La vela derretida [Reto femmslash II] (crack_and_roll)
Está sentada en su tocador, de caoba repujada con plata, y respira el dulce aroma de la vela verdosa que tiene sobre el tocador, antes de encenderla con un leve toque de varita.
Es la última noche que va a pasar en su casa. Se casa en menos de quince horas, con, ni más ni menos, que el heredero de una de las más poderosas familias del mundo de la magia. Y no sabe, siquiera, si está preparada.
Porque ella. Ella. La que es pura vitalidad, insinuaciones descaradas, mordiscos en el labio y comentarios subidos de tono. Ella. No ha estado nunca con un hombre. Y menos con uno como Draco.
Sabe que el chico tiene un pasado. Por supuesto. Ella también. Sabe que no es lo mismo haber sido mortífago y semental de Slytherin, como lo ha sido él; que a veces, cuando no puede dormir, meterse en cama de su hermana, y hacer que sus dedos se aventuren por zonas poco ortodoxas.
Casi como si fuese llevada por sus pensamientos, ve como se abre la puerta de su dormitorio, y ve entrar a Daphne por ella. Se miran a los ojos, a través del espejo del tocador, y esboza una sonrisa, girándose en el taburete para mirar a su hermana directamente.
La sonrisa de Daphne se pareció increíblemente a la de Astoria, en esos momentos. Casi predadora. Y la más pequeña de las dos lanzó un hechizo a la puerta, logrando sellarla.
-¿Qué demonios estás haciendo?-Daphne mira a su hermana con una ceja levemente alzada, y siente, casi, como si le temblasen las piernas al oír la voz de su hermana.
-Es la última noche que voy a pasar como soltera, Daphne. Y quiero que sea contigo.-la voz de Astoria no admite réplicas; y su hermana sabe que cuando emplea ese tono, es prácticamente inútil negarse.
Daphne la mira a los ojos. Y entonces, es como si sufriese la transformación; porque pasa de ser la modosita hija mayor, a ser la hermana mayor, que, con experiencia, domina a la pequeña.
Se acerca a Astoria, y la acorrala contra el tocador, poniendo cada una de sus manos al lado de su hermana, para no dejarle escapatoria. Y entonces se acerca, y la besa.
Pero no es un beso dulce y suave, como cabría esperar de una chica de su aspecto. Daphne besa a su hermana con furia, con ansias de dominarla, de hacerla sentir. Porque siempre ha sido así.
Daphne ha tenido sus más y sus menos con los chicos. Sobre todo con Theodore. De hecho, no es virgen. Pero Astoria si lo es. Ast nunca ha estado con un chico; y el único sexo que ha practicado, son los dedos de su hermana acariciándole el clítoris mientras le mete la lengua. A eso se reduce todo.
O al menos, así ha sido hasta hoy.
Porque Daphne se ha dado cuenta, con las palabras de Astoria, de que nunca más podrá besarla, nunca más podrá hacer que sus caderas se muevan arriba y abajo al compás de sus roces.
Y esa noche, va a hacer que todo lo que le ha hecho hasta entonces -que se reduce a un par de roces y besos con mucha lengua- se quede corto.
Para empezar, le mete los dedos bajo el camisón, nada más acercarse. Y nota como las piernas de Astoria se vuelven de gelatina con un solo roce, que hace que se quede sentada sobre el tocador, respirando con dificultad.
La más pequeña de las dos, se aferra con fuerza a su hermana, se abraza a sus hombros, como si tuviese miedo a caerse del mundo, como si temiese que todo terminase… de repente.
Sin embargo, Daphne empieza a rozar la zona más húmeda del cuerpo de su hermana, lentamente, con suavidad. Astoria suelta un minúsculo gemido de anticipación, cuando el dedo de su hermana rodea, despacio, la entrada más frágil de su cuerpo.
-¿Te gusta?-pregunta Daphne, en un susurro lánguido, ebrio de anticipación.
Astoria no responde, sino que se hace un poco dueña de su cuerpo, y agarra a su hermana por el cuello, para besarla con violencia. Daphne agarra a su hermana con firmeza y se aparta del tocador, para caer sobre la cama, mientras, a sus espaldas, la vela verdosa sigue derritiéndose.
-Si… si… ¡más!-susurra Astoria, desde la cama.
Daphne suelta una risita entre dientes, al tiempo que, con una sola mano, logra que su hermana se abra de piernas, y le levanta el camisón.
Deposita un beso, suave, en el vello rubio del pubis de su hermana, y nota como Astoria se tensa por completo. Sabe que se va a retorcer, y mucho, porque ella se retorció increíblemente cuando Theodore se lo hizo a ella.
Astoria ahoga un gemido estrangulado cuando nota como la lengua de su hermano juguetea, ágil, con su clítoris. Siente como si muriese, siente que va a gritar. Nunca, jamás había sentido algo semejante. Y un gemido desbocado se escapa de su garganta, para ser seguido por otro, y por otro más, que se acrecienta cuando nota como algo, que, como puede, supone que son los dedos de Daphne, va entrando en ella.
Gime, casi llora de placer, cuando la lengua de su hermana se confunde con el resto de su cuerpo, cuando se funden en ella. Sube y baja, y sus dedos son rápidos, certeros, como cualquiera de sus hechizos. Y Astoria siente como sus caderas se mueven en contra de su propia voluntad.
-¿Más?-el aliento de Daphne hace cosquillas al rozar el sexo de su hermana. Y Astoria siente que se muere cuando sus labios rebasan su perineo.
-Ahí no…-dice con suavidad.-Por favor.
Daphne sonríe con suavidad, y sigue lamiendo, mientras sus dedos caminan por el interior de Astoria, haciendo que se corra con violencia.
La más pequeña de las dos hermanas se queda inmóvil. Daphne repta por encima de Astoria, hasta llegar a sus labios, y darle un beso suave en la comisura.
-Buenas noches, enana.
Astoria esboza una sonrisa perezosa.
-Hasta mañana.
Daphne sale por la puerta y Astoria se incorpora y mira a la vela de su tocador. Está derretida. Casi tanto como su cuerpo.
Todo se acabó. Se casa en menos de doce horas. Y nunca más podrá volver a estar con su hermana.
Pero se va a casar con Malfoy. Draco Malfoy. Está loco por ella; y ella por él. O al menos, eso cree.
Solo ruega al cielo, a ver si la escucha, que tenga la lengua ágil, como cualquier Slytherin.