- Tú y tu afán por morir.
- Tú y tu miedo a la muerte.
- Al menos temo algo, tú estás van vacío que no temes nada.
- Temo perderte.
- Por mucho tiempo que malgastes ahí sentado, tus problemas no se van a solucionar. - te dije, quizás con voz burlona, iniciando así nuestra primera conversación.
Vale lo admito, quizás sólo te hablé para contemplar tu mirada derrotista y sentirme superior. Al oír mi voz desviaste tu mirada de la nada hacia mis ojos, que estaban cubiertos por mis gafas oscuras, así que no pudiste contemplarlos. A pesar de tu mirada vacía, el gesto que hiciste de mirarme de reojo y por encima del hombro, hizo que mi momentáneo sentimiento de superioridad desapareciese. Creo que ahí fue cuando me di cuenta de que no eras tan débil como aparentabas.
- Tampoco se van a solucionar porque esté de pie - me contestaste; tu voz me sorprendió, era más grave que la mía y denotaba madurez; era una voz quebradiza, apagada, de esas que te enganchan y te sumergen en ellas. Me encanta tu voz.
Sonreí de medio lado y me subí al columpio de al lado, pero en lugar de sentarme, me quedé de pie mirando a unos niños que jugaban en un cajón de arena. Me gusta ver el mundo desde una perspectiva alta, verlos bajo mis pies; creo que tengo un serio problema de adicción a la superioridad. Tú te quedaste mirándome fijamente, sin parpadear. No sé qué pasaría por tu mente, pero yo me preguntaba qué demonios estaba haciendo.
- Al menos si estás de pie, tienes una perspectiva más amplia. - te contesté mientras miraba al frente y me columpiaba brevemente, gracias al impulso que provocaba con mi cuerpo.
- De pie tienes que aguantar el equilibrio, tu propio peso, y estar atento por si alguien viene y te empuja. Sentado puedes concentrarte mejor en cómo solucionarlo. - me respondiste sin titubear; acto seguido te levantaste y echaste a andar con las manos en los bolsillos, sin mirar atrás, sin despedirte, sin darme importancia.
Me giré y vi como te marchabas, realmente me diste una lección ese día Derek, aunque posiblemente tú no te percatases de lo que esa escena en el columpio significó.
Hice bien escogiéndote a ti de entre todas las personas que había en ese gran parque aquella tarde, y aunque no estoy orgulloso de mis primeras intenciones contigo, no es algo que me quite el sueño, pues son muchos años aceptándome como soy.
Me quedé mirándote hasta que te esfumaste por la esquina; sé que pensabas que nunca más me volverías a ver, que sólo sería un inútil más que se acercaría a ti por pura curiosidad, sin importarle realmente lo que sintieses, y claramente tenías razón. Eso sí, te equivocaste al pensar que no me volverías a ver.
Me bajé del columpio y encendí un cigarro, me lo fui fumando mientras regresaba a casa. En aquel momento no me di cuenta, simplemente tus palabras y tu acción me fueron indiferentes, curiosas si, pero indiferente más que nada. Aún así, mi curiosidad es peor que mi vicio a la nicotina, por eso te convertiste en el juguete caro del escaparate de mis caprichos. Soy un niño caprichoso, no me rendiría hasta no hallar mi juguete ansiado, luego jugaría con él un par de veces y lo dejaría tirado en cualquier rincón, olvidándome de él para siempre, como tantas otras veces. Y aunque sabía cómo se desarrollarían las cosas, tenía el presentimiento de que tú no serías tan fácil como los anteriores. Por eso te elegí.
Dame un poco de tiempo y no seas impaciente, pronto tus problemas serán minucias comparados con los quebraderos de cabeza que te daré.