Tercer evento, William Odergand/Mattesa Oxford

Jan 13, 2008 20:42

Tema: 13# Dedos
Autor: lia-kon-neia
Pareja: William Odergand/Mattesa Oxford
Rating: R, supongo.
Palabras: 1,000
Tabla: Pr0n
Notas: Pues bien, "último" encuentro de estos dos, se supone, o al menos esa era la intención. William de ya 16 años, Mattesa de 23

Es algo que le gusta y que ha aprendido a disfrutar, el momento después de la agitación, con el cuerpo cansado y la sensación de vacía paz envolviéndolo todo. Justo después de acostarse con Mattesa, ahí, en su propia habitación, con la ventana abierta regalándole una agradable brisa que remueve las cortinas.

- ¿Cómo dijiste que se llamaba? - Ella interrumpe el silencio y el caudal de pensamientos informes y cuando él la mira nota el sudor de su espalda clara y la redondez de sus senos contra el colchón.

- Yaotzin. Yaotzin Makepeace.

Mattesa esboza una sonrisa, con los ojos cerrados y ocultando aún el rostro contra la almohada. La sensación es cálida, cuando William se atreve a extender la mano, deslizando los dedos por su cabello revuelto, acariciando apenas con la punta las hebras castañas.

- Tres años menor. Creí que te gustaban más grandes. - Se ríe, despacio y se remueve en un súbito escalofrío cuando la caricia baja a su espalda y delinea, casi como contando, los huesos de su columna, deslizándose a los lados y presionando, apenas un poco, en aquellos lugares donde hay algún lunar.

- La edad me da igual, creí que lo sabías. - Y sigue, colando la mano bajo la manta, presiona en su trasero, baja por sus muslos y él mismo se inclina un poco más hacia ella, deslizando la mano hacia arriba una vez más. Ella suspira, inhala profundo y mantiene la sonrisa en labios.

- Me cambiarás por una nenita, eso es muy cruel.

- No hagas drama.- Y él también le sonríe, la mano ya en su costado y mueve un poco, sin palabras indicándole que se gire y ella obedece, entrecerrando los ojos, soltando un suave gruñido y queda recostada boca arriba en la cama.

El roce es delicado, comenzando en su vientre, deslizándose de arriba a abajo, sin atreverse a ir demasiado a uno de los extremos, hasta un par de minutos después, cuando ella se ha relajado y cerrado los ojos una vez más. Y se pasea, hacia arriba, delineando la curva de sus senos.

El suspiro es apenas apreciable cuando sube en espiral y presiona los pezones y entonces ella abre los ojos y su mirada es de diversión antes de atraerle con un brazo, tomándole de la nuca para besarle y le obliga a recostarse a su lado.

- Sabíamos que esto iba a terminar tarde o temprano. - Murmura ella contra sus labios y William parece sonreír mientras baja la mano por la cintura, hasta sus muslos y luego sube, despacio, acariciando entre sus piernas, sin llegar a hacerlo directamente.

- Nunca fue real, después de todo. - Y William podría jurar que aquello que siente en el pecho, aquel latido de corazón contra sus costillas, es casi dolor, pero sin serlo. Porque es cierto, no fue real, no fue una relación basada en sentimientos y nunca, jamás, aspiró a ser alguien para ella. Ni ella lo es -lo fue- para él, quiere pensar.

Cuela la mano, subiendo hasta el vientre, bajando, acariciando el vello púbico antes de deslizar un dedo al interior, rozando y se ríe, escondiendo el rostro en su cuello cuando la escucha soltar una leve exclamación, un suspiro más profundo y ella en venganza le jala del cabello.

Por un momento ella quisiera reclamar, mientras acaricia el cabello negro y desliza la mano por su nuca hasta la espalda, acariciando en círculos pequeños la piel clara, sin marcas, joven. Quisiera decirlo, que no es del todo irreal, que ella le quiere, un poco. Pero sería violar sus propias reglas. Por ello, cuando abre la boca prefiere soltar un lánguido gemido en vez de palabras vacías.

Un poco más profundo, William mueve el dedo medio un poco más, frotando, inspeccionando territorio conocido y él mismo suspira cuando ella tiembla ligeramente y estrecha todo contacto. Él muerde, en su cuello, despacio y ella mantiene cordura aferrándose a la realidad y al reloj que dice que no hay tiempo para más.

El gemido es más que audible cuando él logra encontrar el punto y hace pequeños círculos sobre su clítoris, ritmo lento, aumentos esporádicos y descensos que sólo buscan prolongar el momento.

Mattesa cree que William es bueno. En lo que hace, en cómo siente y en fingir cosas que no es. Que William sabe esconder la tristeza y enterrarla y quizá ella le ha enseñado un poco de eso, sin querer. El temblor es más notable cuando él entierra un dedo en su interior, humedad y tibieza y ella se permite gemir su nombre unas cuantas veces más, mientras uno más se une y ella lamenta no poder quedarse más tiempo para devolverle el favor.

Cuando él va aún más profundo y frota en el interior y la otra maldita mano lleva buen rato acariciando su pecho, ella se entrega al extasío de aquel instante fugaz de sórdido placer, un gemido fuerte, la ligera convulsión y una pequeña herida dejada en la espalda de William por sus uñas.

- Quédate un rato más. - Susurra él, al verla tratar de levantarse. Ella mira el reloj, suspira, se permite ceder. - Sólo un rato.

Y es de nuevo serenidad y relajación y William se ríe diciendo que tendrá que pajearse porque le ha dejado caliente, pero la dejará marchar en cinco minutos, si quiere.

Entonces él se recarga contra ella, calor y fragancia suave aún en su piel y ella lame sus dedos, antes de dejar que él pose la mano sobre la suya. Como un instinto infantil, ella cierra su palma torno a sus dedos, manteniéndole ahí. Suyo, un instante más.

- Espero que seas feliz. - Musita, lento, dejando que las palabras se pierdan y no sabe si él las ha escuchado realmente. Va a extrañarlo, de alguna manera, sabe que lo hará.

Pero ya lo tuvo cuatro años y es hora de dejarlo ir.

Así que le suelta, con miedo a arrepentirse, despidiéndose burdamente mientras se cambia y saliendo con prisas rumbo al trabajo.

escritor:lia_kon_neia, tabla:porno, pareja:william odergand/mattesa oxford, evento

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