Título: Alguien mejor
Nombre: Secreto
Reto: Reto #07
Reto proporcionado por:
aeren76Número de palabras: ~8200
Rating: PG-13
Beta: Por ahora anónima, pero es M como casi siempre.
Resumen: A veces el camino elegido para la vida nos lleva hacia donde no pensamos, a veces esas decisiones nos alejan de la felicidad y otras, muy pocas, nos colocan justo frente a las personas que hacen que deseemos ser mejores.
Notas: Este reto me conquistó desde el primer momento, pero por alguna razón la historia se negaba sistemáticamente a ser escrita por mí… Así que espero Querido anónimo, que sea de tu agrado y agradezco a las moderadoras toda la paciencia que me han tenido.
Prólogo
No te dejes abatir por las despedidas.
Son indispensables como preparación para el reencuentro.
Richard Bach
Harry corría hacia la ventana de recepción de San Mungo con un lloroso Teddy entre sus brazos. El niño hacía un esfuerzo valiente para contener los sollozos que amenazaban con escapársele y eso hacía que el corazón de Harry se estrujara aún más.
- ¡Necesitamos atención por favor!
-Auror Potter -la bruja de mediana edad detrás del vidrio le dirigió una mirada vacía de cualquier sentimiento, antes de hacerle señas de que se acercara- ¿Es para el niño?
-Sí. Teddy arde en fiebre y tiene unas manchas detrás de las orejas y…
-Eso se lo contará al Sanador, señor Potter -la ausencia de cualquier emoción en el tono profesional de la mujer, hizo que Harry deseara gritarle un par de cosas, lo que sólo empeoró con las siguientes palabras-, tome asiento y el niño será atendido a la mayor brevedad.
Ardiendo de furia e impotencia, el joven caminó hasta las sillas acolchadas cerca de la pared opuesta y se sentó abrazando a su precioso niño, tratando de transmitirle seguridad. Teddy abrió esos ojos grises que tanto le recordaban a los de Sirius y tosió un par de veces. El cuerpo entero del pequeño pareció sacudido y con eso toda energía que le quedara le abandonó. Con seis años, Teddy era toda la vida de Harry, desde hacía cuatro le había adoptado legalmente, pero el niño había vivido con él desde poco después de su primer cumpleaños. Por aquella época él aún estaba prometido con Ginny y la repentina enfermedad de la señora Tonks aceleró los planes de la pareja de vivir juntos. Sin embargo, las carreras de ambos eran tan demandantes que al poco tiempo las cosas se pusieron verdaderamente raras entre ambos y ella optó por volver a casa de sus padres. Intentaron salvar la relación, pero era una causa perdida y los dos fueron lo suficientemente sabios a pesar de su juventud, y con inusitada filosofía lo dejaron amistosamente. Ginevra era ahora, con veintitrés años, uno de los pilares de juego de las Harpías de Holyhead. Un quejido que apenas abandonó los labios de Teddy hicieron que sus ojos enojados y preocupados se centraran en la puerta doble unos metros a su derecha. ¿Dónde diablos estaba el profesional que atendería a su niño?
- Señor Potter, por aquí por favor -la voz amable voz de una medibruja parada sosteniendo la puerta rebatible, le puso en movimiento como si un resorte se hubiera soltado en su espalda.
Con pasos largos y ese andar elástico y seguro que le caracterizaba desde que entró en el cuerpo de Aurores del Ministerio, se acercó hasta la mujer que le dirigió una sonrisa que mostró un par de hoyuelos en sus mejillas regordetas. Y ella le guió hasta un cubículo en el que había una camilla y en una mesa alta todos los elementos que él relacionaba con Poppy Pomfrey. Le sorprendió ver que la pared no era del tradicional blanco, sino de un tono similar al melocotón y que una guarda con animales mágicos cortaba la uniformidad del color y hacía de la pequeña estancia tras las cortinas un lugar acogedor.
-En un minuto más estará con usted el Sanador -volvió a hablar la medibruja mientras su varita hacía movimientos sobre la pequeña figura en la camilla. Harry vio que eran lecturas de los signos vitales de Teddy y cómo ella los anotaba en una planilla que dejó a los pies del niño-. Debes ponerte contento, Teddy, esta noche te atenderá el mejor Sanador de todos.
Harry la interrogó con la mirada, lo que hizo que la joven volviera a sonreír, antes de dirigirse a él.
-A pesar de su juventud es el único Sanador que cursa una especialización en pediatría en el King's de Londres muggle -con otra sonrisa, agregó-: su niño estará en buenas manos.
Harry escuchó los pasos rápidos de alguien acercándose y al girarse vio la cortina abrirse para mostrar la figura alta del Sanador entrando en el cubículo. Sus cabellos tan rubios como Harry los recordaba y la piel de una tonalidad apagada por las luces de la sala, sus manos de dedos largos tomaron automáticamente la tabla con la planilla de datos antes de que su mirada siquiera subiera hasta el hombre parado junto a la camilla.
Draco Malfoy.
El Sanador no era otro que el antiguo compañero de clases de Harry y, más veces que no, la persona que realmente le había tocado la fibra sensible y cabreado como nadie durante los años de su educación en Hogwarts.
Primera parte
El pequeño Teddy observaba con ojos llorosos al Sanador que le sonreía, no con los labios, sino con la mirada clarísima. Las manos del joven eran frescas y eso aliviaba el calor que le quemaba desde la cabeza hacia la pancita. Teddy quería decirle que le dolía la garganta y que los ojitos ardían como cuando uno se acercaba mucho a las llamas de la chimenea, pero no tenía fuerzas y tal vez era mejor de esa manera porque las manos suaves le daban tranquilidad y siempre era lindo que a uno lo acariciaran, incluso a la avanzada edad de seis años.
-Déjame ver esa cabeza, Teddy. -La voz del Sanador le recordó al niño a la manera en que su tía abuela Cissy entonaba las palabras para hablar y a él siempre le hacía mucha gracia.
Luego de observar con atención las manchas detrás de las orejas del niño, sus ojos y las mejillas afiebradas, Draco se volvió hacia Potter y con aire profesional expuso el diagnóstico.
-Ted tiene sarampión, Potter. Una enfermedad muggle.
-Sé qué es el sarampión, Malfoy, sólo dime qué poción debo darle para curarlo.
-Si me permites -para sorpresa de Harry, Malfoy apenas hizo ademán de pedirle silencio con un movimiento de la mano, bastante educado considerando todo-, no hay poción o tratamiento en el mundo mágico para esta dolencia…
- ¡¿Cómo?!
-Antes de que continúes, déjame explicarte la situación. Los muggles tienen esta enfermedad bastante controlada a través de vacunas que dan a los pequeños desde los primeros meses de vida, salvo contadas excepciones de hippies, nuevaeristas y otros pirados de ese estilo, todos los padres son conscientes de la importancia de estos tratamientos preventivos -inspiró mirando hacia la camilla donde Teddy parecía haber caído en un sopor nuevamente-. Lastimosamente en nuestra comunidad, salvo los hijos de muggles o aquellos criados entre muggles, no existe conciencia similar y más de una vez debimos hacer frente a epidemias que fácilmente se pudieron prever.
Harry no salía de su asombro. Draco Malfoy, no sólo acababa de criticar las costumbres mágicas, también había hecho un velado elogio a los muggles. Evidentemente su silencio se extendió más allá de lo esperado porque el Sanador inclinó interrogativamente la cabeza a un lado y elevó en un gesto que Harry sí conocía bien, una de sus cejas rubias.
- ¿Qué podemos hacer, entonces?
-En principio, aislar a Ted -antes siquiera de que el padre pudiera decir una objeción la misma mano de dedos largos le pidió silencio-. El sarampión es muy contagioso, Potter, y tu niño puede ser un foco de transmisión de la enfermedad. A diferencia de los muggles, para nosotros puede resultar gravísimo, especialmente si empieza a haber casos entre los adultos.
Harry lo comprendía en un nivel intelectual, pero su corazón se negaba a aceptar que Teddy permaneciera en este lugar por Merlín vaya a saber cuánto tiempo.
*****
Diez días después, Draco firmaba el alta médica de Teddy y Harry estaba esperando que el niño despertara de su siesta para llevárselo a casa. En realidad, su intención había sido tomar al pequeño en brazos ni bien Malfoy firmó la planilla, sin embargo el Sanador con mucho tino y con cierto retintín le hizo ver que era mejor dejar que el niño durmiera mientras él recogía las pertenencias de ambos y luego sí podrían marcharse.
Durante su estancia en el hospital, Harry había tenido oportunidad de descubrir a ese nuevo Draco y lo que veía le gustaba, ¡vaya que sí! Godric sabía que cada vez que el rubio sonreía a Teddy o se agachaba sobre la cama de su paciente, Harry podía apreciar el trasero cubierto por demasiadas capas de tela para su gusto, pero que se insinuaba tentador de todas maneras. Los finos cabellos rubios que tendían a caer sobre los ojos de Sanador eran otra tentación para sus dedos. Suponía que tenía que ver con que Draco era el único adulto atractivo con quien había interactuado en estas casi dos semanas, pero eso no disminuía el interés que el Sanador le generaba.
-Potter.
- ¿Dime? -Vio que el objeto de sus cavilaciones caminaba hacia él desde la puerta.
-He hablado con mi madre acerca de Teddy y, aunque ella ha estado más en contacto con el niño que yo…
-Tú nunca estuviste en contacto con él, Malfoy. -Interrumpió molesto por el sutil intento de velar la realidad.
-Precisamente eso es lo que quiero solucionar. Teddy es mi sobrino después de todo.
Harry no supo hasta mucho después que este intercambio sería lo que selló el destino de ambos en una habitación de hospital, junto a la cama en la que dormía Teddy.
*****
De alguna manera Harry se había acostumbrado a las visitas de Malfoy a su casa. Al principio solamente venía los domingos por la tarde, siguiendo la costumbre que Narcissa había impuesto años atrás de pasar un par de horas a la semana con el único lazo que le quedaba a una de sus hermanas -por aquellos días Teddy era muy pequeño para comprender, pero a medida que fue creciendo, la tía abuela Cissy fue ocupando más lugares en su vida y probablemente la quería tanto como a la abuela Molly-; al parecer los Malfoy cuando tomaban una decisión de familia, se atenían a ella de manera inamovible, porque algunas semanas después de la primera visita del Sanador a Grimauld Place, invitó a Teddy a un partido de Quidditch y así poco a poco el rubio empezó a formar parte de la vida del hijo de Harry.
A nadie asombró que el joven Auror cambiara su actitud frente a Malfoy, dado que el tío había curado a Teddy, era su pariente y parecía genuinamente interesado en el bienestar del pequeño. Las salidas de los tres ya no eran motivo de risas por parte de Ginny y George, ni de ojos imposiblemente abiertos y palabras masculladas violentamente por Ron o consejos sobre comportamiento de parte de Hermione y hasta de Fleur. Harry agradecía que su familia entendiera la situación y eso facilitaba mucho las cosas para él en un nivel de comodidad doméstica, sin embargo, no era para nada sencillo compartir varias horas a la semana con un hombre que le resultaba muy atractivo físicamente y, peor aún, como persona Malfoy había logrado cautivarle de manera inusitada. Harry no recordaba una época en la vida en la que se sintiera tan… bueno… tan… caliente.
*****
El cumpleaños de Teddy siempre era motivo de mucho movimiento en casa de Harry, especialmente porque Molly y las mujeres Weasley en general, tomaban el mando de la jornada y eso implicaba que el joven padre se viera relegado a la función de chico de los mandados al servicio de siete brujas decididas a hacer que ese primaveral día cada año fuera inolvidable para el niño.
-Potter, ¿se puede saber qué haces?
La genuina curiosidad en la voz de Draco hizo que Harry saliera del estratégico lugar detrás de las cortinas en que había estado descansando los últimos minutos.
-Respiro, Malfoy.
-Mi madre me advirtió del reinado de la señora Weasley en tu hogar, pero jamás imaginé que fuera tan…
- ¿Literal? ¿Absoluto? -Buscó algún otro adjetivo que le pegara a la descripción de lo que hacía Molly en días como este-… ¿Castrador?
El resoplido de risa del Sanador hizo que Harry viera la gracia del asunto, aunque fuera a sus expensas y permitió que su rígido control ante el otro hombre cediera un poco. Notó el momento exacto en que Draco fue consciente del cambio de situación entre ellos. Los ojos claros se entornaron apenas, y las narinas se abrieron como exigiendo más aire, la sonrisa en la mirada de Draco dio lugar a algo mucho más oscuro y Harry sintió el tirón de deseo que a estas alturas asociaba irremediablemente con el mago parado frente a sí. Sin meditarlo mucho le apresó del frente de la camisa y atrajo el cuerpo cálido hacia sí, al tiempo que sus labios se hacían dueños de los ahora abiertos de Draco. En un primer momento Harry supo que estaba completamente loco y que acabaría con un doloroso hechizo, probablemente en los genitales, pero cuando la sorpresa del hombre al que besaba pasó, supo que las cosas serían mucho peores: Draco le empujó hasta quedar ambos cubiertos por las cortinas y Harry apretado entre la pared y el cuerpo flaco y alto del rubio.
Las manos hábiles de ambos recorrían con avidez espaldas, brazos, hombros, cabellos y lo que alcanzaran del otro, mientras sus bocas contaban sin palabras el deseo contenido que había ardido entre los dos en los últimos meses. Harry se separó apenas y trazó con los dientes el sendero de la mandíbula firme hasta el lóbulo de una oreja que si fuera capaz de abrir los ojos vería tan sonrosada como caliente se sentía entre sus labios. Draco le apretó más si cabía y con un movimiento de la pelvis le hizo sentir cuán excitado estaba en ese preciso momento. Harry gimió quedo y cuando estaba por hacer uso de la Aparición para dejarlos a ambos a los pies de su cama, la voz de Angelina le llegó clara y como un Aguamenti:
- ¡Haaaarry! ¡Sal de detrás de las cortinas, mueble o armario en el que te ocultas y ven a recibir a los invitados! -El silencio apenas duró lo que tardó la prometida de George en agregar-: Los Malfoy ya han llegado y nadie ha visto al más joven desde que salió en tu búsqueda…
Mirándose fijamente ambos supieron que fuera lo que fuera eso que había pasado entre ellos estaba lejos de haber terminado y que lo retomarían ni bien fuera humana y educadamente posible, al término de la celebración.
*****
Dos días después del cumpleaños de Harry, poco más de tres meses después de la primera vez que Draco durmiera en casa del Auror -y prácticamente se mudara a vivir con él y Teddy-, su vida cambió para siempre.
Hacía un par de años había aplicado para una beca de investigación en Estados Unidos, pero sin demasiada esperanza de obtenerla; por un lado estaba el tema de su juventud y, por el otro, su estatus como mago marcado. Los yanks no eran especialmente afectos a recibir a criminales de guerra en su territorio, menos después de que ellos mismos iniciaran una guerra contra Oriente Medio después de lo sucedido en Nueva York en 2001.
Sin embargo, allí estaba. La carta. Más bien un dossier con el sello de la Universidad John Hopkins en el que los sueños de Draco se condensaban. Ni siquiera podía creer la felicidad que le embargó al comprobar que había sido invitado a participar de uno de los grupos de investigación médica con más renombre en el mundo muggle. Él, Draco Malfoy, después de esto podría trabajar dónde y con quién quisiera. Su nombre no sería asociado con los estigmas del pasado, ya no tendría que prácticamente pedir perdón y permiso por ser quién era y ejercer su profesión. Era… era…
…perfecto.
*****
¡Era una mierda! ¿Cómo, en el nombre de Circe, se le ocurría a Draco que irse a vivir al otro lado del condenado océano estaba bien?
Sí, a un nivel intelectual Harry podía aceptar que era grandioso que la carrera de Draco recibiera este incentivo, pero su corazón y su cuerpo se negaban a cooperar. Desde el momento en que el rubio le anunció sus planes, el joven mago no hacía más que sentirse traicionado, mezquino, rechazado, dejado de lado y herido. Porque en verdad comenzó a creer en la posibilidad de una vida en común con Draco, hacía más de tres meses prácticamente convivían y Teddy ¡Dioses, Teddy! ¿Cómo se tomaría el niño el perder a otra figura importante en su vida? Porque más allá de todo, en el último año, Draco Malfoy pasó de ser un pariente al que Teddy apenas conocía a ser su Sanador, su tío predilecto y el novio de su padre, aunque el chico nunca preguntó demasiado, probablemente asumiendo las cosas con la confianza con que un niño feliz de seis años mira la vida.
Era una verdadera mierda y sí, Harry se sentía mezquino ¿para qué negarlo? No podía ser feliz por la suerte de Draco, no quería sentirse bien por este adelanto profesional del otro joven y, siendo brutalmente franco, hasta entendía que este era un escape limpio del rubio de cualquier compromiso que pudieran llegar a tener. Precisamente esa noche, después de un par de cervezas y mucho silencio acumulado, Draco tuvo la estúpida idea de reclamarle y Harry, como siempre, reaccionó diciéndole exactamente todo lo que Draco no quería oír y las voces de ambos cada vez se fueron alzando con más intensidad al punto de que ahora la pelea había alcanzado cotas desconocidas desde la adolescencia de ambos.
- ¿Cómo diablos se supone que esto es en contra tuya, Harry?
- ¡Eres un idiota, Draco, un idiota pomposo y tan centrado en ti mismo que no ves más allá de la cabeza que tienes metida en el culo!
-El único idiota aquí de seguro no soy yo ¡Y yo sí veo porque no estoy más ciego que un topo encandilado!
- ¿Sabes, qué? -Harry sentía que la sangre le hervía, la cara le hervía, el pecho… bueno el pecho ardía de manera dolorosa, así que mejor ignorar los síntomas- ¿Te quieres ir? ¡Vete! Total, seamos honestos: algunos polvos, por muy buenos que hayan sido, no cambian nada ¿cierto?
La mirada casi dolida de Draco le confirmó que sus palabras dieron en la diana, pero no permitió que eso le diera remordimientos, el muy ególatra ni siquiera le dedicó un minuto a la relación que estaban empezando a la hora de decidir irse a América; así que él no tenía por qué sentirse culpable por decir lo que ambos sabían.
-Tienes razón, además -la mirada gris perdió toda emoción al continuar- pronto tendré que pensar en mi responsabilidad como heredero de la familia y cuanto más dilatemos esto -señaló con una mano el espacio entre ellos-, más difícil será que ninguna bruja de buena familia me tome en serio.
Eso fue el colmo. Harry ni siquiera parpadeó cuando echó a Draco de su casa.
*
El día en que Narcissa trajo un regalo de parte de su hijo para el de Harry, como un recuerdo para que Teddy no olvidara a su tío durante su ausencia, Harry se encaminó al estudio y tomó el primer whisky de fuego del día.
Mucho más tarde esa misma noche, Ron le confortó lo mejor que supo, mientras Hermione se llevaba a un lloroso Teddy a dormir a la casa de la pareja.
-Lo de sssssiempre, Ron -soltó en medio de una risa a medio camino del sollozo- si quiero a alguien 'stoy destinado a perderlo.
-No, colega, aquí estamos nosotros ¿cierto?
-Cierrrrrrrto… Por eso no más bastardos descal… desmal… sin alma para mí.
Y para sorpresa del mismo Ron, sus brazos apresaron el cuerpo de su amigo de toda la vida y no le dejaron ni siquiera cuando Harry dejó de sacudirse y cayó en un sopor pesado, producto de la fatiga, el desaliento y el alcohol consumido en esas horas.