Nivel dos, de
torre-eidos.
Reto 01.
Encendió otro cigarro mientras el sacerdote paseba su mirada por la sacristía. Hacía años que no la veía, pero no había cambiado. Seguía rodeada de ese aura tan suyo que hablaba de guitarras eléctricas y revolcones rápidos en el camerino entre canción y canción.
- Hacía mucho que no la veía Patricia.
- Me llamo Patti -escupió- y dudo mucho que me vuelvas a ver por aquí. Sólo he venido porque mi hija me lo pidió.
- ¿Qué tal está?
- Muerta. Algún hijo de puta descontento la mató hace un par de días.
- Lo siento mucho. ¿Y la niña...?
- Lena está bien, ahora vive conmigo. Pero ella ya no es asunto tuyo. -La mujer no sabía cómo seguir. Por primera vez en su vida se había quedado sin palabras.- Toma esto -dijo mientras le alcanzaba un sobre-, mi hija me pidió la semana pasada que te lo diera. No sé qué dice. Dios sabe que no he sido la mejor madre del mundo, pero quiero respetar sus deseos. Por una vez haz tú lo mismo. Lee tu carta y -añadió- no te acerques a mi nieta.
Él tragó saliva. Sabía mejor que nadie cómo era Patti. La despidió con un vago gesto mientras abría el sobre.
Manu,
después de lo que hemos pasado sigo sin poder tratarte con el respeto que te mereces. No creo que pueda llegar a llamarte Don Manuel como hacen tus feligreses.
Sin darse cuenta había empezado a acariciar su letra. Las tes inclinadas, las pequeñas oes, los puntos inexistentes de las ies. Hacía seis años y medio que no fumaba, el mismo tiempo desde que la chica del pelo corto y las chaquetas de hombre le había anunciado que estaba embarazada. Si iba a recordarla necesitaba algo de nicotina en su organismo, algo que oliese como ella.
Esa noche se quedó dormido con la sotana puesta y una colilla entre los dedos. Soñaba que volvía a tener treintaydós años y que acababa de llegar a la parroquia. Soñaba con Elena, la chica del pelo corto que venía a confesarse todos los jueves a última hora; que le invitaba a pecar mientras sonreía traviesa y él accedía, incapaz de negarle nada.
Manu,
después de lo que hemos pasado sigo sin poder tratarte con el respeto que te mereces. No creo que pueda llegar a llamarte Don Manuel como hacen tus feligreses.
Mi hija nació sana y ahora es una nena guapísima. Se llama Elena, como yo, pero todos la llamamos Lena. No hagas caso de los chismes que cuenta mi madre, las dos estamos bien. Mi vecina la cuida por las noches y yo estoy con ella siempre que puedo. Trabajo no me falta. Sé que tú lo desapruebas, pero quiero lo mejor para la pequeña Lena.
Sigo siendo una cobarde, prefiero el camino fácil. Podría ir a verte pero es fácil escribirte una carta. He pasado los últimos seis años pensando en ti, en nosotros. Perdóname Manu por haberte puesto entre la espada y la pared aquella tarde, perdóname por haber huido. Perdóname por todas las tonterías que dije y por todas las que me callé. Espero que algún día puedas llegar a hacerlo.
Te sigue queriendo,
Elena