Ciclo Halloween I: Las calabazas y el guardapelo (Elianne Noire) [RPG Multiversity]

Nov 04, 2009 16:51

Título: Ciclo Halloween I: Las calabazas y el guardapelo
Fandom | Personajes: RPG (Multiversity) | Elianne Noire (+ Ephraim Noire, Ephraim Noire Jr, Coraline Deveraux, Carline Deveraux) (+ mención: Helena Rosseau, Lionel Fournier, Adrièn & Alphonse Fronsac, Gustave Fronsac, Gabrielle & Marie Lafayette, Charles Deveraux)
Rating | Advertencias: PG-13 | Se habla de sexo (en serio, esta niña ha degenerado mucho)
N/A: Cuenta para el quinesob . Es el primero  de tres drabbles/shoots denominados, como conjunto, Ciclo Halloween; cada uno de ellos se centrará en el punto de vista de uno de mis tres personajes originales en este RPG. He metido mucha simbología y pequeños detalles que tendrán sentido cuando tenga acabada mi historia del NaNo. El guardapelo tiene un sentido implícito: supongo que los que conocéis a mi rubia sabéis que ella siempre se ha sentido como... no perteneciente a ningún lugar en concreto (ella no pertenece a un lugar si no a una persona); pues el guardapelo significa que ahora pertenece a un lugar. Contesta a un prompt de la Tabla Rock de lajugueteria . [Parece como si me hubiese propuesto terminar la tabla este quinesob ]
Tabla | Prompt: #3. Surely your time will come as in heaven, as in hell.
Palabras: 4754


3. “Surely your time will come as in heaven, as in hell”
(The guns of Brixton) The Clash

Llovía en Roscoff. La finca estaba inundada, hasta el punto de que no era finca, si no un pantano de barro en el que terminarían sepultados sí o sí.

Elianne debía quererle a su hermano más que a casi todo en el mundo, porque si no fuese así, no estaría allí, bajo la lluvia, en el huerto de las calabazas, eligiendo las tres más bonitas para arreglarlas por Halloween. De nada había servido el hechizo impermeabilizante que había lanzado sobre sí misma y sobre su hermano; el agua no los mojaba, pero el barro se pegaba a sus botas, y parecía que Ephraim hubiese buceado en el lodo, o algo así.

-¿Podemos llevarnos esta? -preguntó el niño intentando levantar una calabaza que abultaba más que él.

-Sí, gordito, pero déjala en el suelo y apártate-respondió Ely sacando su varita. Siempre le había sido más fácil emplear la magia que no requería varita: la astronomía, la adivinación o las runas antiguas, pero hey, que el palito de madera era útil para según qué cosas. Le lanzó a la calabaza un hechizo para hacerla levitar, y no pudo disimular una sonrisa complacida ante la carita de asombro de su hermano.

-¡Como mola! Yo quiero hacer esas cosas-dijo, con un brillo de ilusión en la mirada.

-Bueno, cuando crezcas y tengas una varita, podrás hacerlo-le dijo, antes de agacharse a su lado y besar su embarrada mejilla. De alguna forma, ella esperaba ese día. Porque recordaba el día en que ella había recibido la carta del colegio. Y quería que su hermano sintiese ese cosquilleo que subía desde los pies y acababa en risa. El sentimiento de saber que puedes hacer magia.

-Yo ya puedo hacerlo-dijo el niño, rozando su nariz con la de su hermana, y dejándola llena de barro-una vez que hubo tormenta se incendió mi armario porque estaba muy asustado-explicó, caminando hacia una calabaza perfectamente redonda, del tamaño de una pelota de fútbol.

Ely negó con la cabeza. Incendiar cosas... al menos ella cuando hacía magia accidental (cosa que no le pasaba desde los siete) provocaba explosiones, que son mucho menos peligrosas que un incendio en la habitación de su hermanito pequeño.

Hechizó la siguiente calabaza y suspiró. Si le pasase algo a su hermano, ella se volvería loca; porque él era su chiquitín, el que había logrado hacerla sonreír cuando no recordaba como se sonreía. Su niño pequeño.

-No deberías tenerles miedo a las tormentas, gordito-dijo con suavidad.-No deberías tenerle miedo a nada, en realidad, porque mientras yo esté por aquí no voy a dejar que te pase nada malo.

Y vale que no medía más de metro y medio, pero si se ponía tacones casi podía pegarle a un dragón por él.

-Lo sé, Ly-dijo Ephraim con una sonrisa que hacía que Ely tuviese ganas de sonreír también.-Y cuando tú no estás me cuida tu estrellita-añadió antes de levantar una calabaza más grande que su propia cabeza, llena de verrugas, y abrazarla contra el estómago.-¿Puedes hacer que esta vuele?

Ely se mordió el labio inferior. Iban a pasarse la tarde entera abriendo calabazas y haciéndoles caritas. Con un giro de varita hizo que la calabaza se pusiese detrás de las otras dos, que levitaban en procesión tras ella.

-Quiero esa-dijo Ephraim señalando una calabaza gigante, en la que podrían caber ellos dos y Sermant acurrucados.

Si llevaban esa calabaza tendrían que bucear en ella para poder vaciarla, y la verdad era que a Elianne no le interesaba lo de pasarse una semana oliendo a calabaza.

-Gordito... ya tenemos tres-dijo con suavidad-podemos... ir a hacer estas y después venir a buscar más ¿no crees?-añadió, tendiéndole la mano.

Vendería los tres últimos pares de zapatos que se había comprado con tal de ponerse a cubierto en menos de treinta segundos. Pero aún tardarían unos buenos cinco minutos, caminando bajo la lluvia, desde el huerto de las calabazas hasta la puerta de la cocina. Porque el efecto del hechizo impermeabilizante estaba empezando a desvanecerse y empezaba a notar la humedad del agua filtrándose por su jersey.

-Sí. ¡Vamos a hacerlas!-dijo Ephraim tirando de la mano de su hermana.

Cuando entraron por la puerta de la cocina, goteando barro como si se lo hubiesen echado por encima con un cubo y con tres calabazas enormes levitando detrás de ellos, Ely suspiró de alivio, pues habían resbalado unas quince veces y su hermano había acabado rebozándose en el barro y ahora parecía un pequeño gnomo recubierto de barro, con unos ojos verdes y brillantes.

Hizo que las calabazas se quedasen sobre la barra de la cocina y prácticamente al instante Cooky asomó la cabeza por el otro lado de la encimera y le dedicó una sonrisa con sus afilados dientecillos.

-Parece que vas a tener calabaza para hacer tortitas hasta el día de mi cumple-dijo Ely con una sonrisa, antes de quitarse el jersey empapado y las botas.

-Seguro que sí, señorita Elianne-dijo la elfina haciendo desaparecer la ropa mojada con un chasquido de sus dedos-Señor Ephraim, debe quitarse esa ropa mojada, señor.

El niño se deshizo de su chaqueta y de sus pantalones en menos de siete segundos. Había salido a su hermano mayor en la velocidad para desnudarse; y Ely no alcanzaba a decidir si eso era algo bueno o malo.

-¿Ahora vamos a hacerlas?-preguntó el niño con una sonrisa entusiasmada.

-Sí, gordito, vamos a hacerlas-concedió Ely, quitándose la camiseta de manga larga y quedándose sólo con una camiseta de tiras naranja (en la que no se notarían las manchas de calabaza mientras durase el proceso de destripamiento, pero que nunca se ponía porque era naranja y el color naranja era cosa de sus amores de Seitrè).

Cooky se subió a la encimera, y se enfrentó a la primera calabaza, que era más grande que ella, ya que le llegaba a Ely a la cintura. La chica se puso de rodillas encima de un taburete y su hermano se encaramó a la encimera, como Cooky. Por un momento Ely se sintió como la forense de Heroes y la pobre calabaza era Claire a punto de sufrir una autopsia. Sólo que la calabaza no tendría capacidad de regeneración, y ella debería dejar de ver series con su primo Alphonse.

Agarró el cuchillo de uno de los tacos que había sobre la encimera y lo examinó de cerca. Estaba afilado, lo suficiente como para atravesar la gruesa piel de una calabaza. Veinticinco centímetros de puro acero inoxidable. Recordaba al hombre que se lo había encasquetado a ella y a Cooky en el verano de tercero de Beauxbatons. Se lo había comprado para que se callase. Porque hay hombres que tienen tendencia a hablar y hablar sin decir absolutamente nada. Y en serio, ella nunca había sido una chica que se preocupase de que le diesen conversación (ella podía hablar por cinco si era necesario), pero había estado a punto de apuñalar al señor vendedor con sus propios cuchillos.

Se lo pasó a su hermano, que la miró dubitativo.

-Haz tú los honores, gordito-le dijo con dulzura.

El niño agarró el cuchillo un tanto inseguro y la miró con un brillo un tanto asustado en sus ojitos verdes.

Elianne decidió que tal vez no era de una persona responsable lo de dejar que un niño de cuatro años manejase un cuchillo, así que, con delicadeza se lo quitó y respiró hondo.

-El primer golpe tiene que ser seco, para que la calabaza no se rompa-explicó con suavidad, antes de clavar el cuchillo en la calabaza de un solo golpe.

Los ojos del niño se abrieron de par en par, y retrocedió de rodillas sobre la encimera.

-Acabas de recordarme a una peli que vi con Chuck-dijo con tono sobrecogido-sobre unos chicos que se pierden en una carretera en el país de las estrellitas en la bandera… y unos bichos feos los persiguen para hacerles daño.

Ely frunció el ceño.

-¿Qué clase de películas ves con Chuck? -preguntó, sorprendida.

-Se llamaba kilómetro seis, seis, seis-dijo el niño.

Ely suspiró, terminando de cortar la parte de arriba de la calabaza, y dándole forma de estrella. Alguien tendría que decirle a Charles que no le dejase ver pelis de esas a Ephraim, porque el niño era… joder, era un niño.

-Ya sé cual es…-susurró pasando a la otra calabaza, mientras Cooky sacaba un cucharón gigante y empezaba a vaciar la primera calabaza.

-¿Te gustan las pelis de miedo? -preguntó su hermano sentándose al estilo indio y agarrando la siguiente calabaza para ponerla delante de Elianne.

Ella se encogió de hombros.

-Aparta las manos-dijo, apuntando con el cuchillo-normalmente, gordito, la vida real da bastante más miedo que una peli-explicó, justo antes de clavar el cuchillo-por ejemplo, tu hermana con un cuchillo en la mano es algo a lo que deberías tener miedo…

-Sólo que a mí no me haces daño, porque soy tu gordito-dijo el niño, antes de componer una especie de sonrisa petulante.

Ely soltó una risita. Por norma general no le hacía daño a nadie, que ella era una niña buena. Sólo que ni era una niña, ni era buena.

-Sí, bueno, lo entenderás dentro de diez años, te lo prometo-le dijo con una sonrisa, terminando de destapar la siguiente calabaza.

Ephraim se quedó mirando al infinito durante unos momentos. Ely aprovechó para destapar la siguiente calabaza, mientras Cooky terminaba de vaciar la primera.

-Ly… ¿a quién le quieres más, a tu chico del cuento o a mí?-preguntó el niño mirándola de nuevo, con algo parecido a ojitos de cachorro abandonado.

La chica suspiró, dejando el cuchillo sobre la encimera.

-A ver…-se limpió las manos en los vaqueros, en un gesto inconsciente-… a él le quiero desde… desde antes de que tú nacieses, gordito; pero tú eres mi hermano pequeño, y sabes que te quiero mucho también-añadió, acariciándole la embarrada nariz-y… ¿sabes algo?... no podría decidir a quién quiero más, porque eso haría que os quisiese menos-explicó, encogiéndose de hombros. No esperaba que lo entendiese, sólo confundirlo lo suficiente, porque Elianne preferiría morir antes que tomar una decisión que pudiese contestar a esa pregunta. Aunque en el fondo, muy, muy, muy, muy en el fondo, sabía la respuesta.

Ephraim asintió. Justo en ese momento, entraron en la cocina una Coraline terriblemente embarazada, su padre, que la miró de una forma un tanto extraña, y Carline, que parecía totalmente recuperada del embarazo y el parto.

-Marie, me ha parecido entreoír que tienes novio-empezó su padre-un novio que no es Helena… ¿es eso cierto?

Su hermanito abrió mucho los ojos alarmado y se tapó la boca con las dos manos. Ella se limitó a esbozar su mejor sonrisa de niña buena y miró a su padre.

-Sí, papá, tengo novio-dijo, en tono a medias desafiante a medias resignado.

La mirada que le dedicó su padre la hizo sentirse diminuta. Absolutamente pequeña e indefensa.

-¿Es buen chico?-preguntó luego, con la voz ligeramente ronca.

Ely alzó una ceja. ¿En serio le estaba preguntando eso?

-Lo es, papá, en serio-dijo, con un tono que no admitía réplicas a riesgo de que el cuchillo de las calabazas adquiriese un uso parecido al de Sweeney Todd-Y aunque no lo fuese… ¿de verdad piensas que te lo diría?-suspiró-soy una persona mayor, papá, hasta puedo hacer mis propias calabazas-esbozó una sonrisa cargada de dulzura-no te preocupes por mí, ¿vale?

Su padre suspiró.

-¿Y vais en serio?-preguntó luego, escrutándola fijamente.

Ella abrió la boca para responder, pero Cora se le adelantó.

-Ephraim, querido, ya basta con el interrogatorio. Acércame una silla, anda-dijo, llevándose las manos a los riñones.

Ely le dedicó una mirada cargada de agradecimiento. Pero hey, que su padre se merecía una respuesta; al fin y al cabo, sólo se preocupaba por ella.

-Papi…-su tono se dulcificó, porque bueno, seguramente a su padre le dolería, en cierta forma, saber que su pequeña ya no era su pequeña-… si no fuésemos en serio, Lena nos asesinaría a ambos y haría que pareciese un accidente-suspiró, sabiendo que su amiga sería capaz de eso y más, después de todo lo que había hecho por ellos-y por si te sirve de consuelo, Lena lo conoce, así que, ya sabes, es de fiar-añadió con suavidad.

-No le hagas caso a tu padre, Ely-dijo Cora, dejándose caer en la silla-se está haciendo viejo y tú eres su única niña.

-Bueno, en unos meses tendrás una nueva niña-dijo Ely a su padre, mientras su hermano pequeño se dedicaba a hacer las caras de las calabazas-Por cierto, Cora… ¿tiene nombre ya?

El rostro de la mujer se iluminó en una sonrisa.

-Evelinn, como tu abuela-explicó la mujer.

-Es un nombre bonito-dijo Ely; Cora y Carlie asintieron a la vez-Pero no entiendo eso de que tenga que empezar por E.

-Los nombres de los Noire llevan empezando por E desde el principio de los tiempos-dijo su padre, con un cierto tono acerado.

Ely suspiró, dejando la primera calabaza en el suelo.

-Pues yo si algún día tengo hijos no les pondré nombres que empiecen por E-aseguró, con una sonrisa-por eso de que no van a llevar mi apellido-añadió, picando un poco más a su padre.

El hombre se limitó a soltar un suspiro y a negar con la cabeza.

-Ephraim, ¿por qué no vas a bañar a Eph? -pidió Cora con suavidad.

El niño compuso una mueca de disgusto, pero su hermana Carline lo cogió en brazos y se lo pasó a su padre, que se lo cargó al hombro como si fuese un saco de patatas.

-Lo siento, Ely, no pudimos evitar que os oyese a ti y a Eph-dijo Cora en voz baja, una vez se hubieron ido.

Ella se encogió de hombros.

-En algún momento tendría que enterarse, supongo…-murmuró-… además, no ha amenazado con matarlo ni dejarlo sin descendencia; y como tampoco me ha amenazado con encerrarme en un convento perdido en el Himalaya y hacer que un Colacuerno Húngaro se coma la llave… yo diría que se lo ha tomado bien-añadió, volviendo a limpiarse las manos al pantalón.

-Sí, si no… siempre puedo… ya sabes-Cora esbozó una sonrisa-hacer que se rinda por coacción.

Elianne soltó una risita.

-Mamá, de verdad que no queremos imaginar tus métodos de coacción-dijo Carlie componiendo una mueca-además estás embarazada, así que respeta a mi hermana, por favor.

Coraline empezó a reírse a carcajadas.

-Ay, jovencita, no hago nada que tú no hayas hecho para tener a mis nietos…

-Tus nietos, sí, esos dos pequeños diablillos que están durmiendo en el salón-dijo Carlie soltando un cansado suspiro.

-Sí, voy a ver a mis nietos preciosos y a tumbarme un rato-dijo Cora, levantándose con dificultad de la silla.

-¿Quieres que te acompañemos?-preguntó Ely, volviendo a limpiarse las manos, casi por inercia.

-No, tranquila-dijo la mujer con una sonrisa, caminando hacia la puerta de la cocina.

Carline se acercó a Ely, y se sentó en el taburete al lado de ella.

-Cuéntame… ¿quién es él?-preguntó la chica, pegándole un empujoncito con el hombro.

Ely suspiró y le dedicó a su hermanastra una mirada muy significativa. Si Carlie no lo entendía, después de lo mucho que le había hablado de él las dos semanas previas a la boda de su padre y su madre, tendría que matarla.

-¿¡En serio!?-chilló, antes de abrazarla como si fuese una especie de pulpo con tenazas en lugar de tentáculos.

-Sííí-murmuró Ely, medio asfixiada.

-¡¡Es genial!!-dijo Carlie, soltándola y desperdigando besos por sus mejillas.

-Ay, Carlie… para…-murmuró ella soltando una risita-eres más besucona y sobona que yo… jamás creí que ese ser humano pudiese llegar a existir-añadió con una sonrisa traviesa-ya nos emborracharemos luego-añadió, pegándole, ahora ella, un empujón con el hombro-¿Qué tal tu nueva vida como madre?

La chica le dedicó una sonrisa, que seguramente era la sonrisa más absolutamente radiante que Elianne había visto en su vida. Carlie sabía todo lo que tenía que saber sobre su relación con el mundo de los bebés, y sabía sobre su pequeña estrellita, también. Pues noches y noches de charla dan para mucho… muchísimo; y la había prácticamente obligado a coger a Lissette en brazos nada más entrar por la puerta de la habitación del hospital. Porque quería intentar mitigar con ello la tristeza que a ratos le seguía provocando.

Sólo que todo eso había quedado atrás. Era parte de ese pasado con el que había aprendido a vivir pero del que había logrado escapar.

-Bien… Liss es un poco llorona, Ric es más calladito-explicó con dulzura.

-¿Y Ricard cómo lo lleva?-preguntó luego, mientras abría un nuevo ojo a la calabaza de las verrugas.

Carlie soltó una risita que hizo que Ely se girase a mirarla, medio estupefacta. ¿Se lo parecía a ella o su hermanastra acababa de hacer eso que ella ya casi no hacía? ¿Acababa Carlie de sonrojarse como una adolescente?

-Anoche… esto… rompimos la cuarentena-dijo en apenas un susurro.

Ely intentó contener una carcajada. Su hermanastra parecía querer meterse bajo la encimera. Lástima que no hubiese dónde meterse. A ella le hubiese venido bien unos momentos antes con su padre.

-Así que… vais a encargarme más sobrinitos-dijo con una sonrisa traviesa. Era una especie de alivio eso de, por una vez, hablar con alguien que era más tímido que ella en esos temas; era sólo que ella no era tímida… sólo un intento de niña buena-En serio… ¿qué tal?

Carlie miró a un punto indefinido en el infinito de la cocina.

-Ha sido… maravilloso-dijo la chica con tono soñador-creo que es por los puntos (por haberlos tenido) pero está todo como… mucho más… sensible-enrojeció cual remolacha-deberías probar-añadió, asintiendo con convicción.

Ely soltó una carcajada.

-Sí, nena, es lo primero que voy a hacer, me quedaré embarazada, sólo para saber qué se siente al echar un polvo después…

Carline compuso una mueca ante la expresión “echar un polvo”. Ella siempre utilizaba eufemismos para referirse a esas cosas. Elianne no lograba entender por qué. Por mucho que queramos maquillar la realidad, lo que hay es lo que ves, y follar es follar, punto; da igual que sea en Francia o en Nueva Guinea. Lo que cuenta es el qué (y en este caso el con quién), no la forma en que lo digas. Aunque bueno, ese razonamiento le ayudaba a no pensar en la otra parte, en lo de quedarse embarazada. Estaba segura al ciento cinco por ciento de que si en ese momento un boggart salía de dentro de una calabaza, adoptaría la forma de ella embarazada.

-Pues deberías…-dijo Carlie-… no ahora, me refiero… deberías probar cuando… cuando tengas niños… si es que los tienes-murmuró.

-Lo sé, tonta-dijo Ely rodeándole los hombros con un brazo y besándola en la mejilla-estaba de broma-añadió antes de levantarse-me voy a la ducha, a ver si mi padre y nuestro hermanito se han ahogado o me dejan hueco-añadió con una sonrisa. Se preguntó qué pasaría si le decía que la acompañase. Lo hacía a veces con Lena, era como una especie de broma privada. Y si se le pasaba por la cabeza decirle algo así a Lionel… bueno, él le diría que sí, fijo.

-¿Quieres que te acompañe?-preguntó Carlie con una sonrisa traviesa que resultaba extrañísima en su rostro.

Elianne soltó una carcajada, saliendo de la cocina. Si Charles estaba loco, Carlie estaba loca, y ella misma era un peligro para la seguridad física y mental de los que estaban alrededor, ¿cómo lograrían sus hermanos pequeños ser personas normales en la vida?

Ese y otros misterios de la vida, como por ejemplo el olor de las nubes o el número exacto de personas con las que se había acostado su primo Alphonse, serían cosas que jamás averiguaría nadie en pleno uso de sus facultades mentales.

~

Era temprano por la mañana; muy temprano, de hecho, ya que ella había quedado con Adrièn y Alphonse a las nueve y media; pero todavía no había amanecido. La noche anterior su padre le había dicho que fuese a hablar con él antes de irse de nuevo a París, y ella, debía reconocerlo, estaba un poco acojonada. Porque una cosa era que su padre se enterase de que tenía novio cuando Cora, Carlie y sobre todo Eph estaban delante, y otra muy distinta era tener una conversación cara a cara. Noire contra Noire. Y que saliese de allí lo que Merlín quisiese.

Entró en la biblioteca que hacía las veces de despacho, y lo primero que vio fue a su padre, apoyado en el vano de la ventana, mirando al infinito mar oscuro que se abría hacia el horizonte nocturno, al tiempo que sostenía entre sus manos una foto de su madre, enmarcada en oro blanco, que siempre yacía sobre el escritorio.

-¿Papá?-susurró, un tanto sobrecogida por estar interrumpiendo sus pensamientos.

Él se giró y la miró, antes de acercarse a su escritorio y tomar asiento. Colocó con cuidado la foto de su madre en su lugar habitual y le indicó con la mirada que ella misma se sentase. Ely caminó un poco sobrecogida hasta una de las dos sillas que había al lado opuesto de donde estaba su padre.

Se sentó y se quedó mirando la foto de su madre. Era tan guapa. Y había sido, por lo poco que Gabrielle, la madre de sus primos, le había contado, una mujer extraordinariamente fuerte. Ella habría dado cualquier cosa en el mundo por parecerse a ella.

-Elianne…-ella se quedó estática, y automáticamente enderezó la espalda. Era la primera vez en su vida que su padre la llamaba por su primer nombre después de la muerte de su madre. Tal vez eso, más que cualquier otra cosa, la asustó terriblemente.

-¿Aún tienes una foto de mamá en el escritorio?-preguntó, intentando por todos los medios evadir el tema del que, sabía, su padre quería hablarle-¿Después de todos estos años? ¿Y a Cora no le molesta?

En el rostro de Ephraim Noire apareció la sombra de una sonrisa.

-Sí, tengo una foto de tu madre, después de todos estos años, porque la sigo queriendo, a ella y a su recuerdo, tanto o más que el primer día-suspiró-Y a Coraline no le importa. Ella sabe lo que significaba tu madre para mí… ella sabe, como yo, que el primer amor nunca… jamás se olvida… y ambos podemos vivir con ello.

Ely asintió con la cabeza, replegando las piernas contra el pecho.

-Lo sé, papá… el primer amor será también el último; sin importar los que haya por en medio-musitó, abrazándose a sus rodillas.

Su padre le dedicó una larga mirada pensativa. Ella se sentía como si la estuviese analizando profundamente.

-Elianne… hija…-respiró hondo, como si estuviese calibrando si realmente valía la pena hacer la pregunta-este chico… ¿eres feliz con él? ¿realmente feliz?

La chica esbozó una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza.

-Soy feliz, papá… él me hace ser feliz…-dijo con suavidad-Y de verdad, no te preocupes, Lena nos dará un golpe antes de que podamos hacernos daño…

Su padre esbozó una sonrisa prácticamente involuntaria.

-Me fio del criterio de Helena…-dijo, con solemnidad-… y más allá de eso, pequeña; me fío de tu criterio-añadió-te pareces a tu madre, más de lo que tú misma puedes llegar a imaginar. Y sé que cuando tomas una decisión, o cuando tus sentimientos lo hacen por ti, es imposible hacerte cambiar de opinión, así que, Elianne… sé feliz, sé feliz con él mientras puedas, mientras podáis; porque en el momento en que os perdáis el uno al otro, os daréis cuenta de que es imposible sobrevivir enteros si os falta una mitad.

Ely cerró los ojos y escondió el rostro entre sus rodillas. Porque tenía los ojos llenos de lágrimas, y no quería imaginar, ni por un minúsculo nanosegundo, la posibilidad de perder a Lionel. Porque si su padre había querido a su madre un trozo de lo mucho que ella quería a su chico, no era capaz de concebir como había logrado sobrevivir sin ella.

-Elianne… quiero que tengas esto-dijo su padre, sacando del cajón superior de su escritorio una caja forrada con terciopelo negro. La abrió, y descansando en un lecho de seda roja, Ely vio un guardapelo de plata con una E grabada con hilo de oro-todos los primogénitos de la familia Noire lo han tenido durante generaciones…

-Papá… no puedo aceptarlo…-musitó-… yo... yo no tendré… deberías dárselo a Eph… él es tu hijo mayor.

-Elianne, no voy a aceptar un no por respuesta-dijo su padre con tono severo-vale que eres la primera Noire que nace antes que un chico desde que existimos, pero es tuyo por derecho.

Ely ladeó la cabeza. Eso se parecía mucho a los legados de limpieza de sangre. De hecho, sus antepasados habían sido todos de la sangre más pura, de esa que casi lleva lejía, y ella era la primera mestiza en siglos. Y su padre había sido el primero en romper la tradición en pedazos y casarse con una muggle.

-Papá… yo no creo en estas cosas-musitó-la limpieza de sangre, la supremacía de la raza mágica… se parece demasiado al nazismo como para que yo pueda respetarlo… lo siento.

-Hija…-su padre le dedicó una sonrisa genuina-… he roto todas las tradiciones de la familia. Todas. Yo tampoco creo que la supremacía. Ninguna de las mujeres de sangre limpia era mejor que tu madre. Y tampoco lo serán contigo. Ahora, hazme feliz y quédate con el guardapelo.

Ely suspiró, tomando el pequeño óvalo entre sus dedos y apretándolo contra la palma de su mano.

-Ábrelo-pidió su padre con la voz enronquecida.

Ella accionó el pequeño resorte y abrió la joya. Se le hizo un nudo en la garganta y una lágrima bajó rodando por su mejilla. En un lado del guardapelo había una foto de su madre con ella en brazos cuando era un bebé. Ahogó un sollozo, antes de hacer algo que jamás pensó que haría.

Saltó sobre el escritorio y se lanzó a abrazar a su padre, con todas sus fuerzas, como no lo había abrazado jamás.

-Y yo que pensaba que en esta familia éramos modernos y no teníamos tradiciones…-suspiró y besó a su padre en la mejilla-creo que no te lo he dicho nunca, papi… pero te quiero-susurró con suavidad.

-Yo tampoco te lo he dicho nunca, Elianne, pero también te quiero, pequeña.

La chica esbozó una sonrisa y se apartó de su padre.

-Tengo que irme ya, papi… tengo que llegar a París para estar a las nueve y media en Lachaise-explicó-he quedado con mis primos para…

-Dile a tu madre que la quiero, que la quiero porque me ha dado el mayor regalo que nadie ha podido darme nunca-dijo su padre con solemnidad.

-Se lo diré, pero no exageres; tienes otro regalo, y una regalo nueva en camino-dijo con una sonrisa-Esto… ¿tú no vas a ir?

El hombre suspiró.

-Iré… por la noche, con Gustave-explicó, con sencillez.

Elianne asintió con la cabeza.

-Nos vemos… dentro de dos fines de semana-dijo con dulzura.

-Está bien-repuso su padre con suavidad-y dile a mi yerno que quiero conocerlo y explicarle las reglas del juego.

Ely abrió la boca indignada, pero entonces vio a su padre componer una sonrisa traviesa (que ella desconocía que supiese poner) y volvió a cerrarla.

Salió de la biblioteca con el guardapelo en la mano. Se lo colocó al cuello y lo ocultó por dentro de la chaqueta, mientras salía de su casa.

Su vida había pegado muchos cambios últimamente, pero este último, su padre aceptando que ella era una persona adulta y capaz de tomar sus propias decisiones, más allá de eso, ella dándose cuenta de que le importaba a su padre, era algo que jamás, nunca, había esperado.

personaje: ephraim noire, personaje: helena rosseau, personaje: charles deveraux, longitud: one-shoot, personaje: ephraim noire jr, personaje: adrièn fronsac, personaje: carline deveraux, personaje: gustave fronsac, personaje: gabrielle lafayette, advertencia: lenguaje explícito, # periodo: quinesob, comunidad: lajugueteria, personaje: alphonse fronsac, personaje: coraline deveraux, personaje: lionel fournier, · fuente: tabla, fandom: rpg (multiversity), personaje: elianne noire, ~ escrito: rpg

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