Think I wanna die if you don’t stay.

May 12, 2009 06:17

tuai ha decidido acabar todos los fics que tiene a medias antes de empezar fics nuevos. Go me!

Título: When I'm not with you my dreams are so very dark.
Autor: hoomygoth
Fandom | Pairing y personajes: Gossip Girl | Nate/Vanessa.
Longitud: 1.782
Spoilers? 2x20
Rating | Advertencias: PG | Un poco angsty todo, madre mía.

Notas: Nottie me pidió la pareja en el meme de los besos (sí, ese meme que ignoré completamente), antes de que me la destrozaran en la serie. He pasado por una fase de odio total, pero he pensado que ese pairing que tengo en la cabeza no tiene por qué ser igual de lame que el canon, así que voy a tratar de reconciliarme con Nate. Y, aviso, soy consciente de que son los dos bastante tontitos en este fic.

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Vanessa recordará ese verano como el mejor de su vida. Aterrizó en Barcelona para darse cuenta de que su móvil allí funcionaba mejor como arma arrojadiza que como teléfono, así que lo guardó al fondo de su mochila y no se volvió a acordar de él en mes y medio. Viajó por Europa sólo acompañada por su cámara de video y unas zapatillas cómodas, tratando de hacerse entender en las pastelerías en los Campos Elíseos, en los cofee shops de Amsterdam y los albergues de Praga. Absolutamente sola. Mentiría si dijera que no se acordaba de él de vez en cuando. Este viaje estaba planeado para dos. A veces se descubría yendo a ver algo que había incluido Nate en el itinerario, que a ella no le interesaba en absoluto, pero aún así se sentaba en un banco y lo observaba desde lejos, recordándole.

Pero también se desviaba del camino y se permitía el lujo de perder el tiempo tumbándose en un parque a grabar a los viandantes. Le gustaba observar a la gente de las distintas ciudades y comparar sus estilos de vida, su manera de andar y de vestir, su manera de comportarse cuando creían que nadie miraba. Era fascinante lo parecidos y lo muy distintos que eran los europeos a veces.

Mandó decenas de postales. A Dan y Jenny, a su hermana Ruby y a sus padres en Vermont. Mandó un par a Rufus e incluso una a Serena. Compró una en Suiza y escribió la dirección de Nate antes de darse cuenta. No sabía qué escribirle, no tenía nada que decirle. La mandó vacía.

Cuando llegaba al albergue por la noche, estaba tan cansada que no tenía tiempo de sentirse sola. Ni de echarle de menos. Cuando volvió a Nueva York, sin embargo, a las caras conocidas y los lugares tan familiares, le recordaba en todas partes. En la cafetería en la que le dijo por primera vez que le quería, en el restaurante en el que él dijo que lo suyo había acabado, en el portal en el que se besaron por primera vez, en la parada de taxis en la que se besaron por última vez, en la puerta de su casa, en la galería, en el ascensor, en el parque y en la boca de metro, en el sofá, en la cama, en el suelo de la cocina, en la azotea. En las cuarenta llamadas perdidas en su teléfono móvil y ni un solo mensaje en el contestador. Y sólo llevaba allí un par de horas.

Acababa de de levantarse y estaba preparando café. Había dormido quince horas seguidas y ya se había duchado cuatro veces. Estaba segura de que nunca dejaría de estar cansada, aunque durmiera el resto de su vida. Sonó su teléfono mientras se servía café en su enorme taza de loza. Debía de ser Dan, habían quedado esa tarde para ponerse al día, así que lo cogió sin mirar. Habían colgado antes de que tuviera tiempo de preguntar quién era. En la pantalla se difuminaba una cara, unos ojos azules. Un nombre. Nate.

Volvió a sonar el teléfono antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando.

-¿Sí?

-Lo siento. No creí que fueras a contestar.

-¿Nate?

-Sí.

Se hizo un silencio incómodo, que duró demasiado tiempo. Los dos trataron de hablar a la vez.

-¿Qué quieres?

-Lo siento mucho.

-¿Qué?

-Vanessa…

Ella solo suspiró.

-¿Cuándo has vuelto? -preguntó él tímidamente.

-Llegué ayer por la noche.

-Te he estado llamando.

-Ya lo sé.

-Todos los días.

-¿Por qué?

-¿Podemos hablar?

-Estamos hablando.

-En persona, quiero decir.

-No lo sé, Nate.

-Por favor.

-No lo sé.

-¿Puedo pasar a recogerte? Sólo necesito cinco minutos. Un café.

-Nate…

-¿En media hora? Por favor.

-Bueno, supongo que...

Casi sin pensarlo se puso la camiseta verde que sabía que le gustaba, y algo de brillo de labios, y un poco de perfume. ¿Qué le pasaba? No sabía si estaba tratando de enseñarle lo que se había perdido o de convencerle de que la echaba de menos. Ella nunca había sido así. Nunca antes había estado enamorada. Nunca le habían hecho tanto daño.

Nate seguía siendo igual de guapo. Tan guapo que cuando le vio en la acera a la puerta de su casa, con un café para llevar en cada mano, puede que se quedara sin respiración un segundo. Él sonrió tímidamente y le dio un beso en la mejilla, que fue incómodo y duró más de lo que debería y le recordó a Vanessa lo mucho que le gustaba cómo olía, a ropa recién lavada.

-Sigues tomando latte con caramelo, supongo -dijo, pasándole su café.

Vanessa echó a andar sin rumbo, porque era menos incómodo que quedarse ahí mirándose a los ojos sin tener nada que decir.

-Sí.

-Traté de hablar contigo antes de que fueras, y te estuve llamando.

-¿Qué tal con Blair? -le interrumpió ella, sonando deliberadamente fría.

-No funcionó. Fue todo un terrible error. Lo de Blair, lo de mi abuelo…

-No tienes por qué hacer esto, Nate. Yo me fui aquél día. No tienes que darme explicaciones.

-Yo acepté esas prácticas en el Ayuntamiento. Habíamos planeado ese viaje y te dejé colgada.

-No me importó lo del viaje.

-¿Entonces por qué te fuiste?

Estaba demasiado cansada para tener esta conversación. Cansada del viaje, de sentir rencor, de echarle de menos. Cansada de estar sin él, pero demasiado cansada para volver a luchar.

-Cuando te vi allí con tu abuelo me di cuenta de que no te conocía. Por eso me fui. Porque el Nate del que yo me había enamorado no era ese que se deja manipular por su familia.

-¿Y quién era entonces? ¿El Nate fracasado, sin futuro, sin ambición y pobre?

-No, el que trata de ser feliz.

-¿Y cómo se hace eso? -dijo, y sonó cansado-. Porque estoy harto de buscar y sólo encontrar cosas que no quiero ser, que no me hacen feliz.

-Íbamos a descubrirlo juntos. Eso es lo que queríamos hacer. Lo único que yo quería era que tú… -Vanessa se tapó los ojos con una mano, para que no la delataran las lágrimas que le asomaban a los ojos-. Esto ha sido una mala idea.

Nate trató de consolarla torpemente, acariciándole la mejilla. Ella le apartó.

-¿Por qué haces esto ahora? Me dejaste. Me dejaste por Blair Waldorf.

-Necesitaba que creyeran en mí.

-Yo creo en ti. Siempre he creído en ti, Nate. Pero a mi no me importa tu apellido ni tu dinero ni la universidad a la que vayas ni el trabajo que tengas. Me importas tú. Nada más.

-Quieres que sea como tú, y no lo soy.

-¿Cómo yo?

-Que no me importe lo que digan, que no me preocupe mi futuro, que viva como si el mañana nunca fuera a llegar.

-Quiero que hagas lo que te haga feliz. Ser un Vandelbilt no te hace feliz. Ser Nate sí. ¿A Nate le gusta la política?

Tardó mucho en contestar, como si nadie nunca le hubiera hecho esa pregunta y tuviera que esforzarse por encontrar la respuesta.

-No.

-Claro que no.

-No me interesa la política, me hace sentir estúpido y nunca debí aceptar las prácticas.

-Eso lo sabías antes de aceptarlas. ¿Por qué lo hiciste?

Él sólo negó con la cabeza. Aún no era capaz de hacerse esa pregunta. En cambio dijo:

-Me he pasado todo el verano pensando en ti.

-No puedes decirme eso ahora. He estado sola mes y medio, a miles de kilómetros de aquí, pensando en ti; el lo mucho que te odiaba y lo mucho que te echaba de menos a pesar de todo. No puedes decirme eso ahora como si nada.

-Lo siento.

-Yo también -contestó ella, suspirando.

-Quiero volver a intentarlo, V.

-¿Para qué? ¿Hasta cuándo vamos a seguir haciendo esto?

-¿Haciendo qué?

-Engañándonos. Funcionamos un par de meses y luego… luego todo se va a la mierda.

-Eso no va a pasar otra vez.

-¿Por qué?

-Porque te quiero, y es lo único de lo que estoy seguro en mi vida.

-Pero eso no es suficiente.

-¿No dices que quieres que sea feliz? Tú me haces feliz. Eres lo único que me ha hecho feliz estos últimos años.

-Nate…

-¿Tú no me quieres?

-Ya no lo sé.

Nate se paró en seco.

-Entonces no sé lo que hago aquí.

-Quiero al Nate del que me enamoré -le frenó-. El que me hacía reír y cocinaba espaguetis para mí y escondía sus entradas para la ópera. Ahora no sé quién eres.

-Soy el mismo. Siempre soy el mismo. Y cometo errores y trato de arreglarlos.

-Eso no son errores, eso es…

-Tú te acostaste con Chuck -dijo, y no sonó tan dolido como decepcionado, como si llevara todo el verano queriendo echárselo en cara pero ya no fuera tuviera fuerzas para hacerlo.

-Eso no fue un error, eso fue venganza. Estaba destrozada.

-Ya te he pedido perdón por eso.

-Pero las cosas importantes de la vida no se solucionan con una sonrisa encantadora y un ‘perdón’ que no suena real. Esto no es la Iglesia Católica.

-Yo te he perdonado por lo de Chuck. Os he perdonado a los dos.

-Pero hay algunas cosas que son imperdonables.

-¿Lo que yo hice es una de esas cosas?

-No lo sé. Fue traición. Me traicionaste a mí y traicionaste a la persona a la que quería.

Nate tardó en contestar.

-Ya lo sé.

Siguieron andando sin hablar dando la vuelta a la manzana, tratando de encontrar las palabras mágicas que lo arreglaran todo, que hicieran que los últimos meses se borraran del calendario. Que hicieran que el tiempo se diera la vuelta y volviera a ese momento en el que los problemas se solucionaban con un beso y una sonrisa tímida.

Vanessa paró. Estaban de nuevo frente a su puerta.

-De verdad quiero intentarlo, V. Quiero hacerlo bien.

-No sé si somos capaces de hacerlo bien.

-Tendremos que aprender.

-Nate…

Él puso una mano en su mejilla, acariciando con el pulgar su piel cobriza, con las yemas de los dedos entre los rizos oscuros de su pelo.

-Aprenderemos, ¿vale?

Vanessa sólo pudo asentir tímidamente antes de que Nate la besara. Fue lento y cauteloso, como si el instante pudiera romperse si hacía algún movimiento brusco. Apenas rozó sus labios con los de ella, y Vanessa se aferró a sus brazos y se acordó de aquél tiempo en el que se perdía en sus ojos y todos sus problemas parecían desaparecer. Ahora sabía que no desaparecían, que las cosas no desaparecen sin más.

Iban a aprender a hacerlo bien esta vez. Iban a hacerlo bien.

Y le besó de vuelta.

-fic, personaje: nate archibald, pairing: nate/vanessa, personaje: vanessa abrams, fandom: gossip girl

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