19 de mayo y ayer

Oct 11, 2009 16:28

Título: 19 de mayo y ayer
Banda: Luna Sea
Género: Romance, drama
Autora: fuckantastic 
Rating: M
Pareja: JxInoran, SugizoxInoran
Capítulos: único
Personajes: J, Inoran, Sugizo
Advertencias: shounen-ai, yaoi
Resumen: Inoran revive en la soledad de su departamento el 18 de mayo.
Nota: éste drabble forma parte de la serie de one-shot/drabbles titulada Storm, que escribo junto a mi hermana, ljmoony . Para leerlos de un principio, y no perderse en la trama, es recomendable empezar a leer del entry más viejo al más nuevo, entrando a través de este tag. Para los que no lo sepan, y sientan que se perdieron algo: actualmente, Inoran junto a Ryuichi Kawamura y Hiroaki Hayama conforman una banda llamada Tourbillon.

Debo dejar de llorar… estoy en shock. No puedo respirar, Jun… por qué hice eso, por qué hice eso, soy horrible, soy un asco, Dios, por qué…

El enchastre de las témperas era insuperable en materia de empleo del espacio. Entre los dos estaban a punto de crear colores nuevos, con sus palmas y plantas de los pies llenas de pintura, marcando un afiche inmortalizando sus nombres en ese blanco -lo que alguna vez había sido blanco- y arrugado papel.

No, eso fue el día anterior… el 17, el… ¿qué día fue? Domingo. Estoy mezclando las cosas, no puedo pensar. Extraño su piel… la piel de sus labios… ¡no puedo extrañarlo!

Prometió que se verían al día siguiente. Y así fue.
Otra vez en la casa de Jun, esta vez entrada la tarde, a jugar a la Play Station 2. Un nivel cada uno. Luego de unas horas, el calor los rindió. Entonces se dedicaron a hablar, tirados en la cama. Los planes incluían velada en la casa de Jun; aunque era temprano, pasadas las 12 pm, se acostaron igual.

Jun estaba distante e irascible hacía días ya. Como de costumbre, su amigo se preocupó por él e intentó descifrar lo que le sucedía. Pero Jun insistía en que no quería hablar de ello. Que jamás se lo iba a decir, soltó luego de la interminable pero no por eso irritante insistencia del rubio, quien muy indignado replicó, ante aquel “nunca”, sin gritar, “¿cómo que nunca? Jun, soy tu mejor amigo, yo siempre te cuento absolutamente todo, hasta lo más vergonzoso, igual que tú, ¿y ahora me saltas con que nunca me vas a contar algo?”. Sus mejillas se tiñeron de rosa, y aunque Jun no lo notó, sus ojos se tornaron vidriosos. Oscilaba entre la decepción, la tristeza y el enojo. Sin embargo, aceptó la derrota. Apoyó su cabeza en el hombro de Jun, y guardó silencio. Se hundía, sin darse cuenta, en él. No tardó mucho en sorberse la nariz.
No soportaba verlo así. Después de verlo llorar años por Sugizo, ni hablar de que ahora estaban saliendo, ¿le tocaba a él hacerlo llorar? Era completamente consciente de que acababa de romperle el corazón, y eso era inaceptable. Levantó su cabeza suavemente para pasarle un brazo por los hombros y abrazarlo, reconfortarlo todo lo posible. Estaba llorando; intentar contenerse de besarlo, de confesarle todo para que no sufriera y llorara, y estaba llorando por él. Por su culpa.
Instintivamente, besó su frente. “No te lo cuento por tu bien, Shin”. Atropelladamente, le contestó, sin saber el puñal que clavaría: “¡por mi bien! ¡Jun, no confías en mí, es lo peor que puedes hacerme!”. Bajó el tono, aunque no estaba gritando. “Y lo sabes. A ti no te tiene que importar mi bien, mira cómo estás…”, continuó entre sollozos.

Soy tan inocente. Era tan obvio, cuando jugábamos con témpera… no me miraba como siempre, me dio muchos besos… ¿cómo se puede ser tan idiota? Lo peor, lo peor de todo, es que no me arrepiento… es tan horrible recordar sus besos, sus brazos y sentirme mejor…

No podía verlo sufrir ni un segundo más. Inoran llorando enfrente suyo, cosa que jamás hacía si no desbordaba sus límites. Definitivamente él le haría mejor que el otro pavo real, estaba tan cerca, su respiración era espasmódica, y la sentía demasiado cerca, sus labios se apretaban por momentos, como conteniendo la angustia, mientras sus ojos miraban no sólo los suyos, sino toda su cara, quizá buscando algún consuelo o alguna palabra, quizá ambas o también ninguna, qué tal si su resignación era absoluta y el momento se iba para siempre, pero Jun estaba demasiado cerca, en verdad Shinobu lo estaba, con su respiración, labios apretados, sus suspiros, el perfume, los lunares; Jun estaba pensando demasiado y actuó sin pensar.

No sé si no lo supe, pero sé que no estaba rehusándome. Me duelen tanto los ojos… siento que mi garganta va a reventar.

Comenzó por uno de su mejilla, depositando muy suavemente un beso en él. Inoran cerró los ojos sin saber bien por qué. Entendía que estaba tratando de enmendar el mal que estaba haciéndole, entonces se dejaba querer. Entendía solo lo que estaba por encima de la superficie.
Pasaron largos segundos, quizás minutos. Ninguno de los dos podía asegurarlo, mientras que sí era innegable la pesadez, la densidad del aire. No era una atmósfera de incomodidad, sino una creada a partir del sentimiento de la angustia. No quería lastimarlo. No quería que dejara de confiar en él.
Las cartas ya estaban echadas. Ahora era el turno de Jun de estallar. Imperceptiblemente se acercó a él, sintiendo cada vez más su respiración, su perfume. Besó otro lunar, más abajo que el anterior, con mucha delicadeza y lentitud. Estaba besando una burbuja, a lo más sensible que había conocido e intentaba llegar a ella sin causarle daño, sin hacerla desaparecer. Otro beso, más al sur; todos ellos en la mejilla izquierda, interponiéndose entre ésta y la almohada, definiendo a Inoran entre la pared y él.
Su otro brazo se posó en su espalda, la mano a la altura de la cintura. Inoran sólo respiraba, y su respiración sólo se alteraba, se hacía notar, cuando le besaba la piel. Aún tenía los ojos cerrados. Besó un par de lunares más, con el mismo extenso intervalo de tiempo, para luego besar su favorito. Con especial delicadeza, arrastró sus labios hasta aquel lunar que se encontraba sobre los suyos, aquel lunar de la belleza, de las distracciones, de la perdición, de cuanta sensación de abstracción existiera en el mundo, y lo besó, presionando levemente. Inoran pudo sentir, durante ese trayecto de cinco centímetros en el que involuntariamente sujetó su remera y rodeó su espalda, la interrumpida respiración, los labios levemente separados y la barba que apenas le raspaba de su mejor amigo.

¿Por qué mierda es tan perfecto? ¿Por qué son tan perfectos?

Esperó un momento. Él seguía con los ojos cerrados, dejándose besar. Nadie pensaba ni reflexionaba. Nada había que pensar. Sus comisuras estuvieron a la par, luego se alejaron y se acercaron a los otros extremos. Jamás hubiera podido imaginar Jun que sus labios eran tan tibios, y su rugosidad tan agradable, tan táctil. No respondía aún, no sabía bien si por miedo o porque todavía no había comprendido lo que sucedía. La única respuesta que había sentido había sido, quizá producida por un acto reflejo, su pequeña mano presionando su espalda.

¿Por qué me obligaste a ir?... ¿por qué no jugamos con témpera antes?...

Los labios de Jun, los imponentes, no presionaron más aquellos rojos, rugosos. Sólo los acariciaron, besándolos lenta e interminablemente provocándolos sigilosamente hasta que les siguieron el juego, despegándose ambos pares para sentirse, rozarse, intercambiar aquello que intentaban transmitir que nunca, y cada vez menos, era suficiente. Se resbalaban, se mimaban, se quedaban quietos y se acariciaban otra vez, muy suavemente.
“El secreto es que te amo”. Comenzó a llorar, sin entender nada. Como si lo de recién no tuviera ningún significado o sin tenerlo en cuenta. Como si no se lo hubiera dicho ya sin palabras. Su mundo se venía abajo. Jun se apuró a poner todo en su lugar. Lo besó de nuevo, casi arropándolo, diciéndole que todo estaba a bien. “No te preocupes”. Le repitió la frase varias veces, tomándolo del rostro y besándole la punta de los labios. “Basta, Ino, no llores más. Todo está bien”. Inoran lo abrazó, Jun comenzó a buscar su boca otra vez, ambos buscando un consuelo para el otro y para ellos mismos. Sus brazos rodearon el cuerpo del otro, intentando mitigar la angustia que estaba surgiendo. La única diferencia entre ellos era que Inoran lo exteriorizaba.

Jun, ¿qué hago?... Supongo que no puedes responderme como siempre, ahora…

El abrazo se cerró más, se volvió más hermético, pero sus respiraciones seguían el mismo ritmo. Todo era lento, precisamente a la velocidad justa. El hombre de los labios imponentes se recostó encima del otro. Sus manos comenzaron a buscar su piel, acariciando su columna y levantando su remera blanca, arrugándola. El hombre de los labios rojos lo tomaba de la nuca, a veces entre el cabello y otras chocándose con su oreja, acariciando con el pulgar su mejilla. Los imponentes rompieron el eterno beso, que fue inmediatamente proseguido por un suspiro de los otros.

No estoy seguro de si me sentiría infinitamente peor o mejor si estuvieras aquí, para darme un beso…

Besaban su rostro, otra vez, su cuello, después; aquella prenda de algodón blanco se estaba tornando en un intermediario entre ellos y la piel, por lo que con una mano fue removida mientras la otra sostenía la cintura y aquellos besaban el pecho, que se agitaba levemente, al fin. Se reencontraron, eventualmente, e intercambiaron besos entrecortados, interrumpidos por respiraciones agitadas, por voces que no podían ni querían ser calladas.

Seguían pegados, abrazados, entrelazados. Inoran mirando al infinito, con la mente en blanco, en la novena nube; Jun mirándolo a él, a sus ojos sin brillo, su pelo despeinado, su constelación de puntos perfecta, sonriéndose. “Eres hermoso”.

No puedo pensar en otra cosa, por favor, basta, sé que me lo merezco, pero basta, el suelo está muy frío…

Cada centímetro de la piel de Jun estaba completamente concentrado en sentirlo, antes agitado y ahora rendido, siempre dulce, suave, frágil, entregado… e increíblemente, lo estaba besando sin que él lo besara primero. Había movido algo dentro de Shin. Sus besos eran de algodón, inocentes. Aunque Jun no podía saberlo, su estómago estaba a punto de morir.
El mundo se terminaba, para los dos, inmediatamente después de sus contornos ahí mismo, en ese momento, ese preciso instante. Se seguiría terminando por mucho tiempo, para ambos, de diferentes maneras. Pero no pensaban en eso. Pensaban en ellos. Ninguno de los dos, hasta varias horas después recordó el nombre de

Sugizo, Dios mío, qué voy a decirle, cómo voy a mirarlo a los ojos otra vez… me maldigo por ser tan débil, pero cómo decirle que no; no es su culpa, es mía, no le-el piso está tan frío, ¿ya no tengo más lágrimas?

Sus labios y sus cuerpos se encontraron una vez más esa noche. Hablaron sobre lo que iba a pasar de ahí en más. “Jun, no puedo-“. “Shh, no te preocupes. Hagamos de cuenta que no pasó nada. Tú tranquilízate, todo va a estar bien.”

No está todo bien, porque no puedo hacer de cuenta que no me pasa nada contigo, Jun. Pasó algo, me pasa algo, algo cambió dentro de mí. Tú lo cambiaste. No me dejes solo en ésta, Jun. El celular no deja de sonar…

“Mañana ensayas con Tourbillon, Ino”. Se tomó la cabeza exclamando que se había olvidado, lo que enterneció aún más al morocho, y le regaló varios besos. “Hermoso. Duérmete, yo mañana te despierto y te llevo”. Eso hicieron al día siguiente. Lo despertó suavemente, a tiempo, desayunaron juntos naturalmente y lo llevó al estudio, a donde llegó una hora y media tarde. Las otras dos restantes, aprovechando que Hayama se había ido harto de esperar, se le fueron hablando con Ryuichi de lo sucedido y de lo que debía hacer. Sin arribar a ninguna conclusión.
Inoran regresó a su casa, se salteó el almuerzo y dedicó toda la tarde, a pensar y revivir lo acontecido. El teléfono fijo sonó toda la tarde, al igual que el celular.

¿Por qué no me besaste para olvidarlo?

Sonó el timbre, en algún momento. No tenía noción del tiempo.

¿Timbre?

Perdió la consciencia. El encierro, la ansiedad y la angustia eran muy fuertes. Del otro lado de la puerta, luego de insistir hasta el cansancio e intuyendo que algo estaba muy mal, regresaron media hora más tarde con un juego de llaves obtenido con la excusa de “a su hijo le da vergüenza venir a pedírselo porque se la perdió, yo se la llevo así puede entrar” e ingresaron. Era su compañero de Luna Sea y Tourbillon. Ryuichi llamó varias veces para que sepa que era él. Se dirigió a su cuarto ante el silencio; no daba crédito a sus ojos.
Su amigo en el piso, rodeado de pañuelos descartables usados, sus gatas maullando y él nada… lo juntó del piso y notó que el suelo estaba algo húmedo. El contorno de sus ojos, hinchados y oscuros.

- Se terminó. Vamos al hospital.

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