Slave screams, he claims he has his own identity.

Feb 08, 2010 15:28

No os lo vais a creer (o puede que sí, porque la mitad de la gente que me lee ya ha leído esto, porque se lo pasé por mail, pero bueno)... Decía que no os lo vais a creer, pero estoy tratando de escribir un fic con capítulos. Con capítulos de esos en los que el segundo va antes que el tercero y después del primero. Un fic en el que las cosas pasan según las escribo. Yo también estoy en shock. Oh, y es un AU, situado en la antigua Roma. Leed, y ya os seguiré explicando después del prólogo.

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Título: CCMX ab urbe condita
Fandom: Gossip Girl (AU)
Personajes/Pairings: Dan, Chuck. Blair de fondo.
Longitud: 960
Rating/Advertencias: T | Nada, de momento.

Nota de autor: Vamos a pasar por alto todas las inexactitudes históricas y las licencias poéticas, además del hecho de que en la Antigua Roma nadie tenía este tipo de nombres, por favor. No pretendo que esto sea una serie de la HBO ni un documental del canal Historia, pero si veis algo que clama al cielo, cualquier tipo de correción será muy bienvenida :D

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Prólogo

Las cosas importantes siempre pasan en días reseñables, y Dan recuerda ese día como el más caluroso del verano. No había apenas viento, y el olor a carne y sudor y aceite perfumado se estancaba en los pórticos de los templos, donde los comerciantes exponían su mercancía.

Su amo había muerto la noche anterior. De haber tenido mejor fortuna, Dan habría sido liberado. Era la costumbre liberar a los esclavos tras la muerte del amo, pero Dan nunca había esperado que tuviera ese detalle con ellos, después de toda una vida de abnegada servidumbre. No es que hubiera sido malo con ellos, ni injusto, ni siquiera excesivamente duro. Simplemente era tan avaro que hasta después de muerto buscaba hacer negocio. Así que Dan, su hermana y su padre eran expuestos en el foro junto al resto de esclavos que se ofertaban esa mañana.

Dan no sabía lo que era ser libre. Había oído hablar a otros esclavos, botines de guerra venidos de Hispania o de las Galias. Hablaban de sentir el viento en sus mejillas y de correr a través de los campos sembrados de cereales y de tomar a una mujer sin rendirle cuentas a nadie. Dan ni siquiera sabía si quería hacer eso. A decir verdad, la libertad le asustaba, como le asustaba la oscuridad o los animales salvajes o las cosas que desconocía.

-¿Qué me dices de este?

-Chico, da un paso adelante -le dijo el comerciante, empujándole con una vara de madera.

-Está demasiado delgado -dijo la mujer con desprecio. Tenía la cara redonda y blanca como la leche, y el pelo negro recogido con una cinta. La mueca de desagrado de sus labios parecía permanente, y le restaba a la belleza que habría poseído de haber sido capaz de sonreír. Él, su marido, arrugó la nariz.

-Pero parece sano. Y no es demasiado feo, podremos usarlo para servir a los invitados.

-Tus estándares de belleza deben de ser muy distintos a los míos, querido -murmuró ella.

-Tiene todos los dientes -informó el vendedor con orgullo-, y lee y escribe.

-Los que saben leer sólo dan problemas -dijo la mujer.

Él se acercó a Dan para observarle con más detenimiento. Le tomó de la barbilla y le hizo girar la cabeza hacia un lado y hacia el otro. Dan clavó la mirada en el suelo y esperó a que terminara. No estaba seguro de que le importara quién le comprara, no creía que fuera a haber ninguna diferencia. Servido a un amo, pensaba, servido a todos. Al menos él había tenido suerte, y no vivía en el campo, en el que había que arar las tierras o lidiar con las vacas y los cerdos. Él vivía la buena vida, comía con regularidad y no pasaba frío por las noches.

-¿Cuántos años tienes? -le preguntó, dirigiéndose a él directamente por primera vez.

-Creo que diecinueve -contestó titubeante-, señor.

Él pareció divertido. Dan levantó la mirada y se cruzó con la suya sin querer, durante apenas un instante. Él mismo no parecía mucho mayor. Tenía el pelo negro y la nariz ancha, y unas cejas oscuras y poderosas que le otorgaban a su cara cierta distinción inexplicable.

-Date la vuelta.

Dan obedeció. Podía sentir sus ojos vagando por su espalda desnuda, buscando marcas o cicatrices, símbolos de rebeldía e insumisión. No los encontraría. A su lado, su hermana Jenny lloraba en silencio.

-¿Cuánto pides por él?

-Por ser usted, dos mil denarios.

-¿Me cobras de más por ser Senador? -bromeó él.

-Le hago una oferta especial. No es el primero en interesarse por éste esta mañana.

-Y supongo que el precio desorbitado les ha echado a todos para atrás -ironizó, echándole a Dan otro vistazo, decidiendo si ese chico escuálido y triste merecía gastarse ese dineral.

-Le aseguro que no encontrará a otro como él en mucho tiempo. Dócil, trabajador y diligente. Vale cada sestercio de su precio.

-Te daré mil quinientos.

Dan miró a Jenny de soslayo, y después a su padre. Realmente iban a comprarle. Hasta entonces no había caído en la cuenta completamente, y la idea le golpeó con fuerza en el estómago. Iban a comprarle, y a su familia no. Rufus y Jenny eran lo único que tenía en el mundo, y les iba a perder para siempre. Una ola de pánico le recorrió el pecho. Su padre le hizo un gesto casi imperceptible, algo que vino a significar que ellos estarían bien; que él también estaría bien. Que no lo echara a perder.

-De acuerdo -dijo el hombre, cerrando el trato después de regatear con el comerciante. Sacó una bolsa de cuero de entre los pliegues de su toga y contó algunas monedas de oro y otras de plata antes de ofrecérselas.

-¿Puedo servirle en algo más?

-No, eso será todo por hoy -contestó la mujer, irritada, y dirigiéndose a su marido-: Coge tu esclavo y vámonos, hace demasiado calor aquí.

El comerciante abrió el grillete que sujetaba el tobillo de Dan y se lo entregó.

-Llevadlo a casa -dijo él, hablando a dos viejos esclavos que les habían acompañado al foro-. Bañadle y vestidle antes de que volvamos. No tendré a ningún andrajoso bajo mi techo. Y dadle algo de comer.

-No me extrañaría que se muriera de camino a casa, con lo enfermizo que está.

-Tengo la impresión de que mi última adquisición no es de tu agrado -dijo, supurando sarcasmo.

-Sólo lo has comprado porque he dicho que no me gusta, Chuck; para torturarme.

-Blair, querida, ¿por qué pagaría mil setecientos denarios para torturarte, cuando puedo hacerlo gratis? -rió con maldad-. Venga, que no tenemos todo el día -apuró a los esclavos, y en el último momento añadió-: Por cierto, chico, supongo que tienes nombre.

-Daniel -contestó tímidamente-, amo.

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Bueno, supongo que ya sabéis por dónde van los tiros. Os voy a pedir que seáis pacientes. Pacientes conmigo porque no actualizaré regularmente ni de coña, y pacientes con la historia, porque aún estoy buscando la manera en la que la quiero contar. Y sí, podría escribirla toda y publicarla entonces, pero todo el mundo sabe que no soy capaz de hacer esas cosas.

Algunas aclaraciones. El título del fic, CCMX ab urbe condita, se refiere al año en el que tiene lugar la historia. El 810 tras la fundación de Roma, que sería algo como el 57 d.C, si no recuerdo mal. Más o menos cuando estaba Claudio por ahí, porque es la época sobre la que más he leído. De todas maneras, como ya os he dicho, no pretendo que sea demasiado riguroso históricamente. Bueno, pero ya me conocéis, tengo una carpeta en marcadores llena de páginas de consulta para ver cada pequeño detalle que pongo en el fic, porque soy una obsesa, pero son cosas como lo que costaba un esclavo o el color de las togas de Senador o las partes de una casa o de unos baños. No me meto en política porque eso no es lo mío ni lo del fic.

Una crítica constructiva es lo mejor que podéis darme ahora mismo, así que no os cortéis.

personaje: dan humphrey, -fic, fic: ccmx auc, pairing: chuck/dan, personaje: chuck bass, fandom: gossip girl

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