30 days of writing
Day 17. Look
-Sois muy aburridos.
Stiles abre mucho la boca y mira a Scott como si acabara de decir la peor blasfemia del mundo.
-¡No lo somos!
-Sois como una pareja de abuelos que llevan cincuenta años casados.
-¿Qué? ¡No! -exclama, dándole un puñetazo en el hombro-. Resulta que tenemos una relación estable y madura basada en la confianza y el respeto mutuo...
-Aburrido -le corta Scott-. Allison y yo...
-Ah, vale, ya sé de qué va esto.
-Allison y yo -repite, recalcando las palabras como si así Stiles fuera a tener más interés en oírlas- vamos al cine, y a los bolos, y cenamos en ese restaurante caro que han abierto nuevo.
-Sabes que yo no aguanto dos horas sentado en el cine ni en un buen día -contesta Stiles-. Y aún estoy pagando la última reparación del Jeep, no puedo permitirme mucho más que una pizza grasienta en una caja de cartón.
-Derek tiene dinero. Debería invitar él, de todas maneras.
-¿Por qué? No soy una chica. Y, aunque lo fuera, no estoy a favor de perpetuar los roles tradicionales...
-Stiles -le interrumpe de nuevo-. Sois una pareja muy aburrida.
No lo son. ¿Y qué si no salen a cenar o a tener citas? Stiles nunca ha creído en las citas, en vestirse de una manera especial para ir a un sitio especial a hacer cosas que en situaciones normales no harían. Stiles no cena en restaurantes caros y deja que paguen por él. Él no se pone una chaqueta de traje para salir a cenar, él se la pone para ir al bosque, porque ese es el tipo de persona que es y es el tipo de persona de la que Derek está enamorado. Es raro y es inapropiado y no ha sido aburrido ni un solo segundo de su vida, así que es imposible que Derek y él sean una pareja aburrida.
Se lo cuenta una tarde, mientras Derek lee los anuncios por palabras del periódico buscando muebles de segunda mano para restaurarlos, porque eso es lo que ahora. Stiles levanta la vista del ordenador, y se lo dice, sin preámbulos.
-Scott cree que somos aburridos.
-Hm -musita Derek, y rodea un anuncio con un bolígrafo rojo.
-¿Crees que lo somos?
-¿Tú crees que lo somos? -pregunta él de vuelta.
-No. Quiero decir... -Abre la boca y vuelve a cerrarla, gesticulando con las manos. -No lo somos, ¿verdad?
-Bueno, puede que no sea una relación tan emocionante como al principio...
-Oh, Dios mío.
-...pero con el tiempo todas las relaciones se asientan y se vuelven más rutinarias -admite, sin darle la mínima importancia.
-No es rutinaria. No puede ser rutinaria cuando cada dos meses viene alguna criatura mitológica a querer comerme la cara, o unos cazadores a meterte una bala en el pecho, o...
-Puede que nos sintamos demasiado cómodos -sugiere Derek, encogiéndose ligeramente de hombros. Y a Stiles le encantaría que mostrara un poco más de interés.
-¿Puedes fingir un poco de simpatía por nuestra crisis de pareja?
Derek suspira y deja el periódico sobre la mesa.
-Esto no es una crisis, esto eres tú siendo ridículo. ¿Qué quieres?
-Allison y Scott salen a cenar fuera.
-Ya. No me gusta especialmente la comida -contesta Derek, y Stiles le mira con desprecio.
-Ya lo sé. Es algo que no acabo de comprender. Eres tan poco humano a veces.
-Si quieres que vayamos a cenar a algún sitio sólo tienes que decirlo. Tengo una camisa blanca por ahí, puedo ir a recogerte a casa, hacer toda las tonterías que se hacen en las citas.
-Suenas absolutamente extasiado con la idea.
-En serio, Stiles. Dime lo que quieres que haga y lo hago.
Reservan para el viernes en el restaurante que Scott le había dicho, y Derek le recoge en el Camaro con su camisa blanca perfectamente planchada. Stiles se siente estúpido, pero eso es parte de la parafernalia de tener una cita, y es nuevo y... no exactamente emocionante. Pero nuevo.
El maître les lleva hasta una mesa al fondo del local, que Stiles no está muy seguro de que sea buena porque está demasiado cerca de los baños, pero es la zona en la que están sentadas todas las parejas jóvenes así que supone que es política de empresa. Alejar a los adolescentes de las personas normales.
Stiles echa un vistazo a la carta como si entendiera la mitad de las cosas que aparecen en ella, y acaba decidiéndose por una pularda porque básicamente es pollo y eso no le da demasiado miedo. Derek pide lasaña porque proporciona el equilibro perfecto entre proteínas, grasas e hidratos de carbono y es nutritivo, y a Stiles no le parece del todo mal porque al menos es un cambio con respecto a su dieta de filetes y arroz.
-Así que -dice, tamborileando los dedos en el borde de la mesa-... ¿qué tal todo?
-Bien. ¿Tú?
-Bien -contesta. Se rasca la cabeza y bebe de su copa de agua-. Pues ya nos hemos puesto al día.
-Nos hemos visto esta mañana y hemos hablado por teléfono cuando has salido del instituto, Stiles -dice él con despreocupación-. No pasan tantas cosas de interés en mi vida.
-Y hay un límite de palabras que puedes pronunciar al día si quieres que te sigan admitiendo en el Club Internacional de Lobos Misteriosos.
-Exacto -replica, sonriendo apenas lo suficiente para que Stiles se de cuenta.
-Este sitio no tiene mala pinta, ¿no? -dice, tratando de entablar conversación. Y no debería de ser tan difícil hablar con su novio, pero están en un maldito restaurante elegante y no sabe cómo funcionan las cosas allí.
-Me gusta el chocolate blanco -contesta él, como si tuviera algo que ver con nada de lo que Stiles está diciendo.
-¿Qué?
-Que ya sé que dices que no me gusta la comida, pero me gusta. Algunas cosas las como por placer, no por alimentarme. Y me gusta el chocolate blanco.
-Oh. Eso está bien -musita, dándose cuenta de que hay un mensaje en algún lugar pero no siendo capaz de descifrarlo exactamente-. Pero, ¿blanco? -pregunta, arrugando la nariz-. Eso ni siquiera es chocolate, Derek. Es manteca de cacao y azúcar. Es... Es como si dijeras que lo que te gusta de la mantequilla de cacahuete son las cáscaras del cacahuete.
-Esa comparación no tiene ningún sentido. Y no me gusta la mantequilla de cacahuete.
-No creo que lo nuestro vaya a funcionar -bromea, dejando dramáticamente la servilleta sobre la mesa y haciendo amago de levantarse. Y Derek sonríe, grande y con todos los dientes.
-Supongo que estábamos condenados desde el principio.
Hablan de nada, o más bien Stiles habla y Derek trata de mantener el ritmo cuando él salta de un tema a otro, de los cacahuetes a los elefantes y de ahí a aquella excursión que hicieron al zoo con doce años en la que se perdió porque no podía dejar de mirar la manera en la que los monos se peinaban unos a otros. Derek aporta algo de vez en cuando, habla de cómo tenía que fingir estar enfermo para perderse esas excursiones, porque sus padres tenían miedo de que los animales se volvieran locos a su alrededor, y Stiles lo único que puede sacar en claro al respecto es que es muy triste que nunca haya visto una jirafa en persona, porque son unos animales graciosísimos.
La comida no está mal si deja de pensar en lo que les van a cobrar por ella, y Derek incluso llega a probar del plato de Stiles, porque se siente aventurero. Y la noche es agradable, eso tiene que reconocerlo, pero no es distinta de cualquier otra en la que cenan y Stiles parlotea sin sentido durante horas hasta que la comida se queda fría. Y, honestamente, no entiende cómo salir a cenar fuera les podría convertir en gente menos aburrida. Si hubieran ido al buffet de desayuno del club de striptease, a lo mejor, pero ese restaurante fino es demasiado convencional para el gusto de Stiles. Y aunque Derek está arrebatador con su camisa, echa de menos las camisetas grises con el cuello desgastado y la manera en la que cruje el cuero cuando se mueve.
-¿Qué pasa? -pregunta, siguiendo la mirada de Derek hasta la mesa de al lado, donde una pareja de su edad y bastante nerviosa comparte un coulant de chocolate. Que no podría ser un cliché más grande.
-Es gracioso -contesta con media sonrisa-. La manera en la que se miran a los ojos y se mienten.
-Dios mío -exclama Stiles en un susurro, apoyando los codos en la mesa para acercarse a él-. ¿Qué dicen?
-No solo ellos -dice, frunciendo el ceño- Todos en general. Se hacen promesas de amor que son mentira, y apestan a excitación de una manera poco limpia. Es triste.
-Creí que era gracioso.
-Es gracioso para mí porque no doy tanta pena.
-Eres lo peor -dice, haciendo una mueca de desagrado nada convincente-. ¿Vas a querer poste?
-No. ¿Tú?
-Quiero irme a casa y comer helado en el sofá y ver Las Chicas de Oro -contesta, apoyando la barbilla sobre la palma de la mano-. Y seré aburrido, pero estoy harto de la gilipollez esta de la cita.
-Bien, porque yo también.
-En serio, ¿por qué hago caso a Scott?
-Es algo que me pregunto desde el primer día.
Piden la cuenta y pagan a medias. Porque, de verdad, Stiles es un hombre moderno y no necesita que le mantengan, pero en el camino hasta el Camaro se cuelga de Derek porque también es un adolescente y le gusta llevar algo bonito agarrado a su brazo.
-A lo mejor sólo la gente aburrida necesita tener citas, ¿sabes? -dice, mirando hacia el horizonte sólo para darle al momento más significado profundo-. Me gusta esa teoría. Se me podía haber ocurrido hace una semana.
Derek se ríe y pone los ojos en blanco, abriéndole la puerta del coche.