#06. Misterio sin resolver. (Junmyeon y Minseok)
La habitación de Junmyeon siempre estaba ordenada. Por las mañanas no tenía la obligación de hacer la cama porque su madre se encargaba de la limpieza, tampoco ayudaba en casa con las tareas domésticas. Estaba comenzando sus estudios superiores y debía concentrarse exclusivamente en ellos; ése era el deseo de sus padres.
Sin embargo, suponía una gran presión.
Sin tareas adicionales, no existía justificación para no obtener calificaciones perfectas. Su rutina de estudio era muy severa: asistía a clase cada mañana y a la academia por las tardes, continuando después en casa hasta la medianoche.
A pesar de su estricto horario, lograba sacar tiempo para Minseok cada día o, más bien, era éste quien se adaptaba a su planificación. Por las mañanas, Minseok iba a desayunar a casa de los Kim y caminaban juntos hacia el instituto. Por las tardes, le recogía a la salida de la academia y le acompañaba hasta casa, a veces incluso se quedaba a cenar. Había días que aparecía de improvisto y otros que desaparecía sin dejar rastro. Junmyeon sólo podía concentrarse en sus estudios cuando sabía lo que su amigo estaba haciendo, porque sino se distraía pensando en ello.
Esa noche se sentía especialmente nervioso. Los exámenes finales empezaban el lunes siguiente y necesitaba comenzar la enseñanza superior con buen pie. Junmyeon sólo tenía dieciséis años pero se tomaba su futuro muy en serio.
No obstante, lo que verdaderamente le tenía nervioso y abusando de las bebidas energéticas para mantenerse despierto, era el paradero de su amigo. Desde que había dejado los estudios meses atrás, podía pasar más de tres días sin tener noticias de él y cuando regresaba, nunca daba explicaciones. Minseok no tenía teléfono móvil, así que contactarle era imposible y por su casa no podía aparecer porque su padre le agrediría si le viese. Tan sólo podía esperar a que se dignase a dar señales de vida.
Sentado delante del escritorio, con la lámpara encendida y los libros de textos repartidos de forma ordenada sobre la mesa, Junmyeon trataba de resolver los problemas de matemáticas avanzados que su profesor de la academia le había mandado como tarea para el fin de semana. Normalmente no le resultaba demasiado complicado solucionarlos, es más, disfrutaba haciéndolo, pero esa noche no estaba concentrado. Miró el reloj y vio que eran cerca de las dos de la madrugada, pero al ser sábado, al día siguiente no tenía que madrugar, por lo que podría quedarse hasta tarde estudiando. Decidió hacer el descanso en ese momento y se levantó para estirar los músculos e ir en busca de la cajetilla de tabaco que tenía en la cartera. Fumaba desde los trece años, aunque asiduamente desde el verano pasado. En sus descanso, un pitillo le sabía a gloria.
Abrió la ventana para que el humo no se quedase concentrado en la habitación. Siempre llevaba el tabaco consigo porque sabía de sobra que su madre le registraba el dormitorio de arriba a abajo cuando no estaba. Se apoyó en el marco de la ventana y contempló el paisaje nocturno mientras la ciudad dormía.
Al bajar la mirada a su balcón se percató de que había un intruso sentado a los pies del árbol que les daba sombra en verano. Minseok estaba ahí, con una colilla en los labios y la mirada clavada en él. Le sorprendió verle y a la vez no, porque no era la primera vez que se lo encontraba de esa manera. Dejó su cigarrillo en el cenicero que había acercado a la ventana y salió de su dormitorio volviendo a cerrar la puerta tras sí. Bajó con sigilo, sin encender ninguna luz y abrió la puerta de la calle. Minseok estaba esperando al otro lado.
Entró sin pronunciar palabra alguna y Junmyeon le indicó con gestos que subiera primero. Minseok se sabía de sobra el camino hacia su dormitorio y qué losas del suelo no debía pisar para que no crujieran y delatasen su presencia. Junmyeon se dirigió hacia la cocina para calentar agua en el microondas y luego echarla sobre los fideos instantáneos, cerrando después la tapa. Sabía cuáles eran los favoritos de su amigo y siempre tenía por si se presentaba por sorpresa como esa noche. Cogió una manzana, unos palillos y se llevó la comida a la planta de arriba, procurando no hacer ruido en su ascenso. Sus padres dormían con la puerta abierta, pero por suerte, ambos tenían el sueño profundo.
Ingresó en su dormitorio y cerró tras de sí. Minseok había dejado sus zapatos en el suelo y su chaqueta colgada en el respaldo de la silla del escritorio antes de acercarse a la ventana y robarle el cigarrillo que había dejado encendido.
-He supuesto que no has cenado -le dijo para justificar lo que le traía.
-Has supuesto bien -sonrió ligeramente.
Minseok dejó el cigarro en el cenicero nuevamente y aceptó los fideos instantáneos que le entregaba. Cambió posiciones con Junmyeon, quedando éste junto a la ventana mientras el otro se sentaba sobre la cama con las piernas cruzadas. Comió con ansia, hambriento como estaba, sin importarle si el caldo quemaba.
-¿Cuánto tiempo llevabas ahí afuera?
-Estaba esperando a tu pausa para fumar -respondió sin concretar, como solía hacer.
-¿Y si me hubiera ido a dormir? -le reprendió.
Minseok se encogió de hombros.
-Me habría ido por donde he venido.
Junmyeon suspiró con resignación. A veces era muy difícil tratar de comunicarse con él, porque Minseok en sí era inaccesible a menos que él quisiera compartir algo. La situación con su padre había alcanzado un punto de no retorno, y ya no vivía con él. No tenía ni idea de dónde lo hacía ahora, pero al menos ya no iba con moratones, hematomas o heridas, aunque estaba mucho más delgado.
En lo que comía, recogió sus libros y los guardó en la mochila. Se terminó el cigarrillo y cerró la ventana. Minseok tardó diez minutos en acabarse la cena.
-¿Quieres algo más?
-No, estoy lleno.
Junmyeon no podía saber si era verdad o no, porque nunca pedía nada, sólo aceptaba si se lo ofrecían. No sabía si era por orgullo o por no querer abusar de la hospitalidad ajena, pero le parecía ridículo siendo ellos amigos.
Encendió la lámpara de la mesita de noche y apagó la del escritorio para ir a sentarse a su lado en la cama.
-¿No vas a seguir estudiando? -le preguntó al verle recoger.
-Uno tiene que saber cuándo es sano parar -sonrió.
-Tiene hasta gracia que seas tú quien lo diga -sonrió también y se echó hacia atrás para apoyar la espalda contra la pared.
-¡Oye! Hago más cosas aparte de estudiar.
-¿Ah sí? -sonrió con cierta burla- ¿Cómo qué?
Junmyeon frunció los labios en gesto pensativo. Minseok sonrió más.
-Escucho música, paseo, salgo a correr...
-¿Sales a correr? -se sorprendió, porque eso era nuevo.
-Sí, una hora antes de la cena cada día -contestó orgulloso.
-Eso está bien -murmuró pensativo-, ¿pero cuándo te diviertes?
Ante la nueva cuestión, Junmyeon tardó más en responder. Se tumbó para ganar tiempo en su búsqueda de una justificación, con las piernas flexionadas para no darle.
-Eso es culpa tuya -acabó diciendo.
-¿Mía? -volvió a sorprenderse.
-Sólo me divierto contigo, si últimamente apenas te veo, ¿cómo quieres que lo haga?
Le gustó ver que Minseok no sabía qué decirle al respecto. Eran pocas las veces que conseguía dejarle sin palabras, siendo normalmente él quien tenía que batallar con su ingenio para poder contestar.
-Lo hago para evitarte problemas -acabó reconociendo.
-¿Problemas? -repitió, frunciendo el ceño.
Por su mente pasaron todo tipo de cosas en los segundos escasos que Minseok tardó en volver a hablar. Llevaba un tiempo sospechando que debía estar involucrado con asuntos peligrosos para querer dejarle al margen.
-No quería que tus padres pensaran que seguirías mis pasos.
Las cejas de Junmyeon se elevaron con incredulidad. Con seguir sus pasos se refería a dejar los estudios inacabados. Al contrario de lo que pretendía aparentar, a Minseok le importaba mucho lo que sus padres pensaran de él y, conociendo lo importante que era para ellos los estudios, debía sentirse avergonzado de encararles porque desde entonces no lo había hecho. Al dejar el instituto, dejó también de ir a casa, pero Junmyeon no lo había relacionado hasta ese momento. Minseok nunca hablaba de sí mismo, de sus inquietudes, miedos o anhelos más allá de cosas superficiales. Su mente y su corazón estaban fortificados, pero a veces, encontraba una ventana por la que asomarse para echar un vistazo.
-¡No me puedo creer que te preocupara eso! -rompió a reír y se incorporó lo justo para abrazarle y tirar de él para que se recostase encima.
Se sentía aliviado ahora que sabía cuál era el motivo por el que apenas se veían. Le apretó contra sí y le acarició la espalda con una confianza que a veces flojeaba. Minseok no dijo nada y tampoco le correspondió el abrazo, pero no se apartó y eso era lo más significativo. Junmyeon le conocía de toda la vida, había crecido con él, por eso sabía perfectamente que debía fijarse en los pequeños detalles para comprenderle. Ellos se complementaban: Junmyeon era cariñoso y le gustaba dar muestras de afecto, Minseok no pero tampoco se quejaba si las recibía.
-Eres un idiota -le susurró un poco después, sin dejar de pasarle la mano por la espalda-. Ya sabes que en mi casa siempre eres bienvenido. De hecho, si no vives con nosotros es porque no quieres, porque ya te hemos dicho muchas veces que puedes hacerlo.
Como siempre que sacaba el tema, Minseok guardó silencio. No tenía ni idea de lo que le pasaba por la mente en esos momentos, pero le daba miedo preguntar. Sin separarse de él, estiró el brazo para apagar la luz. Minseok se movió para abrir la cama y cubrirse con las mantas. Junmyeon le volvió a abrazar, a sabiendas de que por sí mismo no volvería a adoptar la postura anterior. Si por él fuera, se cosería a su amigo como si de un botón se tratase, para no separarse nunca. Pero sabía que Minseok era el tipo de persona que necesitaba su espacio y tiempo a solas, y debía respetarlo por mucho que le costase a veces.
-Buenas noches, Xiumin -le dijo, y se atrevió a darle un beso en la frente.
-Buenas noches, Suho... -le pareció escuchar, aunque no estaba seguro de si lo había imaginado o no.
Mucho rato después, cuando sus respiraciones se habían acompasado y sus cuerpos estaban totalmente relajados, Junmyeon sintió algo deslizarse por su cuerpo. Se obligó a concentrarse en el movimiento, despejando la nube que enturbiaba su mente por estar más dormido que despierto; sólo entonces se dio cuenta de que era la mano de Minseok. Cuando encontró su propia mano, estuvo tentado de acariciarle también, pero retuvo su impulso por la curiosidad de comprobar qué hacía cuando pensaba que él dormía. Las caricias eran suaves, casi roces superficiales y le provocaba un hormigueo agradable en la piel. Se entretuvo un buen rato con su mano, pero al final subió por el brazo y se introdujo por el cuello de la camiseta en busca de más piel. Le acarició el hombro y la parte superior del pecho con la misma delicadeza mostrada anteriormente. Junmyeon tenía una sensación extraña en el estómago, pero se esforzaba por no moverse y controlar su respiración y los latidos de su corazón para no delatarse.
Después de entretenerse un buen rato con la misma zona, alcanzó finalmente al cuello. Le agarró la garganta e incluso ejerció un poco de presión, sin llegar a pasar de ser una ligera molestia. Dejó de apretar en seguida y recuperó el contacto con las yemas de los dedos y las uñas. Le acarició la nuez y finalmente, deslizó la mano hacia el lateral, llegando a enterrar los dedos en la raíz del cabello, situando el pulgar tras la oreja. Junmyeon no pudo evitar respirar hondo y Minseok se quedó completamente quieto al principio, pero después alzó el rostro y se medio incorporó.
-¿Suho? -pronunció el apodo en un susurro íntimo, reanudando sus caricias.
Junmyeon no respondió, no pudo. Se sintió observado durante interminables minutos y su nerviosismo iba en aumento conforme el tiempo pasaba. En lo que duró la sensación, la mano de Minseok se enredó en sus cabellos y jugó con las hebras. Finalmente, se deslizó por la mandíbula y le sintió suspirar. La mano se alejó para no regresar jamás y Minseok se giró para darle la espalda, pegándose a la pared para no tener contacto con su cuerpo. Junmyeon no entendía qué era lo que acababa de pasar o por qué se había apartado de repente. Con el tiempo, se convertiría en uno de tantos misterios sin resolver acerca de su relación con él.
- Fin -