Hace una semana regresaba de
Bruselas ya que fui a pasar el fin de semana para ver a una de mis hermanas y a mis sobrinos Paolo y Alejandro. Hace años uno iba a pasar unos días al pueblo, pero la sociedad avanza y con ella aparecen los vuelos de bajo coste, que no es otra cosa que una continuación de los antiguos charter.
Ryanair es una de las compañías que ofrecen
este tipo de servicios, por no más de 60 € tuve un billete de ida y vuelta Alicante-Bruselas. Cierto es que guardo un muy mal recuerdo de esta compañía debido a
otro viaje que hice a Dublín hace un año, pero es otra historia.
El vuelo de ida salió a las 6:40, demasiado temprano, fue el primer vuelo de la mañana desde
aeropuerto del Altet. A las 9:00 aterricé en el
aeropuerto de Charleroi donde cogí un bus para acercarme al centro de la ciudad. La radio estaba puesta y sonaba
Julio Iglesias cantando en francés, demencial. Tras media hora de trayecto llegué a la
estación de tren de Midi y una vez allí me dirigí a un barrendero para preguntarle por un WC. Casi un 80% de los belgas son bilingües, con el inglés no hay ningún problema para entender a la gente de allí.
Después cogí un tren para llegar a la
estación de Bruselas Central, que está a una parada, menos de cinco minutos. Una vez allí, y sin haber pagado el tren anterior, salí a la puerta principal y me dispuse a tomar el
autobús 71 que me llevó a la parada de ULB, cerca de donde vive mi hermana y de la
universidad. Le compré un ticket al conductor que se me olvidó ticar, por tanto, es como si tampoco hubiera pagado. Durante el trayecto me llama la atención el
palacio real, y el silencio que reina en el vehículo. Sin embargo, lo más sorprendente de esa ciudad es que se puede viajar gratis como se quiera en tren, bus o metro. Nadie controla quien entra o sale, se supone que hay unos inspectores que aparecen muy de vez en cuando pero que yo no percibí en ningún momento.
Tras ver a mi hermana, su casa y aún no a mis sobrinos porque están en la guardería, fuimos a visitar el
Atomium. Un metro nos llevó en 25 minutos hasta ese mítico monumento que no tiene más de lo que se ve en este video, exposiciones de arte moderno y vistas a la ciudad.
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Luego recogimos a mis sobrinos en la guardería y fuimos a casa ya que la temperatura no acompañaba demasiado, entre 0º y 5º era la media.
Al día siguiente, con los dos niños en los carricoches, visitamos el resto de la ciudad donde dio tiempo disfrutar de sitios como la
catedral o la
Grand Place. A pocos metros de allí pudimos comer el plato típico de la ciudad,
patatas fritas y mejillones, que ricos.
Me despertó interés la
cantidad de banderas de Bélgica que colgaban de los balcones. Es que cabe decir que desde las elecciones que se celebraron el 10 de junio no se ha formado gobierno, ni flamencos ni francófonos se ponen de acuerdo. De hecho hace unas horas saltó la noticia de la
dimisión del líder flamenco, que era el encargado de formar Gobierno, la situación se torna esperpéntica.
Otros monumentos como el pequeño
Manneken Piss o varias fachadas en las que habían dibujados varios comics, de allí es
Hergé (autor de
Tintín), ponían el acento atractivo a Bruselas. Con chocolate
Godiva bajo el brazo regresé el domingo por la mañana, el vuelo se retrasó por un cambio de rueda que desembocó en un retraso de media hora, pero poco más. Merece la pena visitar Bruselas, cierto es que también
Brujas y
Gante, pero eso lo reservaré para otro viaje.