Por un capricho (Reto Cold Winter Nights, 4º Reto Semanal, 6º Periodo) [lmf_torneo]
Cristina está sentada en el alfeizar de su ventana, mirando al vacío, mientras cae la nieve y se amontona en la repisa, por fuera del cristal. Las casas vecinas tienen luces navideñas adornando sus jardines, y en su propia casa, sus padres y su hermana menor se han encargado de decorarlo todo para darle un toque festivo a su hogar.
Pero ella no quiere fiestas. No quiere ni siquiera sonreír. Solo quiere llorar. Llorar por Marcos. Llorar por su ausencia. Por lo mucho que lo quería… y que todavía quiere.
Hace tiempo que el verano se ha acabado, y se supone que ella debería haber olvidado, haber sanado la herida en el medio de su alma. Pero no puede. No lo logra ni lo logrará jamás.
Marcos es su novio. Tendría que poner un era en esa frase. Pero no importa que se esté pudiendo a dos metros y medio bajo tierra. Para ella sigue estando vivo. Ella, sin importar que los psicólogos digan que está bien, cada vez que se queda sola, sigue estando en ese jodido día de agosto. El día que el coche de Marcos trompeó y lo mató.
Recuerda ese día con total nitidez. Porque habían discutido. Ella quería ir a una fiesta y él tenía que quedarse a cuidar a sus hermanos pequeños, porque sus padres se marchaban de vacaciones. Y ella se había cabreado con él. Le había gritado que no quería verle más y se había ido a la fiesta sola.
Pero esas fiestas siempre estaban llenas de alcohol y drogas, y un chico del que Cristina no sabía ni el nombre intentó propasarse con ella. De hecho forcejearon y ella terminó con la camiseta rota y el sujetador al descubierto. Terminó llorando sentada en una acera a treinta kilómetros de su casa.
Hacía frío y estaba llorando como una niña. Sacó el móvil y llamó a Marcos. Pese a que habían discutido, él le habló con la misma suavidad de siempre. Cristina casi podía notar la sonrisa en sus labios a través de su voz. Le pidió, llorando, que por favor la fuese a buscar.
Y él le había dicho que si. Que la quería.
“Te quiero mucho, preciosa”
Y esas fueron las últimas palabras que le escuchó pronunciar. Cuando tres horas después sonó su móvil era su padre, preguntándole dónde estaba; diciéndole que Marcos había tenido un accidente de coche y que estaba en el hospital.
Ella, incluso sin camiseta, había querido ir a verle. Pero cuando llegaron ya estaba muerto.
Todavía recuerda todas las lágrimas que ha derramado, no solo de rodillas, al lado del ensangrentado cuerpo de Marcos, sino desde entonces. Todas las noches, culpándose a sí misma. A sus caprichos.
Recuerda su vida con Marcos como un sueño que se convirtió en pesadilla. Y no puede despertar.
Y lo que más teme es que con el paso del tiempo, el recuerdo de Marcos se desvanezca en la memoria, como se desvanecen las vidas tras la capa de aparente alegría y festiva felicidad de la que se disfrazan los hogares llenos de sueños y risas.
Una vida que ella jamás tendrá.