Eran sólo tres palabras: Lily está prohibida. Pero esas tres palabras lograban que Sirius perdiese el control de sí mismo. Como una marioneta de hilos flojos.
Porque Sirius Black es un Merodeador. Travieso habitante de la noche. Amante de lo prohibido.
Porque es leal hasta límites insospechados. Hasta a muerte y más allá, y jamás sería capaz de ponerle la mano encima a la chica de su mejor amigo. Su hermano.
Y sin embargo… estaba prohibida. Y si algo había hecho Sirius Black a lo largo de su vida era saltarse todas y cada una de las prohibiciones que marcaban la línea de la legalidad.
De la lealtad.
Eran sólo tres palabras: estoy con James. Pero esas tres palabras lograban que Lily abriese los ojos a un nuevo mundo. Como si antes estuviese ciega.
Porque Lily Evans siempre se había negado a vivir. A vivir de verdad. Siempre hasta que ahora, estando con James, sus ojos se han abierto a una infinita lista de nuevas posibilidades.
Posibilidades como las miradas de Sirius. Que queman.
Y sabe que no debería. Porque ella quiere a James más que a nada en el mundo. Porque preferiría morirse antes que hacerle daño.
Pero el momento en el que ella y Sirius se quedan solos, las miradas capaces de reducir a cenizas las paredes del colegio se convierten en manos que se lanzan precipitadas al cuerpo del otro.
Porque, como si de una droga se tratase, no saben salvar el día sin probar el uno la piel del otro. Como drogadictos que necesitan heroína en vena.
Como marionetas pendientes de los hilos que maneja algo más fuerte que la propia voluntad.
Como dos llamas perdidas que arden en un fuego mayor que su propia comprensión.
Inevitables.