Jun 27, 2009 23:41
De a tres. Ahora parecían un trío raro y disfuncional, todo acorde a las circunstancias del momento. No era la primera vez que estaban reunidos, y aún así por alguna razón, se sentía como la primera vez. Tal vez era por la ausencia de Ruby. Tal vez por las nuevas convicciones de Castiel.
No podía descartar la posibilidad de que todo eso fuera causa y efecto de un pequeño hecho. Lucifer estaba suelto. Suelto.
Por su culpa. Por la de Dean, por la culpa del mismísimo Cielo. Al fin y al cabo, eso ya no importaba, o al menos era lo que su hermano parecía decir últimamente. Huh, hermano. Tan sólo pensar esa palabra causaba que su pecho experimentara un extraño ardor, porque a pesar de todo por lo que habían pasado, aún le podía llamar así.
Aún estaba ahí para él. Y eso era lo mejor que podía pedir, con Apocalipsis y todo a la espera en cada esquina.
Sin embargo, todavía estaba ese gran elefante en la habitación. Dean se lo repetía, se lo aseguraba, que poco a poco las cosas entre ellos iban a mejorar, a ser como antes. Eso le asustó.
¿Antes significaba la relación que poseían con precedencia a Stanford? O, ¿acaso vendría siendo lo que tuvieron antes del Infierno?
Tan solo pensar en eso le traía un fuerte dolor de cabeza a Sam. Las cosas sólo se complicaban al añadir a la mezcla a quien les acompañaba en ese momento.
Castiel, quien milagrosamente no había caído después de sus acciones. Al parecer, existía una razón que se le escapaba a los Winchester detrás de todo eso, del por qué al parecer no habían represalias en contra del ángel, quien se negaba a dar detalles sobre el tema.
Y por todo lo santo y puro, ¿era normal que eso fuera lo menos que le importara a Sam acerca de Castiel? Porque, en retrospectiva, la relación que guardaba con su hermano le llamaba más la atención. Sam era bueno, bastante, cuando se trataba de analizar. Problemas, situaciones, personas. De lo poco que veía entre Dean y Castiel, pudo entender que su hermano no le guardaba mucho afecto al ángel.
Su interacción parecía más forzosa y agresiva que nada, en especial por parte de Dean, quien en ocasiones no guardaba sus palabras. Sin embargo, Castiel siempre guardaba esa cruda admiración, esa curiosidad que hacía que su mirada se prolongara más en su hermano, que los gestos que desarrollaba el ángel parecieran cada vez más humanos cerca de Dean.
Entonces fue cuando las cosas empezaron a cambiar. Dean parecía estar cada vez más cerca del ángel, cada vez parecía comprenderlo mejor a su propia manera. Trataba de no mostrarlo, pero Sam era mejor que eso, Sam lo venía conociendo desde toda su vida. O al menos eso pensaba.
Por lo tanto, alguna idea se hacía. Era complicado. Castiel en ocasiones parecía no mostrar emociones, pero en otras, mostraba ciertos gestos tan humanos que le dejaban anonadado. Así, Sam se atrevía a decir que su hermano era una especie de “humanizador” para el ángel, por raro que pareciera. Otro ardor se agolpaba en su pecho al pensar en ello. Sam simplemente no quería identificarlo.
Pasaba entonces, que en esos momentos cuando estaban los tres juntos, las cosas parecían encajar, pero al mismo tiempo, no lo hacían. Sam siempre se preguntaba si él era el único que pensaba en ello. Supuso que se quedaría con la duda para siempre.
-Es hora- la voz de Castiel rompió el silencio. No debía olvidarlo, ahora estaban en guerra, la verdadera. Robando un último momento se permitió dirigir una mirada hacia Dean, encontrándose con esos ojos verdes que guardaban tantas cosas.
Dean se permitió mirar a Castiel. Él hizo lo mismo.
De a tres lucharían.
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