[Fanfic] Saber tratarte, Itzel...

Aug 02, 2011 22:37

-… y con esto terminamos -dijo Itzel deslizando un documento sobre la mesa -. Na’más fírmale aquí, manito.

Uruguay no pudo evitar sonreír con agrado ante la simpatía espontánea de la mexicana. Tomó su bolígrafo e hizo un garabato donde aquella señalaba mientras movía ligeramente la cabeza de un lado a otro.

México se apresuró a corroborar que todo el papeleo estuviese en orden. Se levantó de la mesa justo al terminar y guardó los documentos en su portafolio. Sebastián deshizo su sonrisa ante la repentina despedida de su amiga.

- ¿No pensás quedarte a dar la vuelta? -preguntó poniéndose de pie junto con ella.

Itzel torció la boca contrariada. Ganas no le faltaban a fuerza de costumbre, pues siempre que había asuntos que arreglar con el Mercosur, además de ser ella quien diera la cara, después de los asuntos oficiales a tratar, terminaba dando un tour por la casa de Sebastián, a veces en su compañía a veces sola (por las ocupaciones de aquél), pero siempre se llevaba un buen sabor de boca… y un llaverito nuevo.

-Híjole, vas a decir que soy grosera, pero ahora sí tengo prisa.

Uruguay se apoyó con una mano en la mesa y luego le dio un par de sorbos al mate que tenía a un lado con una actitud retadora.

-Pero vos nunca tenés prisa.

-P-pus no -tartamudeó mientras simulaba abrir el portafolio para distraer la atención del uruguayo -, pero ahorita que el menso de mi hermano no está en la casa, no puedo quedarme otro rato.

Sebastián levantó las cejas sorprendido al notar el tono desagradado con el que pronunció “el menso de mi hermano”. Y es que cuando llegaba a entablar una conversación más personal con Itzel, generalmente le escuchaba hablar de Pedro con cierta simpatía, aunque fuera para comentarle los desatinos que tenía por vivir tan cerca de Alfred.

Resignado, le dio otro sorbo al mate y desvió la vista de la mexicana.

-Ni hablar, piba -respondió en un suspiro -. Ya será luego que vengas a pasear por Montevideo, y aprovechas para traerte a Pedro. Dale cariños de...

-Créemelo, Sebi, si mi hermano fuera un poquito más considerado conmigo, me quedaba otro rato.

El aludido se volvió de nuevo a México y le sonrió halagado. Dejó el mate de vuelta en la mesa y se apresuró a tomar con sumo cuidado la mano que Itzel tenía libre.

-Ya será luego, flaca.

La mexicana no pudo evitar sonrojarse. Ser testigo presencial de la galantería que Uruguay presumía, el trato siempre amable y caballeroso, su elegancia innata para vestir y hablar, y el fresco aroma que despedía su cabello, hacían inevitable la comparación con las actitudes de su hermano para con ella, siempre culpándola y desobedeciéndola... forzándola a comportarse así de tosca como era.

Muchas veces Pedro le recriminaba eso, que siendo su hermana una dama, se pasaba de machorra con sus cuates, principalmente con Alfred.

- ¿Sabes, Uru? -Comentó repentinamente -Me gustaría mucho que Pedro viniera a verte más seguido.

Sebastián se extrañó ante aquella petición, más aún cuando México, que llevaba mucha prisa, volvió a sentarse, dejando el portafolio negro a un lado.

- ¿Por qué lo decís? -preguntó con una sonrisa nerviosa tomando también asiento.

-No sé -se alzó de hombros -. Quién quita y así se le pegan algunos modales tuyos al wey, sobre todo para que sepa tratar a las damas como lo que son, no como lo que piensa que son.

-Pero, tengo entendido que Pedro es… “el aventurero”.

Itzel tornó los ojos y se cruzó de brazos.

- ¡Qué va!, el menso apenas puede diferenciar entre ponerle la silla de montar a un caballo y abrazar a una mujer -bufó enfadada-. Pregúntale a Cata si no me crees.

Sebastián rió por aquél comentario y por la cara que tenía Itzel mientras lo decía. Negó con la cabeza y tomó su termo para preparase otro mate.

- ¡Ay, vida mía! -suspiró - ¿Y crees que con estar más tiempo conmigo va a cambiar sus costumbres para con las damas?

México frunció la boca un tanto pensativa al ver la ceja de Uruguay levantada. Entonces se le ocurrió que quizás convivir con un tío cambiaría su comportamiento de otra manera. Ya de por sí sentía que Pedrito andaba en malos pasos por andar tanto tiempo pegado a Alfredo… el sólo pensarlo le produjo un escalofrío que le recorrió la columna y la hizo tiritar.

-Pus yo na’ más quiero que sea más atento conmigo -remarcó preocupada, dibujando círculos con el dedo en la mesa - … así como tú.

La risa de Uruguay hizo que casi se atragantara con el mate. Con una mano en la frente intentó calmarse, se acomodó las gafas y miró de frente a la morena, quien había agachado el rostro avergonzada.

-Mina, sabés que soy cortés con invitados tan agradables como vos, pero también tengo mis momentos, vos sabés, “intocables”.

Entonces Itzel volvió a levantar la cara cuando miró que Sebastián le ofrecía un mate humeante. Tímidamente lo tomó entre sus manos y sorbió un par de tragos.

Artigas recargó un codo en la mesa y luego el rostro en la palma de la mano. Su sonrisa “de comercial” apareció al notar el gusto que tuvo Itzel al probar el mate, con lo que aquella recuperó el hilo de la conversación.

-Si me lo dices así, no te la creo.

-Mmmm, deberías preguntar a Martín cuando se pone de pelotudo.

Itzel sonrió ligeramente, aunque pronto volvió a preocupar su expresión. Con tantas evasivas parecía que Sebastián no quería  ayudarla a educar a Pedro.

-Aún así, sabes hacer sentir bien a una chava.

El uruguayo negó con la cabeza de nuevo  y aprovechó para poner una mano sobre el dorso de la de Itzel.

-Estoy seguro de que Pedro también sabe hacerlo, sólo que a veces se pasa de pelotudo y se le olvida pensar antes de hablar o hacer -la soltó entonces y se recargó en el respaldo de la silla -. Así que, Itzel querida, empezá por recordárselo.

Cuando  la aludida frunció el entrecejo mostrando confusión, Sebastián se aclaró la garganta antes de continuar. Sacó del bolsillo su móvil y procedió a marcar. Itzel no perdió detalle de sus acciones, recibiendo a cambio un guiño del uruguayo mientras esperaba le contestaran.

-Aló, ¿che?... ¿Estás muy lejos?, Itzel está conmigo tomando mate, ya mismo regresa a su casa, pero necesita ayuda con todo lo que lleva… De acuerdo, che, te esperamos en el aeropuerto entonces.

La mexicana se mantuvo atenta a la conversación, aunque no consiguió descifrar algo de las frases entrecortadas que pronunció Artigas. No es que fuera chismosa, el hecho de haber sido mencionada la hacía partícipe del asunto, y el no saber por qué, le cosquilleaba la curiosidad.

Sebastián se limitó a sonreír cuando Sánchez tuvo la osadía de preguntar. Sin previo aviso tomó el portafolio y la invitó a levantarse.

-Andá piba, que llevabas prisa y yo quitándote el tiempo.

Enganchó entonces su brazo con el de ella y emprendió camino al auto echando un último vistazo al reloj de su muñeca.

- ¡Pérate, Uru! - protestó México ante la repentina prisa de su acompañante.

- ¿Por qué no me dijiste que tu hermano estaba de visita con Manuel?

Sebastián lanzó la pregunta sin detener su paso, pero la reacción automática de Itzel fue frenarse con tal fuerza que lo obligó a detenerse también.

- ¡¿Hablaste con Pedro?! -cuestionó indignada.

Los hombros de Uruguay se levantaron al tiempo que formaba una expresión inocentona tras sus brillantes gafas. Itzel se golpeó la frente resignada para luego llevarse los brazos a la cintura.

- ¿Y te contestó sobrio? Porque el wey vino hasta acá para eso, para emborracharse a gusto con el pisco del washo, a ver si así agarraba valor para retar a Luciano a una pelea de capoeira. Al fin y al cabo, para sobarlo y acomodarle los huesos otra vez, aquí está su pende…

Uruguay detuvo la lista de quejas poniendo un dedo en los labios femeninos.

-Está bien, piba. Me dijo que nos alcanzaba en el aeropuerto para ayudarte con el equipaje, y que te traía un suéter más grueso porque el que trajiste está muy flaco.

Aunque de principio se sorprendió, el sonrojo de Itzel le cubrió poco a poco la cara al tiempo que su orgullo se disipaba. La verdad era que muchas veces, su hermano se mostraba amable con ella haciendo esos detalles, esporádicos, pero significativos.

-Jum -se quejó falsamente molesta mientras continuaba su andar, intentando disimular su sonrisa -, seguro que Manuel no estaba en su casa, si no, le hubiera valido gorro a Pedro… como siempre.

Uruguay sonrió dándole unas palmaditas en la mano.

-Pues si el pelotudo sigue así, dejá que sea mejor él quien venga a arreglar con el Mercosur -susurró -. Así aprovechamos para darle unas clases de modales -concluyó con una sonrisa maliciosa, seguida por otra de parte de Itzel.

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Nada que ver con tu reto, querida :S pero Sebas no se dejaba (sus brillos me deslumbraban *-*); hice como tres versiones diferentes de este fic y me quedé con la última, que se apegaba más a tu petición. En fin, espero de todas formas que te haya gustado y si no, te hago otro sin problema ^^ (héme aquí de cocodrila joooo xox).
 

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