Jun 01, 2008 21:42
Si subirse por las paredes fuese elegante, y si admitir que está nervioso no fuese demostrar que es débil, Sirius lo haría. No necesita estudiar; él está por encima de ese tipo de cosas, obviamente; pero el hecho de saber que todos los Black antes que él hicieron los TIMO’s a la perfección, es una presión a tener en cuenta. Él no es como el resto de los Black, Merlín le libre; pero quiere ser mejor que todos ellos. Mejor.
Da una vuelta más en su cama, y se da un par de cabezazos contra la almohada, a ver si atontándose es capaz de dormir. Pero ni con esas. Así que, ya que se aburre, y al mismo tiempo está nervioso, decide, en una de esas décimas de segundo que pueden cambiarle la vida a cualquiera, ir a tocarle los huevos a Remus; o a jugar con el lobo, como a él le gusta decirlo.
Salta de su cama y se mete en la cama de su amigo, que está justo al lado derecho de la suya.
Lunático está durmiendo, con una expresión de paz y tranquilidad que es muy complicado verle normalmente. Si Sirius fuese un marica de esos, habría soltado un suspiro embobado y habría dejado dormir al adorable licántropo de peluche.
Pero él es muy macho, y no aprecia en anda su vida. Temerario, como solo puede serlo alguien que se enfrenta a un hombre lobo recién levantado, salta encima de Remus, cayendo a horcajadas sobre su cuerpo, y haciendo que, acción reacción, el licántropo actúe en menos de un segundo, y se incorpore, con todos sus instintos alerta, dispuesto a atacar al intruso.
Y en ese momento en que ve los ojos de Remus inyectados en sangre, más amarillos que dorados, más venenosos que endulzados, Sirius entiende que puede morir. Sabe que Lunático tiene fuerza suficiente como para despedazarlo con sus propias manos. Una pelea a muerte. Le encanta.
-Lunático… soy yo.-dice en voz baja. Le encantaría una lucha a muerte con su amigo, pero si lo matase, todas sus admiradoras dejarían a Lily Evans sin amigo.
Remus se relaja, y se deja caer en la cama. La mirada todavía es de lobo, pero el semblante se relaja y sonríe.
-¿Y qué quieres, Canuto?-pregunta con la voz atípicamente enronquecida.
-Me aburro, y ya sabes… siempre es divertido tocarle los huevos al lobo.-Sirius bromea suave, con una sonrisa en la mirada gris, y sabe que Remus se lo va a tomar a mal. Le encanta.
-¿Te crees que es tan sencillo? ¡Vamos a putear a Remus, que es un asesino en potencia! ¿Y si te hubiese hecho daño? ¿Qué? ¿No te paras a pensarlo, verdad?
Sirius frunce el ceño. Está hablando demasiado; como casi todas sus citas. Y eso es amargarse. Porque a ellas les mete la lengua y se callan. Pero meterle la lengua a Remus… ¡Qué coño! ¡Que se calle de una puta vez! A él nadie le da la chapa.
Le pone una mano en el pecho a su amigo y lo empuja contra el colchón, al tiempo que se tira, casi en plancha, encima de sus labios, que son finos, y saben a chocolate, y le mete la lengua.
Remus, tomado por sorpresa, gime de asfixia y algo que Sirius no alcanza a identificar. Joder. Se está morreando con un tío -y es algo que nunca imaginó-; más concretamente con uno de sus mejores amigos. Y lo peor de todo. Que no está nada mal.
La lengua en su boca se convierte en manos recorriendo su torso, trabajado por el Quidditch, y la suya propia, la derecha, palpando debajo del pantalón del raído pijama de Remus, buscando ese algo que se ha puesto duro.
Y de repente, el perro bravucón e indomable, es dominado por un lobo hambriento, cuando un dedo, húmedo de saliva salida de no se sabe dónde, entra por un lugar en el que ha jurado una y mil veces que nada entraría jamás.
Y ese perro, enorme y negro, gime con la voz ronca, mientras el lobo rubio hace cosas que nunca antes ha pensado en permitir.
No quiere saber qué tienen en común los licántropos y los lobos de verdad, y eso lo decide los treinta nanosegundos en que los dientes de Lunático brillan, demasiado blancos, demasiado afilados, cerca de su polla. Pero cuando lame… cuando lame todo puede irse a la mierda, porque joder, Remus se la está comiendo, y no es porque sea Remus, o tal vez si, pero joder, nunca una tía ha aprendido a usar tan bien la lengua, los dientes y los labios al mismo tiempo, porque, de repente, casi sin darse cuenta, se está corriendo como un hijo de puta, y ve a Lunático esbozar una sonrisa, relamiéndose como el lobo de Caperucita, solo que en lugar de roja es negra, muy guapa, y tiene polla.
Y termina bocabajo, sobre la cama, con un licántropo de setenta kilos escasos encima, entrando donde nunca ha entrado nadie, empujando, metiendo, sacando. Primero la punta, despacio, tanteando el terreno, ayudándole a acostumbrarse, despacio, lento. Sirius no quiere saber dónde ha aprendido Remus a hacer ese tipo de cosas, pero, de repente, siente como se desliza, ignorando la resistencia de su propio cuerpo, y suelta un quejido que más bien parece un gemido, y siente como se pega despacio, casi se atrevería a decir que tímido, a su espalda, y el muy hijo de puta le muerte la oreja, haciendo que gimotee como un cachorrillo hambriento.
Las caderas de Remus se mueven cada vez más rápido, acompasadas de forma errática a los gemidos que se escapan de su boca y se entierran en la almohada. Una mano fina, acostumbrada a manejar plumas y páginas de pergamino demasiado gastadas, se le enreda en el pelo, y tira de su cabeza hacia atrás, para morderle el cuello con colmillos demasiado afilados, mientras embiste como una fiera. Como una bestia.
Sirius nunca había sido follado. Siempre es el quien llega, abre, mete, empuja y se corre; el proceso completo es más complicado, y no puede recordarlo, en esos momentos en los que apenas llega aire a su cerebro.
Porque siempre ha follado como un tío, pero ahora está follando como un puto perro, como un jodido animal, y le encanta, le encanta. Y no entiende por qué.
Y cree que va a volver a correrse otra puta vez. Y siente como todo su cuerpo vibra con fuerza, como todo se ha vuelto del color blanco de las sábanas. Lunático le está mordiendo el cuello, y, francamente, no le interesa saber el porqué.
-Como me dejes una marca, hijo de puta, te juro que te capo.-dice entre estertores. Se está corriendo, otra vez. Y nota a Remus, corriéndose también, jadeante, antes de caer desplomado sobre él.
Se quedan callados, Remus sobre la espalda de Sirius. Los dos jadeantes. Sirius, el momento antes de caer dormido, cree notar unos minúsculos besos bajo el pelo de la nuca. Pero es algo que no logra concretar.
Si al final es rentable y todo tocarle los huevos al lobo.
advertencia: slash,
comunidad: drabbles_30min,
~ escrito: fanfic,
fandom: harry potter,
pairing: remus/sirius,
advertencia: lemmon