Life is chemistry. Parte I: Atracción entre moléculas- Glee- Kurt/Quinn

Feb 02, 2012 00:25

Fandom: Glee
Título: Atracción entre moléculas
Personajes: Quinn Fabray. Kurt Hummel. Menciones a Noah Puckerman, Blaine Anderson, Rachel Berry, Santana Lopez.
Parejas:  Quinn/Kurt (yes, because I'm cool like that). Klaine, Quick, Pezberry de background.
Tabla: A de palabras de Física
Tema: Atracción entre moléculas
Extensión: 1358 palabras.
Advertencias: AU desde el 3x08, porque Quinn no va a Yale, no estudia teatro, sino educación inicial y vive con Puck como en el universo de Cambio, vamos. Infidelidad.
Notas: Cuando se me va la olla, se me va bien. Desde que me atacó el bichito de shippear Kurt!Riff Raff/Quinn!Magenta, esta pareja nunca dejó de perseguirme. Y como shippeo a Q hasta con las piedras, aquí tienen el resultado.

Quinn Fabray lo sabe todo sobre la traición.

Educada como una niña bien y una buena cristiana, en sus primeros años lo aprendió todo sobre que la mentira y el engaño envenenan el alma y condenan al pecador a las espirales eternas del infierno.

Quinn Fabray lo sabe todo sobre la traición, y las consecuencias posibles y las ineludibles que está podría acarrear sobre su alma y su destino.

La primera vez, aquella vez trágicamente memorable en la que Quinn engañó a Finn con Puck y la subsecuente saga de mentiras que la procedieron, Quinn estuvo con el corazón en la boca, porque era incapaz de predecir cada paso, y no tenía en su mente un verdadero plan sobre cómo iban a proceder los acontecimientos, al menos los que dependieran de su mano. Quinn no tenía una estrategia, porque no estaba verdaderamente segura de cómo quería que fuesen las cosas, y si su mente era una maraña, sus acciones no podían serlo menos.

La segunda vez, aquella en la que había engañado a Sam con Finn- menudo sentido del humor tenía el destino-, había sido pan comido, porque Quinn había descubierto que aún sin un plan, sin una estrategia, sin las ideas claras, mentir se le daba estupendamente bien.

Quizás las cosas no le hubieran salido del todo bien, ni siquiera un poco bien, pero a fin de cuentas había sido culpa de Rachel Berry y de su inmensa bocota, porque a Quinn Fabray mentir se le da tan bien como respirar.

Quinn Fabray lo sabe todo sobre la traición. Pero, en lo que no tiene experiencia, es en traicionar a un amigo.

Quizás para otra persona sus prioridades estén un poco tergiversadas, pero a Quinn le costó mucho tiempo y mucho esfuerzo ponerlas en el orden en el que están hoy en día, y las defendería a todo riesgo.

Traicionar a un amante es sencillo; traicionar a un amigo, jamás.

Quinn no es estúpida; sabe que es bonita al punto que la gente se voltea a mirarla por la calle, que es inteligente y puede sostener una conversación al ritmo que sea y sobre lo que sea, que tiene buenas notas y gracias al fideicomiso de su madre un buen pasar económico, sabe que es un buen partido para cualquiera que tuviese dos dedos de frente.

Y para quien no los tuviese, también.

Quinn Fabray sabe que es un buen partido y que podría obtener un candidato decente con solo chasquear los dedos si algún día se decidiera a, finalmente, dejar ir del todo a Puck de su vida.

Pero precisamente, todo lo que la convierte en un buen partido para el romance, la convierte en un pésimo partido para la amistad.

Las chicas la rehúyen porque le tienen envidia y desconfianza, porque es mejor seguirla a una prudente distancia y vigilarle los pasos para luego expandir el rumor en cuanto haga uno en falso- y por eso Quinn se cuida puntillosamente de todo, pero especialmente de hablar de Beth- que sentarse a su lado y compartir un pote de helado y enterarse de que Quinn es en realidad una como todas, con los mismos miedos, los mismos deseos y las mismas inseguridades- porque Quinn se cuida muy bien de hablar precisamente de lo que la hace distinta; los chicos hetero la rehúyen o porque les mete miedo con su pinta de princesa helada y su aura de demencial perfección o porque prefieren guardar la artillería para hacer un ataque con otras intenciones cuando sea el momento propicio; los chicos gays, dice Blaine, le rehúyen por una mezcla peculiar de ambas motivaciones.

Conseguir un amigo no es tarea fácil para Quinn Fabray, y porque lo sabe, es que cuida a Blaine como si estuviese hecho de cristal.

Blaine la conoce desde hace muchos años, y ya sea porque lo vivió en carne propia o porque lo oyó de primera mano de boca de Kurt, conoce los peores traumas y los peores pozos en los que Quinn ha estado.
Quinn no podría caer más bajo de lo que Blaine la ha visto caer y eso, sin lugar a dudas, es lo que cimienta su amistad.

Blaine es el mejor amigo que Quinn podría pedir: paciente, atento, optimista, sensible, entregado. Blaine es un complacedor por naturaleza, y aunque eso enrabia a Quinn a veces porque sabe que es el punto débil por el que el mundo lo hará pedazos más de una vez, no puede negar que es tan fácil ser su amiga que a veces es hasta obsceno.

Si nunca traicionar a un amigo es su regla de oro, nunca traicionar a Blaine es la regla que nunca se dice, porque está tan enraizada que ya se da por sentada.

Y luego, Kurt.

Si ha de ser sincera, durante la secundaria, Quinn nunca le prestó demasiada atención a Kurt. Sí, claro, era el hermanastro de Finn durante aquella época en la que intentaron re-inventar un noviazgo que en realidad nunca había existido. Sí, claro, era la sombra en claro-oscuro de Rachel en aquella época fugaz en la que Rachel y ella habían intentado algo parecido a la amistad, hasta que Quinn y Santana habían tenido esa pelea imperdonable- y también por ese recuerdo que duele como una herida que nunca terminara de sanar, Quinn cuida a Blaine como si fuese de cristal- y Rachel había elegido a Santana, porque, ¿cómo podría no elegir a Santana? Quinn no puede culparla por eso.

Pero Kurt había pasado a ser verdaderamente parte de su vida como la pareja de Blaine.

El Kurt asustado y terriblemente roto de su primer año desapareció completamente de su memoria, quizás porque tenía más similitudes con ella misma de las que quiere admitir. Quinn prácticamente no puede recordar una época en la que Kurt no fuese KurtyBlaine, parte integral de una unidad.

(Y quizás debiera habérsele ocurrido antes que si era capaz de rescatar al Blaine de la unidad y tomarlo por lo que valía en sí mismo, por sus deseos, y sus esperanzas, y sus miedos, y sus defectos, también debía ser capaz de hacerlo con Kurt. Quizás no había visto esa posibilidad, o quizás no había querido verla).

Y luego todo había comenzado y sucedido en una espiral tan rápida y vertiginosa que Quinn no puede recordar el momento preciso en que se produjo el cambio brutal y pasó de ser incapaz de ver a Kurt fuera de la unidad a ser incapaz de no verlo en su completa individualidad.

Había sido por pura casualidad, de forma sencilla e imprevisible porque, a fin de cuentas, ¿no es así siempre como suceden los cambios fundamentales de nuestra vida?

Era una tarde de lluvia, Puck estaba de guardia y ella había salido temprano del jardín de niños y sin paraguas.

En realidad, no había sido otra cosa que una gran suma de pequeñas coincidencias.

Para cuando se había cansado de esperar el bus- porque si conseguir un taxi en Nueva York era normalmente una odisea, ni se imaginan en un día de lluvia-, tan mojada que un poco más de agua no le hacía la diferencia, sentada en un banco en el parque abandonada a su resignación, la visión de Kurt doblando la esquina paraguas en mano le había parecido casi una ilusión óptica.

Si no hubiese sido por los apuntes que protegía celosamente entre su vientre y la primera capa de ropa, Quinn hubiera emprendido el viaje a pie hasta su casa mucho antes, porque estaba a menos de veinte cuadras, pero una vez adoptada, es difícil vencer la inercia inicial.

- ¿Te llevo a casa, Reina del Hielo?

- Si acepto el ofrecimiento, Hummel, que sepas que pretendo que mis pies no toquen el suelo.

- No creas que no soy capaz de llevarte en brazos. Blaine pesa más que tú. Pero si te llevo en brazos, no podría llevar el paraguas.

- Como si pudiera mojarme aún más.

- Vamos, un brazo para la princesa y el otro brazo para llevar el paraguas para que la princesa no se moje.

- Más.

- Más. Peor es nada.

- Sí, Kurt. Peor es nada.

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