Regalo de cumpleaños #9: Xiuchen

Feb 19, 2014 18:17

#09. Engaño mutuo. (Xiumin y Jongdae)




Lo peor de estar convaleciente era no poder hacer nada, o casi nada, por sí mismo. Xiumin era una persona independiente desde los ocho años. A esa tierna edad tuvo que aprender, de golpe y porrazo, todo lo que se reparte durante el crecimiento. No era más que un niño y nadie le enseñó.

Debía reconocer que era un maniático. No con el orden o la simetría, sino con la perfección. Era consciente de que si quería un trabajo bien hecho debía hacerlo él mismo, por eso en el Two Moons no permitía que nadie le preparase las copas a menos que tuviese la absoluta certeza de que le echaría la cantidad exacta que cada bebida alcohólica requería. Con los años y conforme iba labrándose un nombre, no le había quedado más remedio que delegar poder al no ser capaz de ocuparse de todo. No era fácil ganarse su confianza, mucho menos su aprobación. Xiumin sólo contaba con el mejor entre los mejores.

Era deprimente verse reducido a lo que era ahora: un cuerpo moribundo que no podía mover a voluntad propia más de diez pasos sin marease y nublársele la vista. Aparte de ser perfeccionista, desconfiado y calculador, también era exigente, especialmente consigo mismo. Si no aceptaba fallos en los demás, mucho menos cometerlos él. Y en el último mes llevaba acumulados demasiados.

Lo primordial era recuperarse cuanto antes, al menos reunir la energía suficiente como para poder caminar y utilizar el baño sin ayuda. El reposo absoluto era lo ideal, pero colmaba su paciencia a una velocidad insólita. El único punto a favor en ese estado era que tenía mucho tiempo para pensar, repasar, corregir fallos y planear qué hacer en cuanto saliese de allí. Porque iba a salir de allí, así tuviese que matar a su rescatador para conseguir la libertad.

Su enfermero particular pasaba poco tiempo con él, y eso por un lado era bueno, pero por otro no. La ignorancia era un enemigo al que se enfrentaba continuamente, soliendo salir victorioso, mas en esta ocasión sentía que perdía. Cada día que pasaba perdía un poco más, tiempo principalmente, pero también podría estar quedándose sin otras cosas. No tenía ni idea de lo que estaría ocurriendo en el Two Moons que, no sólo era su fuente de ingresos principal, también era su hogar. Había muchas personas dispuestas a tomar el mando ahora que estaba fuera de juego, de igual modo que en su día hiciese él mismo. Cuando le llegó la oportunidad no dudó en aprovecharla y apoderarse del negocio de otro, reconstruyéndolo a su manera en lo que hoy en día era. No podría reprochar a nadie que tratase de usurparle, pero se lo quitaría de en medio en cuanto regresase para dar ejemplo, tanto a codiciosos como a quienes hayan pensado que se habían librado de él.

Xiumin se negaba a rendirse. Llevaba toda su vida luchando y se podría decir que había estado en situaciones peores de las que salió ileso. Pero siempre había dependido de él, y ahora dependía del arquero. Incluso si le había salvado y ahora le estaba cuidando, Xiumin no confiaba en él porque nunca se fiaba de algo que le hiciera sentir ignorante.

-¿Dónde aprendiste a cocinar este plato? -cuestionó una noche en que cenaba algo más consistente que los puré que había ingerido hasta entonces, debido al dolor de su mandíbula.

-¿Te gusta? -sonrió al comprobar su interés.

-Prefiero la comida coreana -comentó mientras le observaba coger otro trozo con los palillos.

-Será porque es a lo que estás acostumbrado -respondió mientras le acercaba los palillos a la boca-. ¿Sabes cuántos sabores te pierdes por comer siempre lo mismo?

Como maestro de los cuervos, Xiumin sabía cómo sonsacar información sin hacerlo de forma directa. Asimismo, reconocía a una persona que estuviese entrenada para no irse de la lengua en lo que no debía, y la mente del arquero era una fortaleza bien protegida. Sus respuestas, aunque sonaran casuales, nunca lo eran. Siempre contenían un mensaje entre líneas que él captaba con relativa facilidad.

-Más vale malo conocido que bueno por conocer.

-Quien no arriesga, no gana -le contestó.

-El asesor financiero no arriesga el dinero -contraatacó.

-Mmm -pronunció mientras pensaba-, no se me ocurre otro refrán en coreano para responder a este.

-¿En otro idioma sí? -alzó una ceja.

-Sí, pero si lo traduzco pierde la gracia -sonrió y le acercó los palillos a la boca.

Xiumin aceptó la comida, la masticó y tragó. Debía reconocer que esos juegos de palabras, incluso cuando no empleaban refranes, eran divertidos. Hablar con él lo era; seguramente haber estado las últimas semanas solo influyese mucho en el tema. El otro hombre era inteligente porque no caía con facilidad en sus trampas: primero el plato y después el idioma, todo para tratar de averiguar su procedencia o, por lo menos, aproximarse un poco. A simple vista no parecía ser un detalle demasiado relevante, pero servía para descartar muchos posibles.

-¿Por qué das por hecho que no te entenderé? -cuestionó mientras le robaba los palillos con un movimiento sutil de su mano izquierda, que rozó a propósito sus dedos.

El arquero siguió la mano con los ojos. Xiumin cogió un trozo del pescado y se lo llevó a los labios sin dejar de mirarle.

-Era una excusa -acabó diciendo-. No tenía ninguna respuesta.

Sonrió ante su salida, percatándose de otra cosa más que tenían en común: ambos preferían una retirada a tiempo que una pérdida. Y conseguir que el otro pensara que había ganado era lo mejor para bajar su guardia y poder conseguir del rival lo que se deseaba.

-Qué decepcionante.

Y, más inteligente que lograr que el otro se creyese vencedor, era que el rival pensara que había bajado la guardia, cuando en realidad estaba totalmente preparado para recibir el ataque.

-Sé que mi ingenio te fascina, pero por increíble que parezca, no es ilimitado -sonrió de esa forma burlona que tanto le caracterizaba.

-¿No? Todo cuanto te rodea parece serlo.

-Pues no -acentuó más su sonrisa y se levantó del taburete que se solía acercar a la cama-. De hecho, hoy he tenido que ir a comprarte más vendas.

Se dirigió a por la bolsa que había dejado sobre la encimera de la cocina y la trajo para aplicarle las curas como cada noche. Xiumin había terminado de comer, así que el otro hombre le apartó la bandeja en lo que él se desabrochaba la camisa del pijama que llevaba. Le limpió las heridas y le cambió el vendaje, antes de ayudarle a volver a vestirse y tumbarse en la camilla de la que no se movía a menos que fuera para ir al baño, porque ya no necesitaba usar la sonda.

-No quiero más drogas -volvió a repetirle como cada noche.

-Ya lo sé -sonrió sin hacerle mucho caso en lo que se acercaba a por el paquete de líquido transparente que contenía el relajante médico-, pero sin la droga como tú lo llamas, no soportarías el dolor. Créeme.

-Seguro que es para que no sufra -ironizó y puso un mohín.

El arquero giró el rostro lo justo para mirarle por encima del hombro con una pequeña sonrisa.

-Aunque no te lo creas, sí. Tienes el cuerpo malherido, cuanto más reposes, antes te recuperarás. Y si puedes ahorrarte el dolor, deberías agradecérmelo en vez de quejarte tanto, ¿no te parece? Cualquiera en tu situación rogaría por el sedante -comentó mientras colgaba la bolsa y lo conectaba al catéter que tenía inyectado en la vena.

-Yo no soy un cualquiera -dijo, mirando con desaprobación el líquido que empezaba a introducirse en su cuerpo.

-Eso ya me lo has demostrado -sonrió mientras le peinaba el flequillo-. Te he bajado la dosis, así que no te preocupes.

Xiumin sabía que era mentira por el etiquetado de la bolsa que había cogido. Unas tardes atrás había reunido la fuerza de voluntad suficiente como para moverse de la camilla para registrarlo todo y había acabado por cambiar las etiquetas de los paquetes, sustituyendo unos por otros. El arquero trataba de engañarle diciendo que la dosis era inferior, pero el engañado era él en realidad gracias al cambiazo. Xiumin continuaba quejándose para hacer el paripé, pero lo cierto era que se pasaba buena parte del día consciente, soportando el dolor y pensando en todo lo ocurrido para sacar conclusiones y tener claro lo que hacer cuando saliese de su prisión sin barrotes.

Fingió quedarse dormido un rato antes de realmente hacerlo.

- Fin -

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