabellos. Noruega podía ser frío, pero sabía que Islandia sólo podía aparentar frialdad. Interiormente era un volcán que esperaba despertar.

La puerta se abrió de golpe.

-¡EPIDEMIA DE EMBARAZOS! - gritó Dinamarca corriendo hacia Noruega y levantándolo en el aire, mientras giraba. Islandia cayó suavemente en la cama observándolos. - ¡Mi lindo Noru tendrá mi bebé!

-Eres ruidoso…

-¡Será el bebé más bello del planeta!

-Debería cortar tu lengua…

-¡Y el más fuerte también!

-Y echársela a los perros…

-¡Dominará a todos!

-Mientras tú ves cómo van comiéndosela…

-¡Y recuperará mi gran imperio!

-Y lloriquearas como niño.

-A que estás feliz, ¿eh Noru?

-¿Debo responder?

Islandia esbozó una pequeña sonrisa que no fue percibida por las otras dos naciones. Amaba a Noruega y no es que estuviera celoso de Dinamarca. Pero si ambos tenían un bebé, estaba seguro que cuidaría a su hijo, y al de Noruega también. A final de cuentas, era de su querido Noru.

* * *

-¿Otra vez los Scones Terminator?

-¿Tienen algo de malo?

-Arthur… tú sabes que te amo… pero… tu comida a veces podría considerarse un delito. ¡Es un atentado a la integridad de una nación!

-Bien. Entonces los echaré a la basura.

Arthur levantó molesto la bandeja de scones que se encontraba frente a Alfred. La arrojó a un lado del lavaplatos mientras buscaba el basurero. Su ira se disipó cuando sintió que lo abrazaban. Sabía quien era. Podía morir y volver a nacer en ese par de brazos.

-Si los hechas a la basura… Green Peace va a meternos en problemas.- le dijo con tono pícaro mientras bajaba el rostro para besar sus labios. Arthur sonrió ante lo cómico de la situación y se entregó a los labios de Alfred. - si me alimentaras con besos… ya no necesitaría las hamburguesas…

-Eres un tonto…

Alfred observó la pancita que se formaba en su ahora esposo. Soltó los últimos botones de la camisa de Arthur para sentir las pequeñas pataditas del bebé.

-¿Te has dado cuenta que se alegra siempre que nos besamos? - dijo Alfred acariciando con una mano el vientre de Arthur y con la otra sujetando su barbilla para volver a besarlo.

-Si… se siente amado y esperado. - dijo Arthur antes de unir sus labios con los de su esposo.

* * *

Acercó su rostro, su nariz al pequeño hocico del gatito recién nacido. El tercero de la camada, el que tenía una mota café en pleno ojo derecho. Las narices de ambos se tocaron. Sonrió.

-Kawaii… - susurró antes de dejarlo al lado de su madre. El gatito se arrastró en medio de la cobija para acercarse a su madre.

Resultaba que Neko-san era “ella” y no “el”.

Y Kiku… ¿qué era?

Delicadamente posó su mano derecha por encima del nuevo kimono que le regalara Heracles días antes. En unos meses más ese niño se haría sentir. ¿Cómo sería? ¿qué color de ojos tendría? ¿Se parecería a Heracles o a él? ¿Sería niño o niña?

No se molestó. Dos meses antes, en medio de caricias Heracles le había hecho desnudar su cuerpo y entregar su alma. Sin miedos, sin prejuicios. Se habían amado sin resguardos…

Lo recordaba y una pequeña sonrisa se marcaba en su rostro. El cálido cuerpo del griego sobre el suyo, el crisantemo siendo desflorado poco a poco. Olvidándose de preocupaciones, del mundo exterior, de las demás personas y de sus costumbres verticalistas y conservadoras. Aprendiendo a amar, a besar, abrazar, gemir, hacer el amor, moverse para el otro, acariciando cada parte del griego…

Y ahora esperaba un bebé.

¿Cómo lo sabía?

“Hay cosas que uno simplemente sabe” - le dijo Heracles esa noche, mientras describía dibujos abstractos en el cuerpo desnudo del japonés. Era su respuesta para la pregunta de Kiku: “Grecia-san ¿Cómo sé si usted me ama?”

Y ahora el problema era decírselo a Grecia. Era el padre del niño a final de cuentas.

¿Cómo debía decírselo?

Miles de posibilidades pasaron por su cabeza. Desde soltarlo de forma descuidada hasta dárselo por escrito.

Escuchó la puerta abrirse y vio a Heracles entrar por ella, con su habitual pinta agradablemente descuidada, la camisa blanca combinando con la boina que llevaba en la cabeza y por encima de sus hombros su abrigo, con las mangas colgando a ambos lados de sus brazos a modo de capa. Se levantó y se acercó a saludarlo.

-Buenos días… me alegra que regresara sano y salvo Grecia-san…

-Hola.

Heracles lo abrazó por la cintura. Kiku se sujetó de su cuello para pararse de puntillas y alcanzar a besarlo. Aún temeroso, a pesar de todo lo que habían vivido juntos, trataba de corresponder de la mejor forma posible a los apasionados besos de Heracles. Era difícil para él, aún sentía que podría caerse o desmayarse por ese sentimiento que tanto lo debilitaba. Heracles también era consciente de la delicadeza del japonés, por lo que lo sujetaba fuertemente y no se propasaba, al menos no si no se encontraban en un sillón o en la cama.

-La primera vez que te besé te desmayaste. ¿Lo recuerdas? - preguntó lentamente mientras acariciaba la cabeza del más pequeño. Éste se sonrojó ante el bochorno del momento.

-Usted es responsable de eso…

-Nunca vas a poder tratarme de “tú”, ¿cierto?

-Lo siento…

Grecia sonrió. Tomó la mano del otro, llevándolo hacia el sofá, recostándose en este y haciendo que el japonés se recostara, a su vez, sobre él.

Con la cabeza en el pecho del griego, escuchando los suaves latidos de su corazón mientras éste jugaba con sus lacios y negros mechones de cabello, Kiku observó a Neko-san. Se veía tan feliz con sus pequeñas crías.

-¿Podemos ponerle orejas de gato cuando nazca? - preguntó Heracles sacando a Kiku de su mundo.

-¿Eh?

-A nuestro hijo. Seguramente… se vería lindo con orejas de gato.

-Grecia-san… ¿Cómo…?

-Hay cosas que uno simplemente sabe. - Pasó los dedos hacia el rostro de Kiku, acariciando suavemente su mejilla.- Neko-san estaba comportándose extraña estos días. Ella lo supo antes.

-Grecia-san… ¿usted puede hablar con los gatos?

-No… solo entiendo algunas cosas. O me las invento. A veces acierto.

Kiku levantó la mirada. Grecia se encontraba riendo, como no solía hacerlo con facilidad. Esa sonrisa tranquila, tierna, llena de misterio…

Otra vez… esa sensación…

-Hey… Kiku… ¿estás bien?- Preguntó Heracles en vista de la fiebre en el pequeño, el cual ahora tenía la mirada perdida en algún punto de la habitación y parecía pelear contra sus ojos. No quería cerrarlos. Quería alargar ese momento con su querido Grecia-san.

Heracles alargó su mano para atraer el abrigo que estaba colgado en el respaldo del sillón y cubrir con éste la espalda de Kiku.

“No haga eso… por favor… se siente tan bien estar en sus brazos…”

Los pensamientos aglomeraban su cabeza. La sensación de debilidad crecía. ¡Pero si ni siquiera lo estaba besando! ¿Por qué pasaba eso? ¿Por qué ahora estaba pensando, de repente, en es noche juntos? Los dedos de Heracles cerrando con cuidado los párpados del japonés, volviendo a acariciar su rostro, haciendo que se perdiera en su debilidad, en su nerviosismo… las mariposas no estaban en su estómago. No. Estaban volando en la habitación. Por eso lo mareaban.

-Voy a hacerme responsable; cuidaré de ti y de mi hijo. Así que puedes estar tranquilo. - logró escuchar entre sueños. El estado de vigilia se desvanecía y empezaba a entrar en un estado de inconsciencia. No podía abrir lo ojos, los párpados le pesaban. Un descanso podría ser agradable. -Te amo.

Lo escuchó un segundo antes de entrar en el mundo de su subconsciente. A pesar de que luego había soñado con un niño que tenía orejas de gato que jugaba con Neko-san mientras un montón de mariposas bailaban a su alrededor, supo que aquello que había escuchado no era un sueño.

;o; les ha gustado? Lo hice un tantito sentimental creo... OwOUUU

Siguiente capítulo: En buena medida será Angst/Hurt/confort/Romance/Drama xD. Pero ya les dije, encontrarán de todo en este fic.

Spoiler:

Principal: América, ¿qué clase de héroe no protege a su familia a costa de perder su vida? El pequeño Bretaña Unida pelea por su sobrevivir. Sacrificios que deben hacerse.

Secundario (y principal del 4to cap):Francia... Elige entre la mujer muerta de tu pasado o la persona que te ama ahora y vive... y espera tu hijo. Francia-niichan tendrá un problema con sus recuerdos que ahora se apoderan de su presente.

hetalia, mpreg

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