¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MELIIIII!!!!
¡Gente! Hoy es el cumple de
melisa_ram. Oh, recuerdo los tiempos en que leía tus historias largas y, cuando empezamos a hablar por msn los domingos a las cinco… Y años después, ¡Aquí estamos! Eres una persona muy leal y que en verdad valora la amistad, siempre del lado de uno, sin miedo de decir las cosas si tienes que decirle, con energía y ánimos y buenas palabras por decir, y ojalá que empieces a quererte como las personas que sabemos apreciar la calidad lo hacemos.
Te deseo en este día poco estrés, que el jefe no esté en la oficina, que el día esté bueno de clima y que el frikimundo y la vida real estén bullendo por tu cumpleaños.
Espero que cuando leas el fic, recuerdes que ya antes te había comentado de éste. Queda a tu criterio con quién quieres ver emparejado a Mirko, jojo.
Acuerdos de cooperación
Mirko no podía creer que su padre le hubiera mandado que asistiera a esa “excursión”. El rey licántropo era el gran impulsor de esa alianza que su primogénito nunca aprobó. Es más, desde que Sasha se casó con uno de los príncipes leones, Mirko había dejado muy en claro que no quería saber nada de los gatos, de las reuniones y alianzas que las dos especies estaban empezando a tener entre sí y, menos, de ese que iba a romperle el corazón a Sasha.
Hasta había perdido una hermana por culpa de ellos. Mirko solo podía esperar que el tipo enseñara por fin las garras, y su hermanita volviera a la familia con el rabo entre las pierna. De los leones, solo se podía esperar lo peor...
Sin embargo, ahí estaba, en uno de los más nuevos jets solares de la Compañía, yendo hacia Benghazi, en Libia para encontrarse con una tal “especialista en opinión social”. Aún no sabía cómo se dejó convencer. Según su padre, era una señal de debilidad en su carácter que él se cerrara en odiar algo sin conocerlo siquiera. Su madre insistía en, que para sanar, debía darse a la idea de que el que mató a su madre biológica ya tuvo su merecido, y que no todos los gatos son iguales. Mirko le decía que era muy capaz de darse cuenta que, por ejemplo, los McCord no eran escoria. Pero su madre sabía que para él, todo lo que tuviera que ver con la realiza leonina, no lo soportaba...
Y aún así, Mirko había accedido. No porque se sintiera débil de carácter, ni porque creía que ir unos días con los gatos reales sanara mágicamente lo que sea que la gente insistía que estaba mal con él; sino porque deseaba sacarse a su familia de encima. Sí, iría a todo lo que quisieran, vería y hablaría con quien fuera y, al final, le diría a su padre lo que le había dicho desde muchos años antes: Ustedes hagan lo que quieran, pero no me metan a mí con esos animales.
… Tal vez hasta se hiciera cargo de las negociaciones con los osos con tal de no tener que ver con los gatos. No era estúpido. Sabía que los cada vez más innegables avistamientos de híbridos gracias a la tecnología digital, pronto los arrinconarían a tener que hacerse públicos. Por eso, las “grandes razas” intentaban negociar entre sí, para decidir cómo y cuándo darse a conocer.
Hubo una pequeña turbulencia que lo hizo erguirse, bajar la pierna y tomar los controles. Mirko era de los que preferían hacerse cargo por sí mismo de lo que sea que lo llevara a él. Por más que en ese momento hasta las bicicletas tenían controles internos, él nunca lo ponía a menos de que fuera necesario. Por eso tomó los controles, apretó botones del panel digital y, ya que se desperezó, hizo algunas pocas piruetas en el aire... Sí, iba a hacer todo lo que le pidieran, pero divertirse un poco aunque ya llegó muy cerca de la pista de aterrizaje, no estaba demás.
-o-
-¿En serio? -dijo Jeaneth, en voz baja y con tono irónico.
Sin embargo, Aswan la pudo oír como si se lo hubiera dicho a él, y sonrió.
-¿Teniendo resquemores ya? -preguntó más para molestar que en serio.
Jeaneth lo miró y movió la cabeza y los ojos, negando los cargos como si fueran una estupidez. Volvió a mirar a través de los binoculares, mejoró la imagen y vio como el jet hizo una voltereta de lado, metiéndose en una nube baja y apareciendo por arriba de ésta...
-No puede ser que no haya llegado todavía a tierra y ya piense que es un prepotente.
Aswan sonrió un poco más y miró hacia el cielo sin necesidad de binoculares. Su sonrisa se fue casi al instante, cuando vio que el jet parecía estar estabilizándose para llegar a la pista donde esperaban.
-Como eres humana, tal vez no te enseñe los dientes. Sasha insiste que es duro, pero que cuando alguien llega hasta su corazón es el ser más leal y protector que existe. Claro que, también, es el mismo que no habla con su propia hermana si yo estoy presente...
Jeaneth pudo ver como Aswan frunció la nariz. Ella no necesitaba ser híbrido para saber que ese comportamiento por parte de Mirko le enojaba mucho. A Jeaneth también lo hacía, y eso que casi que no conocía a la princesa licántropa como para indignarse en su nombre. Simplemente, no podía soportar la estupidez humana, esa que lo indisponía con otros porque sí. Por eso se había tomado como una afrenta personal el ser la acompañante de Mirko en esa visita.
Cuanto más cerrada la mente de las personas, más empujaba Jeaneth contra ellas.
Jeaneth Lefebvre era la encargada de ayudar a las personas que se daban cuenta que sus vecinos, amigos, seres queridos, eran felinos; entre otras cosas. Eso la hacía la más capacitada para dictar políticas sobre las acciones a seguir en cuanto a darse a conocer, y las consecuencias después de ello.
De cierta manera, hacía mucho que sabía que esa sería su misión.
Jeaneth había entrando al mundo de los felinos al quedar huérfana, por lo que su tía Elise se hizo cargo de ella.
Cuando supo que el marido de su tía, Saleh Al-Brahkhan, ese que viajaba mucho más de lo que estaba en casa, podía convertirse en un ser medio león, tuvo pesadillas por casi dos meses. Sin embargo, también fue el hombre que vio porque las dos estuvieran bien, que le traía siempre a ella algún regalo y que estuvo cuando le explotó la apéndice. De tanto que le dijo que tenía mucho de leona dentro, Jeaneth se lo empezó a creer. Y de la niña triste que tuvo siempre una vida falta de cariño, había quedado huérfana y tenía que vivir con una tía de trato lejano, en una nueva ciudad desconocida; él logró ayudar a modelar a una mujer fuerte, decidida, inteligente y que no temía ver a la cara a leones convertidos de más de dos metros de altura.
… Saleh aseguraba que ella era otra hija para él. Desde pequeña le dijo que iba a ser su mano derecha, la experta de los humanos y Jeaneth no lo defraudó nunca. Siempre estuvo muy orgulloso de ella, como un padre aunque no tenía sangre de él en las venas.
No era tonta, sabía que Saleh podía haber iniciado eso como una prueba. Era un ajedrecista y su tablero era el mundo; veía las posibilidades más allá que él. Por algo, su familia se había entronado por sobre los demás leones bajo su régimen. Jeaneth sabía que necesitaba a un humano de su lado, que entendiera a los suyos, por si acaso pronto llegaba ese tan temido día en que tendrían que salir al público. Siempre fue una jugada inevitable, cuya única variable era el cómo y cuándo.
Los felinos tienen siete vidas por una razón: sobrevivir está por sobre todo.
Sin embargo, aún cuando ahora era solo un león enjaulado en su forma animal, Jeaneth podía ver el brillo en sus ojos cuando la miraba, y la sinceridad en sus mimos felinos. Él le había tomado cariño y por eso, más allá que Saleh Al-Brahkhan, Janet se había comprometido con su causa. Había logrado, con su ayuda, que las pesadillas desaparecieran al entender que solo eran otra raza de humanos. Ahora, era su cometido ayudar a que el mundo lo entendiera como ella.
Le parecía muy apropiado que su primera gran misión se tratara de un licántropo. La iba a encarar con mucho entusiasmo. Si podía convencer al más declarado enemigo de los felinos, podría convencer a cualquiera.
-o-
La pista estaba caliente y soleada, sin brisa y un par de centígrados más caluroso de lo que él había esperado... Lo odiaba. Mirko era un lobo ártico, prefería mil veces nadar en agua semicongelada que tener que estar en ese calor húmedo sofocante. Sin embargo ya se había puesto la crema para la piel (mejor prevenir que lamentar) y cuando bajó, los lentes se oscurecieron lo necesario como reacción a la luminosidad. Caminó con soltura y tranquilidad, como si estuviera llegando a su hogar y no a la “cueva del león”. Aunque olió tanto felino en su nariz, nervios y desdén sobre todo, no cambió un ápice su expresión.
Llegó frente a Aswan, puso su gran maleta entre ellos y movió la cabeza un instante a un lado. Sonrió, aunque solo fue para enseñar sus dientes de una manera permitida.
-¿Lo hacemos rápido para que termine lo más pronto posible? -le preguntó, como todo saludo.
Aswan se enojó. No le extrañó, siempre lo hacía cuando estaba en su presencia. Sin embargo, para su sorpresa, la mujer junto a él fue la que habló.
-A veces hacerlo pausado, es la mejor manera de que se termine lo más pronto posible -hablaba con un inglés muy bueno, aunque su acento la delataba como francesa. Ella dio un paso al frente y le presentó con firmeza su mano, una leve sonrisa en el rostro-. Soy Jeaneth Lefebvre. Seré su enlace mientras esté por nuestras tierras. Estoy segura de que nos llevaremos muy bien, un gusto conocerle Mirko Valinchenko.
Mirko estaba totalmente descolocado. La miró a la cara y la olió. Entre tanto gato, no le había puesto nada de atención a la mujer con ellos. Era alta, de complexión fibrosa; ligeramente morena, con ojos y cabello muy oscuro. Su olor era dulce, y no revelaba en él alguna emoción fuerte. Aunque de expresión muy segura era suave de facciones; y sus ojos grandes brillaban con una ternura natural. Tenía una antigua cicatriz alargada en la parte derecha de su frente, pero se había peinado de una coleta alta que la presentaba casi que con orgullo. Vestía casual y muy femenina, sin embargo algo había en su porte que lo hacía pensar en tiburones de Wall Street.
Fue tanto el desconcierto, que no pudo ni darle la mano.
Ella bajó el brazo, pero acentuó un poco la sonrisa. Le gustaba más de la cuenta su reacción. Eso hizo despertar a Mirko. A su mente llegaron por lo menos tres comentarios muy afilados sobre que era una mujer humana inmersa en una sociedad polígama, pero no los dijo. Aunque estuvo seguro que en su rostro se traslució un poco, porque la expresión de ella flaqueó. Volvió a sentirse en control, cogió su maleta y dijo:
-Eso espero. Si no, esto se convertiría en una tortura.
Y, sin más, comenzó su camino hacia los autos.
-Inicien la marcha. Denme las llaves de éste, el rojo. Por favor -dijo sin más.
-o-
Jeaneth empezaba a exasperarse cada vez más.
Había conocido personas pasivo-agresivas en su vida, pero si hubiera un galardón al mayor patán encantador, Mirko Valinchenko se lo ganaría sin lugar a dudas. No sabía cómo lo hacía, pero siempre lograba que la escogencia e inflexión de sus palabras pudieran ser tomadas como las más sutiles y venenosas ironías, o las frases más educadas y amables. En todo. No había tema que, de alguna manera, no terminara tratándose de una competencia entre felinos y caninos, o en cuestiones morales en que siempre eran superiores los licántropos según el recién llegado.
Lo peor era que en medio de eso, siempre tenía su atención fija en ella. Era como una competencia a ver quién parpadeaba primero pero, esa vez, se trataba de un tira y encoge profundamente intelectual, donde el orgullo era lo que estaba en juego.
Aún cuando coincidiera con ella, siempre añadía algo provocando que el punto de vista de Jeaneth terminara siendo menos agudo o astuto que el de él. Y era cuando la francesa arremetía para hacer parecer su punto de vista peor que el de ella, igual de segura y aparentemente tranquila... Aunque estaba Sasha, Aswan, el príncipe primogénito y familiares de la realeza en la mesa, era como si para ellos solo importara comer haciendo como que se lo pasaban muy bien, y ganarle al otro a punta de palabras e ingenio.
… No, lo peor de todo es que aunque estuviera mental y emocionalmente exhausta, lo estuviera pasando en verdad tan bien en esa pugna.
-... Tomemos por ejemplo tu caso, si no te incomoda. -sí le incomodaba, pero Jeaneth jamás dejaría ver eso en su semblante-. Pareces muy atractiva, inteligente y vivaz. Y aquí no se tienen que preocupar por aquello de que los hombres estén tomados. Si en verdad dices que la poligamia puede servir si se lleva como Alá les manda, y hay hombres tan honorables en la finca, ¿por qué no sigue usted misma la tradición?
El tono era como si en verdad le pareciera interesante, y se sintiera tímido pero no pudiera contenerse de preguntarlo. La mirada taimada y sonrisa de lado, decía los motivos ladinos por los cuales preguntó.
-Me temo que en las cosas del amor, todos estamos a las órdenes del destino. Así como Sasha y Aswan se conocieron para estar juntos, así mi pareja y yo no nos hemos encontrado aún -respondió, con un tono que a las claras decía que era tan obvio, que no debería recordárselo.
-Tengo entendido que es en la convivencia que se logra ese amor. Primero debe casarse y, después, enamorarse. Claro, eso según su cultura.
Mirko se llevó a la boca un pedazo de carne, pero no dejó de mirarla mientras masticaba. Sus modales eran elegantes, precisos y fluidos, aunque casi mecánicos porque toda su atención estaba en ella. Jeaneth tomó de la copa de vino antes de contestar.
-Nadie se casa si primero los dos desposados no tienen esa atracción necesaria, como debe saber. Los desposados siempre pueden decir que no, por supuesto que existe esa libertad.
-Entonces, ¿por qué ha dicho no, si hay tantos hombres honorables que podría aprender a amar?
-Ya le comenté. Si no hay atracción... -lo dejó en el aire.
-... O si usted no accede a iniciar el proceso de casamiento. Porque algo me dice que una mujer vestida a la occidental como usted, no lo ha hecho.
-Es verdad, he nacido y he pasado mi niñez en Francia. Puedo elegir si seguir la tradición o no, aquí nadie me ve mal por ello. No es necesario adoptar una práctica para aceptarla y respetarla.
-Y ha elegido no seguirla, por supuesto que no cree que una vida en poligamia sumisa no es para usted. -había una sonrisa muy victoriosa en su boca.
Jeaneth le puso más firmeza a su tono.
-No he tenido que tomar esa decisión, pero si tuviera la posibilidad...
-¿Por qué no la pides en matrimonio y vemos si ella decide o no seguir la tradición? -se interpuso en la discusión Alhasan Al-Brahkhan, el príncipe promogénito de los leones, el rey en prácticas.
Lo hizo con tono de broma, y aunque Sasha, Aswan y las esposas del príncipe sonrieron con la gracia, Jeaneth y Mirko no... Y ninguno de los dos supo del todo porqué. Tomaron silencio, comieron y solo respondieron cuando los demás les hablaban y, por ese día, el combate fue tomado como nulo y no hablaron más entre sí.
-o-
Casi le daba pena la manera en que esa mujer insistía en enseñarle el lugar, la cultura, las personas y hablar con él de lo que fuera, aunque Mirko no era nada fácil como contraparte de debate.
Si tenía que reconocerle algo a Jeaneth era que, además de ser inteligente, tenía una gran pasión y realmente creía en todo lo que decía. Sin embargo, Mirko no podía dejar de pensar que estaba cegada, manipulada por esos felinos.
En la noche del primer día, después de darse un baño en la piscina, maldecir el calor y el olor a gato en el lugar, Mirko se vio en la casa de la playa privada que le habían alistado.
Lo primero que hizo fue ver si había termostato. Dio un gemido de felicidad al encontrarlo, y ponerlo a una temperatura racional y natural. Luego, sacó su teléfono celular y buscó información sobre esa tal Jeaneth Lefebvre. Tirado en la cama, rodeado de un aire en los dieciocho grados centígrados, y poniendo la atención de su nariz en el aroma del jabón, shampoo y demás productos de limpieza; Mirko leyó lo que la compañía de seguridad logró encontrar de esa mujer.
No pudo contener fruncir la nariz, dar gruñidos y enseñar los dientes cuando se dio cuenta de que era prima del maldito psicópata por el cual su madre biológica murió asesinada. Y al buscar más información, pudo rápidamente entender su historia. Niña huérfana que toma como figura paterna al rey felino. ¡Con razón Jeaneth adoraba tanto a los gatos!
Al día siguiente, apenas pudo contenerse de gruñirle. El calor, el olor a gato y la humana manipulada... Es que si abría la boca no iba a hablar, y terminaría o gruñendo o vomitando. No sabía cómo lo iba a soportar sin tener un ataque de furia.
Sin embargo, al final del día, cuando ella le acompañó a la entrada de la residencia en donde le habían hospedado, pasó algo que le hizo reconsiderar su opinión sobre ella.
-Tenga buenas noches. Mañana en la mañana su jet estará listo para que se vaya al hoyo oscuro y congelado de donde salió -lo decía justo a su rostro, con una mirada muy dura en sus brillantes y grandes ojos.
Mirko se descolocó solo un instante. Pero terminó sonriéndole. Era la primera vez que realmente le agradaba, y no solo porque le estaba dando luz verde de irse, sino porque en todo el día, por fin sentía que era Jeaneth la que le hablaba en vez de su máscara de anfitriona.
-¿Y si digo que no, que en verdad quiero conocer su clínica especializado?
-Diría que está mintiendo -respondió al instante-. Y que si se queda, es solo para castigarnos con su presencia, en vez de tener el suficiente intelecto, madurez y carácter como para intentar salir de esa condescendencia en sí mismo y conocer más allá que su pellejo.
Eso último le había molestado. Mirko se tragó un gruñido, pero la miró dejando muy patente su malestar. Ella no dio un solo paso atrás, y no él entendía cómo no lo hacía, cómo podía enfrentar el enojo de un licántropo siendo solo una humana.
-¿Sabías que por tu primo, mi madre está muerta?
-Sí, y todo lo demás por lo que pasaste. Es terrible, y ningún niño no importa qué debería vivir eso, pero ¿Quieres que te dé los porcentajes de muertes felinas en las manos de sus manadas? Te aseguro que varios de sus familiares tampoco merecían lo que vivieron.
Mirko le enseñó los dientes y le gruñó. Ella dio un par de pasos atrás, pero no lo dejó de mirar ni de hablar.
-Las dos especies han sufrido pérdidas, no minimices la de los felinos solo porque no te afectaron directamente como la de tu madre biológica.
-¿¡Cómo te atreves a…!? -empezó a gritar él, pero Jeaneth levantó la voz de vuelta.
-¡Lo mataron por ello, y su maldad no se esparció a todos los felinos en el proceso!
-¡Porque ya venían podridos de antes! -gritó Mirko, un gruñido en su voz.
Se miraron a las caras en un silencio tenso por pocos segundos.
-Claro, claro… -dijo ella de repente, y lo miró con tanta pena y condescendencia que Mirko se sintió muy insultado, y algo avergonzado- Feliz viaje, señor Valinchenko.
Y le dio la espalda para seguir su camino en la playa, hacia el auto aparcado en la carretera cercana.
-o-
Jeaneth se sintió triunfante y muy resarcida mientras caminaba, totalmente erguida, hasta su habitación. Por lo menos tres horas antes de hacerlo, había estado fantaseando con echarlo del Cubil y decirle algunas pocas verdades a ese tipo, para aguantar la frustración de su actitud tan egoísta e infantil. No creyó que lo haría, o pensó que si lo hacía serían usando más improperios y hablando a los gritos. Sin embargo, no se dio ni cuenta de cuando las palabras salieron por su boca, y se mantuvo serena y en control todo el momento. ¡Dios, qué bien se sentía!
Pero una hora y copa de vino después, Jeaneth se estaba dando unos leves cabezazos en el desayunador, mientras se susurraba cosas como “¿por qué lo hiciste? Solo cerrar la boca, solo cerrar la boca”. ¿Es que treinta y cuatro años de vida, una carrera en ciencias sociales y un matrimonio fallido no le habían enseñado algo? ¿Por qué rayos no podía controlar su boca o, al menos, escoger bien las palabras que salían de ella?
Desde su teléfono en altavoz, su amiga podía oír los sonidos que esos golpes producían, y no necesitaba preguntar para saber qué pasaba.
-Tranquila cariño -le exclamó Nazira, hasta con voz risueña-. Nadie esperaba que obraras un milagro, y por lo que dicen del príncipe lobo, las cosas no podían ser de otra forma. Más bien, te felicito por haber sido tú la que dijo la última palabra. Nadie cambia tanto odio en una semana, aunque tuviera una sobredosis de Jeaneth Lefebvre en ella.
Nazira era una chita que conoció en la universidad, y con la cual trabajaba codo con codo en su consultaría. La mejor amiga que podía tener. Lograba estar calma cuando Jeaneth perdía los estribos, y se alteraba de la forma correcta cuando debía sacarla de un estancamiento. Al parecer, para ella esa situación ameritaba tranquilidad y buen humor, por más que Jeaneth había querido lo contrario.
-¿Una semana? ¡Si yo fui la que no aguanté más que un día!
-Y por algo será. No gritas a menos de que alguien merezca los gritos, ¿verdad?
Jeaneth, que había dejado de hacer el movimiento repetitivo de cabeza, estuvo tentada de iniciarlo nuevamente.
-No es así. Lo arruiné Nazi... Olvidé que el que estuviera aquí ya era un gran, enorme paso para él. No debí perder la paciencia -“¡Y en el primer día!” se recordó, para empeorar el panorama.
Se sirvió otra copa de vino.
-Jeany, no te lo tomes tan a pecho. Estoy segura de que no es tanto como para...
-¡Era un gran gesto de amistad desde la realeza loba! -insistió, y tomó un gran sorbo.
Por más que Nazira intentó hacerle ver que no era para tanto, Jeaneth veía a cada minuto más personas a las cuales pedirles perdón, y posibles consecuencias negativas para el Cubil gracias a su acción. Sin embargo pronto el vino le hizo efecto, y casi que apenas salió del baño, cayó en la cama y se durmió. A veces adoraba tener tan poca resistencia al alcohol.
-o-
Mirko no pudo pegar ojo en esa noche. Estaba tan confundido y exasperado, que no quería siquiera no pensar en ello haciendo uso de las posibilidades a su alcance para distraerse.
No tenía idea de qué hacer con esa mujer, como reaccionar a ella… Era inconcebible. ¡Ni su padre le daba cara de esa manera! ¿Es que esa humana común no tenía instinto de conservación? ¡Lo hizo enojar tanto, que debió sentir miedo! ¿Por qué no sintió miedo?
… Porque no debía. Lo había medido muy bien. Claro que ella sabía que no le iba a hacer algo.
Mirko sentía enormes ganas de irse de allí en ese momento, pero eso era lo que Jeaneth quería, y su orgullo no se lo permitía; también deseaba gritarle y recriminarle su poco tacto para con su tragedia familiar, pero Mirko no había hecho más que darle puntos para que reaccionara así con él y, ¡Maldita fuera! No tuvo poco tacto con ello.
Por todo lado donde lo viera, no había manera de conseguir lo que deseaba de ella sin que esa mujer tuviera la superioridad moral frente a él… Y luego, se dio cuenta que… ¿Qué era lo que deseaba de Jeaneth Lefebvre? Nunca antes le había importado tanto que alguien admitiera que él tenía la razón, como jamás se había dado cuenta que él no estaba en lo correcto.
Hiciera lo que hiciera, no había forma de salir intacto de ahí.
De alguna manera, no podía dejar de pensar en cómo lo vería esa mujer. Y no le gustó la imagen distorsionada que se figuró que sería. “El lobo malo que salió de un hoyo oscuro y congelado”. Sonrió con humor negro, pero lo dejó tan rápido como se dio en su boca.
Se sentó en la cama de repente.
Había recordado que no habló con su hermanita más que para saludarla, despedirse o respondiéndole apenas cuando ella se dirigió a él... No se extrañaba que esa mujer tuviera esa imagen de él.
Tomó su teléfono celular y buscó el número de Sasha, sin importarle mucho la hora. Sabía que su hermanita era nocturna, y que había estado esperando a que él hiciera algo como eso desde que Aswan entró en sus vidas.
Por primera vez, esa pequeña voz que él acallaba con odio, dolor e indignación era a la que le iba a hacer caso. Nunca lo iba a decir en voz alta, pero, aunque siempre lo negaba, sabía que su padre tenía razón: ese visceral odio por los leones era una debilidad en su carácter. No iba a cambiarlo de la noche a la mañana, pero al menos podía llamar a su hermana y hablar con ella, como si ese último año y tres meses no hubieran existido. Apretó el botón verde.
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